Hoy estamos de estreno. La Guerra de Secesión, la temática estrella escogida por vosotros para este 2022 llega al blog con el primer título comentado. En un intento por escarbar en algunos títulos olvidados o poco conocidos sobre el conflicto me topé con esta película dirigida por Andrew V.McLaglen en 1965: "El valle de la violencia" (Shenandoah). La película debe su título al nombre en cuestión del valle en su versión original.
Para la misma, se contó con una estrella del Western como James Stewart ("El hombre que mató a Liberty Valance") en una de sus escasas aportaciones al género bélico. Sí, han oído bien, he tilado de bélica una película que en cualquier web es catalogada como Western. Pero la película en cuestión tiene lugar en exclusiva durante la Guerra de Secesión, y en la misma si bien el personaje principal y su familia no son soldados, combaten contra el ejército de la Unión por lograr recuperar a un miembro de la familia.
El film arranca con cañonazos y tiros por doquier que nos ponen en situación. La Guerra Civil está en su curso en un Estado sureño, a las puertas de una granja familiar, la de los Anderson, cuyo patriarca (el siempre genial James Stewart) cuida junto a sus hijos del terreno. Las batallas son cada vez más cerca y, aunque no emplean esclavos para el trabajo, algunos de los hijos se muestran con ideas de entrar en el combate formando parte del ejército confederado. El padre, se opone y les disuade, pero no logrará evitar que el más joven decida entrar en combate y, a partir de entonces, iniciar una odisea para buscarle.
Pese a ser poco conocida, la película toca algunos palos interesantes, como el tema de la esclavitud que vemos comentar durante la cena inicial en la que papá Anderson intenta disuadir a sus hijos de que es absurdo combatir en un conflicto entre hermanos únicamente por un tema tan candente como el de la esclavitud. Posteriormente, llegaremos a ver la buena relación entre el hijo menor (el que será hecho prisionero) y su amigo afroamericano que acabará combatiendo precisamente en el otro bando, el de la Unión. La manera en que el hijo ve a los soldados confederados o el hecho de ponerse un gorro al encontrarlo tirado, nos indican esa obsesión del muchacho por sentirse mayor, un soldado, un hombre.
Pero lo más destacado de la producción es ese tono bastardo que desprende en casi todo momento. Y por bastardo no me refiero a mostrar la sangría en las dos batallas que se ven en la película, una de las cuales está bastante lograda pese a su corta duración. Lo destacable es ese tono sucio y brutal de algunas de las secuencias, muy al estilo del western que comenzaba a hacerse de la mano de Peckinpah o desde Italia con el Spaghetti Western, y que en el cine bélico tendría en 1967 un film clave en el bastardismo cinematográfico bélico: "Doce del patíbulo".
Y eso que hay algún momento, como esa aparición del amigo afroamericano rescatando al pobre muchacho sureño de una muerte segura en el fragor de la batalla, que nos parece encaminar al happy end de turno a la par que habla de la igualdad. Es el pequeño impass en una película cuya brutalidad había ido in crescendo a lo largo del metraje, con esa escena en la que los soldados confederados que han intentado reclutar a los hermanos Anderson acaban siendo brutalmente asesinados en una emboscada a la que poco después llegarán James Stewart y los suyos.
A partir de ese momento, en el que la guerra ya ha tirado la puerta de su casa abajo, la brutalidad se cebará con diferentes personajes en la pantalla. Destacando escenas como incendiar un tren que llevaba prisioneros por los propios prisioneros una vez han sido rescatados por nuestros protagonistas. Allí se recuperará a un personaje que no había mencionado como es el futuro yerno de papá Anderson, en cuya boda la llamada del deber llegó para llevárselo. Sin duda, la velada entre los personajes de James Stewart y ese yerno representado por Doug McClure es una de las escenas más representativas de la película para esa pedida de mano que desembocará en una boda "interruptus" por el parón belicosero. Otra escena destacable que nos muestra el sacrificio no sólo militar, si no también civil, en el conflicto secesionista.
Volviendo a las escenas bastardas que hacía mención, todo lo goloso, sin duda alguna, se deja para el final. Cuando nuestro joven protagonista ha logrado huir pero se encuentra enrolado en el ejército y ante una gran batalla, y la trama nos deja un final bastante feliz para el mismo, al otro lado, el homérico Stewart que parece condenado a volver a casa sin su hijo, pero habiendo ganado uno nuevo para felicidad de su única hija, verá como uno de sus herederos caerá muerto de una manera cruel y sencilla. Ya marchaban a casa y un soldado del propio ejército confederado le disparaba por error. Ahí tenemos el que considero el momento cumbre de la película, con un flemático James Stewart conteniéndose de dolor y rabia y acusando al asesino, a quien dirá que le dejará vivir, y que desea que sobreviva a la guerra para poder formar una familia, tener hijos y, algún día, ver como muere uno de ellos para así sentir el mismo dolor que siente él en ese momento. ¿Se puede ser tan bestia manteniendo la compostura en todo momento, reconcomido por la ira?
Pero el destino no acabará ahí con el sanguinario final que le aguarda en cierto modo a la familia. El hijo que había quedado en casa al cuidado de la granja y su mujer embarazada (que ya no lo está en ese momento) recibirá la visita de unos bandidos que se han escapado. La escena inicial es tan rápida que nos sesga la respiración. La frialdad y la manera en que el director fulmina uno de los personajes para, posteriormente, matar a otro en off al más puro estilo fordiano es otro momento destacado que difícilmente olvidará aquel que mire la película.
Prisioneros de guerra
Uno de los temas que se ven en la película y que muy pocas veces se ha visto en el cine sobre la guerra de secesión es el de los prisioneros de guerra. Debemos dar gracias a un Western como "El bueno, el feo y el malo" que nos mostró una realidad existente aunque el cine parecía haber condenado a los prisioneros a, al menos, la Primera Guerra Mundial con un título tan interesante como "La gran ilusión" o, ya directamente, a la II Guerra Mundial donde se encuentran ubicadas la mayoría de películas sobre el conflicto. Pues bien, aquí tenemos dos ejemplos sobre el tema. El primero el de un tren con prisioneros, que será asaltado por los Anderson para intentar recuperar al hijo perdido.
Para la misma, se contó con una estrella del Western como James Stewart ("El hombre que mató a Liberty Valance") en una de sus escasas aportaciones al género bélico. Sí, han oído bien, he tilado de bélica una película que en cualquier web es catalogada como Western. Pero la película en cuestión tiene lugar en exclusiva durante la Guerra de Secesión, y en la misma si bien el personaje principal y su familia no son soldados, combaten contra el ejército de la Unión por lograr recuperar a un miembro de la familia.
El film arranca con cañonazos y tiros por doquier que nos ponen en situación. La Guerra Civil está en su curso en un Estado sureño, a las puertas de una granja familiar, la de los Anderson, cuyo patriarca (el siempre genial James Stewart) cuida junto a sus hijos del terreno. Las batallas son cada vez más cerca y, aunque no emplean esclavos para el trabajo, algunos de los hijos se muestran con ideas de entrar en el combate formando parte del ejército confederado. El padre, se opone y les disuade, pero no logrará evitar que el más joven decida entrar en combate y, a partir de entonces, iniciar una odisea para buscarle.
Pese a ser poco conocida, la película toca algunos palos interesantes, como el tema de la esclavitud que vemos comentar durante la cena inicial en la que papá Anderson intenta disuadir a sus hijos de que es absurdo combatir en un conflicto entre hermanos únicamente por un tema tan candente como el de la esclavitud. Posteriormente, llegaremos a ver la buena relación entre el hijo menor (el que será hecho prisionero) y su amigo afroamericano que acabará combatiendo precisamente en el otro bando, el de la Unión. La manera en que el hijo ve a los soldados confederados o el hecho de ponerse un gorro al encontrarlo tirado, nos indican esa obsesión del muchacho por sentirse mayor, un soldado, un hombre.
Pero lo más destacado de la producción es ese tono bastardo que desprende en casi todo momento. Y por bastardo no me refiero a mostrar la sangría en las dos batallas que se ven en la película, una de las cuales está bastante lograda pese a su corta duración. Lo destacable es ese tono sucio y brutal de algunas de las secuencias, muy al estilo del western que comenzaba a hacerse de la mano de Peckinpah o desde Italia con el Spaghetti Western, y que en el cine bélico tendría en 1967 un film clave en el bastardismo cinematográfico bélico: "Doce del patíbulo".
Y eso que hay algún momento, como esa aparición del amigo afroamericano rescatando al pobre muchacho sureño de una muerte segura en el fragor de la batalla, que nos parece encaminar al happy end de turno a la par que habla de la igualdad. Es el pequeño impass en una película cuya brutalidad había ido in crescendo a lo largo del metraje, con esa escena en la que los soldados confederados que han intentado reclutar a los hermanos Anderson acaban siendo brutalmente asesinados en una emboscada a la que poco después llegarán James Stewart y los suyos.
A partir de ese momento, en el que la guerra ya ha tirado la puerta de su casa abajo, la brutalidad se cebará con diferentes personajes en la pantalla. Destacando escenas como incendiar un tren que llevaba prisioneros por los propios prisioneros una vez han sido rescatados por nuestros protagonistas. Allí se recuperará a un personaje que no había mencionado como es el futuro yerno de papá Anderson, en cuya boda la llamada del deber llegó para llevárselo. Sin duda, la velada entre los personajes de James Stewart y ese yerno representado por Doug McClure es una de las escenas más representativas de la película para esa pedida de mano que desembocará en una boda "interruptus" por el parón belicosero. Otra escena destacable que nos muestra el sacrificio no sólo militar, si no también civil, en el conflicto secesionista.
Volviendo a las escenas bastardas que hacía mención, todo lo goloso, sin duda alguna, se deja para el final. Cuando nuestro joven protagonista ha logrado huir pero se encuentra enrolado en el ejército y ante una gran batalla, y la trama nos deja un final bastante feliz para el mismo, al otro lado, el homérico Stewart que parece condenado a volver a casa sin su hijo, pero habiendo ganado uno nuevo para felicidad de su única hija, verá como uno de sus herederos caerá muerto de una manera cruel y sencilla. Ya marchaban a casa y un soldado del propio ejército confederado le disparaba por error. Ahí tenemos el que considero el momento cumbre de la película, con un flemático James Stewart conteniéndose de dolor y rabia y acusando al asesino, a quien dirá que le dejará vivir, y que desea que sobreviva a la guerra para poder formar una familia, tener hijos y, algún día, ver como muere uno de ellos para así sentir el mismo dolor que siente él en ese momento. ¿Se puede ser tan bestia manteniendo la compostura en todo momento, reconcomido por la ira?
Pero el destino no acabará ahí con el sanguinario final que le aguarda en cierto modo a la familia. El hijo que había quedado en casa al cuidado de la granja y su mujer embarazada (que ya no lo está en ese momento) recibirá la visita de unos bandidos que se han escapado. La escena inicial es tan rápida que nos sesga la respiración. La frialdad y la manera en que el director fulmina uno de los personajes para, posteriormente, matar a otro en off al más puro estilo fordiano es otro momento destacado que difícilmente olvidará aquel que mire la película.
Prisioneros de guerra
Uno de los temas que se ven en la película y que muy pocas veces se ha visto en el cine sobre la guerra de secesión es el de los prisioneros de guerra. Debemos dar gracias a un Western como "El bueno, el feo y el malo" que nos mostró una realidad existente aunque el cine parecía haber condenado a los prisioneros a, al menos, la Primera Guerra Mundial con un título tan interesante como "La gran ilusión" o, ya directamente, a la II Guerra Mundial donde se encuentran ubicadas la mayoría de películas sobre el conflicto. Pues bien, aquí tenemos dos ejemplos sobre el tema. El primero el de un tren con prisioneros, que será asaltado por los Anderson para intentar recuperar al hijo perdido.
El otro momento es directamente, el del campo de prisioneros, donde "pequeño Anderson" junto a un amigo que hace una vez es hecho prisionero lograrán escapar de allí para poderse unir de nuevo al ejército confederado, aunque ello les condene a una sangrienta batalla final (digna de mención) con claro aroma a derrota desde el principio.
Valoración
Encuadrada en el Western por tener los claros ejemplos de ese cine, "El valle de la violencia" es una interesante y entretenida película ambientada en la Guerra Civil americana que logra captar la atención del espectador desde el principio. No es ninguna joya porque por el camino se puede llegar a hacer lenta, pero tiene suficientes atractivos, como la violencia explícita de algunos momentos, un actor de la talla de James Stewart y escenas dignas de recordar que dejan buen poso en el espectador. El personaje principal puede recordar al que se vería en "El patriota", un padre de amplia familia (muy de la época) dispuesto a todo por sus hijos. Un padre coraje en toda regla.
Entretenida propuesta de un director cuya carrera derivó en auténticos bodrios o películas del montón dentro del cine bélico. Desconocida para muchos, pero que recomiendo ver por ver una perspectiva algo diferente del conflicto, al mostrarnos más a civiles dispuestos a entrar en combate no por ideales ni por su Estado, simplemente por la palabra: Familia. A ella le deben todo, como buena promesa que el viudo (al igual que Gibson en "El patriota") papá Anderson le realizó a su mujer antes de fallecer.
Nota: 6,5
Lo Mejor: Ese tono bastardo de algunas escenas
Lo Peor: Quizás sea fácil de olvidar, no mantiene el ritmo en todo momento.
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