Todos a casa (Luigi Comencini, 1960)

Hoy de menú en el Restaurante del Cine Europeo tenemos pasta. Un plato a la italiana cocido por Luigi Comencini y que tiene todos los buenos ingredientes del cine italiano de la época. "Todos a casa" es una tragicomedia que contó con Alberto Sordi, que venía de hacer "La gran guerra" de la que, inevitablemente, toca poner en comparación. Dos títulos antibélicos con unos personajes huyendo o escondiéndose de la guerra. Una guerra que inevitablemente les intentará devorar. Y, al igual que en el clásico de Monicelli, el tramo final engrandecerá como héroe a quien no tenía previsto serlo.

La Trama
Arrancamos el día en que Italia firma la rendición ante el ejército aliado. Lo que debería ser un alto el fuego y dejar las armas se convertirá en toda una pesadilla para las tropas transalpinas, ya que en su país se encuentran las tropas alemanas que reciben inmediatamente la orden de tratar como enemigos a los soldados italianos y, por lo tanto, tomarlos como prisioneros (con suerte). En medio de toda esta vorágine de sensaciones, el Teniente Alberto Innocenci (vaya apellido) debe reunir a sus tropas y destinarlas a la siguiente base, toda vez que en la que estaban destinados ha sido tomada por el ejército alemán.

Odisea
A partir de ahí, la película se convierte en toda una odisea para sus protagonistas, sobretodo para el personaje principal interpretado por Sordi. Primero con la esperpéntica situación de recibir a un alemán que se intenta entregar, ante la negativa de Innocenci de tomarle como prisionero, dejándole abandonado a su suerte. Posteriormente veremos como sus propias tropas le abandonarán al entrar en un túnel. Únicamente se quedará con él el pobre Ceccarelli, un hombre que pasaba por ahí camino de un permiso y acabó de inseparable Sancho Panza del bueno de Innocenci.

Pero las similitudes con la odisea existirán, llegando a oir esos cánticos de sirena camino de Ithaca, en forma de mujer explosiva que intentará engatusarle. Todo ello camino a casa, puesto que tras encontrarse con un oficial de alta graduación, éste le convencerá de que solo queda una cosa que hacer, desarmarse e ir a casa... si se puede.

La película nos traslada por diferentes situaciones que si bien tienen un buen regusto de humor, acaban siendo lo suficientemente cenizas y amargas como para tomarnos muy en serio la película y sufrir con los personajes. Una tragicomedia en toda regla, con más tintes dramáticos y trágicos que de comedia. Pero disfrutable a la par. Sobretodo por esa clase de historia que nos da sobre unos momentos delicados en Italia y que, si no lo contaba el propio país, nunca hubieran salido en el mundo del cine.

De esta manera hay una sucesión de personajes de toda índole a lo largo del par de horas que dura la película. Por un lado, tenemos a los fascistas promussolini, hombres representados, sobretodo, en la imagen del padre de Innocenci, que cuando éste llega a casa, recordará el motivo por el que se marchó. Un hombre de carrera militar, italiano de pura cepa... pero con un padre fascista, que choca en ideales con el bueno de Innocenci. También tendremos a los partisanos, antimussolini. Un collage perfecto para mostrarnos la división dentro de un país en decadencia y militarmente ocupado por Alemania, mientras los aliados desembarcaban en sus playas.

Junto a la constante esperanza que supone la llegada de los americanos, toca destacar que tenemos también a un prisionero británico en medio de la trama y la imagen clara de la pobreza, representada (entre todas las escenas) con ese poblado donde asaltan una camioneta repleta de harina. Todo el pueblo, como Fuenteovejuna, arrasará con toda la harina. Los trabajos forzados a los que los alemanes someterán a los prisioneros italianos, y la imagen protectora de la iglesia para los suyos, como en toda película sobre la Resistencia, componen la traca final de todas las imágenes (que podrían considerarse frescos, como en pintura) que forman parte de esta obra extrañamente e injustamente olvidada.

Italia
Una Italia en decadencia, y unos personajes que, como en el clásico cine italiano sobre sos propias tropas las reflejan como una comparsa que únicamente piensa en vivir la vida y alejarse de la guerra. Si, además, aquí hay motivos para hacerlo (con Alemania pisando los talones), más a favor de Innocenci y los suyos. Donde, no se me olvide, toca incluir a Martin Balsam, mítico actor del cine hollywoodiense de la época (apareció en "Tora, Tora, Tora").

Entre las escenas cómicas a destacar el momento en que abrirán el maletín del pobre Ceccarelli, y se comen (sin que él lo sepa) el embutido que debía hacer llegar a la familia de su superior. También tenemos esa escena en casa de Innocenci, con el padre animando a ambos a rearmarse y luchar de la mano de los alemanes. Ellos, como es obvio, saldrán con nocturnidad antes de que se vean obligados a continuar la lucha. 

Entre medias, eso sí, tenemos trágicas escenas, como el fatal desenlace de la historia de amor que contiene la película con uno del pelotón por protagonista. O como los fascistas italianos, adeptos (y adictos) a Mussolini, acabarán atrapando a uno de esos personajes carismáticos justo cuando se había reencontrado con su mujer. Nada se puede hacer en su huída hacia el Sur. Un intento de escapar de las garras del lobo que, paradógicamente les llevará a un infierno mucho peor. No parece haber esperanza para ellos.

Esa esperanza se transformará en apatía. Destacando como poco a poco Innocenci parece volver a estar condenado a quedarse solo. El tono amargo de la película se apodera de la misma y nos lanza un claro mensaje: En aquellos tiempos difíciles, salir huyendo no era la solución. Esquivaron ayudar a los partisanos, y tampoco se pusieron del lado de los fascistas. En esa tesitura, condenados a trabajos forzados, Innocenci, en el clímax final acabará cogiendo valor y demostrando la premisa del film: Es imposible huir del destino que les aguarda.

Y en ese Nápoles derruido, donde Comencini nos pone día para que nadie olvide a la ciudad en ruinas víctimas de los alemanes. La ciudad se alzó, con los partisanos luchando por su patria y, sí, aquí un Innocenci que toma las armas por primera vez en toda la película. Vuelve a ser un héroe, un hombre dispuesto a luchar por su país en las horas más oscuras. Aprendiendo a dejar de correr, después de quedar demostrado que ninguna de las puertas por las que iban pasando llevaban a ninguna parte.

Crítica
Mezcla perfecta entre humor y tragedia, con mucho más amargor si cabe que la sensacional "La gran guerra". "Todos a casa" es la gran obra de Comencini, que aquí trasladó la amargura de un momento delicado de Italia a la perfección. Cada escena parece un sketch, un lienzo. Dentro de cada tramo vamos viendo personajes diferentes que se cruzan en el camino del protagonista. Todos ellos muestran una de las partes de una Italia dividida, cosmopolita, multicultural. Sordi está prácticamente tan bien como en "La gran guerra". Y sí, es una lástima que el llegar más tarde a cines puede que haya sido lo que ha sepultado un título que recomiendo encarecidamente.

Porque realmente me es difícil escoger entre una y otra película. Notables ambas, muy italianas, y que te atrapan desde el principio y hacen que vayas cogiendo simpatía con los diferentes personajes para, en el momento menos esperado, darnos un baño de realidad. Apenas hay dos combates, uno al principio y otro al final. Entre medio, ese homérico viaje... esa huía de un Alberto Sordi condenado a encontrarse con sí mismo. Únicamente al final del camino, cansado de huir, cambiará el chip. Comencini da en el clavo y nos deleita con una obra  única (con permiso, repito, de la obra de Monicelli).

Notable propuesta que tenéis disponible en Prime Video y que ya estáis tardando en visualizar. Posiblemente sea de una de las mejores películas que analice en esta sección este 2021.

Nota: 8

Lo Mejor: Ese viaje por toda Italia, rumbo a casa... o a la dignidad. Con un Sordi y un reparto en su salsa.
Lo Peor: Las inevitables comparativas con "La gran guerra".

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