
La película
Abraham Lincoln es asesinado mientras contempla una obra de teatro. En su huida, John Wilkes Booth, autor del crimen, se rompe una pierna y necesita ser atendido por un médico. El doctor Samuel Alexander Mudd (Warner Baxter) le curará las heridas desconociendo en todo momento que se encuentra ante el asesino de Abraham Lincoln (también desconoce que Lincoln haya sido asesinado). Booth marcha y a la mañana siguiente el Ejército de la Unión toma prisionero a Mudd, acusándole de colaboración en la huida del asesinato.

La realidad

En la vida real, uno de los motivos por el que fue acusado el doctor, fue por mantener oculto durante horas a Booth, y no dar parte de que había estado en su casa, hasta tiempo después. Algo que en la película no se menciona, quedando el doctor como un héroe caido en desgracia por un complot ideado para impartir reprimenda en el Sur.
Una historia del Norte y el Sur

Con ese guiño del destino, Lincoln será asesinado por un hombre del Sur. Pero esta historia es la de Samuel Alexander Mudd, sureño, pero con unas ideas lejanas a las del conflicto bélico. El doctor cumple con su cometido de curar a un herido (John Wilkes Booth), del mismo modo que en la isla de Shark llegará a curar al duro sargento que le había hecho la vida imposible durante su encarcelamiento. Se trata de un hombre que vive en el Sur, junto a su familia, pero a quien Abraham Lincoln le cae simpático en su idea de unir de nuevo a la nación. Algo que chocará con su suegro, ex general confederado (o eso dice) que odia y detesta todo lo relacionado con la Unión.
No será el único guiño a unir Norte y Sur. Mudd tendrá en la carcel por amigo a un ex exclavo suyo, que forma parte del ejército de la Unión encargado de custodiar a los prisioneros, compuesto en su mayoría por hombres de raza negra. Mudd, para combatir la fiebre amarilla, acabará pareciendo un norteño más a pesar de ser sureño, en otro claro ejemplo de que su personaje no entiende de extremismos políticos, si no de justicia, esa que se le negó en el juicio.

El juicio es una de las partes importantes de la película. En él vemos algunos ejemplos de un cine fordiano muy bien trabajado incluso en una obra menor como pudiera ser esta. Vemos a la multitud gritar que se haga justicia. Dentro del cuartel, el oficial al mando encargado del juicio deja claro al jurado (compuesto por oficiales) que en ese Consejo de Guerra se trata de hacer "caso al pueblo", en un claro ejemplo de amaño y condicionamiento. Se ve en todo momento que el juicio es un mero formalismo previo al castigo que ya tienen dictaminado con antelación. Mención especial a la secuencia del ahorcamiento, vista en todo momento desde el rostro de quienes la contemplan, con juego de sombras y con el plano de las piernas de los soldados. Imágenes imborrables.
Escenas
Sin duda alguna hay dos momentos cumbre o clave en la película de Ford. El primero de ellos, ese arranque, tras escuchar el tema "I Wish I was in Dixie", vemos a Lincoln contemplando una obra de teatro. Quien conozca de historia sabe de sobra qué sucederá a continuación: John Wilkes Booth dispara y sale corriendo. Ford detalla con pelos y señales la imagen icónica de aquella noche, la de Wilkes saltando desde la grada al escenario y, con él, cayendo una bandera de los Estados Unidos, tal y como también inmortalizaría para la Gran Pantalla D.W.Griffith en "El nacimiento de una nación".

Crítica
"El prisionero del odio" es un interesantísimo relato de historia narrado por uno de los mejores arquitectos que ha tenido el cine bélico: El maestro John Ford. Quizá lejos de sus excelentes westerns, o de sus más conseguidos dramas, pero Ford demostraba su buena mano para cualquier tipo de historias con este drama sobre la Guerra de Secesión y sobre la imagen de un quizá anónimo para el gran público Samuel Alexander Mudd.

Es, en definitiva, un notable ejercicio que se rodaría antes de (por ejemplo) "La diligencia" o de servir al Ejército durante la II Guerra Mundial. Ford nos habla del Norte y del Sur sin querer entrar en quienes fueron los buenos y quienes los malos. Gana Estados Unidos, y ganan las buenas personas, con la imagen de Samuel Alexander Mudd salvando de la fiebre amarilla a todo el que pudo, jugándose él su propia vida en aquella isla del diablo que era la isla Shark.
Nota: 7
Lo Mejor: El toque Ford, con especial mención a la escena de la evasión
Lo Peor: La historia en sí, requiere una serie de saltos temporales que hace que rítmicamente haya momentos donde le falte fluidez.
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