Hay algo que me ha tenido siempre intrigado de "El amor en su lugar", y es que se trata de una producción española, dirigida por un Rodrigo Cortés que es de los directores más interesantes que ha dado en los últimos 15 años el cine español pero que, por algún motivo, no ha acabado de alzar el vuelo. Y eso que su prometedora "Concursante" le llevó a Ryan Reynolds y "Buried", posiblemente su título cumbre. Y de ahí a trabajar con Robert De Niro o Cillian Murphy. Todo eso en cinco años, los que van de 2007 a 2012. ¿Después? en el mundo del largometraje poco.
Y en esas llegó un proyecto como "El amor en su lugar", ambientado en la Varsovia de 1942. Han oído bien, Varsovia y 1942. La II Guerra Mundial es un tema que el cine español apenas toca por un motivo claro: no participó activamente (sí, alguno me dirá que la División Azul... o los republicanos que lucharon junto a Francia...). Tampoco el holocausto, tan de moda en el cine español de los últimos 5 años es un tema que toque de lleno.
Con esos dos ingredientes, añadiendo un reparto de rostros polacos (lógico, por otra parte) el resultado normal y lógico es el que fue: poca gente la vio en España. Doloroso resulta que quienes se encargan de potenciar el cine español ni la mencionasen en sus premios de la Academia. Apenas dos menciones: Dirección de producción y Vestuario. Escasas, a todas luces, para lo que Rodrigo Cortés propone. Estamos ante una notable película con un buen gusto por el uso de la cámara y, ante todo, muy buen trabajo entre bambalinas, tanto de dirección actoral como de producción.
Levantar un proyecto así con el sello español es difícil. Y que el resultado no se aplauda debe ser duro. Yo no pude verla en cines porque, directamente, la película no estuvo en la sala más cercana a donde vivo y no podía ir más lejos a verla. Porque tenía ganas de ver lo que Cortés había hecho en una película tan peculiar. Un drama sobre el mundo del teatro y sobre la guerra, con el holocausto, nazis, esperanza y amor. Todo ello en una película que, exceptuando su Tour de force inicial con un plano secuencia para enseñar en las escuelas de cine, se desarrolla exclusivamente en ese teatro. En lo que se muestra al público... y lo que no.
Un debate interesante y una duda existencial sobre la mesa: ¿Quedarse con su amor o huir de allí e intentar rehacer su vida junto al hombre que te ama, pero no es correspondido? Cortés nos lo lanza en una película corta pero intensa, con una BSO que genera desasosiego y tensión a raudales (en ocasiones de manera gratuita) cada vez que la protagonista principal huye del escenario. Mientras se representa la escena, alrededor van sucediéndose todo tipo de acontecimientos que marcarán el rumbo a seguir por sus diferentes protagonistas.
"El amor en su lugar" es el título de una obra teatral de Jerzy Jurandot que fue representada durante cuatro semanas en el Ghetto de Varsovia. Y la propia obra de teatro es la que se representa en la película. Con lo cual, asistimos a una versión de la propia obra de Jurandot, pero a medias, ya que lo que pasa fuera del escenario o incluso al momento de mayor tensión sobre él por lo que sucede en la sala de butacas son pura ficción, un añadido de Rodrigo Cortés para jugar con dos bazas.
El resultado se disfruta, ya que asistimos a un canto al mundo del teatro y, por ende, al del espectáculo. De esta manera se aplaude la labor del mismo (y donde podríamos incluir el cine) como elemento distractor, capaz de hacer borrar de la mente de los espectadores cualquier tipo de problema o atisbo de la dura realidad en la que vivan. En efecto, Jurandot logró entretener a un público, el judío polaco, que agonizaba buscando un día más de vida en vísperas de la mayor deportación que derivaría en barbarie por parte de los hijos de Hitler. Del mismo modo, Rodrigo Cortés aplaude su oficio y se erige como un hombre capaz de hacer olvidar los problemas durante un tiempo. No es poco.
Ese elogio a quienes lo dieron todo, a su manera y con sus armas, por el bien común, es lo que debe prevalecer de una película dirigida con muy buen tino y con unas interpretaciones bastante buenas, a destacar (sin lugar a dudas) a la protagonista, una omnipresente Clara Rugaard que hace suya la película en no pocos momentos, incluído ese arranque de quitar el hipo donde Cortés sigue con detenimiento y la cámara a la protagonista. Son poco más de cinco minutos de plano secuencia que sirven para, de un plumazo, mostrar la realidad que rodea ese pequeño microuniverso que es el teatro Fémina.
La función, tanto la que representan como la que se nos muestra entre bambalinas, merece mucho la pena. Es cierto que visto en perspectiva, gran parte de la obra es la propia obra de Jurandot, con añadidos musicales (debido a que los originales se perdieron), y la parte puramente dramática y que guarda relación con el holocausto parece menor. Pero se complementan a la perfección como si fueran dos caras de la misma moneda. De este modo, "El amor en su lugar" logra el efecto de "La vida es bella", ya que por un lado ofrece todo el dramatismo de una situación límite como aquella y, por el otro, nos saca alguna carcajada con una comedia, puesto que la obra teatral que se representa es una comedia.
Toca aplaudir a Rodrigo Cortés su valentía, y a quienes ayudaran a levantar un proyecto tan extraño para el cine español. Merece la pena conocer esta obra teatral que nos llevará a la Varsovia de 1942, con chistes de judíos, con algunos nazis y con el espectáculo como centro del huracán, como elemento imprescindible para mantener encendido el motor de miles de personas. Estamos ante una película que espero que el tiempo ponga en su lugar.
Nota: 7,5
Lo mejor: La dirección, su protagonista principal y la valentía de quienes la llevaron a cabo.
Lo peor: No deja de ser un drama con poco contenido. Dando la sensación de que sin la obra teatral quedaría un tanto coja.
Y en esas llegó un proyecto como "El amor en su lugar", ambientado en la Varsovia de 1942. Han oído bien, Varsovia y 1942. La II Guerra Mundial es un tema que el cine español apenas toca por un motivo claro: no participó activamente (sí, alguno me dirá que la División Azul... o los republicanos que lucharon junto a Francia...). Tampoco el holocausto, tan de moda en el cine español de los últimos 5 años es un tema que toque de lleno.
Con esos dos ingredientes, añadiendo un reparto de rostros polacos (lógico, por otra parte) el resultado normal y lógico es el que fue: poca gente la vio en España. Doloroso resulta que quienes se encargan de potenciar el cine español ni la mencionasen en sus premios de la Academia. Apenas dos menciones: Dirección de producción y Vestuario. Escasas, a todas luces, para lo que Rodrigo Cortés propone. Estamos ante una notable película con un buen gusto por el uso de la cámara y, ante todo, muy buen trabajo entre bambalinas, tanto de dirección actoral como de producción.
Levantar un proyecto así con el sello español es difícil. Y que el resultado no se aplauda debe ser duro. Yo no pude verla en cines porque, directamente, la película no estuvo en la sala más cercana a donde vivo y no podía ir más lejos a verla. Porque tenía ganas de ver lo que Cortés había hecho en una película tan peculiar. Un drama sobre el mundo del teatro y sobre la guerra, con el holocausto, nazis, esperanza y amor. Todo ello en una película que, exceptuando su Tour de force inicial con un plano secuencia para enseñar en las escuelas de cine, se desarrolla exclusivamente en ese teatro. En lo que se muestra al público... y lo que no.
Un debate interesante y una duda existencial sobre la mesa: ¿Quedarse con su amor o huir de allí e intentar rehacer su vida junto al hombre que te ama, pero no es correspondido? Cortés nos lo lanza en una película corta pero intensa, con una BSO que genera desasosiego y tensión a raudales (en ocasiones de manera gratuita) cada vez que la protagonista principal huye del escenario. Mientras se representa la escena, alrededor van sucediéndose todo tipo de acontecimientos que marcarán el rumbo a seguir por sus diferentes protagonistas.
"El amor en su lugar" es el título de una obra teatral de Jerzy Jurandot que fue representada durante cuatro semanas en el Ghetto de Varsovia. Y la propia obra de teatro es la que se representa en la película. Con lo cual, asistimos a una versión de la propia obra de Jurandot, pero a medias, ya que lo que pasa fuera del escenario o incluso al momento de mayor tensión sobre él por lo que sucede en la sala de butacas son pura ficción, un añadido de Rodrigo Cortés para jugar con dos bazas.
El resultado se disfruta, ya que asistimos a un canto al mundo del teatro y, por ende, al del espectáculo. De esta manera se aplaude la labor del mismo (y donde podríamos incluir el cine) como elemento distractor, capaz de hacer borrar de la mente de los espectadores cualquier tipo de problema o atisbo de la dura realidad en la que vivan. En efecto, Jurandot logró entretener a un público, el judío polaco, que agonizaba buscando un día más de vida en vísperas de la mayor deportación que derivaría en barbarie por parte de los hijos de Hitler. Del mismo modo, Rodrigo Cortés aplaude su oficio y se erige como un hombre capaz de hacer olvidar los problemas durante un tiempo. No es poco.
Ese elogio a quienes lo dieron todo, a su manera y con sus armas, por el bien común, es lo que debe prevalecer de una película dirigida con muy buen tino y con unas interpretaciones bastante buenas, a destacar (sin lugar a dudas) a la protagonista, una omnipresente Clara Rugaard que hace suya la película en no pocos momentos, incluído ese arranque de quitar el hipo donde Cortés sigue con detenimiento y la cámara a la protagonista. Son poco más de cinco minutos de plano secuencia que sirven para, de un plumazo, mostrar la realidad que rodea ese pequeño microuniverso que es el teatro Fémina.
La función, tanto la que representan como la que se nos muestra entre bambalinas, merece mucho la pena. Es cierto que visto en perspectiva, gran parte de la obra es la propia obra de Jurandot, con añadidos musicales (debido a que los originales se perdieron), y la parte puramente dramática y que guarda relación con el holocausto parece menor. Pero se complementan a la perfección como si fueran dos caras de la misma moneda. De este modo, "El amor en su lugar" logra el efecto de "La vida es bella", ya que por un lado ofrece todo el dramatismo de una situación límite como aquella y, por el otro, nos saca alguna carcajada con una comedia, puesto que la obra teatral que se representa es una comedia.
Toca aplaudir a Rodrigo Cortés su valentía, y a quienes ayudaran a levantar un proyecto tan extraño para el cine español. Merece la pena conocer esta obra teatral que nos llevará a la Varsovia de 1942, con chistes de judíos, con algunos nazis y con el espectáculo como centro del huracán, como elemento imprescindible para mantener encendido el motor de miles de personas. Estamos ante una película que espero que el tiempo ponga en su lugar.
Nota: 7,5
Lo mejor: La dirección, su protagonista principal y la valentía de quienes la llevaron a cabo.
Lo peor: No deja de ser un drama con poco contenido. Dando la sensación de que sin la obra teatral quedaría un tanto coja.
Comentarios
Publicar un comentario