Toca iniciar el año belicosero en cuanto a análisis fílmico con un título británico de los 50 a reivindicar, cuya trama estará de actualidad este inicio de año, pues trata la "Operación Mincemeat (picadillo)", una ingeniosa misión de los servicios de Inteligencia británicos por conseguir engañar a los nazis de dónde tendría lugar la primera invasión europea, para que estos dividieran sus tropas. Esta semana se estrena en Reino Unido "Operation Mincemeat" ("El arma del engaño"), con Collin Firth y dirigida por John Madden, así que he creído conveniente traer la primera versión: "El hombre que nunca existió".
El título y la Operación en sí, ya van con spoiler. Resumo: Los aliados deben invadir Sicilia y, para evitar el mayor número de bajas posibles, el Servicio de Inteligencia Británico elabora una sofisticada misión para engañar a los alemanes. Se trata de hacer llegar un cuerpo sin vida a las costas españolas (en Huelva) con un maletín en el cuál tenga papeles clave que hablan de una invasión en Grecia (incluso Córcega). Todo deberá estar calculado al milímetro para que los espías nazis, además de conseguir por ellos mismos los planes, confíen en que estos son ciertos.
La película, de corta duración (no alcanza los 100 minutos), se e centra exclusivamente en dicha operación dividiéndola en tres actos donde, curiosamente, el central es el más corto, dedicado a la misión sobre el terreno. Destaca la primera parte, con el fino humor británico presente a pinceladas en cada escena, dotando a la obra de un toque distendido y de fácil digestión. Toda escena tiene su clara utilidad, incluso alguna que a priori no parece tenerla, como la relación amorosa entre la compañera de piso de una mujer que trabaja para Montagu (el hombre que idea la misión y autor de la novela que dio paso a la película).
Así, los primeros cuarenta minutos se nos pasarán volando mientras atendemos a los diferentes pasos previos de la operación, desde que les es encomendada, hasta que logran el visto bueno de parte del Primer Ministro, Churchill, con el colofón de la solemne escena donde Montagu hablará con el padre del fallecido cuyo cuerpo debe ser 'prestado' para ganar la guerra. La escena es dramática, pero incluso ahí el humor british se deja notar cuando Montagu hablará de ayudar a Inglaterra y el padre contestará que su hijo "era escocés, y orgulloso de serlo".
Cerrada la primera parte, toca la misión en sí. Una sucesión de planos simplemente magnífica y que denota buen gusto en el montaje trasladará el cuerpo sin vida desde el lugar secreto donde le ponen el maletín, hasta el submarino, paseándose en una caja donde pone que hay material óptico (mucho cuidado) y donde el cuerpo se mantendrá refrigerado. El paseo en barco con la música casi heroíca de fondo sirve para rendir homenaje a ese hombre sin identidad, rebautizado como el Mayor William Martin, servirá de trampa o señuelo para los alemanes. El cuerpo se dejará cerca de las costas españolas y la marea hará el resto del trabajo.
Faltará la tercera parte, no sin antes saber que los alemanes han logrado la información. El Tercer Reich mandará a un espía a intentar averiguar si existía en verdad William Martin. Los británicos habían preparado coartadas, incluida una romántica carta de amor de su prometida o papeles bancarios. Toda información que pudiera llevar a algún espía a preguntar por él. De este modo, la media hora final pone al espectador en la necesaria tensión que justifique tanto la importancia de la misión como el engaño. Es ahí donde algunas piezas del puzzle van cobrando sentido como previa a ese punto final que ponga en valor una 'escondida' gran operación militar efectuada desde el anonimato.
Llegados a este punto, dividida la película en tres tramos, toca hablar de lo arriesgado que podía ser llevar una trama de la IIGM donde no había acción alguna. Una de espías en España, sin que existiera espía alguno o persecución. Simplemente un muerto que llega a las costas españolas. Poco para sacar algo de chicha, pero la novela de Montagu, el guión basado en la misma y supervisado por él mismo, y el montaje hacen su magia para ofrecer un entretenimiento bélico de principio a fin.
Lo hace sabiendo jugar en todos los terrenos, sin sobresalir pero, sin desentonar y con paso firme. Meticuloso cuidado en cada escena o secuencia relacionada con los preparativos y ejecución de la misión, para acabar con media hora de espionaje de las que pueden quitar el hipo. Todo muy bien pensado, con un Montagu que acabará explicando cada paso que da y sus motivos, logrando así explicar los momentos clave de la operación Mincemeat sin necesidad de que suene difícil ni rebuscado para el espectador.
El resultado final es una cuidada película sin muchos alardes que la hagan mítica, pero sí con todo muy bien planificado y ejecutado como para que merezca su reconocimiento aunque sea 65 años después de su rodaje, y casi 80 desde que se gestó la operación. Por desgracia para la misma, es muy probable que la llegada de la nueva producción británica con rostros conocidos haga su labor divulgativa. La Operación Picadillo tendrá su película moderna que llegue a los aficionados al género, pero probablemente no sea más que casi un remake de la ya notable y merecedora se mayor gloria:"El hombre que nunca existió".
Escenas
Antes he mencionado dos escenas tan importantes como bien rodadas, como es el caso de la del hospital con el cuerpo (en off) presente ante Montagu y su padre, o la tarea de trasladar el cuerpo hasta el submarino. Pero toca destacar par de momentos más, como es la escena cumbre del hallazgo en España del cuerpo sin vida de William Martin en la playa. Llegando ahí la Guardia Civil y numerosos pueblerinos. El entierro casi en anonimato, como mayor show a la pantomima para darle sepultura, es otro a desacar.
Pero, si hay una escena clave en toda la trama final de espionaje es la sucedida en el apartamento de las dos mujeres protagonistas. Allí llega el espía alemán dispuesto a destapar todo el asunto y, con todo a favor, será una maravillosa (aunque triste) coincidencia, así como el buen hacer interpretativo de Lucy (hasta entonces mera secundaria sin peso alguno en la trama) la que pueda dar la vuelta a la tortilla en pos de salvar una operación pendiente del hilo.
Destacar, por último, dos detalles. El primero, que más allá de Montagu y la plana mayor, algunos personajes cambiaron su nombre en la obra para evitar poder dañar su imagen o ponerlos a la luz pública. Por otro, que en Huelva se puede visitar la tumba de William Martin, "el hombre que nunca existió" y que ayudó a ganar una guerra favoreciendo los intereses aliados rumbo a Sicilia, pero no rumbo a Normandía tal y como se pudo leer en algún diario nacional hace poco más de 3 años cuando se realizó el 75 aniversario del hallazgo del cuerpo, en un homenaje británico en Huelva.
Nota: 7
Lo Mejor: Mantiene la atención de principio a fin gracias a su montaje
Lo Peor: una trama sin acción alguna y, por lo tanto, con menor emoción o intensidad de otras de espionaje.
El título y la Operación en sí, ya van con spoiler. Resumo: Los aliados deben invadir Sicilia y, para evitar el mayor número de bajas posibles, el Servicio de Inteligencia Británico elabora una sofisticada misión para engañar a los alemanes. Se trata de hacer llegar un cuerpo sin vida a las costas españolas (en Huelva) con un maletín en el cuál tenga papeles clave que hablan de una invasión en Grecia (incluso Córcega). Todo deberá estar calculado al milímetro para que los espías nazis, además de conseguir por ellos mismos los planes, confíen en que estos son ciertos.
La película, de corta duración (no alcanza los 100 minutos), se e centra exclusivamente en dicha operación dividiéndola en tres actos donde, curiosamente, el central es el más corto, dedicado a la misión sobre el terreno. Destaca la primera parte, con el fino humor británico presente a pinceladas en cada escena, dotando a la obra de un toque distendido y de fácil digestión. Toda escena tiene su clara utilidad, incluso alguna que a priori no parece tenerla, como la relación amorosa entre la compañera de piso de una mujer que trabaja para Montagu (el hombre que idea la misión y autor de la novela que dio paso a la película).
Así, los primeros cuarenta minutos se nos pasarán volando mientras atendemos a los diferentes pasos previos de la operación, desde que les es encomendada, hasta que logran el visto bueno de parte del Primer Ministro, Churchill, con el colofón de la solemne escena donde Montagu hablará con el padre del fallecido cuyo cuerpo debe ser 'prestado' para ganar la guerra. La escena es dramática, pero incluso ahí el humor british se deja notar cuando Montagu hablará de ayudar a Inglaterra y el padre contestará que su hijo "era escocés, y orgulloso de serlo".
Cerrada la primera parte, toca la misión en sí. Una sucesión de planos simplemente magnífica y que denota buen gusto en el montaje trasladará el cuerpo sin vida desde el lugar secreto donde le ponen el maletín, hasta el submarino, paseándose en una caja donde pone que hay material óptico (mucho cuidado) y donde el cuerpo se mantendrá refrigerado. El paseo en barco con la música casi heroíca de fondo sirve para rendir homenaje a ese hombre sin identidad, rebautizado como el Mayor William Martin, servirá de trampa o señuelo para los alemanes. El cuerpo se dejará cerca de las costas españolas y la marea hará el resto del trabajo.
Faltará la tercera parte, no sin antes saber que los alemanes han logrado la información. El Tercer Reich mandará a un espía a intentar averiguar si existía en verdad William Martin. Los británicos habían preparado coartadas, incluida una romántica carta de amor de su prometida o papeles bancarios. Toda información que pudiera llevar a algún espía a preguntar por él. De este modo, la media hora final pone al espectador en la necesaria tensión que justifique tanto la importancia de la misión como el engaño. Es ahí donde algunas piezas del puzzle van cobrando sentido como previa a ese punto final que ponga en valor una 'escondida' gran operación militar efectuada desde el anonimato.
Llegados a este punto, dividida la película en tres tramos, toca hablar de lo arriesgado que podía ser llevar una trama de la IIGM donde no había acción alguna. Una de espías en España, sin que existiera espía alguno o persecución. Simplemente un muerto que llega a las costas españolas. Poco para sacar algo de chicha, pero la novela de Montagu, el guión basado en la misma y supervisado por él mismo, y el montaje hacen su magia para ofrecer un entretenimiento bélico de principio a fin.
Lo hace sabiendo jugar en todos los terrenos, sin sobresalir pero, sin desentonar y con paso firme. Meticuloso cuidado en cada escena o secuencia relacionada con los preparativos y ejecución de la misión, para acabar con media hora de espionaje de las que pueden quitar el hipo. Todo muy bien pensado, con un Montagu que acabará explicando cada paso que da y sus motivos, logrando así explicar los momentos clave de la operación Mincemeat sin necesidad de que suene difícil ni rebuscado para el espectador.
El resultado final es una cuidada película sin muchos alardes que la hagan mítica, pero sí con todo muy bien planificado y ejecutado como para que merezca su reconocimiento aunque sea 65 años después de su rodaje, y casi 80 desde que se gestó la operación. Por desgracia para la misma, es muy probable que la llegada de la nueva producción británica con rostros conocidos haga su labor divulgativa. La Operación Picadillo tendrá su película moderna que llegue a los aficionados al género, pero probablemente no sea más que casi un remake de la ya notable y merecedora se mayor gloria:"El hombre que nunca existió".
Escenas
Antes he mencionado dos escenas tan importantes como bien rodadas, como es el caso de la del hospital con el cuerpo (en off) presente ante Montagu y su padre, o la tarea de trasladar el cuerpo hasta el submarino. Pero toca destacar par de momentos más, como es la escena cumbre del hallazgo en España del cuerpo sin vida de William Martin en la playa. Llegando ahí la Guardia Civil y numerosos pueblerinos. El entierro casi en anonimato, como mayor show a la pantomima para darle sepultura, es otro a desacar.
Pero, si hay una escena clave en toda la trama final de espionaje es la sucedida en el apartamento de las dos mujeres protagonistas. Allí llega el espía alemán dispuesto a destapar todo el asunto y, con todo a favor, será una maravillosa (aunque triste) coincidencia, así como el buen hacer interpretativo de Lucy (hasta entonces mera secundaria sin peso alguno en la trama) la que pueda dar la vuelta a la tortilla en pos de salvar una operación pendiente del hilo.
Destacar, por último, dos detalles. El primero, que más allá de Montagu y la plana mayor, algunos personajes cambiaron su nombre en la obra para evitar poder dañar su imagen o ponerlos a la luz pública. Por otro, que en Huelva se puede visitar la tumba de William Martin, "el hombre que nunca existió" y que ayudó a ganar una guerra favoreciendo los intereses aliados rumbo a Sicilia, pero no rumbo a Normandía tal y como se pudo leer en algún diario nacional hace poco más de 3 años cuando se realizó el 75 aniversario del hallazgo del cuerpo, en un homenaje británico en Huelva.
Nota: 7
Lo Mejor: Mantiene la atención de principio a fin gracias a su montaje
Lo Peor: una trama sin acción alguna y, por lo tanto, con menor emoción o intensidad de otras de espionaje.
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