Cuando éramos soldados (Randall Wallace, 2002)

Volvemos a la Guerra de Vietnam, uno de nuestras secciones estrella de este año, a la que dedico una entrada mensual a un título en concreto. Tras meternos de llenos con John Wayne y su "caballería" de "Boinas verdes" en el cine más patriótico y un rara avis de un conflicto narrado con tono crítico por la mayoría de cine, hoy toca el turno de "Cuando éramos soldados", la película de Randall Wallace (no confundir con William Wallace, a pesar de que fue el guionista de "Braveheart") con Mel Gibson por protagonista.

La historia
"Cuando éramos soldados" está basada en hechos reales. Concretamente en la batalla del valle de la Drang, conocido como el valle de la muerte, donde poco más de 400 aguerridos soldados norteamericanos se toparon con un ejército claramente superior (sin datos oficiales, se dice que unos 4.000 norvietnamitas). Al mando del 7ºde caballería, el Teniente Coronel Hal Moore (Gibson), que se encargó de mantener con vida a sus hombres en aquella dura batalla. Sería el primer combate reconocido entre el vietcong y los USA, y se saldaría con ¿victoria? de los Estados Unidos.


Sinopsis
En junio de 1954, en el valle de la Drang, un ejército norvietnamita ataca a un destacamento francés (recordemos, por entonces, el país era colonia francesa). No hay prisioneros. La historia, entonces, nos trasladará a 1964, a Estados Unidos, donde se recalca que lo de Vietnam es "un nuevo tipo de guerra". Ponen al mando de un ejército al Teniente Coronel Hal Moore (Gibson) que se traslada junto a su familia a una base militar.

Durante los primeros 40 minutos de película, la historia nos contará la instrucción militar, con especial hincapié en el veterano sargento que combatió en la II Guerra Mundial. Con un tono quizá excesivamente religoso (de religión católica, para ser más exactos) la película se diluye hablando de la ayuda de Dios y del miedo al combate. Ahí, el personaje de Gibson hará las veces de padre, más que de oficial al mando: todos son sus hijos. Mientras, su mujer, inicia relación con las mujeres del resto de oficiales, todos forman un grupo muy unido.

Llega la hora de ir a la guerra. Moore firmará su testamento ante la posibilidad de caer muerto (a pesar de que ya había combatido anteriormente en Corea). Vemos la despedida de las familias, y como los soldados, con nocturnidad, se montan a autobuses rumbo a Vietnam.

14 de noviembre de 1965, del Valle de la Drang, allí donde muchos franceses perecieron, Moore y los suyos son enviados. Eran 395 soldados y, el enemigo era, en boca de un oficial de inteligencia "asumible" (sin especificar cifra). Serán enviados en helicóptero y los primeros en bajar, serán 60 hombres, deberán resistir ellos solos durante media hora hasta la llegada de la siguiente tanda de soldados. Nada más bajar, aquello se convierte en una carnicería.

La batalla duraría tres días. Y a lo largo de más de una hora de película vemos como Moore y los suyos son envestidos una y otra vez por los vietcongs, que les superan en cifra. La ayuda de apoyo aéreo y de los helicópteros, así como las labores de evacuación de los heridos, harán posible que puedan sobrevivir durante esos tres eternos días. Se nos muestra como un pequeño grupo queda aislado y rodeado, y el sufrimiento de este para ir aguantando al enemigo hasta que no se puede más. Sin que el resto de hombres puedan hacer nada por llegar a donde ellos a rescatarles.

En medio del fragor de la batalla llegará un periodista y fotógrafo, Joseph Lee Galloway, interpretado por Barry Pepper (el francotirador Jackson de "Salvar al soldado Ryan"). Aquí, cambia el objetivo de su fusil francotirador, por el de una cámara de fotos. Mostrará el horror de la guerra de Vietnam en un personaje que existió en la realidad. Aquella batalla, le cambiaría de por vida.

En casa, veremos el horror de las mujeres que aguardan noticias del frente. Las cartas llegarán informando de la muerte de sus seres queridos. En principio, llegan mediante taxi. La mujer de Moore recibe el susto de ver un taxista en la puerta de su casa que, en realidad, está perdido y busca otra casa. Tras echarle la bronca al taxista por el susto de muerte, le pide que le deje las cartas, que ella se encargará, como mujer del oficial al mando, de informar al resto de mujeres. Este detalle se va alternando con la acción, cuando en la realidad lo más probable es que fueran informadas todas las mujeres a posteriori de haber terminado el combate de tres días.

Tras largos y duros días, tras recibir todo tipo de ataques y sobrevivir como pueden. Moore y los suyos se lanzan al ataque al amanecer del tercer día. Un ataque valiente, descarado, pero necesario, que pillará por sorpresa al enemigo. Ayuda, no obstante, la aparición de los helicópteros, ángeles de la guarda, que acribillan hasta al apuntador. La batalla se ha ganado, dejan una pequeña bandera de los Estados Unidos, contemplamos el horror de la guerra, y vemos como periodistas llegan a cubrir la noticia una vez ha terminado todo... sólo un periodista fue tan valiente de vivir aquello en primer persona, Galloway, que será quien cuente la historia de "cuando fuimos soldados... y jóvenes". El Teniente Hal Moore combatiría, junto a los suyos durante 235 días más en Vietnam, antes de volver a casa a abrazar a su familia.

Escenas
Una de las virtudes de "Cuando éramos soldados" radica en que se tira más de una hora de combate incesante y constante. En este sentido nos recuerda a "La colina de la hamburguesa" al narrar todas las envestidas y confrontamientos con el enemigo. La brutalidad post "Salvar al soldado Ryan" se deja notar en las escenas, si bien el estreno el año anterior de "Blackhawk derribado" ha dejado a la película un tanto olvidada.

A pesar de ello cabe destacar algunos momentos, como el del ataque aéreo denominado "Flecha roja". En él, alguna bomba cae en territorio americano debido a que el enemigo estaba muy cerca, Galloway querrá ayudar a un norteamericano de ascendencia japonesa al que ha conocido con anterioridad y que tiene medio cuerpo quemado. Al ayudarle y cogerle por las piernas, la piel se escurre, dejando entrever todo lo demás. El horror de la guerra está a la vista. Debe coger en hombros al hombre y llevarlo al helicóptero.

No será la única escena dura. Otros hombres que ayudan a rezagados acaban abatidos. O, especial atención a uno de esos primeros muertos, que cede su plaza en el helicóptero a un herido de mayor gravedad y en ese mismo instante es abatido cuando el helicóptero despega. El cuerpo queda suspendido en el aire, mientras lo sujetan para no dejarlo caer a pesar de estar muertoy no tener plaza para más gente dentro de la nave.

Duros son los momentos familiares. Debo reconocer que recordaba mucha más atención a las familias de los soldados y que, cuando vi la película en mi juventud, me chirriaba esa parte que alejaba la atención del combate. Sin embargo, la escena es corta y justa en su medida para mostrar no solo el horror de quienes están en la guerra, si no el miedo de quienes aguardan en casa pensando en que quizá sea mejor no tener noticias del frente. La mujer coraje aceptando el reto de ir a informar una a una al resto de la muerte de sus maridos, y que cada vez que tocan al timbre va a abrir con miedo, como esa escena final donde en lugar de un taxista a quien en cuentra es a su marido para fundirse en un abrazo.

Dentro de los numerosos momentos bélicos que podríamos no parar de enumerar, como el Sargento veterano, Galloway y unos pocos hombres matando vietcongs como si de un videojuego se tratara, toca señalar ese ataque final. La película tiene en todo momento ese zumbido de General Custer. Les han nombrado el 7º de Caballería, y a Moore le da miedo provocar la muerte de todos sus hombres, como lo hiciera Custer. A diferencia de Custer él "no está loco" (en palabras de su sargento) y deciden sorprender al enemigo (y al espectador) calando bayonetas y atacándoles, con ayuda de los helicópteros. A pesar de lo corta que es la escena, esa ascensión modo "La delgada línea roja" y la banda sonora, acaban ayudando para dotar de epicidad a ese tramo final del combate.

Frases
Hay algunas frases que deberían ser recordadas para el cine bélico. En primer lugar, la graciosa "¿El ejército francés? ¿Eso es un ejército?" con la que nos metemos de lleno a cierta prepotencia yankee que pueda justificar desde los altos mandos la presencia en Vietnam. Algo así como decir que ya que esos pobres hombres no saben defenderse, vayamos nosotros allí. Frase que hubiera firmado John Wayne perfectamente.

"Los Galloway han estado en todas las guerras en las que ha participado este país". De este modo el personaje de Barry Pepper justifica su presencia allí, si bien como fotógrafo cuando sus antepasados habían combatido (mención aparte la curiosa historia de sus dos bisabuelos, cada uno con una pierna amputada).

Hal Moore tiene su dosis paternal cuando le piden, por segunda o tercera vez, que sea evacuado el oficial al mando, este espetará, tras recalcar el disparate de tal órden, que "no abandonaré a mis hombres", algo que había quedado claro cuando anunció que él iría el primero al combate y se marcharía el último. Algo que finalmente hace en un plano final donde la cámara nos muestra las piernas de Gibson subiendo al helicóptero únicamente cuando le comunican que todos han sido evacuados. Este tono paternal queda recalcado en otra frase en los compases finales, cuando le dice a Galloway que "jamás me perdonaré que mis hombres murieran y yo no".

Por último destacar al oficial al mando norvietnamita que, tras la derrota, pero habiendo marchado el enemigo americano, saldrán de sus madrigueras para volver a la misma zona: "creerán que ha sido su victoria" en clara referencia a la situación, ellos continúan en el valle, y en el no corto discurso vaticinará lo que está por venir, más americanos y una guerra que traerá miles de muertos.

Crítica
Reconozco que vi la película con miedo. Ese miedo que me retrotraía a 2002 o 2003, cuando la pude ver alquilada en el videoclub. No fui al cine no recuerdo muy bien por qué. En aquella época compraba la revista Fotogramas y desde "Salvar al soldado Ryan" había ido a ver las principales citas bélicas al cine, incluso en 2002 vi "Windtalkers". El caso es que el recuerdo de la película fue de pesadez, de un film para nada divertido y que, más allá de combates y más combates, no ofrecía nada visualmente atractivo ni diferente. Un 4.

Por suerte, este año he podido zanjar la deuda pendiente. Y "Cuando éramos soldados" no es, ni mucho menos, aquella floja o mala película bélica que vi en su día. Prestándole atención, y siendo fiel a los detalles, la película nos ofrece una buena dosis de acción, bien narrada dentro del caos de combate que tuvo que ser aquello, y no abusa del tramo en casa, excepto en su largo inicio. Me chirría sobremanera, ese tono religioso del inicio que te vaticina que la película no va a ir por los railes que debería.

Pero una vez se preparan para el combate, la película coge la altura suficiente para contarnos una buena historia bélica, con dosis del horror de la guerra, pero con un pequeño problema: no saber qué camino coger, si el patriótico o el crítico. En una guerra narrada (a excepción de la patriotera "Boinas verdes") con horror, crítica social y antiUSA, "Cuando éramos soldados" llega a mostarnos no pocas escenas donde parece quererse justificar la presencia de los americanos allí, e incluso la gran labor que desempeñan combatiendo contra el enemigo.

Durante más de media película parecemos asistir a un God Save the USA (permítanme la licencia) con unos teloneros especiales mostrados en las escasas escenas norvietnamitas. Algo que, dicho sea de paso, no es poco, puesto que en el cine de Vietnam los norvietnamietas eran esos extras que iban bayoneta en mano a la muerte sin diálogo alguno. Aquí tienen algo más de poso, e incluso la película se permite desde su inicio anunciar que rinde tributo a todos los que allí combatieron, de ambos bandos.

El caso es que durante la primera hora de película, hasta la llegada de Galloway, la película no deja de parecerme un "Boinas verdes" Cambiando las frases patrióticas por católicas, a Wayne por Gibson y el resto lo hacen los más de 30 años de diferencia entre los proyectos. Por suerte, esto cambia en su tramo final, donde la película abraza el horror de la guerra, en el rostro de Barry Pepper, en pequeñas escenas puntuales y, sobretodo, en esa acertada visión de la mujer en el hogar.

"Cuando éramos soldados" no llega a ser, en ningún momento, una película antibelicista acertada debido a sus patinazos iniciales, ni una loa a los americanos, debidos a su tramo final. El equilibrio se consigue de una forma extraña, al tener dos partes bien diferenciadas, pero es efectivo y atractivo por momentos. Quizá el hecho de venir de títulos mejores como "Salvar al soldado Ryan" o "Blackhawk derribado" en cuando a las escenas de combate, y a "La delgada línea roja" en cuanto a antibelicismo, dejaron a "Cuando éramos soldados" rezagada en la historia del género. Quizá fuera eso, o el hecho de querer narrar una posible victoria americana en una guerra donde está prohibido hacer otra cosa que no sea hablar de un guerra sinsentido. De ahí que su tono "Boinas verdes" de un tramo de la película sea el que sepulte sus opciones a ser considerada una gran película del género.

Queda, por lo tanto, un entretenimiento para amantes del cine bélico que quieran ver combates. Una película efectiva con una banda sonora acertada que deambula entre el tono épico de algunas escenas y el horror de la guerra de otras, y un Mel Gibson en uno de sus últimos papeles mínimamente interesantes. "Cuando éramos soldados" es una interesante película del Vietnam, pero nada más que eso.

Nota: 6

Lo Mejor: El tono antibelicista y el horror de esperar a los maridos en casa.
Lo Peor: Excesivamente religiosa en sus compases iniciales, y con amagos de justificar la presencia USA allí.

Comentarios

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *