Road War Movie (Crítica de "Civil War")

En 1979 Coppola nos adentraba en el corazón de las tinieblas a través de un viaje en barco rumbo al infierno, a encontrarse con el Coronel Kurtz. En "Civil War" Alex Garland ("Ex-machina") nos sumerge igualmente en la locura en una road movie a través de carreteras de USA rumbo a Washington para encontrar al Presidente USA.

En ambas, además de las similitudes por el viaje y el irse adentrando poco a poco en el mismísimo infierno, nos encontramos con un buen gusto por la música que pone Banda Sonora a la película, además de unos personajes dispuestos a adentrarse queriendo en la boca del lobo. Los periodistas protagonistas de "Civil War" buscan la imagen y el titular que den la vuelta al mundo. Se adentran en medio del combate cual yonkis de la guerra, que es lo que, en el fondo, son todos ellos.

La Capitán Willard particular de Garland no es otra que una Kirsten Dunst en estado de gracia. Con el rostro desencajado y con el mismo nombre que otra fotoperiodista famosa de los EEUU, Lee sirve en esta propuesta de veterana y profesora para el viaje iniciático de la joven que sueña con ser como ella. Las escenas crudas, viscerales y la dureza del campo de minas que parece ser este accidentado viaje irá marcando hacia la inútil valentía al personaje interpretado por Cailee Spaney. Cuyo nombre también debemos tener en cuenta.

Esa pequeña familia que se monta junto a un Wagner Moure adicto a la adrenalina y un Stephen Henderson que, además de ser el más cabal es de esas personas que nunca se retirarán del oficio, acapararán todo nuestro interés. Sus vivencias y cada pequeña parada de dicho viaje dejará un poco más tocado al espectador. Para ello, el bueno de Garland, además de un guion bastante bien trabajado, se vale de unos efectos sonoros y una banda sonora que pondrá al espectador al borde de un ataque de nervios.

Se vale de su maestría detrás de las cámaras para parir un par de escenas de carácter bélico de lo más geniales, pero fuera de ese engranaje vestido de uniforme, nos ofrece otro tipo de escenas cuya pausa, digna del Western, alterará la tensión y agarrotará al más pintado. Toda esa mezcla de elementos marca de la casa la convertirá en una obra terrorífica. El mismo horror del que hablaba el Coronel Kurtz, haciendo acto de presencia.

Un servidor esperaba un mapa de los EEUU cercano a la Guerra Civil (la que hubo de verdad) desgranando los motivos por los cuáles dicha guerra puede volver a ser posible y lo llega a ser en ese distópico universo que ha creado. Sin embargo, hay una frase al comienzo de la película que marcará el rumbo a seguir por Garland y los suyos. Estos periodistas no deben preguntarse del porqué de las cosas, simplemente, las capturan y las muestran.

De esta manera no solo no se tomará partido alguno, sino que tampoco se enfangará entrando en políticas. Da igual quién sea el presidente o qué haya hecho, Garland deja esa duda para el espectador, para que cada cuál piense si es posible o no una Segunda Guerra Civil norteamericana, y se lanza a mostrar el lado más deshumanizado del hombre. 

Desde aquellos seres monstruosos que se van encontrando a su camino y son, en parte, modelos de norteamericano, hasta el ver armas en cada rincón de un país repleto de justicieros salidos de una del Far West. Es ahí donde el director nuestra interés en desarrollar el tipo de mundo o país que nos está quedando. Pero no exculpa en ningún momento a sus protagonistas de formar parte del espectáculo. La crítica al periodismo está inherente a cada escena.

De hecho, a medida que esa joven con ganas de ser fotoperiodista rompe su alma y abraza poco a poco la profesión y la locura, más acabaremos odiando a esos yonkis de la guerra que no son más que oportunistas buscando su particular gloria, entablando la guerra a su manera. Sus armas no matan, pero son letales a su manera. Y que no disparen no les hace menos culpables.

Se inicia el viaje entrando a valorar la labor de quienes documentan una guerra. Pero ese viaje al corazón de las tinieblas, que insensibiliza su conciencia, acabará derivando en una locura cercana, a su manera, a la de algunos de los ilustres secundarios que dejan a su paso. Mención especial en este apartado para Jesse Plemons. El marido de Dunst devora la pantalla en lo algo más de cinco minutos que dura su participación. Un personaje que con algunos minutos más sería carne de Óscar, y la escena mejor ejecutada y que mejor define todo el producto. En cierto modo, es el Kilgore de la propuesta, pero con menos corazón.

"Civil War" acaba siendo una particular visión del conflicto bélico desde el punto de vista de los periodistas que cubren un conflicto, pero alejándose del típico discurso de este tipo de obras. Ellos no son las víctimas, simplemente, al igual que los soldados, necesitan de una guerra para saciar su sed. La manera en que deshumaniza a sus figuras, hace de la obra de Garland, quizás, lo más cercano a "Apocalypse now" que haya estado el cine bélico jamás, con permiso de "La delgada línea roja".

Nota: 8'25

Lo mejor: La manera en que nos sacude en cada escena, con una tensión que nos vuela la cabeza.

Lo peor: Que no haya aprovechado para hacer el combo completo y meterse en política.


Comentarios

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *