El Puente (Bernhard Wicki, 1959)

Hoy ha llegado el día en el que en la Sección de Cine Made in Europe analizo la que en mi humilde opinión es la mejor obra bélica que ha deparado el viejo continente: "El puente", dirigida en 1959 por Bernhard Wicki, quien posteriormente sería reclutado como uno de los directores de "El día más largo". La película nos mete en la piel de siete jóvenes muchachos que, en los últimos días de la II Guerra Mundial defendieron con valor su patria, Alemania.

La Alemania del III Reich está en clara decadencia, la derrota es inevitable y el pesimismo se apodera definitivamente de la mayoría de personas del país. El pánico cunde, como vemos en diferentes familias y sus huidas ante el avance aliado, incluido ese representante del Partido al que le importa poco la vida de su esposa o hijo con tal de salvar el pellejo. Eso sí, el miedo a ser detenido unido al patriotismo de los jóvenes creyentes puede hacer cambiarlo todo, tal y como demuestra "El puente".

La primera parte de la película, que dura casi una hora, nos presenta a los personajes con muchísima profundidad. Poco a poco vamos viendo sus vidas: La del que vive con su madre, la cual es viuda de un heroico soldado alemán fallecido en el combate, y cuyo hijo quiere emular al padre queriendo entrar en combate; la del amor no correspondido con la sirvienta, capaz de huir de casa al ver como su padre mantiene relaciones con ella, la de la tierna historia de amor juvenil, el tímido que parece ir a remolque de todo y cuya madre sobreprotege en todo momento, o ese peculiar rebelde capaz de ligar con la profesora de gimnasia o emborracharse. Poco a poco conocemos sus inquietudes y su inevitable destino.

Esa pérdida de la inocencia se ve reflejada en diferentes parajes. La escena en la que el hijo del heroico soldado habla con su madre mientras el plano se centra en un cuadro con la fotografía de su padre, dejando entrever como este sucederá al padre formando parte del ejército. Los golpes de la vida en forma de desengaño amoroso o esa marcha de la madre en tren en el caso del rebelde que corre a despedirse sin poder llegar a hacerlo. El tren marcha y el plano muestra la desolación de quien ve marchar a su madre. Huérfano desde ese momento, sin rumbo, tras un nuevo golpe de la guerra.

Tampoco podemos obviar de esta primera parte la relación del profesor de estos jóvenes futuros soldados. En una primera escena veremos como llega a insinuar que pronto hará falta más maquinistas que soldados, a lo que el romanticista del III Reich (el hijo del militar) hace un comentario sorprendente dejando entrever sus ganas de guerra, tal y como veremos posteriormente en la parte dedicada al combate. Más adelante, cuando son llamados a filas y juntos disfrutan de la idea de ser soldados, el profesor sale de plano y se marcha, cabizbajo, sabiendo que ha perdido toda fe en la juventud, y que verá morir a sus alumnos.

Esta escena choca directamente con la inicial de "Sin novedad en el frente". En ella, ambientada en la Primera Guerra Mundial, toca recordar que era el profesor el que enaltecía a las juventudes a ir a la guerra (lo haría posteriormente con nuevas generaciones), mientras que en "El puente" la imagen del profesor es la de la conciencia, la de un hombre que sabe que no se lucha ya por nada, ni siquiera por un trozo de tierra, y que la muerte es el único final (junto a la destrucción) para la amada Alemania.

La segunda parte de la película nos mostrará a los niños soldados. Apenas un día de entrenamiento será suficiente para acabar en el frente. Y, aunque el oficial al mando intenta enviarlos lejos del frente, estos se verán irrevocablemente llevados al combate. El fervor guerrero de los muchachos es un claro síntoma de un sistema de Educación decadente, de haber absorbido cerebros de futuras generaciones, y del afán de un hombre por destruir todo lo que había creado.

En esta parte veremos como el hombre encargado de cuidarles acabará muerto por un auténtico sinsentido en el que es tachado de desertor. Sin un líder a quien seguir, los muchachos acabarán defendiendo ese puente perdido en su propio pueblo. Un puente que, paradojas de la vida, pretenden destruir los propios alemanes, algo que desconocen esos pobres diablos dispuestos a defender la madre patria, y sus casas.

En plena noche, como si de un aviso del más allá fuera, recibirán la visita de un anciano que les intenta persuadir de marchar a sus casas con sus madres. También recibirán la inesperada visita de tropas alemanas que se baten en retirada. Heridos con mutilados, muertos en las camionetas cargadas a los topes de personas o un oficial que tras quedarse su sidecar averiado, no dudará en parar la marcha de sus tropas para subirse a un camión con la plebe. Todo es una huida desesperada del infierno de la guerra, nadie parece querer quedarse al final de fiesta que prepara Hitler. Nadie menos esos muchachos que asisten atónitos a tal secuencia.

La niebla le da un toque tétrico, fantasmagórico a la puesta en escena. Ven marchar a esos camiones repletos de soldados, que desaparecen en la niebla como si de una visita fantasmagórica fuera. Los muchachos, que no median palabra ante esos espectros que parecen volverles a indicar que deben huir de ahí, acaban estáticos en el puente. Un puente repleto de niebla en un plano que debe ser estudiado en cualquier análisis fílmico sobre los horrores de la guerra. La niebla deja a esos siete muchachos como meros fantasmas, como si sus futuros espíritus que perderán cualquier atisbo de inocencia en dicho puente, se quedaran allí eternamente, aguardando a futuras generaciones para avisarles de que se marchen con sus madres a casa.

Acto seguido se inicia el Tour de force de más o menos un cuarto de hora de batalla sin interrupciones. Los soldados poco preparados defenderán el puente ante unos yankees que, dicho sea de paso, son más malos que los alemanes de las películas made in USA. Y por malos no me refiero a malvados, si no a soldados inexpertos. Siete chavales sin formación defendiendo el puente y matando por doquier al enemigo, quizás el único borrón en la película, pero que queda justificado por darle un tono más extra violento a la trama bélica, que justifique el horror del combate.

Ahí veremos a un americano con las tripas fuera en una escena que impacta, a un bazoka quemando a un pobre civil... pero, sobretodo, a esos pobres diablos cayendo de uno en uno de formas duras, crueles, directas al cerebro del espectador. A destacar en especial ese plano del francotirador americano acabando con la vida del ferviente amante de la guerra, que se había cargado a no pocos aliados antes de caer. El plano muestra la imagen del muchacho a través del visor u objetivo del francotirador. Un disparo, una caída. Perfecta orquestación del final de la vida.

Pero no contento con ello, Wicki acabará destripando al americano o mostrando con todo el realismo posible las muertes de los diferentes muchachos. El primero en caer, cobarde o valiente según se mire, muerto de una manera estúpida, marca un antes y un después en los demás. Pasan de la risa por la cobardía de un amigo, a la impresión que conlleva ver muerto a un compañero de clase y juergas. La dureza de la vida de los niños llevados a las armas, en apenas un instante. La realidad será la que les empuje a luchar como si jugasen, pero sabiendo que se juegan sus vidas.

El horror de la guerra se apoderará de la pantalla durante ese cuarto de hora. El fatal destino de los muchachos, de esos espectros fantasmagóricos que aguardaban en el puente, no es si no el claro mensaje de su director que nos avisa de las generaciones perdidas en la guerra. Con todo perdido, no pararán de luchar por defender ese puente, aunque tengan que volarlo. Y es ahí, en esa locura final por la que deambulan los escasos supervivientes, la que acabará deparando un momento a lo Coronel Nicholson de "El puente sobre el río Kwai". La ceguera acabará nublando a esos muchachos, incapaces de reconocer que su esfuerzo fue en balde, y obligados a defender el puente de quien se interponga en el camino.

Con escenas que merecen la pena ser recordadas y analizadas, como las del profesor e imágenes impactantes como las mencionadas del combate o la huida de las tropas alemanas, "El puente" acaba siendo un corto viaje al infierno. La idílica vida de unos muchachos que empiezan la película queriendo ir a ver una bomba caida junto al puente, y que acabarán defendiendo dicho puente apenas un par de días después. La guerra les persigue y les empuja, al igual que la Sociedad y el mundo en el que vivían, a acabar siendo niños soldados. Ellos no son conscientes, de eso se trata, de que no es un juego. Pero el espectador en todo momento tiene las claves para ver lo absurdo de la contienda.

"El puente" es una obra maestra del antibelicismo y antimilitarismo. Condena los hechos que se ven, sin hacer mucho más que poner la cámara, recrear el salvajismo de la guerra y mostrar la locura de los combatientes. Todo ello ante la atenta mirada del espectador que ve horrorizado el final de esos pobres muchachos, cuyas vidas nos han sido explicadas. Da igual que tengan más o menos sentido, son vidas, a fin de cuentas, y merecen ser vividas. Los rótulos finales insinuando estar basada en hechos reales sobre un hecho que no apareció ni en los informes de guerra del día siguiente no hacen si no mostrar el enfado de quienes observen tan injusta situación.

Es ese camino, el de muchachos cuya inocencia se ve interrumpida y corrompida, el que merece la pena contemplar una y otra vez en la película. Ese drama inicial con sus familias, novias y amigos, y como acabará chocando con un combate sin cuartel donde en más de una ocasión les llaman "pipiolos" y que deberían estar en sus casas escondidos con mamá. Pero ellos combaten, porque el orgullo de un niño alemán estaba por encima de cualquier otra cosa. Que entre ellos tengamos diferentes psicologías (alguna claramente peligrosa y despreciable) no es si no otro motivo para creer que daba igual la ideología, el destino final de la Alemania del III Reich era el que era. Y debía morir en 1945, y con ese final, cualquier atisbo de futuras generaciones.

Nota: 9,25

Lo Mejor: El talento de Wicki con algunos planos destacables, y esa fantasmagórica escena en el puente. Top.

Lo Peor: Que los soldados americanos parezcan unos palurdos.

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