Crítica de "El ministerio de la Guerra sucia"

Guy Ritchie fue uno de esos directores que tienen en el montaje y su particular forma de narrar las películas, su punto fuerte, junto a buenos guiones y una melómana Banda Sonora. Tres ingredientes que pudieran asemejarse, junto a haber crecido cinematográficamente con cine de gangsters, al cine de Quentin Tarantino.

Ambos nacieron para el mundo del celuloide en los 90. Y si bien "Lock, Stock & Two smoking barrels" o "Snatch" (casi un remake) no son Tarantinianas, es inevitable ver en ellos ciertas similitudes. Uno, eso sí, siguió como gran director de autor y Ritchie, desde que fue 'barrido' por la Madonna, le ha dado a todo con irregular resultado. En esas ha llegado su nuevo producto a Prime Video: "El ministerio de la Guerra Sucia".

Y el resultado final es claramente la película más tarantiniana de toda la filmografía de Ritchie. Sus personajes desbocados y su humor, jamás han estado tan cerca de Tarantino. Y eso es un cumplido en cuanto a que el espectador sediento de humor y sangre pueda encontrar en este largometraje bélico un buen pasatiempo, y al mismo tiempo una crítica pues desde el trailer se vislumbraba un "Malditos bastardos" en versión light.

Lo de light va por el acabado del mismo, puesto que artísticamente "El ministerio de la Guerra Sucia" queda lejísimos en guion o interpretaciones a la propuesta de Tarantino. Lo que sí que se asemeja es en el salvajismo y lo retorcido del humor de sus 'matones'. Esa máquina de matar nazis que Ritchie hace suya hasta el punto de que la misma trama o parecida bien pudiese haber dado para un spin-of de la judiada matanazis de Aldo Raine.

Es ahí donde Ritchie se lo pasa en grande y el espectador con él en una sucesión de asesinatos a cuchillazos, armas de fuego o incluso arco y flechas. Y digo bien asesinatos, pues nazi que se encuentran en el camino acabará degollado. Es tal la sanguinaria propuesta que el Topper Harley de "Hot shots: Part Deux" queda relegado a la medalla de Plata, y los Anthony Quinn y cía de "Los cañones de Navarone", en meros aprendices de matar nazis.

Por el camino podemos pensar en el homenaje a Rambo en ese arco, o cierto deje en la introductoria escena a "Los cañones de Navarone" con la que comparte alguna otra similitud. Ritchie tiene trazos gruesos en varios momentos, priorizando un montaje cercano al 'espitoso' de su mejor cine, y con alguna que otra macarrada que firmaría Tarantino, como es el hecho de contar en el reparto con el mismísimo Hugo Stiglitz.

Pero por muy divertido que suene todo, y por mucho que algunos momentos estén logrados, las apariencias tan cercanas a "Malditos Bastardos" deslucen en cierto modo la película de Ritchie. No hay 5 minutos donde no nos recuerde con simpatía a dicha película a la que tanta mención hago. Ello, unido a un tramo algo más pausado y menos conseguido deja ver las costuras y remiendos de la propuesta.

El Guy Ritchie más gamberro, cercano a su cine y jamás tan cercano a Tarantino, cumple su objetivo de divertirse y divertirnos, pero no llega a matar, ni mucho menos, lo que Henry 'Superman' Cavill y los suyos, ejercen. Y eso que tenía mimbres para haber tirado más por el homenaje a los clásicos sesenteros que al cine Tarantiniano.

Nota: 6'5

Lo mejor: Diversión, sangre y disfrutona para los amantes de los cazanazis en el cine.

Lo peor: Oportunidad perdida de resucitar este tipo de subgénero, calcando mucho de "Malditos Bastardos".

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