El imperio del sol (Steven Spielberg, 1987)

En la sección de "La película del mes" hoy rindo homenaje a un director como la copa de un pino: Steven Spielberg. Y a una película que forma parte de mi infancia y que, desgraciadamente, no fue un éxito y es uno de los títulos injustamente olvidados de la filmografía del Rey Midas de Hollywood: "El imperio del sol".

El director siempre tuvo la II Guerra Mundial en su cabeza, como ha demostrado con creces a lo largo de su trayectoria. La temática nazi ocupa dos de las aventuras de Indiana Jones, y sus dos Óscars vinieron por dos peliculones como "La lista de Schindler" y "Salvar al soldado Ryan". Esta última, el título más querido y aplaudido por el público en lo que respecta a los amantes del cine bélico.

Pero cuando llegó "El imperio del sol", Spielberg apenas había toqueteado dos veces con la temática relacionada. Y, teniendo en cuenta que "En busca del arca perdida" transcurre antes en el tiempo, únicamente había rodado una película de la IIGM: "1941" comedia a la que tengo cariño pero que sigue siendo el mayor batacazo de crítica y público de Spielberg. Curiosamente, solo volvió a tocar al enemigo nipón otra vez en su vida, con este drama protagonizado por un niño y que tiene lugar a lo largo de cuatro años, entre 1941 y 1945.

Ese es el tiempo que duró "El imperio del sol" durante la contienda, lo que va desde Pearl Harbor, en diciembre del 41, a Hiroshima y Nagasaki, en agosto de 1945. Antes, eso sí, había comenzado la guerra contra China. Si es que a esa política de ocupación se le puede considerar guerra. Los títulos iniciales explican la situación previa a Pearl Harbor, y como los japoneses esperaban ese detonante para continuar su expansión por toda Asia. En esa tesitura vemos arrancar la película.

Spielberg toca las teclas que mejor sabe hacer para tocar la fibra. El pegadizo tono del comienzo con los niños cantores y que se repetirá en otros momentos de la película, junto a la Banda Sonora de su inseparable John Williams componen un tándem bastante interesante en lo que respecta a llegar al público. También tenemos la tierna infancia de protagonista, la misma que había empleado en "E.T." y que volvería a ser recurrente en mucho cine del autor. Aquí, con el rostro de un jovencísimo Christian Bale. ¡Qié descubrimiento, Steven!.

Pero el toque Spielberg para tocar la fibra va más allá. En "El imperio del sol" hay muchos ingredientes que los detractores de Spielberg podrán emplear para atizarle pero que son, precisamente, esos detalles que recoge y recicla del cine clásico, como esa recurrente maleta que acompaña al protagonista a lo largo de su paso de tierna infancia a adolescencia. Una pesada mochila repleta de esos recuerdos que ha ido coleccionando antes y durante la guerra, y de la que no se desprenderá hasta casi el final. El recurso de mostrar como lanza la maleta al agua, dejando clara la madurez del protagonista tras 4 años de penurias, o el hecho de enseñarla en un plano final perdida por el río llegando a donde había iniciado la película son detalles made in Spielberg, que personalmente me gustan, ya que demuestran su ABC a la hora de conseguir emocionar al espectador.

Otros detalles que se repiten a lo largo de los tres actos de la película, son los aviones. Una afición del chaval que le hace jugar a la guerra con un avión derribado, o hacer volar su maqueta de avión en una escena que pone los pelos de punta, cuando descubre, agazapados en una larguísima trinchera, a todo un Regimiento japonés esperando una orden que no tardará en llegar. Es otro de esos planos para la historia. Aunque, en general, cada vez que aparece un avión, lo es.

Porque quien recuerde y tenga en buena estima a "El imperio del sol" recordará esa escena en la que acaricia un Zero japonés y llegan tres pilotos a los que, enorgullecido y emocionado, saludará. O ese aprendiz de piloto del que se hará amigo y que, desesperado, verá como el único avión que no ha quedado destruido de todo el aeródromo es incapaz de volar. Pero, para escena de aviones, la del bautismo de unos pilotos que irán al combate. La crueldad de la guerra queda patente cuando ese avión una vez en el aire, es derribado por un ataque norteamericano. Llegan los "Cadillacs del aire" en una escena bélica (única de la película) donde las bombas caen alrededor de ese campo de prisioneros con el joven totalmente enajenado aplaudiendo a los que llegan al rescate... Cuando, no mucho antes, era amigo de sus captores.

Los tres actos Spielberg los divide en partes más o menos iguales, y quedan muy bien esparcidos. El inicio, con la idílica vida del niño antes de perder a sus padres. El desarrollo con esa amistad que entabla con el siempre interesado americano interpretado por John Malkovich (en un papelón). Un tipo sin escrúpulo alguno que solo piensa en sobrevivir como sea, aunque sea beneficiándose de la inocencia de un pobre muchacho.

Esa amistad tiene su segunda parte ya en el campo de prisioneros donde Spielberg salta de principios de 1942 a verano de 1945 con la guerra languideciendo. Vemos como el perdonaje principal ha crecido, se conoce al dedillo algunos trucos del americano para subsistir haciendo trueques... Pero no deja de tener la mentalidad de un niño. Será la tercera parte del film, con ese ataque americano, su posterior desilusión con el que consideraba amigo, y ese deambular con el resto de prisioneros pasando hambre, cuando el personaje evolucione, totalmente desarraigado de su familia.

Spielberg, en un toque mágico, hace que ese niño perdido en Nunca Jamás pueda volver con su familia. Esa escena final con un claro Happy End donde parece que todos los chavales de ese orfanato tenían a sus padres esperando no deja de ser un final de cuento de hadas que esconde la realidad. Una realidad donde muchos padres perderían a sus hijos, y muchos muchachos crecerían huérfanos sin siquiera saber si sus progenitores sobrevivieron o no a la guerra. Un poco en la línea de "Regresaron tres" de Jean Negulesco.

Por el camino observamos las simpatías del muchacho hacia sus captores. Pero, también, momentos tan veraces y duros como esa larga marcha humana camino de ninguna parte. Abandonados a su suerte, muriendo de hambre o deshidratación... Esperando un milagro. Milagro que se nos presentará en una especie de espíritu que viaja por el aire tras una llamativa luz. En realidad, lo que el pobre chaval contempla es el lanzamiento (en el Horizonte) de una bomba atómica. El final del calvario llega, aunque antes deberá volver atrás, comer de lo que lanzan los paracaídas y observar, como un árbol plantado, la llegada de los americanos. Llegados a ese punto, ni siente ni padece.

"El imperio del sol" es una notable película. Es Spielberg en estado puro. Y una historia sobre lo duro que puede ser el paso de la infancia a la madurez si no se tienen las debidas referencias de vida. Del mismo modo, es un recuerdo a aquellos civiles que padecieron la guerra. El happy end, bastante típico de un autor como la copa de un pino pero amable en muchas ocasiones, le viene de fábula realmente para contar lo que pretende contar. La vida sigue, como siguió tras acabar aquella maldita guerra.

La película obtuvo reconocimiento de parte de la crítica, aunque menos que la mayoría de la filmografía previa del director. En los Globos de Oro fue nominada a Película dramática y director; En el Sindicato de Directores Spielberg fue nominado. Sin embargo, llegados los Óscars la película recopiló hasta seis nominaciones, todas ellas en aspectos técnicos y ninguna en categorías importantes. Reconociendo así la gran labor de todo el equipo en una superproducción muy trabajada de principio a fin... Sin embargo, olvidándose de Película y del propio Spielberg. Otra película con guerra y niño, también amable, como "Esperanza y gloria" de John Boorman, sí logró ser nominada en esas dos categorías importantes.

Nota: 8

Lo Mejor: Una de esas películas que quienes la vieron en los ochenta o noventa seguramente disfrutarían, y que se recuerda con cariño.

Lo Peor: Algunos aspectos parecen excesivamente explicados, como si se intentasen justificar.

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