Bataan (Tay Garnett, 1943)

Cierro un ciclo que, si bien no ha sido exitoso, siempre me ha apetecido hacer. El cine que se rodó durante la II Guerra Mundial, sobre todo desde Hollywood, merece mucho la pena. No tanto por contener grandes obras maestras, como por el contenido ideológico de las películas. Fue la era donde más cine bélico se hizo, se aprovechaba cualquier excusa para meter nazis o japoneses en una trama de terror, gangsters, romance... Y lo que tocara. Cierro esta docena de títulos (en el blog hay muchos más, comentados en otros años) con "Bataan", un título de segunda fila de la época pero que ha pasado la prueba del tiempo.

Estamos ante una película claramente menor en comparación con las míticas encabezadas por "Objetivo Birmania" o "Destino Tokio", pero se rodó y estrenó en 1943, lo cual la convierte en casi pionera de ese cine bélico ambientado en el Pacífico y que se inició en 1942 con el éxito de "Wake Island". Siguiendo la estela de esa película donde se narraba una derrota porque todavía EEUU no había logrado victorias, pero la transformaba en un gran triunfo del compañerismo y la democracia, "Bataan" fue una producción iniciada el mismo día que cayó definitivamente Filipinas.

Fue entonces cuando la MGM (Metro Goldwin Mayer) se interesó porque se narrase alguna gesta de los valerosos hombres que allí se dejaron la vida o quedaron en la interminable marcha de la muerte. El resultado fue un guion escrito por Robert Hardy Andrews y dirigido por Tray Garner. Nombres poco ilustres. Como protagonista principal se escogió a Robert Taylor que empezaba a despuntar pero no era la estrella que llegaría a ser unos años más tarde cuando lideró "Quo Vadis?". Por esos años 40, Taylor protagonizó algunos títulos bélicos. Y, justamente tras su presencia en "Bataan" se alistó en la Marina donde ejerció de instructor de vuelo bajo otra identidad, para evitar que le reconocieran como el actor de Hollywood.

¿Y la trama? Bien sencilla, sin complicaciones. "Bataan" sucede en un mismo escenario de la jungla y tiene por protagonistas a un grupo variopinto de 13 hombres defendiendo la posición. 13 personas de diferente índole y cada uno con su pasado. Tenemos a un par de filipinos por exigencias del guion (murieron y lucharon muchos y Hollywood rara vez les dio voz), con un sargento protagonista que no pudo ascender porque años atrás se escapó de su custodia un recluta que iba a ser condenado por asesinato. Recluta que, bajo otra identidad, coincidirá en este variopinto grupo, poniendo sobre el mapa uno de los puntos calientes de la producción. El otro punto interesante de la misma es el carácter bromista del siempre sensacional Thomas Mitchell ("La diligencia").

Tampoco podían faltar el cupo de la Marina, con un joven Robert Walker ejerciendo de marinero con toda la indumentaria, dando el cante entre tanto soldado, o el piloto de turno, que tras la muerte del Capitán acabará siendo el hombre de mayor graduación, si bien quién se encargará de comandar el pequeño pelotón será el sargento interpretado por Robert Taylor. Estos trece del infierno irán pereciendo uno a uno, resistiendo las embestidas de los japoneses. Su objetivo no es otro que retenerlos para dar tiempo a McArthur de organizarse en el Sur. Una lucha de la que se saben perdedores, pero en la que cada día ganado será oro.

La película no deja de ser una sucesión de batallitas, una detrás de la otra. Sketches bélicos de diferente índole para ir diezmando al grupo. En cierto modo, y no hace falta jurarlo, la película toma prestada la premisa de "La patrulla perdida". Al igual que la gran obra de Ford, los japoneses aquí tardan en dejarse ver, si bien hacen mayor acto de presencia que los enemigos del desierto de la notable propuesta del maestro fordiano. Es ese el mayor gancho de la producción que sigue el ejemplo del cine cuartelario o de fuertes en el Western. Se nos presenta una serie de personajes, cada cuál un estereotipo diferente, pero todos defendiendo la misma causa, y se resisten los ataques Sioux, apaches o japoneses de turno.

Recalcar el claro mensaje de la película, con esa unión que queda clara al ver a Infantería, Marina y Fuerzas Aéreas todos de la mano luchando codo con codo. También con el guiño a la labor de las enfermeras en una pequeña escena en la cuál Robert Taylor ayuda a una a subir a la furgoneta de evacuación. Atrás queda el capitán con el que mantiene una relación romántica y que será el primero en perecer. El duelo in crescendo entre el Sargento y cabo que se conocían con anterioridad va poco a poco llegando al punto álgido. Pese a saberse el pastel, las heroicidades del segundo servirán para, en cierto modo, exculpar sus pecados.

Entre las escenas más destacables, la del avión es una de las míticas. No por sus efectos visuales, tan de la época y que vistos hoy en día pierden mucho, sino por ese gesto suicida, kamikaze, emulando a los propios japoneses de otras películas. El piloto manda cargar de explosivos el avión una vez que han podido arreglarlo, y se lanza contra ese puente que día tras día toca destruir y que los japoneses intentan volver a costruir. Zona vital de acceso que será el campo de batalla a lo largo de las casi dos horas de producción. Ya que la acción, no desfallece. De ahí que haya no pocas batallas con sus tramos de conversación para conocer lo que mueve a los personajes, entre medio.

El otro momento de la película, y perdón para quien no la haya visto (pues va un gran spoiler) es ese tramo final. Tras morir de una manera un tanto cruel dos de los últimos miembros, únicamente queda en pie Robert Taylor. La cámara, que en cada elipsis temporal mostraba las tumbas (cada vez más numerosas) de los caídos en acción, hace un último travelling para enseñar trece cruces. Doce de ellas, con los cuerpos bajo tierra, y la última, con el Sargento habiendo puesto su cruz y su nombre, mientras que se atrinchera en su propio hoyo. Ametralladora en mano, aguarda al definitivo asalto japonés. Cuando este sucede, Robert Taylor dispara al espectador directamente, mientras insulta al enemigo.

Es un plano idéntico al de otras películas con desenlace similar como "China Girl" o "Días de gloria", y que ya en la película sobre la Guerra Civil Española "Bloqueo" se vio. Entonces, Henry Fonda, fuera de combate, hablaba directamente a cámara al espectador, para lanzar el alegato propagandístico que tocaba. Aquí sucede exactamente igual. Esos disparos al espectador son para dejar claro que los EEUU no se rendirán, y que toca despertar y alistarse. Tocaba ganar la guerra, y Hollywood realizó una obra propagandística pura y dura, muy bien engranada.

Nota: 6,25

Lo Mejor: El tono propagandístico de la película, eficaz.

Lo Peor: Que no hay suficiente esmero en lo que se narra. Se limita a ser una sucesión de combates donde "solo puede quedar uno". O, mejor dicho, ninguno.

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