Kanal (Andrzej Wajda, 1957)

Primera incursión en el cine de Andrzej Wajda, con la que posiblemente sea su obra más emblemática ambientada en la II Guerra Mundial: "Kanal". En ella, nos narra el último día de vida de una Compañía (o pelotón) de polacos que defienden la ciudad ante las tropas nazis en septiembre de 1944. La película nos muestra los horrores de la guerra desde las catacumbas, el mismísimo infierno, representado en ese inframundo del alcantarillado de la capital polaca.

La producción logró nada más y nada menos que el Premio del Jurado en el Festival de Cannes ex-aequo con uno de los grandes títulos del cine europeo: "El séptimo sello", de Ingmar Bergman, y puso en el escaparate a este grandísimo director polaco. La guerra había terminado apenas 12 años antes, y había pasado uno más desde los hechos que narra. En agosto de 1944 la Resistencia polaca se sublevó en Varsovia aprovechando que los soviéticos estaban a las puertas de la ciudad. Sin embargo, el ejército rojo se detuvo cerca de Varsovia lo cuál provocó una matanza sinsentido que beneficiaría a los soviéticos, pues encontrarían algo tocados a los alemanes pero, sobretodo, no tendrían oposición una vez concluida la guerra con los resistentes polacos aniquilados.

Pero la película no se centra tanto en la denuncia hacia el ejército rojo, ni mucho menos, ya que podemos decir que en 1957 no hubiera sido posible rodar la película perteneciendo al bloque del Este, si se hubiese criticado al teórico aliado (recordemos en Katyn que de aliado y liberador, los soviéticos tenían poco en este aspecto. Hechos que Wajda rodaría décadas más tarde). Destacar la sensacional recreación de Varsovia con los medios disponibles. Las escenas en el exterior, con las ruinas, el combate y posterior huida del enemigo, ponen la piel de gallina.

El Infierno de Dante
Pero sobretodo, la película nos mostrará el infierno del alcantarillado, esa trampa mortal en la que se metieron con la esperanza de sobrevivir tanto civiles como miembros de la Resistencia polaca, en algunos casos para poder moverse en la ciudad. Pero Wajda nos informa, nos alerta y nos spoilea desde el primer momento de que estamos asistiendo al último día en las vidas de los protagonistas. Un largo travelling perfectamente ejecutado con la voz del narrador nos informa de a quienes debemos conocer. Y cuando acaba de presentarlos, nos anuncia sin paliativos de que esos son sus últimos instantes de vida.

El travelling continuará para mostrarnos la destrucción de la ciudad y la inmensidad de la barbarie. Destacar, como he dicho y recalco, la decoración, con una recreación de Varsovia muy bien llevada a cabo. El travelling en cuestión demuestra mucho arte y destaca tanto la dirección actoral como la inmensidad del plano. Aquí tenemos mucho más espacio y aire en pantalla, con los soldados mostrados en planos más generales, algo que se verá radicalmente cambiado a partir de ese momento.

Primero, en el edificio donde se esconden a la espera del enemigo, donde ya vemos como las tropas conviven juntas y los espacios se cierran. Las habitaciones, con las puertas cerradas nos dan una sensación de estar encerrados, atrapados... sin embargo, benditas esas ventanas que nos muestran la luz y el aire a respirar, pues las echaremos en falta una vez pase el primer tercio de la película y los protagonistas acaben con su cuerpo bajo tierra... literalmente.

Es ahí donde empieza ese infierno de Dante, tan perfectamente representado en diferentes retazos. Pequeñas imágenes que nos van acercando poco a poco a la locura que se apoderará de los protagonistas. El primero en caer, ese artista, tan especial como extraño dentro del grupo en el que se encuentra, que será quien mencione unas frases que podría perfectamente recordarnos al Coronel Kurtz de "Apocalypse now". Lo que nos narra es el infierno... "Es Dante el que habla". Y ahí, los civiles corriendo sin rumbo alguno, la niebla, el fango... todas las miserias del ser humano y de la humanidad, en ese pequeño habitáculo.

¿He dicho pequeño? Así se ve en pantalla, pues los planos cerrados y llenos de rotros y sombras, nos recuerdan lo pequeño del lugar. La angustia se apodera de los personajes y, dicho sea de paso, de los espectadores que asistimos a la misma claustrofobia que viven esos pobres infelices, atrapados sin remedio en ese largo y laberíntico infierno, repleto de agujeros y canales por donde pasar pero donde todos acabarán perdiendo el rumbo.

Entran juntos y, a la de poco tiempo, el caos y el miedo se apodera de ellos que acaban divididos en tres grupos. Iremos viendo, con un montaje bien hilvanado, el destino que les va esperando a esos personajes. Incluso llegamos a verles pasar por los mismos espacios, en momentos diferentes, dotando de una mayor sensación de rabia a esa búsqueda de la libertad que tanto anhelan. Esa esperanza que les mueve uno por uno, y que se irá apagando poco a poco en sus rostros.

A destacar momentos de locura, como el de Stokrotka (Margueritte en el infausto cambio de nombres del doblaje al castellano), que conseguirá ver el río que tanto ansiaba, tirando de ese amor que parecía no correspondido del todo, malherido. Ambos pierden fuerzas pero su fe y esperanza parece mover montañas... hasta encontrar esa salida con trampa que les condenará a quedar olvidados en esas catacumbas. O el del mencionado artista, que todavía debe estar deambulando cual guardián del infierno tocando la ocarina tras perder la cabeza.

En búsqueda de ellos, otro personaje para la historia, el de ese oficial que se negaba a bajar a esos infiernos y que no le quedó otra que llevar a sus tropas. En su empeño por llevar a todos sanos y salvos a otro lugar seguro, acabará perdiendo la cabeza cuando acaba dándose cuenta que no le sigue nadie. Ver la luz y no estar preparado para ella acabará devolviéndole al infierno del que procede. Ahí va, en busca de esas almas perdidas por el camino. 

No resulta, entonces, ilógico, contemplar como el único que llega a salir y no volver a las alcantarillas es capturado nada más ver la luz del día. Salir de las tinieblas y observar como en la calle los alemanes dominan la situación. A pocos metros, un grupo de prisioneros que, como él, parecen haber salido de las alcantarillas, contemplan a un gran grupo de muertos. La imagen de la atrocidad, de la despiadada lucha sin cuartel donde quienes son capturados mueren ejecutados, que Wajda nos regala.

Sin duda, la película en hora y media nos mete poco a poco en ese infierno y en su locura. Y consigue atraparnos, como a los mencionados personajes. No por el hecho de habernos avisado de que morirán, no nos pilla por sorpresa, al contrario. Llegado el tramo final, el espectador reza por esas pobres almas, porque al menos alguien salga de ahí en pos de una imagen de esperanza. Pero en Varsovia en el 44 no había tiempo para esperanzas, con los alemanes en el meollo y los soviéticos al otro lado del río.

Balance
"Kanal" es un auténtico viaje al mismísimo infierno. Las imágenes con las que inunda la pantalla Wajda parecen, por momentos, sacadas de un sueño...o de un cuadro. Como si del Gernika de Picasso se tratara, vemos a civiles corriendo en una dirección y en otra. A gente perdida que comparten idioma, nacionalidad pero que luchan por su propia supervivencia sin pensar en poder ir juntos a salir del atolladero. Almas condenadas en el inframundo que se condenan a no entenderse y, poco a poco, a perder la cabeza.

La ejecución de toda esa parte de la propuesta es sublime, sensacional. El director regala momentos para el recuerdo, como ese en el que la tos incontenida de un personaje provoca que desde arriba caiga un granada. O ese macabro juego con granadas para taponar una de las salidas al exterior, que parece una prueba de la saga "Saw".

Las fuerzas y la moral salen minadas, y eso queda perfectamente reflejado en el paso del tiempo. Ver los relojes en diferentes momentos de la película, para avisarnos del paso del tiempo, o como los personajes parecen condenados a no encontrarse unos con los otros pese a haber entrado juntos por el mismo acceso a los canales del alcantarillado. Pero, como he dicho, es un viaje laberíntico por todo Varsovia, pero en el subsuelo.

Que cuando los personajes lleguen a ver la luz del día, los edificios estén totalmente destruidos y los cuerpos de quienes encuentran, en su mayoría, sin vida, es otro indicio de que el infierno de allí abajo, y su locura, no es muy diferente al que está padeciéndose en una Varsovia que tras 58 días de lucha, languidece en una profunda y depresiva muerte en vida. Wajda apunta y acusa, a la guerra y a los nazis, de las atrocidades cometidas. Seres humanos que dejan de serlo en el momento que pasan a vivir como ratas. Ahí, el director da con la tecla en un viaje tan nauseabundo como interesante. Película que toca visionar alguna vez en la vida para conocer un poco más de ese pequeño cacho de historia de la II Guerra Mundial.

Nota: 8,25

Lo Mejor: Toda la parte del alcantarillado
Lo Peor: Sus primeros 40 minutos, con algunos flirteos amorosos, sirve como presentación de personajes pero se hace algo larga.

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