Los gavilanes del estrecho (Raoul Walsh, 1953)

Raoul Walsh en los años 50 fue, sin duda, un nombre ligado a las aventuras marítimas. Entre 1951 y 1953, aunque dirigió más largometrajes, fue capaz de meterse en el agua hasta en 4 ocasiones. La más famosa de todas fue la primera: "El hidalgo de los mares" (1951) con el gran Gregory Peck en el rol del capitán Horatio Hornblower. El propio Peck volvió al océano a las órdenes de Walsh un año después en "El mundo en sus manos"; ese mismo año llegó la algo más modesta "El pirata barbanegra"; y concluiría el póker de aventuras marítimas el título aquí presente: "Los gavilanes del estrecho" (The sea devils) con Rock Hudson e Ivone de Carlo.

La película nos emplaza a las Guerras Napoleónicas, algo ya presente en "El hidalgo de los mares", si bien la trama en esta ocasión trasciende al mar y nos lleva a tierra. El título en cuestión tiene mucho de cine de espionaje y algo de cine romántico... Pero sin dejar de lado el ambiente piratil de esos dos bribones (Hudson a la cabeza) dispuestos a cruzar el estrecho en plena guerra entre Gran Bretaña y Francia, y conseguir lo que se propone.

Dentro de las propuestas destaca el llevar a una enigmática mujer a Francia. A partir de ahí se enrevesará todo, ya que él no sabe que dicha mujer es una espía británica infiltrada en Francia. Una vez descubre que esa mujer no es quien dice ser, pensará que se trata de una espía francesa. Y canal de la Mancha hacia un lado y el otro, se pasa en 90 minutos la película sin excesiva acción, y con Hudson sacando pecho.

Estamos ante un entretenimiento de sobremesa, con un Walsh poco inspirado. La trama y el guion no dan mucho de sí, aunque el director se esfuerza en dar espectáculo cada vez que el largometraje se introduce en agua. Como pez en su elemento, Walsh sabe darle las dosis necesarias para no aburrir y llevar a buen puerto la obra, aunque sea claramente olvidable.

Por el camino, tenemos a un Rock Hudson in crescendo camino de ser una gran estrella, y una historia de amor muy cercana a los cánones del momento. La trama de espionaje resulta poco elaborada, pero sirve de excusa para lanzarnos a una de aventuras casi de piratas, un tipo de género que en aquella época vivía cierta época de brillantez.

Posiblemente sea café para cafeteros. Una película no muy elaborada de un director que las hacía como churros. Un Walsh no tan inspirado cerrando en cierto modo su ciclo marítimo con la menos marina de sus epopeyas. Eso sí, título que contiene su parte bélica al tratar en el contexto histórico las guerras napoleónicas. Pero por mucho que Walsh sea Walsh, Hudson no es Peck y lo que en una era puro espectáculo aquí queda un tanto diluido en una trama poco enrevesada pero, paradójicamente, que  es capaz de dar no pocas vueltas y giros antes de llegar a su fin.

Nota: 5'75

Lo mejor: Walsh cuando se trata de buscar el esplendor de la aventura marítima.

Lo peor: Una trama algo floja y un Hudson cuyo romance no cuela.

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