Esta modesta producción australiana nos sumerge en el mar de Timor donde un grupo de soldados australianos vuelve a Australia tras recibir instrucción en Timor. Su buque quedará hundido y los pocos supervivientes, a la deriva, buscarán sobrevivir no solo a la falta de agua y alimentos, sino también a un enorme escuálido de unos seis metros.
Con estos ingredientes, el director Kiah Roache-Turner, con recorrido en el cine de género de bajo presupuesto nos lanza la enésima entrega sobre tiburones pero con una temática más cercana al desastre del USS Indianapolis que a las de submarinistas perdidos y bañistas domingueros. Y eso, los amantes del cine bélico lo tenemos que aplaudir.Hechas las presentaciones con un inicio que parece vaticinar una película de comandos en el Pacífico, con reminiscencias vagas al romanticismo de "Pearl Harbor", nos lanza de golpe a la realidad del terrorífico mar, envuelto en niebla para dotarle de mayor suspense y, de paso, esquivar los problemas presupuestarios.
Es en ese tramo central donde se condensa la acción y donde (¡Oh, sorpresa!) van cayendo uno a uno los diferentes protagonistas cual slasher. Se hace gigante su protagonista principal, Mark Coles Smith, que tira de la película junto al buen hacer de un montaje efectista y de la sensación de angustia que genera estar sobre un trozo flotante rodeado y vigilado en todo momento por un sádico tiburón.No hay margen para muchas sorpresas, más allá de una impactante y ridícula muerte que es de los mejores momentos del film. El guion sigue lo que dicta el género y lo cumple a rajatabla. Nos entretiene, no nos da incómodas sorpresas en forma de giros inesperados de guion, pero cumple con su deber como buen soldado.
Su mejor tramo es, como digo, toda esa parte intermedia previa al desenlace, donde la angustia se hace patente, la locura va poco a poco apoderándose de los protagonistas y el suspense y la tensión en el espectador se mantienen como buen largometraje de tiburones e, incluso, como buen largometraje de soldados a la deriva en pos de la supervivencia.Incluso la película se permite entrar en el terreno de lo traicionero que son los japoneses para deleite del público afín al cine propagandístico de los 40. Todo ello en un tramo final donde la locura, ya no solo en los protagonistas, llega al director y al guion en un desenlace a base de trompicones, acción y una mezcla de todo. Una indefinición que algún amante del género verá con buenos ojos en su clímax pero que a mí no me ha convencido.
Queda, eso sí, una película resultona, disfrutona para aquellos que gusten del cine tiburonil o no hagan ascos al híbrido bélico -terror. Imperfecta, como no podía ser de otra manera, pero capaz de lograr virtudes de su bajo presupuesto. Bastante mérito.
Nota: 5'5
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