Hombres intrépidos (John Ford, 1940)

Hoy en la sección dedicada al cine bélico rodado durante la II Guerra Mundial hago un poco de trampas para traeros "Hombres intrépidos". Un clásico fordiano tan reconocido y reconocible como olvidado de su filmografía más preciada. Y eso que Hollywood abrazó la película en su momento pre-guerra (la ceremonia fue en 1941 meses antes de Pearl Harbor) nominándola a seis premios de la Academia, incluído el de Mejor Película o el destacable a Mejor Fotografía, entre otros.

La película en cuestión se aleja del combate y del cine bélico pero, al mismo tiempo, y quizás influenciado por un periodo prebélico en los Estados Unidos, se aleja también del patriotismo exagerado de cada producción de la época. Ni un solo guiño al Ejército de ningún país, ni un solo guiño en pos de la victoria, la película está dedicada a esos hombres de mar que dedican sus vidas a vivir lejos de sus hogares. De ahí ese "Long voyage home" que da título al original, mucho más fiel a la esencia del largometraje que el "Hombres intrépidos" con el que nos llegó.

La película está basada en cuatro piezas de teatro de un único acto escritas por Eugene O'Neill. Se trata, por lo tanto, de unas piezas que no tendrían por qué guardar relación entre sí. Por ello, la labor de Dudley Nichols de juntarlas y darles una uniformidad en su conjunto fue valorada con la nominación al Óscar al mejor Guión. Como decía, cuatro piezas, tres de ellas a bordo del barco, si bien tanto la primera como la última lo hacen en puerto, dándole un sensación cíclica o circular que acaba sirviendo de ejemplo claro de esa vida errante, sin poder pisar su hogar, de sus personajes.

De esta manera, se inicia a pie de puerto pero con la tripulación a bordo en la última noche en las Antillas, en el Caribe, antes de poner rumbo a Estados Unidos. Los protagonistas no bajarán a tierra, pero sí recibirán la visita de un grupo de mujeres contratadas para la situación. La fiesta inicial, con el jolgorio, contrasta tanto con la manera abrupta en que esta termina, como con los mensajes que se escuchan en la radio, referentes a la recién iniciada guerra y que, por ejemplo, nos hablan de Montevideo y del Graf Spee, acción que relata la película "La batalla del río de la Plata" (Emmeric Pressburger y Michael Powell).

Volviendo a la escena en cuestión, tan alejada de la guerra como sus propios protagonistas de sus hogares (es decir, siempre en mente, pero lejos) cabe destacar esos planos iniciales con las nativas cantando. Una sucesión de planos con el barco protagonista de fondo, y un empleo de la fotografía digno de elogio. Greg Toland al aparato, apenas un año antes de su más reconocida obra de arte fotográfica: "Ciudadano Kane". Aquí ya se ve un Toland que juega a su antojo con las luces y sombras para dar el tono necesario, destacando ese momento inicial casi tenebroso, desasosegante, que deja a esos pobres diablos a bordo abandonados a su suerte, como sus sueños.

Será en la parte central del film donde lleguemos a ver un poco más de cerca la guerra y sus estragos, aunque de una manera bastante escasa. Apenas un avión que los protagonistas ven pero del que nosotros únicamente observamos lo que generan las bombas. Una breve escena que precede a una transición soberbia. Ford aprovecha una lona que cubre a uno de los intrépidos marineros que acaba de morir y en un largo fundido, tan largo como el viaje, mostrará la bandera de Gran Bretaña. El espectador sabrá entonces que el barco ha llegado a su destino.

El solemne silencio que precede al último adiós a su compañero, mientras su familia es consolada, marca el tono pesimista de una obra donde no observamos tanto la inmensidad del mar (que también) como a la tripulación a bordo del mismo. Siempre, hasta ese mismo instante, a bordo, sin pisar tierra firme. De hecho, en una breve secuencia uno de los miembros intenta salir del muelle por la noche y será apresado y devuelto sin haber logrado su objetivo. Tanto el hogar, como tierra firme, le son prohibidos a estos personajes, donde destaca la presencia de John Wayne, que había trabajado con Ford apenas un año antes en "La diligencia".

"Hombres intrépidos" es una obra coral, con un reparto equilibrado donde no sobresale ni el mismísimo Wayne, ya por entonces estrella. El hecho de compensar el protagonismo entre todo el reparto, teniendo cada historia unos protagonistas con mayor peso que otros y viceversa, ayuda a Ford en su labor de crear un film realista, donde la fotografía tiene gran parte de mérito. Una fotografía de corte expresionista, y es que se fijaron en el cine alemán de los años 20 para jugar con las luces y sombras.

El amargo trago final, donde vemos mediante un periódico que se hunde, el fatal destino de uno de los camaradas tras haber salvado de dicho destino a otro de sus compañeros (Wayne) deja al espectador sentado, totalmente noqueado. No hay buenrollismo en ninguna de sus cuatro historias, todas ellas empujadas por el amargo sabor de la guerra, pese a que esta, como se ha dicho, no haga apenas acto de presencia en primera persona. No obstante, que no aparezca más que en forma de avión no quita que la psicosis ante la posibilidad submarina se apodere de los protagonistas que son capaces de dudar y acusar de espía alemán a un miembro de la tripulación en una escena que es, probablemente, la más interesante de la producción.

Destacar, por último, que las obras teatrales originales tenían lugar durante la Primera Guerra Mundial, pero el nuevo conflicto invitó a Ford a llevar a la Segunda Guerra Mundial la historia. EEUU no estaba en guerra y por ello Ford pudo tener libertad para hablar de hombres, de marineros... Y no tanto de hazañas bélicas y de proezas. No hay héroes, únicamente lobos de mar en su eterno y largo viaje a casa, como reza el título.

Nota: 7

Lo Mejor: La fotografía de Toland y como el guión hilvana cuatro historias de hombres de mar, en una.
Lo peor: Que a los amantes de lo belicosero nos falte algo más de acción en su parte central. Pero la obra es así.

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