El caballo de hierro (John Ford, 1926)

El Western es, posiblemente, el gran género made in Hollywood. Si bien no pasa por su mejor momento de vida, ha deparado grandes clasicazos. Y el primer gran clásico, posiblemente, sea el que os traigo hoy: El caballo de hierro. Dirigida en 1924 por John Ford, una década antes de que el director llegase a ser uno de los grandes. Por lo tanto, ya habréis podido descubrir que se trata de un film de la era muda del director (el cine sonoro no llegaría hasta 1928).

Antes de entrar en más detalle, destacar que ningún Western suele estar considerado entre los grandes clásicos del cine mudo. Y la que muchos consideran la primera película del género es el cortometraje: "Asalto y robo de un tren" que dirigió Edwin S. Porter en 1903. Todavía el cine estaba en pañales cuando Ford empezó a interesarse por el género y acabaría dando con la gran película muda del mismo, pero empezaba a marcar territorio mostrándonos detalles marca de la casa que reutilizaría en un futuro.


'El caballo de hierro' nos narra la historia del ferrocarril en Estados Unidos. Empleando en no pocos momentos un tono bastante documental, y abusando ligeramente de rótulos, Ford nos narra los inicios de este gigantesco caballo de hierro en su expansión hacia el Oeste, y como fueron unidas las dos líneas de ferrocarril del país, la Union Pacific y la Central Pacific. Para ello, Ford se sirve de un historia ficticia donde el amor y la venganza cobran importancia.


Ford vuelve a tirar de un montaje efectivo para mostrarnos el paso del tiempo, iniciando la película cuando los protagonistas son apenas unos niños, y mostrando la dureza del territorio inexplorado del Lejano Oeste, con ese indio con "dos dedos" que acabará con la vida del padre del joven protagonista. El peligro de los nativos será constante a lo largo del metraje, en el intento de estos de asaltar una y otra vez los trenes que atraviesen su territorio. Será en esos momentos donde la película cobre ritmo vertiginoso con unas escenas de acción bastante logradas para la época.


Persecuciones aparte, Ford pone sobre la mesa los detalles que rodean a un Western. Tenemos el clásico poblado, como si fuera el Shinbone de El hombre que mató a Liberty Valance, o incluso Inisfree, la localidad de ese  Western encubierto en Irlanda que quedaba reflejado en El hombre tranquilo. En el poblado itinerante, que viaja a la par que la construcción de ferrocarril, no puede faltar el clásico Saloon. Allí tendrá lugar una pelea, como mandan los cánones del género y del cine fordiano. Por si fuera poco, el Saloon es, a la vez, el juzgado del pueblo, con un cómico juez al que le gusta dar al pimple, como mandan (como no) una vez más el ABC fordiano.


Ese juez y los denominados "los tres mosqueteros", que son unos trabajadores de la línea de ferrocarril serán los secundarios que aporten el tono humorístico a una propuesta con una temática dramática. No solo por ese inicio con la muerte del padre del que será protagonista, si no con todo lo que implican los ataques indios. En esa muerte inicial veremos otra muesca de Ford, que nos muestra como el renegado que colabora con los indios (dos dedos) le matará con el hacha. Observamos como dicho renegado ataca, y el siguiente plano, en lugar de recrearse en la sangre, será el del niño, escondido, contemplando el horror.


Esas muertes fuera de plano o el juego con el temor a las sombras, mostrara en el ataque indio donde observamos las figuras de los nativos americanos reflejadas en el tren, son otros de los argumentos interesantes que propone El caballo de hierro. 


A destacar el ejercicio histórico de la obra de Ford, que en la escena final llegaría a contar con las dos auténticas locomotoras que formaron parte de aquel histórico momento. Incluir al personaje de Abraham Lincoln en la película era algo obligatorio para un director que en no pocas ocasiones ha aprovechado que su película esté ambientada en dicha época para que apareciera el personaje. Ensalzar las labores de uno de los presidentes norteamericanos más reconocidos de todos los tiempos forma parte del curso de historia que propone la película. Es en la parte inicial y en el algo largo epílogo donde vemos dicho toque histórico.


De hecho, la trama principal no es más que una mera excusa para el entretenimiento del espectador. Ese joven apuesto, dispuesto a ayudar en la construcción del tren, y descubrir el atajo que encontró su padre, y la historia de amor nos marcan el camino, pero no dejan de ser un gancho para atraernos a la auténtica trama de la película, como nos demuestra el hecho de que una vez los personajes principales marchan del plano general de la celebración por la conclusión de la mastodóntica obra, la película prosigue en metraje un poco más para mostrarnos el evento histórico.


Como único pero a poner a la película, más allá de que el claro marcado tono documental la aleja de las grandes obras del cine mudo, pero deja un buen regusto en el espectador, destacar que para los ojos de un cinéfilo de hoy en día resultará algo caótica la batalla final contra los indios. Y es que por entonces lo del salto de eje no era algo que se tuviera muy en cuenta. El malo de la película (dos dedos) disparará desde un cobertizo, y en sus planos el personaje mira y dispara hacia su izquierda. Lo lógico hoy en día sería que los que recibieran dichos disparos y contraatacaran apuntasen (y mirasen) a la derecha. Sin embargo, no es así, y también miran a la izquierda, generando una sensación contradictoria en el espectador.


Pero, como digo, esos peros se pueden perdonar habida cuenta de que estamos ante un proyecto rodado hace 100 años, cuando el cine todavía se podría decir que gateaba o comenzaba a ponerse en pie. Que en dicha tesitura un joven director nos mostrase el Lejano Oeste cuando no era lo que más triunfaba en las salas, es un claro ejemplo del empeño de Ford en conseguir alcanzar la grandeza de un género que estaba hecho para ello. Los planos generales, las grandes llanuras, las colinas... y los indios. Todos esos argumentos que tenía El caballo de hierro, cimentarían las bases del género en años venideros.


Nota: 7

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