55 días en Pekín (Nicholas Ray, 1963)

Érase una vez, un país que acogió grandes superproducciones y a grandes estrellas de Hollywood. Ese país era España, y eso se logró gracias al descubrimiento de un ruso, rebautizado bajo el nombre de Samuel Bronston para americanizar su apellido. El productor tras haber probado en Hollywood acabó afincándose en España y levantando una productora que fue capaz de rodar hasta seis películas en España, cinco de ellas auténticos superproducciones. Esos grandes títulos serían: "Rey de reyes", "El Cid", "55 días en Pekín", "La caída del imperio romano" y "El fabuloso mundo del circo".

Películas cuyo derivador común eran el desenfreno en el aspecto de inversión, donde todo debía hacerse a lo grande, como las grandes superproducciones de Hollywood pero aprovechando una mano de obra más barata. Los resultados en taquilla y otros problemas derivaron en que el gran "Imperio Bronston" acabara extinguiéndose apenas cinco años después de haber sido creado. Nos dejó títulos míticos donde los haya, sin duda, y hoy toca hablar de uno de ellos, "55 días en Pekín" cuyos problemas derivarían en el principio del fin de la carrera de su director, Nicholas Ray, e incluso del propio Bronston.

La película fue rodada en Las Matas, en Madrid, y ya se inició con un despilfarro innecesario. Bronston había mandado montar una ciudad romana en ese lugar para convencer a Charlton Heston de hacer una película de romanos bajo el título de "La caída del imperio romano". Heston no estaba por la labor de volver a ejercer de romano (recordemos "Ben Hur") además de trabajar sin guion alguno. Posteriormente, Bronston anuló el rodaje (que se realizaría un año después) y, en cambio, mandó montar en el mismo sitio un gran decorado que trasladaran al espectador al Pekín de 1900. La idea era rodar una película sobre la rebelión de los Bóxers.

Charlton Heston sí accedió a trabajar en este proyecto. Recordemos que había estado en España y a las órdenes de Bronston para "El Cid". Nicholas Ray, por su parte, accedió a volver a dirigir para Bronston pese a que se había prometido no hacerlo tras ver como no le dejaron tocar nada del montaje de "Rey de reyes", la gran superproducción sobre la vida de Jesucristo que había dirigido par de años antes. En esas dos decisiones comenzaron los problemas. Por un lado Ray quería hacer suya la película pese a la atenta mirada de Bronston, ya que era quien ponía el dinero y tenía las ideas claras. Por su parte, Heston se arrepentiría de haber aceptado trabajar en una película cuyo guion no estaba acabado.

Como guionistas oficiales estaban Philip Yordan y Bernard Gordon. Pero ahí metieron y quitaron líneas de guion no pocas personas. Entre ellas el propio Heston o David Niven, ilustre secundario de la película. El caso es que el guion se fue escribiendo sobre la marcha, los actores obligados a actuar con guiones y frases que les llegaban el mismo día. Todo muy caótico, un auténtico despropósito. Por si fuera poco, Heston y Niven, como digo, querían decir las frases a su manera e iban retocando el guion. Todo ello iba retrasando un rodaje al que cabía añadir otro elemento: Ava Gadner. La actriz, afincada en España y aficionada al alcohol era incapaz de acabar los días de rodaje. Según miembros que participaron en la película, incluido el propio Heston, fue insoportable trabajar con ella.

Únicamente el director, su valedor en el proyecto, podía trabajar con ella y se entendía. Fue tal el despropósito con ella que acabaron por "matarla" en el guion, algo que no se tiene constancia de si era esperado o no. Su fulminante despedida fue peculiar, pues estuvo borracha durante el rodaje de la escena en cuestión y el juego de plano/contraplano canta bastante a la vista, ya que nos hace sospechar de que la parte rodada con el médico fue con ella ya no presente (o al menos, parte de la misma). Su desaparición en la película se da a unos 20-25 minutos de finalizar la misma y, pese a haber tenido un flirteo amoroso con Heston, no se vuelve a hacer mención alguna. No vemos ni a Heston verter una lágrima ni recordar a la baronesa rusa a la que da vida.

Por último cabe mencionar qué fue de su director. Nicholas Ray acabaría teniendo una arritmia cardiaca que derivó en él yendo al hospital. Pese a que su mujer reconoció que no era tan grave y pese a que el propio director quiso volver al rodaje, Bronston se lo denegó. Llevó a Guy Green a acabar lo que faltara por rodar y a Andrew Marton (uno de los tres directores a las órdenes de Zanuck en "El día más largo") para las escenas bélicas. No volvió a rodar ni a editar, pero Ray siempre defendería que la gran parte de la película es suya. Si bien se comenta que Marton retocó no pocas cosas además de dar mucha más chicha al espectáculo bélico que lo que el director estaba preparando.

Con todos esos problemas, "55 días en Pekín" no fue, ni mucho menos, un éxito. Fue un calvario para algunos de los que participaron y acabó derivando en un pequeño fracaso al que seguiría "La caída del imperio romano", título que fue mucho más caro. El imperio Bronston se tambaleaba, languidecía, y pese a ello quiso hacer un último largometraje en búsqueda de un éxito que no llegó. Eso sí, gracias a él, en España se rodarían más producciones made in Hollywood de la época.

Por cierto, que muchos españoles les tocó hacer de chinos en las escenas de masas, pero los que aparecían en primeros planos de verdad eran chinos. ¿De dónde los sacó Bronston? Pues recorrieron las principales capitales europeas en búsqueda de chinos que en aquella época apenas podías encontrar en restaurantes chinos. Es decir, trabajadores de la restauración. Heston bromearía sobre el asunto diciendo que durante los meses de verano que duró el rodaje, no habría un solo restaurante chino de calidad en toda Europa, ya que todos estaban en Madrid rodando "55 días en Pekín".

La película
Hay que señalar, en primer lugar, que "55 días en Pekín" me parece la mejor película o la más redonda de cuantas produjo Bronston en el mencionado periplo. Pese a ello, se nota a la legua un diferente criterio a la hora de seleccionar planos. Esto es claramente debido a que hubo más de una persona que metió mano durante el rodaje. Ray, con escenas como la del baile, muestra un ritmo más pausado en la trama, centrándose en la época y los personajes. Por su parte, lo que pretendía Bronston y al final consiguió en la otra parte de la película es en el exhibicionismo bélico.

La mezcla nos regala planos preciosos en un aspecto, y a la par escenas de combate tan entretenidas como ese tramo final nocturno con los proyectiles chinos en modo fuegos artificiales, y el cura improvisando un cañón. También las acciones de comandos para boikotear al enemigo son dignas de mención, una de las cuales fue prácticamente incluida para que David Niven tuviera su momento de gloria, pues el actor quería que su personaje tuviera una escena de acción. Su escena tiene que ver con hacer estallar un importante puesto donde el enemigo guarda pólvora y munición. Y es inevitable recordar su personaje en "Los cañones de Navarone" en ese aspecto.

Esa mano de Marton (se supone) en el ámbito bélico le da a la película el aire de entretenimiento de la época que complementa la parte de Ray. Y el resultado podría haber sido más espectacular si no se notara a la legua que en el montaje faltaba o suprimían escenas. Ese mencionado plano-contraplano del fallecimiento de la baronesa o la propia historia de amor que parece tener bastante peso en la trama pero acaba desapareciendo o desvaneciéndose, en gran parte por culpa de la propia Gadner con quien nadie quería trabajar más. Incluso los cambios de escenas en muchos aspectos de hacían con una brusquedad inusual en el cine. Se llegaba a una escena bélica sin ni siquiera poner los planos necesarios o la transición adecuada para que todo pareciera perfectamente orquestado.

De ahí que resulte increíble que una producción con tantos problemas y con una falta alarmante de guion y planos acabe por convencer al espectador. A mí me parece una buena película del género histórico-bélico. Y a los seguidores del blog también, pues le otorgaron la segunda posición en el torneo por delante de títulos algo más redondos (a mi modo de ver) como "Zulú" o "El Álamo". Con ambas comparte ese tono épico de la defensa a ultranza de una posición ante el enemigo. Coge mucho de esta última, dirigida por John Wayne, ya que se trata de una resistencia feroz de gentes de diferentes ideologías. Es ese aspecto histórico el que atrajo a Bronston y merece su mención.

Se trata de una batalla donde diferentes países europeos se aliaron para defender la posición. De hecho, fue una alianza de esos países la que entró a Pekín a "rescatarles" tras esos 55 días de asedio bóxer. Entre los países nos encontramos con la creme de la creme que pocos años después participaría en diferentes bandos y bajo diferentes intereses en ese gran despilfarro de vidas que fue la Gran Guerra: Estados Unidos, Francia, Alemania, Rusia, Austria... incluso España aparece por ahí. En el aspecto de la realidad fue un español quien mayor peso tuvo en aquellos tiempos. Como guiño a ese papel importante que fue fulminado del guion, y como guiño al país de acogida del rodaje, sí que se incluyó a un embajador español en la producción. Apenas contó con una escena, pero ahí vimos al gran Alfredo Mayo. Antes, durante la presentación de países con sus himnos y banderas, también se vería la española.

"55 días en Pekín" cumple a la perfección con algunos elementos que hacen grande al cine épico de carácter histórico-bélico. Tenemos batallas bien orquestadas, miles de extras haciendo espectacular las escenas de combate, pequeñas misiones de comandos, burocracia y política con las negociaciones para evitar la guerra y una breve historia de amor. También vemos al pueblo sufrir, dando protagonismo a una niña china o a esa baronesa que, en plan ONG, se dedica a hacer de improvisada enfermera de campaña. Civiles y militares juntos, con embajadores y curas. Una película repleta de pequeñas historias con todos remando juntos durante 55 días para una conclusión, con todas esas tropas entonando sus himnos, impolutas, cual séptimo de caballería, irrumpiendo en la capital china.

Una lástima que no dejaran a Ray hacer su trabajo, aunque quizás no hubiese sido algo tan espectacular en el ámbito bélico. Una lástima que no remaran todos en el mismo camino. Pero, pese a todos esos problemas, estamos ante una notable producción, un espectáculo bélico cuyos 155 minutos se nos pasarán volando. Al menos, a mí me ha vuelto a pasar, tras largos años sin ver una de esas grandes películas que descubrí con mi abuelo en el sofá de su casa.

Nota: 7
Lo Mejor: El carácter de gran superproducción épica, con elementos que cumple a la perfección.
Lo Peor: Un montaje con cortes más hechos con hacha que con bisturí.

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