Se trata de una rareza a descubrir que merece la pena y versa sobre uno de esos detalles a los que el cine bélico no ha prestado mucha atención, a excepción de la gran película que traigo hoy: "El tren", de John Frankenheimer, con el gran Burt Lancaster de protagonista. Secundado por Paul Schofield como el perverso y obsesivo oficial alemán y con secundarios de lujo europeos como Wolfgang Preiss y Jeanne Moreau.
En "El tren" asistimos a un thriller bélico brillantemente gestionado por el director y con emoción y tensión de principio a fin, marca de la casa de un director que realizó obras como "7 días de mayo" o "El mensajero del miedo". La trama nos envía a la Francia post Normandía, con un alemán que decide llevarse las principales obras de arte del Louvre a Berlín. La Resistencia francesa querrá evitar que dicho patrimonio cultural se pierda y deciden evitarlo a toda costa. Claro está que hacer estallar el tren destruiría todo el arte a bordo.Con esa premisa y la de un ferroviario que decide no actuar hasta que, movido por las muertes a su alrededor acabará realizando la tarea pese a tener claro desde el principio que unos cuadros no merecen la vida de humanos. Esa es una de las premisas que sobrevuelan constantemente durante la película, haciendo mella en su protagonista y en el público a medida que van aconteciéndose más ajusticiamientos por parte de los alemanes.
Si hay una escena que define a la perfección ese mensaje o, cuanto menos, esa pregunta que el director nos lanza al aire, son esos planos finales. Vamos observando cajas con los nombres de los pintores de prestigio y el montaje los alterna con civiles muertos junto a las vías del tren. Fusilados por un sanguinario y perverso nazi que, en nombre del arte, decide ajusticiar a quien no le deje disfrutar del mismo. Ese final muestra a las claras que todos los protagonistas q lo largo de la película, "han perdido".Entrecomillo ese "han perdido" porque justo antes el Mayor interpretado por Wolfgang Preiss espetará a su superior (inmenso Schofield) que "hemos perdido" en referencia a que ya no se puede hacer nada por ese tren, ni por la causa nazi, con un III Reich agonizando en retirada. Frankenheimer en esa vorágine final con un hombre que ha perdido totalmente la razón y la cordura, cambiará los planos pasando a planos aberrantes u holandeses que recalcan el momento de enajenación mental de su protagonista germano.
La brillantez y exquisitez de todo ese tour de force final está a la altura con lo que propone la película desde el comienzo. Nuevamente el director juega con el enfoque y la profundidad de plano, siendo uno de los mejores de su época en utilizar el encuadre. Todo en el mismo tiene sentido, no únicamente el protagonista principal en el plano, y nada queda al azar. El blanco y negro, de hecho, resalta mucho esas sensaciones que genera cada plano. Aquí, el director de fotografía merece su mención.Respecto a la trama acabará siendo puro cine de acción de aquellos tiempos, con Burt Lancaster jugando al gato y al ratón o haciendo de trilero, como en la escena en la que engañan a los alemanes cambiando carteles de estaciones de tren, creyendo que están camino de Berlín cuando, en realidad, están dando una vuelta por los alrededores a la espera de la llegada de los aliados.
La Resistencia francesa realiza todo tipo de triquiñuelas por el camino para ir poniendo trabas al tren y desesperando al oficial protagonista. Explosiones, choques de trenes, muertes, aviones... "El tren" resulta ser un cocktail explosivo con todas las de la ley, una película repleta de acción y tensión que se devora fácil en su poco más de una hora (130 minutos). Uno de los grandes clásicos del género.Para ello, la mencionada labor del director, el director de fotografía y un sólido guion son sus principales argumentos. Pero, quien la vea, contemplará como el duelo interpretativo entre Lancaster y Scofield es igualmente impresionante y otra de las virtudes del largometraje. Imprescindible película sobre la Resistencia que toca ver.
Nota: 8'5
Lo mejor: Frankenheimer en estado puro y un reparto que acompaña.
Lo peor: Haberla visto únicamente una vez y haber tardado más de 20 años en volver a verla.
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