
Robert Aldrich y su cine bélico
Si se habla de Robert Aldrich toca mencionar una de sus mayores aportaciones al cine bélico: "Doce del patíbulo" que en unos meses tendréis en la sección #MisionesSuicidas. En ella se marcaron las pautas de un cine más canallesco, gamberro, donde los que combaten son unos auténticos cabronazos (por no decir cosas peores). Y en el cuál se criticaba a los estamentos militares desde dentro, pero no con lamentaciones al estilo de "Senderos de gloria", si no con dureza. Así preguntaba el personaje de John Cassavettes si tocaba matar a los oficiales de uno u otro bando: "Comience por los suyos, si no le importa" le contestaba el Mayor Reisman.

Estas son las pautas que hacen de "Attack" una película atractiva, y que marcan en cierto modo el modus operandi de este director que volvería a la carga con "A diez segundos del infierno", donde volvería a contar con Jack Palance de protagonista, y donde la carga moral de unos pobres infelices que se dedican a desactivar minas vuelve a poner las bases bélicas del director. Pero es en la mencionada "Doce del patíbulo" o en la inútil misión de "Comando en los mares de China" (1970) donde los oficiales, nuevamente quedan muy mal parados, pero no tanto como quienes deben cumplir la misión. Porque la carga de las películas de Aldrich es sencilla, los que se sacrifican no dudan ni un instante en luchar por un bien, bien sea individual o común. Todos los personajes de "Attack", cada uno con sus preferencias, dejan patente esta premisa.

Joe Costa (Jack Palance): El que cuida del rebaño. Nos presentan al personaje en Aachem, dónde ve morir a buenos hombres suyos por culpa de la cobardía de un superior. Desde ese momento la relación con sus superior se deteriora, y simplemente pide que sus hombres salgan vivos de allí. Y, en caso de no ser posible, ruega a Dios fuerzas para acabar con la vida del cobarde superior. Sí, acaba queriendo ser un asesino de oficiales que bien podría haber formado parte de los "Doce del patíbulo".
Capitán Cooney (Eddie Albert): Cobarde por naturaleza. Sin escrúpulo alguno a la hora de enviar a la muerte a sus soldados como si fueran piezas de ajedrez. Atenazado por su cobardía, pero empeñado en conseguir una condecoración, al estilo de Stransky en "La cruz de hierro". Eso sí, en todo momento se deja claro que dicha medalla la quiere para contentar a su padre. Es precisamente ese miedo a su figura paterna el que le atenaza en todo momento. Las palizas de su padre no consiguieron hacerle un hombre, y pretende intentar serlo en la guerra, volviendo como un héroe que nunca será.

Teniente Woodruff (William Smithers): Posiblemente el personaje de menor peso en toda la película, pero clave en el desenlace. Durante el metraje se nos muestra como un hombre que tiene que lidiar entre los dos polos opuestos que son Cooney y el Teniente Costa. Es amigo de Costa pero, a diferencia de éste, respeta la jerarquía militar y es consciente de que debe cumplir órdenes. Todo esto cambia cuando Cooney le hace quedar mal y llega a pedir al Coronel Barlett que su capitán sea destituido, en reiteradas ocasiones. Su choque final con Barlett es el momento más tenso de una película donde, precisamente, los dos roles principales son los de los otros dos oficiales.
Tres Actos (contiene Spoilers)
La película está claramente dividida en tres actos. Dicho así uno pensará que tiene toda la lógica, ya que al igual que las obras de teatro, es así. Pero en esta ocasión son tres partes perfectamente divididas con tres lugares clave en toda la trama. La primera parte, donde lo más importante pasa dentro de la casa donde se hospeda el capitán Cooney. Nos muestran en una intro la cobardía del capitán y una pequeña acción que posteriormente nos dirán que tiene lugar en Aachem.

La segunda parte, la más bélica de todas, tiene lugar en un pueblo belga cercano. Ahí es enviado el pelotón de Jack Palance (Costa). Los alemanes están bien parapetados en el pueblo y caen como moscas en su intento por alcanzar la granja a las afueras del poblado. Sólo cinco hombres del pelotón, incluido Costa, llegan a la casa. Unos cuantos, no obstante, no han llegado a salir campo a través tras recibir las órdenes del Teniente de que no salieran. La escena es interesante, pero mucho más lo que viene a continuación.

Costa intenta interrogar al soldado alemán, pero este no dirá nada debido a que su oficial está presente. El miedo que infunde el oficial, que en alemán le recuerda que no debe hablar, hará que Costa tome una drástica decisión. Lanzará al prisionero por la puerta y este morirá acribillado por las balas de sus propios compañeros. En cierto modo, Costa acaba de matar a un prisionero, pero en ese momento el fin es más importante que los medios. Y el único fin es conseguir saber contra qué se enfrentan para poder salir vivos de allí. Se nos muestra a un Costa que está corrompido y no deja de ser un cabrón más. Pero un tipo de fiar para quienes sean sus aliados.
Conseguirán salir, no gracias a la ayuda del Capitán cooney, que se ha quedado acobardado sin llevar la ayuda que prometió. El joven soldado muere (impactante el momento en el que pasan uno por uno sus compañeros sin pararse a ayudarle porque así lo había dictaminado Costa, que no quería que nadie se detuviera por nada). Costa sí intentará ayudarle, y acabará cayendo herido. Sus compañeros lo dan por desaparecido.

Los alemanes llegan y se entabla la batalla final. En la misma aparece Costa a ayudar a sus hombres después de haber sido disuadido por Woodruff, ya que iba lanzado a matar a Cooney. El personaje de Jack Palance se enfrentará Bazooka en mano a dos tanques. Con éxito supera el primero, pero el segundo acaba aplastando el brazo del Teniente. Dentro de una casa, en un sótano, se resguardecen los tres hombres del pelotón de Costa, con Tolliver a la cabeza. También llegará el Teniente Woodruff a avisarles, y el Capitán Cooney, dispuesto a continuar el combate como sea, preso de la locura. Locura que se pasará pronto y querrá rendirse a toda costa. Él es el capitán, y él debe decidir por todos.

Si no habéis visto la película hoy sí os pido que la veáis antes de leer el siguiente párrafo, clave para mostrar el análisis definitivo de los personajes. Costa llegará, con el brazo ensangrentado. "No me preocupo por él, tiene siete vidas" había dicho poco antes el Coronel interpretado por Lee Marvin. En efecto, Costa continúa vivo y con una idea fija en la cabeza: Matar al Capitán Cooney, de esta no se libra. En sus últimos alientos baja por las escaleras incapaz de apretar el gatillo por la falta de fuerzas. Pide a Dios, ruega, que no le deje morir sin antes acabar su cometido.
Una vez en el suelo, vivo todavía, y con la pistola cerca, se arrastrará como puede para conseguir alcanzar su arma. Es ahí donde vemos el sadismo de un oficial como Cooney, que juguetea y se burla de un moribundo en un acto despreciable. Lejos de coger la pistola y acabar con el asunto, la moverá con el pie unos centímetros para obligar a Costa a arrastrarse más. Al igual que en toda la película, su personaje no hace otra cosa que mandar y pisotear a cualquiera que tenga por debajo jerárquicamente, mientras los superiores (su Coronel, su padre) le infunden miedo.
Costa muere, con la mandíbula desencajada y la boca abierta en un último rostro del horror que es historia viva del cine bélico para quien haya visto y apreciado la película de Aldrich. Y el capitán Cooney se hace con un arma y procura, amenazando a sus hombres, salir arriba y rendirse a los alemanes. Vuelta a la cobardía, todo lo que no tiene bajo control, le infunde demasiado miedo ("¿Si tengo miedo para vivir, cómo no voy a tener miedo a morir?"). Cuando intenta subir las escaleras, el Teniente Woodruff le disparará y acabará con su vida.
Todos ahí le dicen a Woodruff que lo mataron los alemanes, y así debe ser para no acabar en consejo de guerra. Los aliados han revertido la situación y aparece el Coronel (Lee Marvin) que quiere felicitar al capitán. Cuando se entera de que está muerto, hablará de colgarle una medalla. Pedirá una condecoración para Cooney, y ascenderá al Teniente Woodruff a Capitán. Todos parecen salir contentos con el cambio. No obstante, el Coronel indaga más allá, aprieta en la herida para hacer estallar a Woodruff. Sabe que éste debe reconocer que lo hizo él, y de este modo los dos tener un secreto a guardar para no contárselo nadie al General.

Pero Woodruff, al igual que Costa, no es un hombre obsesionado con un ascenso, si no con hacer lo que cree conveniente. En un acto de valentía y de fuerza mayor, a pesar de que todos los vivos le recomiendan que acepte el rol de Capitán y se olvide de lo que ha sucedido, el rostro desencajado de Costa le recuerda por qué ha hecho lo que ha hecho. Cooney ganará si, después de muerto le condecoran. Será su victoria, la del orgullo de su padre, y la del Coronel... mientras Costa está muerto, en el anonimato. La película acaba con Woodruff llamando por teléfono al Cuartel General y pidiendo hablar con el General Parsons.

"Attack" es una película muy atractiva en el cine bélico más por su crítica al estamento militar que como film bélico al uso. Tenemos algunas imágenes bélicas para la historia, como ese cuerpo cayendo colina abajo, y el casco rodando para dar inicio a los títulos de crédito post escena inicial. Toda la escena central, dentro de la granja, con dos ventanas, una que da al campo a través donde los muertos y heridos están esparcidos por el suelo, y otra con vistas al infierno de los panzers y las SS. La profundidad de campo que ofrecen los planos con ambas ventajas es sobrecogedor, excelente.
La maña en la dirección de Aldrich en ese tramo central está fuera de duda, y es igualmente impactante en la batalla final. El rostro y los gritos de Costa cuando es atropellado por el tanque, también ponen los pelos de punta. Pero, repito, eso son pequeñas escenas bélicas en una película que trata unos temas mucho más serios.
Es ahí donde "Attack" triunfa como film bélico diferente, y donde cabe recordar el año de estreno: 1956. Lo apunto porque llegó un año antes que la obra maestra de Kubrick "Senderos de gloria" con la que comparte un amargor y una crítica al estamento militar digna de elogio. Tenemos cuatro personajes, los que juegan a las cartas mientras los soldados luchan. Cuanto menor es el rango, más cercanos a la realidad. Así son los dos tenientes, que buscan justifica a todo precio. Uno lo hace cueste lo que cueste (Costa), mientras que el otro es más práctico y sabe que no se puede proceder de cualquier manera. Si bien al final acaba abrazando las teorías Costianas.
Lo curioso del tema es que la película se centra, sobretodo, en los personajes de Palance y Albert. Ellos son los que llevan el peso de la película, sobretodo Costa y su pelotón. Pero en el tramo final con ese pelotón, agazapado, y ahí aparece Woodruff como nuevo padre. Costa está en las últimas y el otro Teniente es el que debe acabar el trabajo. No tanto el trabajo de acabar con el Capitán Cooney, si no el trabajo de cuidar de su rebaño. Una vez cumplida la misión de cuidar de ellos, toca ser justo y hacer justicia a Costa.
Del mismo modo, el capitán Cooney y su cobardía son el eje central sobre el que se colocan el resto de piezas. El final, nos recuerda que no todo debe centrar en ellos. Muertos los dos polos opuestos, quienes parecían estar mucho más neutrales que ellos, son quienes comienzan a hablar de como repartir justicia y mentir al personal por el bien propio. El oficial de alto rango que se piensa que todo se puede comprar Vs el Teniente idealista que prefiere ser justo, aún a riesgo de un consejo de guerra. Simplemente, impecable.

Sobresaliente. No tengo más palabras para una película que hacía mucho tiempo que no veía y que creía que el paso del tiempo acribillaría a balazos. Recordaba algunas escenas, que aún así han sido aún superiores a lo que creía. Y el duelo interpretativo va más allá. Recordaba a Costa y Cooney pensando en la bicefalía de liderazgo de la película. Pero moralmente, son cuatro las puntas del cuadrilátero en el que Aldrich sitúa a sus personajes.
Como cinta bélica tiene las limitaciones técnicas de un presupuesto algo bajo. Pero a pesar de ello sabe en todo momento como, con poco, hacer mucho en el entramado bélico. Y como centrarse en los puntos fuertes de la película: Un guión bien hilvanado, bastante básico en la apariencia, pero que nos muestra muchos matices y diferentes caras de los personajes.
Todos acaban siendo, en un momento u otro, seres despreciables. Pero siempre quedando claro quienes son los pobres infelices que combaten, y quienes son los que dan ordenes y se parapetan. La guerra puede acabar, y saldrán victoriosos quienes sepan jugar sus cartas. Por desgracia, algunos solo quieren sobrevivir a la guerra, y otros van pensando en ese futuro político que les espera. Sobresaliente crítica a la jerarquia militar, que pone las pautas del cine canallesco del director de "Doce del patíbulo".
Nota: 8,75
Lo Mejor: El duelo moral e interpretativo, con mención especial a Jack Palance
Lo Peor: Lo escueto del presupuesto hace que el entramado bélico no sea tan impactante como una película así merece.
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