Juegos de guerra (John Badham, 1983)

¡Aquellos maravillosos ochenta! ¡Que década! Quizás no tanto en cuanto a grandes títulos del cine bélico, que algunos hay, pero sí retrotrae a la infancia de quienes crecimos con la TV de los 90 emitiendo "Gremlins", Los Goonies", "E.T.", "Los Cazafantasmas " y un largo etc. Dentro de ese largo etcétera, un título no bélico con la guerra presente a lo largo de todo el metraje y en su título: "Juegos de guerra".

La película, dirigida por John Badham cuenta con un jovencísimo Mathew Broderick (¡Maldito guion de "Un loco a domicilio!) liderando el reparto. Y la trama, para aquellos que no la conozcan nos lleva a plena Guerra Fría y el descubrimiento de los ordenadores e Internet (el prehistórico), donde un joven acaba accediendo a un juego que resulta ser el programa informático que utilizan en el Ejército para simular una posible Guerra Nuclear. Como es de esperar se acabará liando y la Guerra ficticia (o no) pondrá en jaque a todo el ejército de los USA.

La Guerra fría estaba en las últimas en cuanto a fechas. Y aunque la URSS parecía menos fiera, el cine ochentero recuperó la vertiente de los años sesenta (punto álgido de la posible III Guerra Mundial) para narrar en forma de aventuras las posibles consecuencias de una guerra nuclear o con los soviéticos. 

En "Juegos de guerra" se habla largo y tendido sobre las consecuencias, siendo una especie de versión light de obras más serias como "Teléfono rojo, ¿Volamos hacia Moscú" o "Punto límite". Obviamente la seriedad del asunto pese a estar ahí, no llega a tales límites y la película desde el principio bebe del carácter juvenil de la época (con historia romántica de por medio) que hace indicar que habrá un Happy end.

Dicho Happy end, no obstante, es el punto más mítico de la película, donde el ordenador de turno tras tener en tensión a toda la Sala de mando, acabará indicando que la Guerra Termonuclear es un juego muy raro, donde "el único movimiento para ganar, es no hacer ningún movimiento". En efecto, habla de ese punto límite donde el estallido de una bomba nuclear en un punto de USA o la URSS conllevaría a la destrucción mutua y, con ello, a la del mundo tal y como lo conocemos.

A diferencia de los títulos sesenteros, en este thriller bastante bien trabajado asistimos únicamente a imágenes desde un panel de control con el mapa del mundo, donde se ve la dirección de misiles, submarinos, aviones rumbo a diferentes objetivos de los EEUU. La tensión que se vive al no observar al enemigo y tomar la decisión de apretar el botón e iniciar la destrucción masiva es el mayor punto de interés de la película. En ese aspecto, su escena inicial pone la piel de gallina, con uno de los dos hombres encargados de lanzar un misil negándose a hacerlo ante la amenaza de su compañero. Se trata, en realidad, de un simulacro. Pero eso ni ellos dos ni el espectador lo saben.

Todo lo que hay en medio de las dos mejores escenas de la película es un thriller entretenido, con un actor en auge y cara de guapete pero cuta carrera no acabó siendo tan importante, y un guion que oculta sus agujeros (no pocos) con sus buenas intenciones y el buen gusto por una trama rápida, a contrarreloj. Ese reloj que puede marcar el apocalipsis al que la humanidad, sin conocerlo, parecía abocada (y todavía hoy en día, con los movimientos belicos recientes no se debe bajar la guardia) es el que genera intranquilidad al que contemple la película.

Quien quiera disfrutar de esta película, recientemente la ha subido Prime Video a su plataforma. Se trataba de uno de esos títulos creo que no editados en DVD o descatalogados que llevaba tiempo queriendo revisionar.

Nota: 6'5

Lo mejor: La tensión generada en su secuencia final y en esa partida final.

Lo peor: Que podría haber sido un thriller mucho más apasionante o mejor rodado. Quizás los medios no eran los mejores.

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