El puente de Remagen (John Guillermin, 1969)

Los años sesenta fueron la década prodigiosa del cine bélico. Las hazañas bélicas en formato de misiones suicidas o las grandes batallas fueron las dos temáticas predominantes. No había año sin algún título interesante. Hasta 1970, año del estreno de "Patton" o "Tora Tora Tora" el género estuvo en la cresta de la ola. Fue en ese periodo cuando llegó el título que comento hoy: "El puente de Remagen".

La primera vez que escuché hablar de esta película fue el día en que mi tío me la trajo en DVD original y me la regaló. La compró en el Carrefour o Alcampo o uno de esos sitios cuando las secciones de películas eran una delicia (anda que no me tiraba yo la hora de compra de mis abuelos ahí enfrascado mirando que VHS o DVD comprar). Y eso que "El puente de Remagen" era de esos clásicos propensos a la televisión pero que nunca había pillado en la misma.

La visualizaría un par de veces. Suficientes para recordar claramente su final, con el fatal desenlace para el personaje interpretado por Robert Vaughn y poco más. Los alemanes dentro del tunel justo al otro lado del puente, era otra de las imágenes que recordaba. Nada más de una película que tiene ese aroma a clásico pero que, por reparto y acabado está más cercana a "La batalla de Anzio" que de "El día más largo" y similares, dentro de ese cine hecho para comentar algún hecho real. En este caso, el del último puente intacto para atravesar las tropas aliadas el río Rhin. 

Vista para comentar debido a que alguna que otra amistad la tiene en buena estima y a que en una reciente votación de títulos conocidos pero no Top (con "Tobruk", "La brigada del diablo" o "Invasión en Birmania" por rivales) salió vencedora. Era el momento de dar al público una de esas cintas a las que tienen cierto cariño. El resultado del visionado es similar al que recordaba. Una buena película bélica, pero con un montaje poco trabajado, sin grandes estrellas y fácil de olvidar, aunque con algunos momentos brillantes.

Su momento de mayor esplendor es, sin duda alguna, el de la detonación del puente. Con los americanos sobre el mismo intentando quitar a toda velocidad los explosivos, mientras en el tunel piden al oficial al mando que de la orden de hacer volar por los aires el puente. Esa explosión que deja una humareda que impide ver dónde ni cómo ha quedado el puente, unido a los pedazos que caen o los peces y algún que otro pájaro muerto sobre el agua. Estremece, a la par que la Banda Sonora se torna heroics y épica cuando, marchado el humo, se deja ver que el puente sigue en pie. Los rostros de los protagonistas sobre el puente, incrédulos merecen tanto la pena como la escena en sí. 

Fuera de esa escena no dudo que hay muy buenos momentos que no deben caer en el olvido, como ese jeep que vuela por los aires con un oficial a bordo cuando el Sargento se ha negado a proseguir la marcha porque se olía algo raro, o ese chavalillo que opone resistencia con el fatal desenlace de su muerte y la desesperación y rabia del personaje interpretado por Ben Gazzara, a quien acusan de robar a los muertos (porque lo hace). Esa relación con el sargento entre el amor y el odio también marcará la propuesta... donde resulta cíclico observar el premonitorio desenlace del oficial alemán al mando.

Empeñado a defender el puente y no volarlo para dejar que el mayor número de tropas puedan volver a ese lado del río, observará desde el coche que le lleva a Remagen un fusilamiento en mitad de la carretera. El chófer le dirá que no le gustan esos fusilamientos junto al arcén ya que indican (por desesperación) que "la guerra está perdida". Ese fusilamiento no será el único de la película, pues ya al final el oficial quedará hecho prisionero cuando ha ido a buscar ayuda para volar el puente a través de la aviación. Los constantes cambios de poder, un Hitler paranoico y una cuadrilla de asesinos empeñados en ver traidores en cada misión fallida acabarán con un pelotón de fusilamiento.

Su final, tan fatal como el de la causa perdida que defiende contrastará con unos aliados que logran superar el puente y cuya cara entre el orgullo y el alivio tiene fácil comparación en el rostro de Robert Mitchum en "El día más largo" cuando, tras pasarlas canutas en Omaha, sube a un Jeep observando el día tan grande en el que había participado. Contrasta con ello, eso sí, el hecho de contemplar aquí rostros más fatigados y desencajados, lógico dado lo mucho que se estaba alargando la guerra.

Más allá de sus correctas o buenas escenas bélicas (si bien poco memorables, sin una que destaque), si algo llama la atención de "El puente de Remagen" es ese sombrío pesimismo que desprenden todos sus protagonistas, mucho más cercano a los personajes de "Doce del patíbulo" que a los que rellenan de estrellas títulos como "El día más largo" o "La batalla de las Ardenas" de las que indudablemente bebe. De hecho su actor protagonista, George Segal, formó parte de la gran epopeya normandiana de Zanuck. Es él quien mejor muestra el hastío de la guerra y sus consecuencias. Su sufrimiento y la cara de horror al ver muerto al oficial que explota, o cuando cae ese compañero de aventuras y fatigas gritando su nombre, lo que le traerá pesadillas.

En ese sentido la película logra ser diferente, en cierto modo, al cine de la época, con unos personajes que sin ser míticos describirán mucho más el sentimiento en aquel momento de la guerra. Una guerra que parecía acabar para navidades y que en esas fechas un contraataque alemán en las Ardenas había puesto en jaque a todo el mundo. Cansados de ver que van ganando, que ganarán, pero que todavía quedan muertos por ver en el camino, Segal y su pelotón son una clara muestra. Aunque el otro lado de la moneda tampoco queda rezagado. El suboficial del bando alemán, mítico secundario (también presente en "El día más largo") muestra a las claras ese sentimiento de hastío y derrota en cada frame. Especialmente cuando le espeta a su superior un "¿por qué?" Cuando este dispara por la espalda a dos desertores provocando que el pueblo se ponga en su contra.

El resultado final es una peculiar mezcla entre el buen cine de grandes gestas y un mensaje algo más antimilitarista, intentando abarcar los dos bandos como buena película de su tiempo. Sin embargo, el no contar con grandes rostros que lideren el proyecto y unas escenas bélicas que si bien están bien rodadas no matan, hacen que sea una producción fácil de olvidar por momentos. Pero, está bien recuperar un clásico de la talla de "El puente de Remagen", tan de su época que pese a sus virtudes (que las tiene) no acaba de lograr despegar como muchas de aquella década prodigiosa.

Nota: 6'25

Lo mejor: La voladura del puente.

Lo peor: Le falta algo más de punch en el entramado bélico y, quizá, alguna estrella de mayor repercusión para mitificarla.

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