Hace exactamente tres años, con motivo del 100 Aniversario del final de la Gran Guerra, quise dedicar 24 títulos al conflicto. Uno de los que tuve en mente fue revisionar "Capitán Conan", segundo título con el que el francés Berntrand Tavernier quiso recordar el conflicto (antes había realizado "La vida y nada más"). La idea del director francés era una trilogía que, por desgracia, no ha acabado haciendo. Volviendo al tema, al no disponer de la película la conseguí en la biblioteca. Pero, maldita la película, el disco estaba rayado y no pude visualizarlo.
Finalmente, no pude incluir la película en aquel homenaje. Pero, años después, por fin tengo en mi poder la película en DVD. Un título que había visto en su momento en Canal + pero que se me hizo cansino. Con apenas 10 u 11 años, esperaba una película de guerra y lo que me encontré era un film diferente, con dramas judiciales de por medio. Muchos años después, he podido revisionar este título ya casi clásico del cine francés y que fue rodado en una década (los noventa) donde el mundo del cine se había olvidado del cine bélico.
"Capitán Conan" nos traslada a los Balcanes durante la Primera Guerra Mundial. Tenemos la guerra de trincheras y a los franceses por protagonistas. ¿He dicho franceses? Sí, una vez los aliados soviéticos se involucraron en su propia revolución, tropas aliadas fueron al frente del Este a combatir contra los alemanes y sus aliados, donde se incluían, en este caso, los búlgaros. El protagonista principal de la película, el Teniente Conan, es un guerrero que, junto a un grupo de ex presidiarios militares, conforman uno de los grupos belicoseros más peligrosos que se recuerden. Hacen la guerra a su manera, que es radicalmente diferente a la que se realizaba en dicho conflicto.
El conflicto mundial acaba, pero no con ello logran ser desmilitarizados. Seguirán vagando entre Bulgaria y Rumanía a la espera de órdenes. Mientras, las tropas, hastiadas de tanto tiempo lejos de casa y acostumbradas a un salvajismo propio del combate, no acaban adaptándose a la nueva normalidad. Mientras tanto, los altos mandos se entretendrán con juicios por robos de mantas, deserciones y demás sandeces para mantener a la tropa alerta. El Teniente Norbert, amigo de Conan, tendrá un papel bastante protagonista en esta trama entre detectivesca y judicial por la que nos camina Bertrand Tavernier antes de su notable final.
La película arranca con casi media hora de cine bélico. Ahí conocemos a Conan y a su tropa. Que viven alejados del resto de tropas, haciendo "la suya" y la guerra a su manera. Ya nos lo muestra Tavernier en esa incursión nocturna donde van con el objetivo de asaltar la trinchera enemiga y hacer algún prisionero. Los soldados de Conan. Perdón, los guerreros de Conan, asaltarán con maestría la trinchera en un acto más cercano al cine de comandos de la II Guerra Mundial. Ellos entendían la guerra de otra manera, más práctica, pero son despiadados con el enemigo. Sedientos de sangre, Conan preguntará a ver si no han hecho prisioneros. Nadie, absolutamente nadie, lo ha tenido en cuenta, lo cuál obliga al propio Conan a volver y conseguir un par de piezas preciadas para su superior.
En esta parte inicial del film, vibrante y brillante, la película nos muestra el final del conflicto, con unas escenas bélicas realmente bellas. A pesar de que le dicen que deberá incorporarse a luchar como los demás, Conan y los suyos volverán a atacar la colina y al enemigo, a su manera. De día y de noche, asaltarán por sorpresa al enemigo, con granadas, bayonetas y todo lo que se tercie. Cortan cabelleras, porque asaltan al estilo de los Sioux. El resultado es llamativo. Pero mucho más llamativo es el contraste de dichas escenas con las del resto de tropas francesas deambulando colina arriba.
Cuando la cámara muestra las penurias del resto de tropas y sus asaltos nocturnos, una musica clásica con voz infantil enternecerá nuestro corazoncito. Vemos como los obuses caen y ellos caminan a ritmo fijo, siguiendo las órdenes de quienes les llevan al mismísimo infierno. Y vemos asaltos bajo la niebla y de noche. Una belleza de imágenes que Tavernier nos entrelazará con los mencionados asaltos de Conan y los suyos. Esa parte del film, con un montaje efectivo a más no poder, da en el clavo y merece la pena verlo.
La guerra se acaba tras ese gran triunfo francés. Y una vez ahí, los franceses "se cagarán" literalmente en la marsellesa. Es un claro mensaje de la opinión de las tropas a un país (o, mejor dicho, a unos gobernantes) que les dieron la espalda. "El armisticio no es la paz", llegará a decir el General de turno al Teniente Norbert, un idealista que creía, al igual que el resto de tropas, que podrían volver a casa. Se quedarán allí para combatir a húngaros y bolcheviques, a todo quien se revele. En muchos casos, aliados hasta el 11 de noviembre de 1918.
Ese será el mejor mensaje que nos lance Tavernier, que nos avisa de lo que veremos a continuación. Como si de "Senderos de gloria" se tratase, vemos como los altos mandos comen bien, viven mejor y se dedican a entretenerse con juicios innecesarios para castigar a las tropas y que estas sean obedientes. Pero, ¿Cómo ser obediente tras largos años de guerra y ver que no les devuelven a casa?. Robos, violaciones, pillaje, asesinatos... todo es posible en un mundo con reglas para hombres que han vivido ajenos a ellas.
El Capitán Conan y los suyos son víctimas de dicho sistema. Hombres que proceden de una vida rural. En el caso del propio protagonista, trabajaba en una mercería. Cada cual tiene su pasado, no son hombres de estudios ni de grandes ciudades. Pero en la guerra han sido guerreros. Ellos ganaron esa guerra, en la boca de Conan que le dirá a Norbert en uno de los innumerables viajes en tren que fueron "3000 valientes los que ganamos la guerra". El "acusador" Norbert le llegará a preguntar por el resto del Ejército, y Conan lapidariamente soltará un escueto "los demás solo la hicieron". En ese momento nos vuelve la imagen de las batallas iniciales, con hombres como corderos siendo llevados a una muerte segura en una forma de guerra estúpida y arcaica, mientras Conan y los suyos la entendían de otra manera mucho más efectiva.
El final de la película, con una nueva escena bélica marcará el punto final de los tres personajes con mayor peso en el film. Con un Conan desatado, volviendo a disfrutar de lo que mejor ha sabido hacer en años, acribillar al enemigo. Poco le importa estar hecho prisionero por una de sus innumerables faltas cometidas tras el término de la guerra. Durante el conflicto, es un personaje peculiar pero respetado por sus superiores por su éxito. Cuando esta termina, nadie entenderá ni a él ni a los suyos. Que la película arranque con el armisticio y el final de una guerra... y acabe con un nuevo conflicto, habla a las claras de la estupidez humana incapaz de aprender de sus errores del pasado.
Tropas con la moral por los suelos, al borde de la deserción y queriendo volver a casa hastiados de vivir lejos del hogar meses después de acabar la guerra. En esa tesitura vemos los vaivenes amorosos de Conan y como Norbert acabará ejerciendo de policía. Uno sigue haciendo la suya, y Norbert no deja de ser un idealista incapaz de desobedecer, algo que llevará a separar a los dos buenos amigos, con ideas contrarias. Conan será crítico con las leyes por las que se rige el ejército.
Hay una escena especialmente descorazonadora en esta trama. Cuando el General al mando ordena a Norbert que se maneje como defensor (más adelante acabará siendo el acusador, aunque lo hará para intentar minimizar el castigo), reconocerá que todo el mundo en algún momento ha violado la ley bien sea alargando un permiso, excusándose en algún momento o bien robando. El mandamás dirá que es necesario que paguen "unos pocos" para mantener el orden. Lo que condenará Conan es que todos, incluyendo generales, violen las normas... pero únicamente se condene a soldados rasos.
Volvemos al camino de "Senderos de gloria", al sinsabor y a la injusticia. Ver condenar a un pobre muchacho por cobardía en manos de un Teniente que detesta esa actitud entre sus iguales de status social (el muchacho era de una familia de la alta sociedad) es otra de esas cosas que a quien observa la película le da rabia, como nos dio rabia e impotencia contemplar las condenas y el fusilamiento sumario a aquellos pobres tres infelices en el clásico de Kubrick.
Pero "Capitán Conan" va más allá. En su principio y final condena la guerra y, con ella, a todas las guerras. Y, por el camino central, condena a quienes obedecen estúpidas normas y a quienes dieron la espalda a aquellos que combatieron por su país. No fueron solo 3.000 quienes ganaron la guerra. "Hay algunos más" llegará a decir Conan a Norbert en el epílogo. "Sólo hay que buscarlos". Conan, cabizbajo, no parece haber vuelto del combate. Su vida lejos de las trincheras, donde fue un gran guerrero, no es nada emocionante. No tiene con quién hablar de aquello. Esa camaradería, esa valentía... todo se ha perdido con la paz definitiva. No es un mundo para aquellos que parecen ansiar el combate, para quienes se han convertido en máquinas de matar.
Reconozco que la parte central de "Capitán Conan" puede llegar a hacerse algo pesada. El drama se apodera de la pantalla y los vaivenes en tren y los continuos viajes, así como los cambios en el status de Norbert en poco más de una hora nos harán perder en algún momento el hilo argumental. No se nos habla en fechas, no sabemos cuanto tiempo pasa, pero por los comentarios de los implicados, sabemos que ha llovido entre unas escenas y otras. Esa parte algo caótica es la que baja algo el nivel de un drama antibelicista que arranca y culmina brillantemente.
Porque los primeros 25 minutos, con el asalto nocturno, la presentación de los dos principales personajes, como viven y la manera de luchar de Conan y los suyos en comparativa con el resto de tropas hacen que el espectador disfrute del entramado bélico. Como se disfruta con ese abrupto final con una batalla donde Conan y el resto de prisioneros se lanzan al ataque para defender a los suyos, como buenos guerreros. Sin duda, un inicio y un final tan demoledores como descorazonadores. Las imágenes del combate son bellas y despiadadas, necesarias.
Por el camino, la película nos muestra una amistad pasando por sus diferentes puntos. Y, mientras esa amistad se tambalea, vemos los atropellos que acometen unos y otros. Tanto los incomprendidos soldados hastiados de la situación, como los vividores altos mandos dispuestos a mantener su jerarquía. El drama judicial, la policía y las acusaciones se hacen protagonistas principales mientras Conan intenta vivir su vida lo mejor que sabe o puede dentro de la nueva situación. Tavernier apunta a dar, sin duda. Ya lo hizo en "La vida y nada más" condenando a quienes sesgaron las vidas y sepultaron los cuerpos de numerosos franceses, y aquí lo vuelve a hacer con gran sobriedad y algunos momentos de extrema lucidez.
La película le valdría a Tavernier el César al Mejor Director, y al actor Philippe Torreton (Conan) el premio equivalente al Mejor Actor. También se llevaría el film el Premio Fipresci de la Crítica en el Festival de San Sebastián de 1996. Estamos ante una notable película bélica que, si bien no colocaría en el Top 10 del conflicto, sí entraría fácilmente en el 20. Un film que parecía olvidado y que merece la pena recordar dentro de ese homenaje que el cine francés acostumbra a hacer a la Gran Guerra. Posiblemente sean la mejor filmografía, o la más nutrida, en lo que al conflicto se refiere.
Nota: 7
Lo Mejor: Las escenas de combate, bellas y únicas en su especie. Y el mensaje de Tavernier de que "el armisitio no significa la paz".
Lo Peor: El drama judicial se hace, en ocasiones, más fangoso que el barro de las trincheras.
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