El viejo fusil (Robert Enrico, 1975)

Hoy en la sesión dedicada al cine europeo toca un título que descubrí en la plataforma Prime Video. Se trata de la francesa "El viejo fusil", dirigida por Robert Enrico en 1975 y que contó con Philippe Noiret y Romy Schneider encabezando el reparto. La película nos narra un acto de venganza por parte de un médico francés que, en los días previos a la liberación, contemplará horrorizado como un pelotón alemán ha matado a su mujer e hija.

La temática es atractiva y promete, a pesar de que cuesta llegar al momento cumbre que nos narra el argumento. Un inicio pausado, con una melodía preciosa (ganadora del César en su categoría) pero que se nos atragantará por cansina hacen que el espectador pueda ponerse nervioso esperando el momento en que la película detone. No obstante, el drama familiar en época de guerra, con las escenas en el hospital ponen en situación la trama.

El mayor error de la película no está en esas escenas en el hogar al comienzo del film si no en el exceso de flashbacks una vez la película se pone en harina. Que cada dos por tres, en plena escena de venganza, la película vuelva a mostrarnos esa melodía y el pasado de los personajes acaba por obligarnos a bostezar y a abandonar la propuesta, una lástima.

Pero no todo es malo en la película, ni mucho menos. Y toca hablar de sus pros, de esas cosas que hacen que la película pueda llegar a merecer la pena. La primera de todas es el momento cumbre en el que el personaje principal interpretado por Philippe Noiret va al pueblo en busca de su familia y descubre el horror. Primero, entrando en la iglesia donde verá acribillados a balazos a toda la población. Su mujer e hija, sin embargo, no están ahí.

Subiendo la ladera, buscando el que era su hogar, acabará dando con el cuerpo sin vida de su pequeña, y con el cuerpo carbonizado de su mujer. Sí, han oído bien, el pelotón alemán tiene un par de lanzallamas y a la mujer la han quemado viva. Lejos de dejarnos con esa imagen del horror a través de los ojos de su marido, Roberto Enrico nos mete el único flashback que de verdad quita el hipo y me convence. Nos muestra como murieron ambas, incluyendo la violación (o intento de ello) a la mujer (Romy Schneider) para, una vez fuera de la casa, matar a la niña cuando huía y, a quemarropa, totalmente indefensa, quemar a la mujer. Lo dicho, pelos de punta.

Esa imagen será la detonante que la película pedía para que nuestro querido médico se llegue a convertir en poco menos que un John Rambo. Eso sí, en total estado de Shock, el protagonista deambulará sin llegar a saber qué hace, acabando por ir a buscar un viejo fusil que tenía escondido en la iglesia del pueblo. A partir de ahí, os podéis imaginar. Como si de "Perros de paja" de Sam Peckinpah se tratase, Enrico nos traslada a una espiral de violencia que bebe ligeramente del Western, con ese justiciero solo ante el peligro, ante una banda de malhechores, pero se convierte en un descarnado drama rural cercano, como digo, a la propuesta de Peckinpah.

Es ahí donde se nos regala la parte bélica y mejor llevada de la película. Si bien los eternos flashbacks nos sacarán en más de una ocasión de la trama trasladándonos al pasado de los personajes. Un pasado que, a todas luces, no acaba siéndonos útil para conocer ni más profundamente al personaje ni a quienes le rodean y lo único que hace es bajar la calidad de un producto que, de haber ido al grano, hubiera quedado inmaculado.

Porque la crudeza con la que el director nos va mostrando la cacería y carnicería antinazi, es digna de mención. Desde como, con inteligencia, decide aislarlos destruyendo el único puente por donde se puede acceder a la localidad, hasta esa primera víctima disparando desde un pozo a quien intenta sacar agua. Cada muerte, para darle mejor empaque a la película, es diferente a la anterior, viendo como destroza a golpes contra un fregadero a uno de los alemanes que, por otra parte, pasan a engrosar la lista de peores soldados nazis en la gran pantalla.

En cierto modo, para los alemanes, la película puede recordar a "Alien: El octavo pasajero" en tanto que vemos como una bestia (Noiret desencadenado) está suelta y está matándoles uno a uno, sin que ellos puedan hacer nada. Mueren de formas cada cuál más horripilante, y Enrico se deja para el final la mejor de todas, una de esas escenas de las que bebería el mismísimo Tarantino. Quien haya leído hasta aquí y no le importe un nuevo spoiler, que continúe. En caso contrario, os recomiendo ver la película (o al menos sus últimos 40 minutos).

(Spoiler)
Sin balas, habiendo ahogado a los dos últimos alemanes vivos exceptuando el oficial, nuestro querido John Rambo francés saldrá del ¿alcantirallo? por donde se esconde para descubrir un lanzallamas. El resto, lo podéis imaginar. Que el oficial alemán, sabiéndose rodeado (en realidad cree que son rodeados por muchos partisanos, y no por uno solo) decida volarse la tapa de los seos y en ese mismo momento, el espejo en el que se mira comienza a derretirse, es una de las escenas más top y salvajes del cine francés. La que prepara el bueno de Noiret es de campeonato.

El resultado final de "El viejo fusil" es un tanto irregular. Tras un primer tramo correcto, sin florituras y donde va calentando el ambiente, la película tiene una escena detonante muy bien construida con el horror rural, pero decae en ritmo estrepitosamente antes de unos últimos 37 minutos con muchas luces, pero con más de una sombra. Esos flashbacks que rompen el ritmo cuando el espectador pide disfrutar del salvajismo puro y duro. Una película que nos puede generar suspense y horror pero que, ante todo, es un drama rural en toda regla, con un justiciero al más puro estilo Far West buscando únicamente venganza. Venganza, lanzallamas y nazis. Sin duda, suena muy bien. Por desgracia, suena mejor de lo que la película acaba siendo.

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