Sáhara (Zoltan Korda, 1943)

Es verano y toca uno de esos textos refrescantes que tanto apetecen. Nos vamos a las calientes arenas del desierto para disfrutar un rato de "Sáhara", un gran clásico rodado durante la II Guerra Mundial con una superestrella como Humphrey Bogart, que venía de rodar "Casablanca". Tras las cámaras, un artista en el cine de aventuras y que se movía por las dunas como John Ford por Monument Valley: Zoltan Korda. El resultado, puro cine de evasión y aventuras con un gancho bien sencillo y con una inspiración clara en el cine fordiano, para deleitarnos con esta entretenida película.

La película arranca con un grupo de supervivientes de un duro combate en el desierto. Tres norteamericanos a bordo de un tanque que deberán sobrevivir al calor y a los posibles ataques enemigos en su búsqueda de volver con los aliados, dispersos a kilómetros de distancia tras las recientes victorias alemanas. En su largo peregrinar por el desierto, el grupo irá en aumento, recogiendo todo tipo de almas perdidas por las dunas. El variopinto grupo incluirá un sudafricano, un británico, un francés, un irlandés... así hasta un sudanés con su peculiar prisionero italiano (personaje interpretado por J.Carrol Naish que obtuvo nominación al Óscar por este papel) e incluso otro prisionero, un piloto alemán con muy malas pulgas. Todos juntos intentarán hacer frente al desierto y se cobijarán en un oasis cuyo pozo apenas ofrece agua con cuentagotas.

Hasta ahí la primera hora de la película, centrada en, como buen cine fordiano, presentarnos a los diferentes personajes de este drama bélico coral. Sobrevivir a las duras temperaturas, a una tormenta de arena y ese tanque que bien podría ser la diligencia que conducía a John Wayne y sus compañeros en el film de homónimo título. En cuanto a ese oasis y el agua nos retrotraé, sin tipo de rubor ni vergüenza alguna a "La patrulla perdida", clásico muchas veces olvidado y que sirvió de clara inspiración a todo tipo de cine y todo tipo de géneros. Si bien las similitudes serán más salvajes con el título soviético "Los trece", rodado en 1936 (dos años después de "La patrulla perdida") y donde el pozo sin agua ya era protagonista. La última media hora tiene ese deje donde poco a poco irán cayendo. A diferencia del clásico de Ford, aquí al enemigo se le ponen ojos (y cuerno y rabo, además de tridente en forma de esvástica), ya que sí estamos ante un ejército alemán visible a la luz del día.

Esa heroica resistencia, en una inferioridad de 10 a 1, es marca de la casa. De ese tipo de cine que desprende epicidad ante la gesta que buscan conseguir. Saben que son hombres muertos tanto si huyen como si se quedan, pero deciden quedarse y atrasar el avance alemán, necesitado de agua... agua que, paradojas de la vida, nadie parece poder encontrar allí. Únicamente la divina providencia, ese acto de fe que mueve rocas, amén de un obús alemán, descifrarán el enigma dentro de esa sepultura de arena en la que se convierte para ambos bandos ese pozo sin agua.

Korda dirige con maestría kordiana, a medio camino de Ford, pero imponiendo su sello al menos en la primera hora, en la que pueda dar rienda suelta a ese cine del desierto colonialista que tanto se estiló en los años anteriores de la guerra y, por lo tanto, del que cogían referencias los directores amantes de lo belicosero. Como no, todo ello debía ir aderezado con el toque propagandístico de la época. Aquí expuesto en, entre otras muchas cosas, dos claros ejemplos. Dos discursos como la copa de un pino que, maniqueos todo lo que queráis, pero eficaces, demuestran el buen gusto de Hollywood por atizar al enemigo.

Es ahí donde los guionistas, hasta entonces incapaces de salirse de un ABC marcado, ponen la carne en el asador, o mejor dicho, al alemán en la barbacoa. Por un lado un Bogart desatado que tras contestar a la pregunta de a ver de qué parte de Estados Unidos procedía se limita a contestar: "de ninguna. Soy del ejército" en un claro mensaje de que cualquier vida pasada y la identidad de esos soldados importa poco. Son soldados unidos por una buena causa, acabar con el III Reich en el Norte de África, Europa y ya, si eso, acabar con los japoneses en el Pacífico.

Decía que tras esa sensacional frase vendrá el discurso para lucirse, ese en el que expone ejemplos como el de los rusos aguantando en Moscú, los británicos yendo a sus trabajos bajo las bombas o los chinos moviendo ciudades enteras ante la invasión japonesa. Poniendo de manifiesto que todos ellos, aliados, lucharon por una buena causa y pese a parecer suicida su postura, lo hacían para resistir al enemigo y hacerle perder tiempo para rearmarse y golpear con mayor fuerza. Justo lo que pretenden hacer los protagonistas quedándose en ese pozo sin agua, resistiendo por la nada más absoluta, por toneladas de arena, la invasión de todo un regimiento alemán.

El otro discurso por excelencia es el que le da más de media nominación a Carrol Naish al Óscar de Mejor Secundario. Su personaje italiano, pese a parecer admirar al Ducce, no deja de ser otro ejemplo de italiano del cine, un soldado que tiene el uniforme pero nada más, tal y como demuestra que acabe abrazando a los aliados, como harían muchos italianos, en lugar de al fascismo del tito Benito, o de su Dios Adolfo (su personaje compara en un momento de la película al Duce como un profeta de Hitler). En una escena clave de la película discutiendo con el prisionero alemán que le acusa de traidor, Carrol Naish soltará un discurso de quitar el hipo, sin pelos en la lengua, sin miedo al enemigo. Inicia el discurso con un contundente: "Nosotros tenemos el uniforme pero no el alma" en referencia a que los alemanes sí abrazan moralmente a su Dios Hitler. Tras un largo discurso, cuando el alemán le espeta que "¿cómo osas hablar así de Hitler?", el italiano contesta con todo el sarcasmo del mundo: "Para hacerlo hace falta ser un artista. Yo solo soy un mecánico".

Esos momentos son los que uno esperaba en los años 40 recibir de una sala al pagar la entrada. Generalmente eran discursos relegados a últimas escenas y hablando a cámara. Korda varía un poco el relato y aquí el discurso no es lanzado tan directamente al espectador (al menos el de Naish) puesto que se lanza conscientemente sobre el alemán. A diferencia del mismo, el discurso de Bogart sí parece destinado al espectador al igual que a todo ese peculiar pelotón que le acompaña, para enaltecer no el patriotismo, ni mucho menos, si no la idea de luchar por una buena causa. "Sáhara" ofrece toda la ración de cine propagandístico en esos chupitos de arena, pero dedica el resto de la película a una de hazañas bélicas en toda regla.

El único pero a poder achacar es que dedica el 66% de la película (1 hora) a entrar en harina, y apenas el 33% restante (media hora) a la contienda. Algo que me ha chocado en este último revisionado, puesto que recordaba mucho menos tiempo de "La diligencia" y más tiempo de "La patrulla perdida" u otro ejemplo, este bélico, como sería "Bataan" batalla que se menciona también en la película junto a Corregidor. El final de "Bataan" discurso a cámara y ametrallando al enemigo, y al espectador, no choca mucho con esa ametralladora que maneja Bogart en la película mientras ve caer a sus compañeros. El ingenio les hará mantenerse firmes y engañar al enemigo en el número de uniformes que visten y defienden la posición.

El sacrificio humano, poco a poco, será cada vez más costoso. Sobre todo cuando tienes que frenar al prisionero alemán que quiere dar el soplo a los suyos de que "Vaya, vaya... aquí no hay playa agua" o de ese feroz sirviente de Hitler en el mismísimo infierno del desierto que es el oficial alemán de turno que da la orden de disparar tras una bandera blanca al pobre soldado quesero francés. Una de esas fechorías, como tantas otras, perpetradas por un ejército alemán que en 1943 ya empezaba a ser el malo de la película y tocaba dedicarle los mismos piropos que hasta entonces, a lo largo de 1942, se había dedicado en el cine a los soldados del Imperio del Sol Naciente. Son peor que belcebú.

Korda abraza sin tapujos ese mensaje que debe dar. Pero sin olvidar que lo suyo es el cine de aventuras, en este caso destinado a una buena causa. Impregna cada fotograma del desierton ese tono de desesperación necesario para llevar al límite a sus personajes, mientras con las charletas de camaradería se acerca, de nuevo, a Ford. Todo para ese tour de force de media hora totalmente bélica que sacian el apetito del espectador. Notable producción bélica cuyo final, amable como el que esperaba al final de la guerra oculta todo lo sufrido con anterioridad. Ese happy end necesario para una película así, con un Bogart en su salsa capaz de burlarse de los alemanes con ese tono que emplaba él ante cualquier mafioso de tres al cuarto.

Remake

Por último, mencionar que en 1995 se realizó un remake televisivo para Australia titulado "Sáhara: La última misión", con James Belushi en el rol de Bogart en el original. Precisamente en mi infancia (finales de los 90) vi esta versión en televisión cuando desconocía totalmente la existencia de la cinta de Korda. Me maravilló (posiblemente vista hoy en día bajaría el nivel) por la trama. Trama que, obviamente, es calcada en todos los sentidos a la original. Korda hizo un film eterno y del que tomar referencias porque incluso en los años 50 se hizo otro remake de la película, pero trasladándola al lejano Oeste, bajo el título de "Los últimos comanches". Aunque quizás todos le deban, más que a Korda, a ese título desconocido soviético "Los trece" su razón de ser. Y ésta, posiblemente, no sería lo mismo sin la aparición de esa joya del desierto que es "La patrulla perdida". Cómo no, al final todo el cine nos lleva a Ford.

Nota: 8,25

Lo Mejor: Esa media hora final con las triquiñuelas contra el enemigo. Una de hazañas bélicas como Dios manda

Lo Peor: Constatar que la parte final es más corta de lo que recordaba y de lo que probablemente me hubiese gustado disfrutar.



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