Pongamos que hablo de... Robert Aldich

"Disparen a todos los oficiales que vean allí" (Mayor Reisman)
"¿Nuestros o de ellos?" (Franco)
"Empiecen por los de ellos, si no les importa" (Mayor Reisman)

Estas lapidarias líneas pertenecen a uno de mis clásicos favoritos del cine bélico: "Doce de patíbulo" que, sin lugar a dudas, suponen la cima de Robert Aldrich (1918-1983) dentro del cine bélico al que dedicó un buen puñado de títulos. En ella marca la línea a seguir del cine del director, un cine que ataca directamente a los altos mandos propios, antes de mirar al enemigo. Son esos altos mandos los culpables de los problemas de los soldados rasos.

Se puede librar de dicha apreciación el personaje del Mayor Reisman que, recordemos, era Coronel pero fue degradado. Un hombre leal donde los haya. No le gusta su misión, pero hará todo lo posible porque esa pandilla de bastardos cumplan con el objetivo. Y, de esta manera, forman una curiosa y bastante unida familia hasta el punto de que acabe odiando a quienes les mandan a una misión prácticamente suicida, tal y como se deja intuir en esa escena final junto al personaje interpretado por Charles Bronson, ya en la camilla de vuelta del combate.

Pero en líneas generales, estos oficiales son el quebradero de cabeza y los auténticos malos de las películas bélicas del director. Lo era ese capitán interpretado por Eddie Albert en "Attack" (1956) su primera incursión en el género bélico y una película a reivindicar siempre que se pueda (siempre). Un oficial cuya cobardía costó la vida de un buen puñado de buenos hombres, algo que el Teniente Costa (un inmenso Jack Palance) no perdonará en la vida. Junto a ese cobarde tenemos a un joven General interpretado por Lee Marvin que, en pos de una buena carrera política posterior a la guerra hará la vista gorda a la incompetencia del capitán, miembro de buena familia que le ayudaría en política.

Esa cuadrilla de bastardos no tiene fin, tal y como muestra el sensacional final de la película con el propio Marvin intentando guardar el polvo debajo de la alfombra. Será también el Coronel interpretado por Robert Ryan, el auténtico enemigo de los "Doce de patíbulo". Un hombre con el que el Mayor Reisman tiene cuentas pendientes y cuyo objetivo en la película no es otro que provocar el fracaso de esos doce hombres condenados, y que se cumplieran sus sentencias. Puro egoísmo. Y si toca contratar matones para ello, se contratan.

No olvidemos que en "Comando en el mar de China" nuestros personajes principales deben cumplir una misión suicida cuyo retorno es prácticamente imposible ("Usted haga Zig, que yo haré zag"). Una misión para escogidos... para escogidos a dedo por el oficial de turno desde dentro de un despacho. Y si de despachos debemos hablar, no olvidarnos de "Alerta misiles", una fallida película en la parte final de la carrera del director con un ex-General (interpretado por Burt Lancaster) dispuesto a desatar la III Guerra Mundial. Uno de los motivos que exigen para evitar el lanzamiento de misiles es que salgan a la luz unas cartas redactadas por el Presidente Nixon durante la guerra de Vietnam.

A fin de cuentas, este ex-alto mando y sus secuaces, auténticos villanos y protagonistas de la película, no buscan si no un resquicio de redención. Por un lado dinero que compensen sus años de servicio al Ejército y al país. Por otro, el reconocimiento de unos hechos que se han quedado ocultos y que servirían para degradar al personaje principal. Nuevamente, los altos estamentos, manejando a su antojo, como títeres, las vidas de los que están justo por debajo, protagonistas en el cine de Aldrich.

Junto a esa animadversión por los oficiales, tenemos un cine cercano al Spaghetti-Western en cuanto a la suciedad y el tono "bastardo" de sus personajes. El cuarteto sobre el que se sostienen los intereses de "Attack" con un vengativo justiciero como el Teniente Costa y un cuatrero de tres al cuarto como el Capitán Cooney a la cabeza, es buena muestra de esa suciedad en el alma de los personajes (mención especial a Eddie Albert riéndose de un andrajoso Palance). La misma que llegaremos a ver en ese Mayor Reisman y sus doce apóstoles de la "suciedad", película que fue rodada en 1967 y de la que beben muchas películas posteriores sobre misiones suicidas.

Esos personajes bastardos nos vuelven a llevar al Burt Lancaster de "Alerta misiles" como uno de esos cabrones adorables de película, sin olvidar el cinismo presente en no pocas líneas de "Comando en el mar de China", con esos dos protagonistas condenados a entenderse pese a sus diferentes modo de vida (Cliff Robertson y Michael Caine). Por el camino, en la menor "Traición en Atenas" (1959) tenemos a personajes pertenecientes a la misma cara de la moneda, como ese griego creyente dispuesto a mantener silencio y rezar en la iglesia pero que no deja de ser un lobo para con sus semejantes (parafraseando a Hobbes), y es capaz de azotar a cualquier griego no afín al ejército alemán.

Pero, si tocaba hablar de Robert Aldrich es, sin duda alguna, para hablar de como lleva al límite del peligro a sus personajes. En "Attack" vemos a un Jack Palances solo ante el peligro, dispuesto a frenar el ataque de un tanque para salvar a los suyos. Por un momento se olvida de su principal misión en lo que resta de vida: "acabar con Cooney". Lo hace porque es un padrazo, un buen hombre que defiende a los suyos. Poco antes, vemos a su pelotón acorralado por el enemigo, lo cuál llevará al límite mentalmente al personaje, que estalla.

En 1959 llegaban dos películas. Por un lado "A diez segundos del infierno", un título menor pero en el que nuestros protagonistas (con Jeff Chandler y Jack Palance a la cabeza) son alemanes que, una vez acabada la guerra, se dedican a desactivar bombas en su propio país. Una misión suicida diaria en la que no sabes qué día será el último. Llevados al límite, estos personajes deberán deambular por los infiernos a diario, como una condena por "sus pecados" (los del III Reich), mientras que en "Traición en Atenas" tenemos a un Robert Mitchum que debe buscarse la vida para sobrevivir a la Gestapo. Hacia el final de la película, le veremos caminar solo ante el peligro, camino de la iglesia donde le aguardan quienes quieren cazarle durante todo el metraje.

Pasando de puntillas la misión suicida de "Doce del patíbulo" de la que no hace falta mencionar nada nuevo, llegamos a "Comando en el mar de China" con la escena cumbre donde nuestros dos protagonistas deben exponerse al enemigo, campo a través en la famosa escena que he mencionado ("usted haga zig, que yo haré zag"). Que en "Alerta misiles" los protagonistas principales se busquen un placentero y ruidoso suicidio con un secuestro nuclear deja a las claras que a Aldrich le gustaba poner emociones fuertes en sus películas.

Aldrich también dedicó esfuerzos al western. Un género que le pegaba como anillo al dedo si observamos las escenas de entrenamiento de "Doce del patíbulo" o algunas de las mencionadas escenas de "Attack" con los alemanes ejerciendo de indios o de "Traición en Atenas" con un Mitchum dejando de ser la presa para querer convertirse en cazador. Siendo consciente, por fin, de que en el mundo de Aldrich de nada sirve intentar huir, y toca afrontar el destino, como Costa, como esos doce del patíbulo o como Caine y Robertson jugando al escondite en una isla del Pacífico.

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