
No entra por méritos el título dirigido y protagonizado por el canadiense Paul Gross, pero cumple un requisito que pocas películas de la lista tenían: No la había visto nunca. La verdad es que tras verla me quedé un tanto frío y dudé de si merecía estar aquí (algo parecido me pasó con "El puente de Waterloo" que al no contener apenas un ápice de la guerra decidí descartarla). Sin embargo, ya que he dedicado el esfuerzo de tragarme casi 2 horas de película, vayamos con ello.
Sinopsis

Declarado por él mismo y por el médico inútil para el combate por estrés de guerra, el Sargento (protagonizado por Paul Gross, director de la película) es entonces enviado a las oficinas de alistamiento y a enaltecer el patriotismo canadiense para conseguir que jóvenes vayan a combatir al continente europeo a ayudar a los británicos (y los aliados). Y ahí comienza el triángulo de protagonistas con dos historias de amor que hace de este telefilm (o pseudotelefilm) un pequeño disparate.

Ahí arranca una historia de amor de andar por casa. Que muestra las luchas internas, como deben vivir los tildados de cobardes (como el Sargento, que tiene un superior que se la tiene jurada desde el principio). Entre flirteo y flirteo, tenemos la lucha del muchacho por ir al frente o como el Mayor al mando intenta por activa y pasiva hacerle la vida imposible al Sargento... También están los vecinos de la familia de la enfermera que hacen la vida imposible a la misma.
Llega el momento clave que todos esperamos ansiosamente (sobretodo para que llegue el combate), y en un giro de los acontecimientos, el Mayor descubre la cobardía del sargento y, una vez al mando, envían al muchacho a alistarse. El sargento, entonces, decidirá volver a la guerra para traer sano y salvo al chaval. La enfermera, que a estas alturas (como es debido) ha discutido con el protagonista debido a que cree que "él ha enviado a su hermano a la guerra", se enterará tarde de que no es culpa suya. ¿Se ha entendido? No importa, es un movimiento clásico de series de andar por casa.

Y ahí, tenemos el final esperado. Perdonen que me anticipe. A estas alturas ya se sabe que: 1- El sargento cumplirá su palabra y salvará al muchacho y 2- El sargento no saldrá vivo del atolladero porque es como debe acabar la película. ¿Y entre medio? Entre medio una batalla bastante lograda y encarnizada. No escatimaron en gasto de maquillaje y, al menos los efectos de los dos tramos de batalla, están por encima de la calidad de un telefilm. Y, por si fuera poco, nos regalan la fantasmada de turno. En un ataque de vete a saber qué, el chaval que hasta entonces es cobarde va él solito a por las tropas alemanas que se habían retirado a su trinchera. Un obús hace volar todo eso por los aires y...
La Secuencia
...y tenemos la imagen que (perdonen que antes no la haya comentado) soñaba todas las noches el protagonista, con un hombre clavado a una cruz. Así aparece el muchacho, como si los alemanes le hubieran clavado ahí, si bien ha sido el obús el que ha provocado que esté en posición de Jesucristo sobre un tramo de alhambrada que le ata, cual corona de espinas, a un cacho de madera en forma de cruz. Tremendo el panorama. Pero lo mejor está por venir.

Llega justito de fuerzas, pero parece que todo va bien. Incluso tras ese sobreesfuerzo llegamos a pensar que sobrevivirán los dos. Nada más lejos de la realidad, le da tiempo a llegar al hospital militar, que nos anuncien que el chaval se pondrá bien y él consigue despedirse de su amada entre sollozos. Así acaba este drama-romanticón con tintes bélicos. Una historia de amor un tanto pobre (mejor dicho, dos historias de amor), un poco de redención, un toque de Jesucristo y recordar un momento que no debe olvidarse en la historia de Canadá.
Crítica

Eso sí, las batallas son sangrientas. Algo que en 2008 ya no es de extrañar, pero que viniendo de un film canadiense llega a chocar. La secuencia inicial y la batalla final están logradas. Lástima que ese épico final, más cercano a la Semana santa que al cine bélico nos deje a cuadros. Por un lado es pobre final, pero por otro te dan ganas de aplaudir con las orejas por el "par que tiene" el director por marcarse semejante secuencia. Épica es un rato... cómica, otro tanto.
Pero en medio. He ahí lo que hace que una película que podría servirnos para pasar el rato y recordar la Primera Guerra mundial, acabe siendo un mal film. La historia de amor, el duelo con el Mayor de serie cutre de televisión o la relación con el chaval dejan en mal lugar a Gross y su película. Un film que solo debe ser visto en sobremesa de domingo, por amantes del cine bélico con ganas de curiosear un rato... porque si lo que se quiere es pasar el rato agradable, mejor volver a ver cualquier clásico del cine bélico que nos hayamos tragado cinco veces. Cualquier película del #belicometro u otras que no han conseguido entrar, son mejores opciones.
Nota: 3,5
Lo Mejor: Las batallas, un tanto logradas.
Lo Peor: La historia de amor, mucho más pobre que las de muchas comedias románticas.
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