Camarada (Roberto Rossellini, 1946)

El neorrealismo italiano se marca como punto de inicio a raíz de la película "Roma, ciudad abierta" de Roberto Rossellini. Con pocos mesios, actores amateurs y gente del pueblo, el director empezó a reconstruir un cine en ruinas como el propio país que había sido arrasado por sus ex aliados nazis. Una película que se empezó a gestar tan pronto los alemanes abandonaron la capital italiana.

En 1946, Rossellini, con la guerra todavía presente decidió hacer otra película sobre el conflicto en la que mostrar las distintas voces y lamentos que componen una guerra. Para ello, en "Paisà" (Camarada) se lanzó a rodar seis episodios tan crueles, despiadados y descorazonadores como toda guerra, donde el claro mensaje es el de no haber vencedores y sí muchos vencidos.

En la película, siguiendo las pautas marcadas por su anterior film, con pocos medios y actores de poco renombre mostró seis historias bien diferentes con dos puntos en común: Las relaciones entre italianos y norteamericanos durante la guerra, y el hecho de narrarse cronológicamente en función del avance aliado por el país transalpino: Desde Sicilia a Florencia, con los últimos coletazos de la guerra. Una guerra que acabó en 1945 pero de la que muy poca gente habla una vez pasado junio de 1944. Cuando los aliados habían liberado Roma y se había iniciado Normandía, la Guerra en Italia desapareció del mapa... Pero allí siguieron casi todo un año más.

Los episodios son bien dispares. El primero nos habla de la relación entre un pueblo siciliano y los norteamericanos cuando Italia todavía estaba en guerra del bando alemán y, por lo tanto, los soldados aliados dudan de las intenciones reales de la  población, la cual también piensa que los USA son algo así como nuevos invasores y no libertadores. En esa tesitura se muestra la relación entre un soldado americano y una italiana, con los alemanes todavía cerca, en las montañas.

El segundo y el tercero nos lanzan al fango en lo que respecta a los civiles. Ya en Nápoles y Roma, con un soldado afroamericano y su particular relación con un pobre muchacho que se dedica como la mayoría de su edad a ganarse la vida robando, algo así como niños perdidos en Nunca Jamás. El tercero habla de la prostitución como única vía de escape de mujeres de bien abocadas a llevarse algo de pan a la boca, y nuevamente el soldado americano saliendo mal parado quedando como un rompecorazones con falsas promesas ante el frágil corazón de Italia, necesitado de cariño.

Los capítulos cuarto y sexto son los más bélicos, volviendo al combate desde diferentes puntos de vista. Por una parte, en una Florencia en ruinas una mujer norteamericana quiere reencontrarse con su amor, que resulta ser un líder de la Resistencia partisana; en el último, vemos a soldados americanos y partisanos luchando codo con codo contra el nazismo y el fascismo. Queda hueco para el peculiar quinto episodio sobre tres curas militares que llegan a un convento en las montañas. La sorpresa de los allí presentes es el constatar que dos de los tres norteamericanos son de religión protestante y judía. 

El mapa variopinto que dibuja el guion y la propia película implica irregularidad en cuanto a interés. Resultan muy jugosos y destacables los episodios primero, segundo y cuarto (posiblemente el que mejores condiciones tiene por la simbiosis entre drama y belicismo). Para los amantes de lo bélico la obra no tiene grandes combates, pero es inevitable ver en la eterna conversación del episodio tercero ciertas similitudes con el primero, mientras que el silencio reinante con las bombas en la lejanía, en ese convento resultan todo lo contrario a reconfortantes. Siendo el que menor interés tuvo para mi gusto, aunque sea el más trabajado en el aspecto de la religión y el voto por parte de unos monjes que, con la humanidad en horas bajas, acaban en ayuno por tener la presencia de un protestante y un judío.

Destaca, por encima de cualquier otra cosa, los desenlaces de los episodios cuarto y sexto, separados por ese silencio espiritual. En uno, partisanos acribillan a prisioneros fascistas en modo de castigo por haber acabado con un compañero. En el último, los alemanes explican a prisioneros americanos la diferencia entre ellos y los partisanos antes de acometer la atrocidad de lanzar al lago a los prisioneros partisanos ante el grito de lamento americano de "You murderer" (¡Soís unos asesinos!). Asesinos, de ambos bandos en un caos total derivado de esa particular situación de haber sido miembros del Eje y haberlo abandonado, con esa partición en Italia que derivaría en una guerra Civil camuflada dentro de la IIGM.

Si algo tienen todos los episodios es el amargor. Ya presente en "Roma, ciudad abierta" y que continuaría existiendo en la tercera parte de la trilogía de la guerra de Rossellini: "Alemania, año cero". Todos tienen un desenlace que descoloca al espectador, en muchos casos cortantes, finales abruptos, gestionados en apenas dos o tres planos y medio minuto. Sesgan como sesgan las armas y la guerra, con la sensación de acabar antes de tiempo, como acabaron antes de tiempo las vidas de numerosas personas durante la II Guerra Mundial. 

El viaje que se hace, de Sur a Norte del país, y de todo tipo de situaciones: Infancia, juventud, amor, vida, prostitución, hambre, ruinas, partisanos, fascistas, nazis... Todo cabe en "Camarada" del mismo modo que todo cabía en la Italia post Il Duce. Estamos ante una notable película, que al estar dividida en capítulos acaba siendo un homenaje a los que vivieron (murieron) y sufrieron la guerra, y está dedicada a ellos más que al espectador que asiste horrorizado sin necesidad de escenas  escabrosas. El propio drama de vivir en ruinas es lo más destacable.

Nota: 7'25

Lo mejor: La simbiosis fascismo-partisanos presente en capítulos finales, y momentos de puro cine.

Lo peor: El aspecto inacabado de algunos finales pero, sobre todo, la irregularidad en el interés que generan los diferentes episodios y su ritmo.


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