El viernes se estrenaba una nueva propuesta de Netflix, un thriller con aroma prebélico con la Conferencia de Munich y la crisis de los Sudetes como telón de fondo para una trama de espionaje. Su título: "Munich: En vísperas de una guerra", y toca honrar a la propuesta con la primera crítica de estreno de este 2022.
Protagonizada por George McKay (1917) y con un secundario de lujo como Jeremy Irons ejerciendo el papel del Primer Ministro Británico, Chamberlain. La trama juega mucho con los hechos reales que acontecieron en dicha conferencia que rodeaba las pretensiones de expansionismo alemán, aderezado con una trama totalmente ficticia que va de la mano. ¿El resultado? Un interesante relato que convence más cuando se topa con la historia, que cuando pretende narrar sus aventuras.
No es de extrañar, pues la temática da para poco más. El intento de colar una de espías de por medio de todo un acontecimiento mundial como fue la Conferencia de Munich, tiene sus dificultades. Quienes sepan de historia, conocerán su acuerdo final, y quienes no, lo descubrirán en la película. Por el camino, la trama necesita, inevitablemente, los ligeros giros para que el espectador pueda pedir más, pero sin violar las sagradas escrituras de la historia. Y, claro, así es difícil contentar a todos con una especie de misión que ni falla, ni no falla. Ni convence, ni todo lo contrario.
La película tiene un arranque realmente prometedor, no tanto con su prólogo para presentar a la pareja de actores protagonista, con esa manera de colocar las piezas para la partida. Tenemos a un exquisito Chamberlain, al que Irons eleva a ser el personaje con más matices del film. Un hombre entre la espada y la pared, obligado a evitar una guerra aunque suponga pactar con el diablo, a sabiendas de que este acabará haciendo lo que le dé la gana. Alrededor suyo, la trama que puede resultar un tanto rebuscada o absurda pero que sirve para hacer el viaje más ligero, apartándolo del drama histórico.
Sin embargo, como recalcaba en las primeras líneas. Es ese drama histórico lo que mejor sale parado de la película. Chamberlain, Hitler, los Sudetes. De como el mundo occidental por miedo a Hitler (o por lo que venda la película) tiró a Checoslovaquia a pies de los caballos. El resto de la historia, ya lo saben. Toda la parte introductoria, con su suspense in crescendo y la amenaza de una invasión que, quién sepa de Historia, sabe que no ocurrió, es lo mejor de la película, junto a las escenas posteriores en Munich donde Irons hace acto de presencia.
Era difícil, sin lugar a dudas, mantener la tensión y el suspense de una propuesta así, tan amarrada a unos hechos históricos sin mucho fuste, con mucha historia, eso sí, pero sin acción necesaria para atraparnos realmemte. Pese a ello, el director se las ingenia para mantenernos alerta. Aunque lo que sucede delante de las cámaras no convenza o sea una simple excusa, vamos aguardando el qué pasará. Buenos planos, buen montaje y una buena ambientación de 1938 hacen su trabajo para que asistamos a las dos horas (y poco) de película con ganas de conocer más.
Ese es el poder del cine como maquinaria de diversión que sirva para contarnos la historia. Lo vimos recientemente en "The King's man" y lo volvemos a ver en "Munich: En vísperas de una guerra", cuyo mayor cumplido es decirle que pese a estar maniatada por la historia, sale airosa del envite por saber jugar, al igual que Chamberlain, la pobre mano con la que partía. Queda un más que correcto e interesante drama político-bélico al estilo de "El instante más oscuro", y una aceptable propuesta de espionaje. Dos géneros de la mano, bien hilvanados para la causa.
Desde aquí la recomiendo a quienes quieran pasar un buen rato y conocer un poquito más de historia. Sabiendo, eso sí, que esto es cine. Y que no esperen nada de acción, ni excesiva tensión (aunque la hay en algunos momentos). Una película resultona que nos ofrece Netflix para pasar la tarde. No es poco.
Nota: 6
Lo Mejor: Irons como Chamberlain y la parte histórica
Lo Peor: Que la trama de espionaje se sepa de antemano que no tiene gran utilidad ni en la trama, ni mucho menos en la historia
Protagonizada por George McKay (1917) y con un secundario de lujo como Jeremy Irons ejerciendo el papel del Primer Ministro Británico, Chamberlain. La trama juega mucho con los hechos reales que acontecieron en dicha conferencia que rodeaba las pretensiones de expansionismo alemán, aderezado con una trama totalmente ficticia que va de la mano. ¿El resultado? Un interesante relato que convence más cuando se topa con la historia, que cuando pretende narrar sus aventuras.
No es de extrañar, pues la temática da para poco más. El intento de colar una de espías de por medio de todo un acontecimiento mundial como fue la Conferencia de Munich, tiene sus dificultades. Quienes sepan de historia, conocerán su acuerdo final, y quienes no, lo descubrirán en la película. Por el camino, la trama necesita, inevitablemente, los ligeros giros para que el espectador pueda pedir más, pero sin violar las sagradas escrituras de la historia. Y, claro, así es difícil contentar a todos con una especie de misión que ni falla, ni no falla. Ni convence, ni todo lo contrario.
La película tiene un arranque realmente prometedor, no tanto con su prólogo para presentar a la pareja de actores protagonista, con esa manera de colocar las piezas para la partida. Tenemos a un exquisito Chamberlain, al que Irons eleva a ser el personaje con más matices del film. Un hombre entre la espada y la pared, obligado a evitar una guerra aunque suponga pactar con el diablo, a sabiendas de que este acabará haciendo lo que le dé la gana. Alrededor suyo, la trama que puede resultar un tanto rebuscada o absurda pero que sirve para hacer el viaje más ligero, apartándolo del drama histórico.
Sin embargo, como recalcaba en las primeras líneas. Es ese drama histórico lo que mejor sale parado de la película. Chamberlain, Hitler, los Sudetes. De como el mundo occidental por miedo a Hitler (o por lo que venda la película) tiró a Checoslovaquia a pies de los caballos. El resto de la historia, ya lo saben. Toda la parte introductoria, con su suspense in crescendo y la amenaza de una invasión que, quién sepa de Historia, sabe que no ocurrió, es lo mejor de la película, junto a las escenas posteriores en Munich donde Irons hace acto de presencia.
Era difícil, sin lugar a dudas, mantener la tensión y el suspense de una propuesta así, tan amarrada a unos hechos históricos sin mucho fuste, con mucha historia, eso sí, pero sin acción necesaria para atraparnos realmemte. Pese a ello, el director se las ingenia para mantenernos alerta. Aunque lo que sucede delante de las cámaras no convenza o sea una simple excusa, vamos aguardando el qué pasará. Buenos planos, buen montaje y una buena ambientación de 1938 hacen su trabajo para que asistamos a las dos horas (y poco) de película con ganas de conocer más.
Ese es el poder del cine como maquinaria de diversión que sirva para contarnos la historia. Lo vimos recientemente en "The King's man" y lo volvemos a ver en "Munich: En vísperas de una guerra", cuyo mayor cumplido es decirle que pese a estar maniatada por la historia, sale airosa del envite por saber jugar, al igual que Chamberlain, la pobre mano con la que partía. Queda un más que correcto e interesante drama político-bélico al estilo de "El instante más oscuro", y una aceptable propuesta de espionaje. Dos géneros de la mano, bien hilvanados para la causa.
Desde aquí la recomiendo a quienes quieran pasar un buen rato y conocer un poquito más de historia. Sabiendo, eso sí, que esto es cine. Y que no esperen nada de acción, ni excesiva tensión (aunque la hay en algunos momentos). Una película resultona que nos ofrece Netflix para pasar la tarde. No es poco.
Nota: 6
Lo Mejor: Irons como Chamberlain y la parte histórica
Lo Peor: Que la trama de espionaje se sepa de antemano que no tiene gran utilidad ni en la trama, ni mucho menos en la historia
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