El oficial y el espía (Roman Polanski, 2019)

Llevaba tiempo con ganas de descubrir qué había detrás de "El oficial y el espía", cutre título en España de "J'acusse", la película con la que Roman Polanski relata unos vergonzosos hechos que tienen al ejército francés de finales del SXIX por protagonista. Con ayuda de Jean Dujardin ("The artist" o "Monument's men") en el papel del Comandante Picquard, el director relata con mucha sobriedad una película cuya trama es ya de por sí interesante. Sobre todo por el detalle de estar basada en hechos reales.

Los hechos nos remontan a 1894, momento en el cual el Ejército francés quita los galones a un capitán, enviándolo a la Isla del Diablo por alta traición. El motivo, sobre el papel, es haber enviado información al enemigo (Alemania). La realidad, escondida por el Ejército, no era sino una muestra del antisemitismo que se procesaba en Francia en aquella época, culpándoles de la mayoría de males (¿Os suena?). El Capitán Dreyfuss, de religión judía, era el pobre diablo condenado.

A partir de ahí, el Coronel Picquard, recientemente ascendido y que tuvo que ver con la acusación a Dreyfuss, como oficial al mando de Inteligencia militar, acabará descubriendo que sigue existiendo un espía en el Ejército francés y que, en realidad, es el mismo que debería haber sido acusado en lugar de Dreyfuss. La película no obviará los principales detalles que se sucedieron, con Picquard cada vez más cerca de la verdad y su propio ejército poniéndole pegas. Y como este, decidido a impartir justicia, acabará relatando lo sucedido al escritor Emile Zola.

Ese es el detalle que pone título a la película y que más impactó a la opinión pública de la época. Desde un medio de comunicación escrito (L'Aurore), el escritor se jugó el pellejo escribiendo su artículo "J'acuse" que sería mundialmente famoso. En el mismo detalla con nombres a todos y cada uno de los miembros del ejército que han formado parte de esa farsa. Gran parte de la nación, pese a estar consternada, defienden al ejército dentro de ese marcado carácter antisemita. Y los hechos que se sucederán demostrarán el mundo corrupto en el que vivía Francia (¿sólo Francia? ¿He dicho vivía?).

Como se vería en "Senderos de gloria", los juicios militares o, en este caso, contra militares, acaban siendo una pantomima donde sin prueba alguna y a base de mentiras se puede lograr el objetivo. La realidad tardó en darle la razón a Picquard, que en su intento llegó a estar un año en prisión y a ser apartado del ejército. Con el paso del tiempo, y no sin haber cumplido condena, se dio la razón tanto a Picquard como a Dreyfuss. Tarde, bastante tarde, pero al menos se demostró su inocencia y que el Ejército francés, auspiciado por su gobierno, actuó en no pocas ocasiones de mala manera con tal de seguir escurriendo el bulto y ocultar la verdad.

A partir de estos hechos, que narra Robert Harris en la novela en que se basa la película, Polanski acerca al espectador con pelos y señales, mostrando el ímpetu de Picquard, quien pese a ser también antisemita y un hombre de ejército no dudará en anteponer la verdad a su amado cuerpo. La obra irá entrando en detalles, primero camino del thriller de espionaje, aunque un tanto dramatizado y alejado del glamour que ofrecería una película hollywoodiense; para, posteriormente, abrazar en su parte final el drama judicial en algunos momentos.

Es en el paso del tiempo donde la película acaba teniendo sus pegas. El epílogo, si se puede considerar epílogo, o los hechos que acontecen de manera sucesiva en su parte final van saltando en el tiempo de una manera un tanto brusca. Tras dedicar casi hora y media a ir calentando el ambiente con maestría, la media hora final acaba mezclando muchos hechos, determinantes, pero otorgando al espectador la sensación de estar perdiéndose algo.

Queda una buena película militar. Una de esas cuyo mensaje y lo que se nos enseña ponen a uno de mala leche, pero lo hace con una sobriedad y cierto distanciamiento, que no se acaba por coger el cariño que, por ejemplo, Kubrick sí logró que tuviéramos por esas pobres ratas condenadas de "Senderos de gloria". No es culpa de un Polanski al servicio de la historia que casi abraza el biopic, mucho menos de un Jean Dujardin más que convincente ante un gran papel. Pero, quizás, el exceso de información en un metraje acotado a poco más de dos horas no era suficiente.

Es difícil decidirse por algún momento álgido del film. Está bien narrado y tiene buenas escenas, no cabe la menor duda, pero no acaba por lograr la excelencia ni en ese duelo a espada, ni en los momentos en los que más se centra en la investigación por espionaje. Quizás las escenas judiciales sean su arma más potente, pero tampoco abusa de ellas ni centra excesivos esfuerzos en ser considerada una película de juicios, si bien acaba siendo a lo que más se asemeja.

La película la podéis ver en HBO Max, y fue Gran Premio del Jurado y Premio Fipresci en el Festival de Venecia de 2019, además de lograr un total de 3 César del Cine francés, incluyendo el de Mejor Director. Sería nominada a nueve estatuillas más.

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