La fuga de Colditz (The Colditz Story; Guy Hamilton, 1955)

Colditz es un lugar mítico entre los amantes de las gestas de la II Guerra Mundial. La fortaleza o castillo fue un lugar donde la Alemania nazi tuvo prisioneros a diferentes oficiales y soldados del bando aliado. Desde británicos a polacos pasando por franceses u holandeses. De lo acontecido tras esas paredes, P.R.Reid realizaría una novela con sus vivencias de la cuál salió "The Colditz story", film británico de los años 50 (1955), una época donde las productoras de las islas revivieron el conflicto.

Posiblemente el título que hoy traigo sea poco conocido para el gran público que sí tendrá en su imaginario la serie (también británica) de 1972 que tuvo un total de 28 capítulos. La serie, pese a su fama, no la he podido ver, lo reconozco. Colditz también tiene su hueco en el mundillo de los juegos. Es más, escribo estas líneas destacando la curiosa anécdota de que al día siguiente de revisionar "The Colditz story" en una tienda me topé con el juego de mesa de "La fuga de Colditz". Dicho juego tendría su versión en videojuego en los años 90. Para concluir con la fama de Colditz, señalar que en 2005 se hizo una Tv Movie con dos miembros del reparto de "Band of brothers" por protagonistas: Damian Lewis y Tom Hardy.

"La fuga de Colditz" es un drama carcelario y, como tal, tiene su ritmo pausado. El carácter british de la producción hace que tenga algunos momentos cómicos, con lenguas afiladas de por medio, donde destaca una broma de un oficial francés que se presenta voluntario a colaborar con los alemanes y dirá que "mejor ayudar a 20 alemanes que a un francés". Cuando le preguntan cuál es su profesión, este dirá que es "sepulturero" provocando las carcajadas del resto de prisioneros. Bromas aparte, en la película predomina el drama más que el tono aventurero distendido de, por ejemplo, "La gran evasión".

Pero esto es algo lógico ya que se rodó ocho años antes. Todavía no existía el clásico de Sturges y lo que se narra en la novela es una contínua lucha por poder sobrevivir donde el paso del tiempo es el que manda y, por lo tanto, no hay hueco para las hazañas bélicas. Con un actor de la talla de John Mills liderando el reparto, y con algún otro como Eric Portman de secundario (y entre los más secundarios el mítico Anton Driffing, mítico secundario que hace de nazi en no pocas películas), "The Colditz story" se erige como una película más que interesante sobre dramas carcelarios.

No está al nivel de las grandes del género y se denota su carácter Pre-"The great escape", además del estilo británico de aquella época, donde predominaba la credibilidad y se priorizaba el realismo y los propios hechos históricos, con algún que otro maquillaje, pero manteniéndose fiel a la línea. De ahí que no haya fuegos de artificio ni mucha emoción en los diferentes intentos de fuga que iremos viendo a lo largo de los 95 minutos de metraje.

Asistimos a momentos interesantes como el de oficiales encargándose de decidir qué fugas tiran adelante y cuales no, algo que el cine bélico sobre prisioneros de guerra ha solido mostrar y que hasta "The Colditz story" no se había visto en pantalla grande. Es de agradecer y, al mismo tiempo, de aplaudir, que la película, pese a haber caído en un injusto olvido, muestra algunas de las bases por las que seguirá el género, si bien su punto de eclosión será, indudablemente, el mencionado clásico sesentero dirigido por John Sturges.

Sin moto, ni McQueen, con un sobrio John Mills omnipresente en el cine bélico británico de los 40 y 50, la película tiene en sus preparativos del gran plan, su momento de clímax. Un plan que es extremadamente sencillo para lo que acostumbra a verse en el subgénero, pero al mismo tiempo real: se probó de verdad. Tras algunos infructuosos intentos, y con algún que otro traidor por el camino (especial mención al episodio del polaco), dándole emoción a los momentos puntuales pero sin excederse, asistimos a esa representación teatral que servirá de señuelo para esa "pequeña evasión".

Es duro observar los acontecimientos que suceden previamente, con ese dilema moral del que ha tenido un plan de huida y, sin embargo, en el momento de la verdad le recomiendan no ser él quien tome partido, ya que, debido a su estatura, el plan puede condenar al fracaso y sería interesante poderlo aprovechar en más de una ocasión. Los oficiales encargados de los planes de evasión deben ser estrictos en los métodos y ello acaba conllevando a pensar que son duros. Ahí el personaje interpretado por Eric Portman llegará a ser odiado por el espectador. Sin embargo, en la escena final quedará redimido y perdonado por otro de esos momentos muy british para acabar con la sala aplaudiendo con las orejas.

El ritmo es algo irregular, sin duda. Esto viene dado por el carácter de película británica de la época, centrada en los hechos y no tanto en el espectáculo. Quiere mostrar al espectador lo que sucedió en Colditz y ello hace que se evite el tono hollywoodiense de turno. Para lo bueno, pero también para lo malo. Se hubiese agradecido algo más de emoción y tensión en los momentos clave de la película, en cada intento de fuga. Sin embargo, ni la BSO ni la correcta dirección de Guy Hamilton ni el montaje logran trascender y hacer mítica a una "fuga de Colditz" que tenía ingredientes para ello.

Queda, por lo tanto, un interesante y entretenido relato del subgénero de prisioneros de guerra, donde todo está bien en la puesta en escena y la elección del reparto. Donde todos cumplen con los mínimos holgadamente, incluido un director de la talla de Guy Hamilton en uno de sus primeros proyectos. Pero, se podría pedir más a la película y no nos lo ofrece.

Nota: 6,5

Lo mejor: La media hora final con la evasión clave y todos sus pormenores y consecuencias. Y el humor británico.

Lo peor: Lo que podría haber sido teniendo en cuenta que incluye Colditz y todavía no se había estrenado "La gran evasión".

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