El año pasado, Hazanavicius sorprendió con un título de animación para adultos, "La mercancía más preciosa", donde entraba de lleno en el holocausto con una bella y eficaz producción cuya animación puede recordar perfectamente a una novela gráfica.
La película tiene como punto de partida el de una mujer que vive en el campo durante la II Guerra Mundial y que ve pasar cerca de su casa los trenes de mercancías con personas trasladadas como si fuesen ganado. Un día de invierno, con todo nevado, y hastiada de estar sola ya que su marido ha ido unos días a trabajar (es leñador), oye a un bebe llorando cerca de las vías y lo recoge.A partir de ese momento el largometraje toma dos rumbos: por un lado, mostrar cómo esa pequeña criatura cambia la vida de esa mujer que le cuidará como si fuese su hija; por otro, el del destino del padre que la dejó ahí, ante el horror de su mujer, que sostenía en brazos a un hermano o hermana gemelo de la criatura y que no soltará una vez llegado al campo de concentración.
La escasa intriga de la película radica en los momentos de peligro, derivados de esos patriotas que pretenden denunciar a la mujer y el leñador por cuidar de un bebé que no es de ellos. Pero, sin duda, lo más fuerte de la misma está ubicado en lo que rodea al campo de concentración en sí.
Hazanavicius apunta en los breves momentos en el campo, con mala uva, hacia la barbarie. Primero con la separación de la familia, seguido de esos planos donde el hombre desaparece entre las sombras, como un aviso de que pudiera desaparecer en cualquier momento; después, asistimos horrorizados a cómo los allí presos deben amontonar los cuerpos de los muertos.Especial atención merecen dos momentos del tramo final. El primero de ellos es cuando el protagonista en el campo de concentración (el padre de la criatura) se quita la camiseta y se tira junto a la pila de muertos. Como si del "Guernica" de Picasso consistiera, vemos los rostros desencajados y desnutridos de los muertos, e incluso llegaremos a creer muerto al hombre.
No será la única vez que parezca muerto esta casi cadavérica figura. Poco después volverá a caer falto de fuerzas en lo que resultará la escena más emotiva de todas. Entre almas que buscan su lugar en un mundo destruido y pobre, observará una niña (ya más grande que el bebé que dejó) y una manta que era aquella en la que había dejado enrollada a su hija.
El rostro desencajado, que hace respirar miedo y el cuerpo cadavérico se acercan a esa campesina y la que ya se puede considerar su hija y, cuando el buen hombre parece querer explicar que ella es su hija, observa la cara de horror de ella y se ve reflejado en la ventana que tiene frente a él. El horror y la barbarie, perfectamente dibujados en unos pocos trazos, con una mirada que asustaría al miedo.
Sin ser redonda y sin ser una obra cumbre sobre el Holocausto, hay que valorar positivamente esos breves fragmentos donde la película, claramente adulta, se pone lo suficientemente seria como para darle al espectador uno o dos tortazos. El holocausto parecía relegado a esos trenes de mercancías y le bastan a Hazanavicius dos o tres momentos, sin necesidad de mostrar apenas al demonio nazi, para inquietarnos y generarnos angustia.
Nota: 7
Lo mejor: Mostrar el horror de una manera tan sutil como necesaria.
Lo peor: La trama principal resulta poco atractiva para lo que promete.



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