Pierre Schoendoerffer fue uno de los primeros directores en dedicar una película a la Guerra de Indochina, lo que con el tiempo acabaría siendo una década más tarde la Guerra de Vietnam. Como director francés y periodista encargado de cubrir la contienda, el director y guionista se encargó de la realización de "Sangre en Indochina" (La 317 section, 1965). Una película que, pese a ser desconocida por el gran público fue aplaudida por la crítica y está considerada por algún que otro veterano de guerra como una de las que mejor refleja la contienda desde la piel de los soldados.
Schoendoerffer la dirigiría con la intervención norteamericana ya presente en Vietnam, aunque se anticipó al cine sobre el conflicto, lógicamente. Cuando Hollywood dejó de mirar a Vietnam tras esa gran década que se inició en 1978 con "El cazador" y concluyó en 1987 con "La chaqueta metálica", el director volvió a Vietnam para rodar la película que os traigo hoy: "Diên Biên Phú", película que narra la última batalla importante de aquel conflicto, la que acabó con la colonización francesa en aquel recóndito lugar de Asia denominado Indochina.
Escarbando en sus memorias del conflicto, y junto a Jacques Krisner elaboraron un guion que narrase cronológicamente los hechos iniciados el 13 de marzo de 1954 y concluidos casi dos meses después, el 7 de mayo, con la derrota y desarme definitivo. "Diên Biên Phú" nos traslada a ese infierno con ese modelo semidocumental donde vamos viendo diferentes escaramuzas. A la par, la película nos trasladará a Hanoi, en paz, donde veremos a Donald Pleasence en el rol de un periodista norteamericano encargado de cubrir la zona y que será el nexo de unión para el espectador entre el campo de batalla y los despachos o los suburvios de un Hanoi donde incluso se permitían el lujo de hacer apuestas sobre la batalla.
A la película le cuesta coger el pulso, pues lo que el espectador quiere conocer es a fondo la batalla y, pese a los hechos narrados con un narrador (el propio Schoendoerffer) poniendo fechas y horas a los acontecimientos, su primera hora centra muchos más esfuerzos en Pleasence y Hanoi. La separación entre batalla y retaguardia, entre muerte y vida no acaba de conjugar adecuadamente pese a los brillantes momentos relacionados con el concierto donde un violín pone música a la barbarie. Ese inicio y la escena de la batalla nocturna donde resisten los franceses pese a las órdenes de retirada, bajo el amparo de una orquesta y alternando los dos lugares cinematográficos (la sala de conciertos en Hanoi y la batalla nocturna repleta de caos, barro y muerte) es posiblemente la escena cumbre de la película.
Antes, no obstante, asistimos a la calma antes de la tormenta. Ese inicio alternando nuevamente los dos lugares con planos de escasa duración, donde conoceremos a algunos personajes importantes en la contienda, y con los aviones sobrevolando la zona, pone en situación al espectador. El paso de las horas generará tensión en quien conoce los hechos y sabe de sobras que ahí se montará una gorda, pese a que la calma de los franceses apostados sobre una de las colinas insinúe una sensación de repleta paz y armonía, únicamente destruida por los paseos aéreos hasta que las bombas comienzan a caer y se inicia oficialmente la batalla.
Donald Pleasence ("La gran evasión") es, sin duda alguna, el maestro de ceremonias. Encargado de, desde Hanoi, seguir los acontecimientos y reunirse por amistades con oficiales franceses o incluso algún que otro vietnamita interesado en el dinero que le genere la contienta por mucho que adore Francia (el país, que no a los franceses). Poco a poco su protagonismo irá decreciendo para deleite del espectador. No porque Pleasence no convenza en sus escenas, sino porque algunas de ellas acaban saliendo del contexto y no aportando realmente nada relevante a la trama. A excepción de la escena del bar que nos servirá para conocer de cerca a diferentes protagonistas de la historia. Schoendoerffer se encarga de juntarlos para que el espectador pueda sentir simpatía por ellos.
Simpatía necesaria para desgarrar. Pues sin ella los hechos documentales carecerían de un sentimiento para el espectador neutral, no así para el francés que viviría bien en sus ojos, bien en las noticias de la época, la crónica de una derrota anunciada. Aviasada por un oficial francés que al abandonar una colina se quejará de cómo está gestionando el ejército francés la situación y dirá que en ese momento (y únicamente habrán pasado 24 horas) la batalla se había perdido. Y, en efecto, los hechos que le seguirán son de mucha escasez de triunfos franceses, casi caninos, y de no pocos reveses.
Y, pese a ello, los franceses seguirán luchando, en ese recóndito lugar en la tierra llamado por dos meses Infierno, o Purgatorio. Poniendo la otra mejilla si hiciera falta, enalteciendo el patriotismo reflejado en todos esos infelices que aun conociendo la situación irán al combate a salvar la situación o a los suyos. Quizás Schoendoerffer no se centre tanto en qué mueve a los soldados a hacer esas barbaridades, algo que sí dejaría claro Ridley Scott en "Blackhawk derribado" de la mano del personaje de Eric Bana. Hay una escena esclarecedora en el aeródromo de Hanoi en la cual se le dice al periodista interpretado por Pleasence que mire a su alrededor, y que no quiera entenderlos, que esos hombres irán al combate por Francia, por Indochina, sin siquiera saber qué hay en juego.
Ese aeródromo será la parte interesante en la retaguardia en la segunda parte del filme. Cuando éste llega a entrar de lleno en el fragor de la batalla y el combate ocupa mucho mayor metraje (repito, para deleite del espectador) llegamos a ver esos viajes con nocturnidad ante los ojos de Pleasence. Uno, especialmente, con lluvia, que suena a definitiva despedida y puede retrotraernos a "Casablanca". Ese inicio de una nueva amistad que parece postular Pleasence junto a dos pobres voluntarios que no tenían sitio en el avión. Fue el penúltimo viaje al infierno, y el último en el que llegaron a saltar en paracaídas, pues al día siguiente los aviones regresaron al no poder lanzar con éxito a nadie. Destino curioso el de esos dos hombres condenados al infierno cuya Gracia de Dios les salvaría el pellejo.
Aprovecho la mención divina para destacar la presencia constante de la religión. Da igual de qué creencia religiosa se sea, el cura rezará para todos, una oración destinada a salvar las almas de quienes, saben, van a ir a la muerte casi segura. El combate les aguarda, y allí acabará yendo también posteriormente el cura, obligado moralmente por estar donde se le necesita. Ese sacrificio tan innecesario pero glorioso es el que ocupa la pantalla. Podríamos tildarla de patriotismo francés, fielmente reflejado en la escena en la cual suena la marsellesa cantada por los soldados que están subiendo una colina. O quizás, de un realismo bélico tal fiel al que mostraba "Sangre en Indochina". Pues Schoendoerffer nos muestra las entrañas de ese infierno sin llegar a ver, apenas, al enemigo.
El campo de batalla, destrozado, con sus trincheras que nos recordarán a la Primera Guerra Mundial más que a la segunda y el barro, la lluvia, unas condiciones climatológicas adversas, acentuarán el grado de peligro y desesperación, a la par que se nos menciona a las "ratas" esos "despreciables" cobardes (la palabra no la digo yo, la piensan quienes les denominaron ratas) que se esconden de día y buscan carroña por la noche en medio de un paisaje cuyo contraste entre la escena inicial y la última es estremecedor.
Esa escena final donde, con todo perdido, llega la claudicación servirá para observar a una multitud de soldados vietnamitas asaltando las posiciones enemigas. Miles, y me quedo corto, que salen de sus cuevas y escondites mostrando la imagen de un ejército numeroso, claramente superior y que, por pura lógica, estaba destinado a vencer en aquella cruenta batalla. La extensa columna de prisioneros camino del infierno, que nos recordará a quienes fueron capturados en Filipinas en la II Guerra Mundial en la denominada "marcha de la muerte", con la cara de la derrota todavía visible y presente, y la marca de Caín imaginariamente en la frente, puesta por el narrador (Schoendoerffer) en voz en Off, que nos irá destacando quienes no volverán a Francia jamás. Únicamente 1/4 parte de quienes fueron hechos prisioneros, volverían a casa.
Nota: 7
Lo Mejor: Las imágenes de la batalla, con un Schoendoerffer en muchas ocasiones poético bien sea con violines o planos de una extrema belleza
Lo Peor: Lo poco que aportan algunas acotaciones que la dejan en pseudodocumental, o un Hanoi que se muestra más de lo necesario.
Schoendoerffer la dirigiría con la intervención norteamericana ya presente en Vietnam, aunque se anticipó al cine sobre el conflicto, lógicamente. Cuando Hollywood dejó de mirar a Vietnam tras esa gran década que se inició en 1978 con "El cazador" y concluyó en 1987 con "La chaqueta metálica", el director volvió a Vietnam para rodar la película que os traigo hoy: "Diên Biên Phú", película que narra la última batalla importante de aquel conflicto, la que acabó con la colonización francesa en aquel recóndito lugar de Asia denominado Indochina.
Escarbando en sus memorias del conflicto, y junto a Jacques Krisner elaboraron un guion que narrase cronológicamente los hechos iniciados el 13 de marzo de 1954 y concluidos casi dos meses después, el 7 de mayo, con la derrota y desarme definitivo. "Diên Biên Phú" nos traslada a ese infierno con ese modelo semidocumental donde vamos viendo diferentes escaramuzas. A la par, la película nos trasladará a Hanoi, en paz, donde veremos a Donald Pleasence en el rol de un periodista norteamericano encargado de cubrir la zona y que será el nexo de unión para el espectador entre el campo de batalla y los despachos o los suburvios de un Hanoi donde incluso se permitían el lujo de hacer apuestas sobre la batalla.
A la película le cuesta coger el pulso, pues lo que el espectador quiere conocer es a fondo la batalla y, pese a los hechos narrados con un narrador (el propio Schoendoerffer) poniendo fechas y horas a los acontecimientos, su primera hora centra muchos más esfuerzos en Pleasence y Hanoi. La separación entre batalla y retaguardia, entre muerte y vida no acaba de conjugar adecuadamente pese a los brillantes momentos relacionados con el concierto donde un violín pone música a la barbarie. Ese inicio y la escena de la batalla nocturna donde resisten los franceses pese a las órdenes de retirada, bajo el amparo de una orquesta y alternando los dos lugares cinematográficos (la sala de conciertos en Hanoi y la batalla nocturna repleta de caos, barro y muerte) es posiblemente la escena cumbre de la película.
Antes, no obstante, asistimos a la calma antes de la tormenta. Ese inicio alternando nuevamente los dos lugares con planos de escasa duración, donde conoceremos a algunos personajes importantes en la contienda, y con los aviones sobrevolando la zona, pone en situación al espectador. El paso de las horas generará tensión en quien conoce los hechos y sabe de sobras que ahí se montará una gorda, pese a que la calma de los franceses apostados sobre una de las colinas insinúe una sensación de repleta paz y armonía, únicamente destruida por los paseos aéreos hasta que las bombas comienzan a caer y se inicia oficialmente la batalla.
Donald Pleasence ("La gran evasión") es, sin duda alguna, el maestro de ceremonias. Encargado de, desde Hanoi, seguir los acontecimientos y reunirse por amistades con oficiales franceses o incluso algún que otro vietnamita interesado en el dinero que le genere la contienta por mucho que adore Francia (el país, que no a los franceses). Poco a poco su protagonismo irá decreciendo para deleite del espectador. No porque Pleasence no convenza en sus escenas, sino porque algunas de ellas acaban saliendo del contexto y no aportando realmente nada relevante a la trama. A excepción de la escena del bar que nos servirá para conocer de cerca a diferentes protagonistas de la historia. Schoendoerffer se encarga de juntarlos para que el espectador pueda sentir simpatía por ellos.
Simpatía necesaria para desgarrar. Pues sin ella los hechos documentales carecerían de un sentimiento para el espectador neutral, no así para el francés que viviría bien en sus ojos, bien en las noticias de la época, la crónica de una derrota anunciada. Aviasada por un oficial francés que al abandonar una colina se quejará de cómo está gestionando el ejército francés la situación y dirá que en ese momento (y únicamente habrán pasado 24 horas) la batalla se había perdido. Y, en efecto, los hechos que le seguirán son de mucha escasez de triunfos franceses, casi caninos, y de no pocos reveses.
Y, pese a ello, los franceses seguirán luchando, en ese recóndito lugar en la tierra llamado por dos meses Infierno, o Purgatorio. Poniendo la otra mejilla si hiciera falta, enalteciendo el patriotismo reflejado en todos esos infelices que aun conociendo la situación irán al combate a salvar la situación o a los suyos. Quizás Schoendoerffer no se centre tanto en qué mueve a los soldados a hacer esas barbaridades, algo que sí dejaría claro Ridley Scott en "Blackhawk derribado" de la mano del personaje de Eric Bana. Hay una escena esclarecedora en el aeródromo de Hanoi en la cual se le dice al periodista interpretado por Pleasence que mire a su alrededor, y que no quiera entenderlos, que esos hombres irán al combate por Francia, por Indochina, sin siquiera saber qué hay en juego.
Ese aeródromo será la parte interesante en la retaguardia en la segunda parte del filme. Cuando éste llega a entrar de lleno en el fragor de la batalla y el combate ocupa mucho mayor metraje (repito, para deleite del espectador) llegamos a ver esos viajes con nocturnidad ante los ojos de Pleasence. Uno, especialmente, con lluvia, que suena a definitiva despedida y puede retrotraernos a "Casablanca". Ese inicio de una nueva amistad que parece postular Pleasence junto a dos pobres voluntarios que no tenían sitio en el avión. Fue el penúltimo viaje al infierno, y el último en el que llegaron a saltar en paracaídas, pues al día siguiente los aviones regresaron al no poder lanzar con éxito a nadie. Destino curioso el de esos dos hombres condenados al infierno cuya Gracia de Dios les salvaría el pellejo.
Aprovecho la mención divina para destacar la presencia constante de la religión. Da igual de qué creencia religiosa se sea, el cura rezará para todos, una oración destinada a salvar las almas de quienes, saben, van a ir a la muerte casi segura. El combate les aguarda, y allí acabará yendo también posteriormente el cura, obligado moralmente por estar donde se le necesita. Ese sacrificio tan innecesario pero glorioso es el que ocupa la pantalla. Podríamos tildarla de patriotismo francés, fielmente reflejado en la escena en la cual suena la marsellesa cantada por los soldados que están subiendo una colina. O quizás, de un realismo bélico tal fiel al que mostraba "Sangre en Indochina". Pues Schoendoerffer nos muestra las entrañas de ese infierno sin llegar a ver, apenas, al enemigo.
El campo de batalla, destrozado, con sus trincheras que nos recordarán a la Primera Guerra Mundial más que a la segunda y el barro, la lluvia, unas condiciones climatológicas adversas, acentuarán el grado de peligro y desesperación, a la par que se nos menciona a las "ratas" esos "despreciables" cobardes (la palabra no la digo yo, la piensan quienes les denominaron ratas) que se esconden de día y buscan carroña por la noche en medio de un paisaje cuyo contraste entre la escena inicial y la última es estremecedor.
Esa escena final donde, con todo perdido, llega la claudicación servirá para observar a una multitud de soldados vietnamitas asaltando las posiciones enemigas. Miles, y me quedo corto, que salen de sus cuevas y escondites mostrando la imagen de un ejército numeroso, claramente superior y que, por pura lógica, estaba destinado a vencer en aquella cruenta batalla. La extensa columna de prisioneros camino del infierno, que nos recordará a quienes fueron capturados en Filipinas en la II Guerra Mundial en la denominada "marcha de la muerte", con la cara de la derrota todavía visible y presente, y la marca de Caín imaginariamente en la frente, puesta por el narrador (Schoendoerffer) en voz en Off, que nos irá destacando quienes no volverán a Francia jamás. Únicamente 1/4 parte de quienes fueron hechos prisioneros, volverían a casa.
Nota: 7
Lo Mejor: Las imágenes de la batalla, con un Schoendoerffer en muchas ocasiones poético bien sea con violines o planos de una extrema belleza
Lo Peor: Lo poco que aportan algunas acotaciones que la dejan en pseudodocumental, o un Hanoi que se muestra más de lo necesario.
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