Más allá de las lágrimas (Raoul Walsh, 1955)

En 1953 el escritor Leon Uris escribió la novela "Battle Cry". Debido al éxito y a esas reminiscencias de un conflicto (la IIGM) que había acabado y del que Hollywood se habría separado ligeramente (a partir de 1949 hubo un pequeño resurgir), la Warner decidió comprar los derechos de la obra para llevarla a la gran pantalla.

Cuando la película se rodó, ya no estaba la guerra de Corea (el año de publicación de la novela, sí), pero el ejército continuaba necesitando soldados y de ahí que se pusiera la carne en el asador poniendo al frente de la dirección a un director de la talla de Raoul Walsh, que había logrado gran éxito con "Objetivo:Birmania".

Sin embargo, ni la novela ni la película serían de puro enaltecimiento patriótico como mandarían los cánones del cine bélico de la guerra. En "Más allá de las lágrimas", cuyo guion escribió el propio Leon Uris, la trama se centra vagamente en la instrucción y en largas marchas de entrenamiento. Pero, sobre todo, la trama va de amor. Centrando la historia en diferentes personajes y otorgándoles su momento en la obra a cada uno de ellos.

La camaradería inicial y el conocer a unos muchachos nos trasladará a sus pequeñas grandes historias de amor y mujeres. Tenemos al muchacho que tiene a la novia de siempre esperándole en casa y que conocerá lo que es la pasión desenfrenada (Tab Hunter), al lector de novelas que se enamorará y comenzará a escribir, a quien debería esperarle su amor en casa y le deja a las primeras de cambio, o al mujeriego que renuncia a enamorarse y acabará prendado (él y ella) de una viuda de guerra (Aldo Ray).

Todos ellos parecen ser los principales protagonistas de la película en un momento u otro. Si bien toda su hora final oscila entre los dos grandes nombres del cartel, el de un Ray secundario hasta ese enamoramiento en Wellington y el del Coronel (Van Heflin) que manda a esa tropa, del que sabemos que está casado pero no le veremos en su vida civil. Ese hombre por momentos duro pero que quiere tener a sus hombres preparados en todo momento y que cuida de los suyos otorgándoles permisos para ver a sus parejas o casarse.

El montaje va poco a poco dando mayor protagonismo al amor una vez ha hecho las presentaciones. Y, una vez dejadas todas sus tramas amorosas vistas para el sellado final, nos otorga el cuarto de hora de reloj bélico que muchos espectadores estarían esperando, con ese asalto a Saipán donde algunos morirán y otros quedarán heridos. Sin ser brillante la parte bélica, sí resulta emotiva e incluso patriótica, con esos hombres dispuestos a honrar al oficial caído, calando bayonetas y marchando al combate.

La Banda Sonora de Max Steiner (nominada al Óscar) le otorga ese plus de sensibilidad y de tocar la fibra. La cancioncilla de los Marines en los momentos de mayor auge, también tiene ese punto de intentar conseguir el reclutamiento de nuevos jóvenes. Pero Walsh se logra desmarcar del cine patriótico y propagandístico. A él en esta obra le interesan más los hombres que hay dentro del uniforme y sus corazones, robados en alguna de las paradas (hogar, San Diego o Wellington) más que la propia lucha. La guerra únicamente acabará siendo una moneda al aire que decida quienes pueden proseguir sus vidas y cuáles han quedado rotas para siempre.

Quien espere belicismo, esta no es su película. Sí es una producción muy ligada al ejército y a la preparación para el combate. Pero en todo momento estas escenas de instrucción y ejercicios con radio o marchas kilométricas parecen una simple excusa para ser la elipsis perfecta entre un permiso y otro. En el transcurso de la película pasan más de dos años (de enero de 1942 a ya entrados en 1944), pero la evolución de sus personajes se da más a través de sus noches de borrachera y amor que de la instrucción.

Suerte que el personaje de Van Heflin y el tramo final sí parecen quedar enmarcados en el fragor de la batalla. Tras ver como en Guadalcanal y Tarawa apenas combaten llegando 'tarde' a la fiesta, este oficial querrá que los suyos entren en combate como sea. Tal es la obsesión de no ser comparsas que estos valerosos hombres acabarán prefiriendo ir al lugar más sangriento en Saipán antes que volver a quedar en la retaguardia para ser el relevo una vez queden pocos japoneses en la isla.

Lo que podría resultar absurdo y una carnicería sí acaba convirtiéndose en una heroica lucha y en uno de los momentos más "Somos los marines USA" de una película que, hasta ese momento, no iba por dicho camino. Se le perdona porque forma parte del necesario clímax de la película. Si bien, más allá del combate, el mejor tramo de la película es el de la marcha de 100 kilómetros donde querrán batir el récord del ejército y, no contento con ello, y pese a sangrar los pies, el Coronel decide volver a pie en lugar de ser recogidos por camiones, en uno de esos actos para demostrar lo duros que son sus hombres.

Esos "Esclavos de Huxley", el mote que tienen, de ese negrero al que, a la hora de la verdad, todos demuestran adorar. En definitiva, Walsh (y Uris) unen así las vidas de todos esos camaradas y la de su oficial, luchando todos por la misma causa cuando visten el uniforme. Yendo todos a una cuando están de borrachera. Y disfrutando cada uno de sus pequeños triunfos amorosos.

Pese a ser una película muy marcada de romance. Y ser un drama con tintes bélicos que cuestan llegar (apenas 20 minutos bélicos en dos horas veinte de película), "Más allá de las lágrimas" me ha gustado y enganchado mucho más que en mi infancia (lógico). Walsh tiene parte de culpa. Y, si bien Mena incluyó el título entre las 100 mejores del género (libro que abarcaba hasta los estrenos de 2001 incluidos), yo no la veo tan cerca. Eso sí, es una buena película de hombres con uniforme, que no de guerra.

Por último, señalar como detalle, que existe otra película con título similar: "Cry of battle", de 1963, también en el Pacífico y de bajo presupuesto. Película que me pareció muy pobre pero donde, al igual que aquí, aparecía el gran Vam Heflin, uno de "Los tres mosqueteros" que acompañaron al D'Artagnan Kelly.

Nota: 6'5

Lo mejor: Que se digiere fácil gracias a la maestría con la que van enlazándose la historia de un personaje con otro. Y la feliz comunión hombres-marines.

Lo peor: Que incluso con esta trama se podría haber dado algo más de énfasis a los tramos bélicos: el paso por Guadalcanal y Tarawa deja al espectador con ganas de más guerra.

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