Casablanca (Michael Curtiz 1942) Por Ander Restoy (Revanchamag)

Cuando Imanol me comentó si me apetecería hacer algo sobre Casablanca para Todo Sobre Mi Cine Bélico no pude evitar sonreír y decir que sí inmediatamente. Poder colaborar aquí es todo un honor que espero poder cumplir con el nivelazo de este blog. Además hacerlo sobre la película de Michael Curtiz, Humphrey Bogart e Ingrid Bergman es una gozada porque seamos claros y pongamos las cartas sobre la mesa: es maravillosa. Una obra maestra, una joya del cine, clásico o no, de esas que deberíamos ver cada poco tiempo por todo lo que nos aporta. Sin embargo tras la emoción inicial me surgió una pregunta clara y unas cuantas dudas posteriores: ¿Casablanca en Todo Sobre Mi Cine Bélico? ¿Cómo? ¿Qué puedo hacer?

Obviamente no hablamos de una película bélica como tal. Ni por asomo. Pero sí me gustaría que se ganase un huequito por méritos propios en el excelente archivo del blog, y no sea solo ‘una película situada en la Segunda Guerra Mundial que va de un romance que sí pero no’. A todo esto, ¿hemos visto Casablanca verdad? Por si caen spoilers, estad preparados. Como situaré Casablanca en un contexto bélico te lo muestro pronto, antes hablemos un poco de la película en general porque bien lo merece. 

Dirigida por Michael Curtiz y estrenada en 1942, sus tres Oscars fueron un premio merecido aunque su principal logro ha sido el de ser una de las grandes joyas del cine. Una excelente obra del Hollywood clásico, que ganó su ascendencia como una de las mejores películas de la historia con el paso de los años. No fue algo inmediato. Quizá porque Casablanca requiere de varios visionados para saborear todo lo que te ofrece. No es película de ver y olvidar. Hay detalles, guiños, frases y escenas que merecen una visualización repetida. Aprendemos de ella cada vez que la vemos. No es de usar y tirar, en definitiva.

Con unos magníficos Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, la película va bailando sobre unos ingeniosos diálogos y un ritmo apasionante que no nos da descanso. Siempre ocurre algo, siempre surge una frase que nos saca una sonrisa o nos pone en alerta. Vamos descubriendo ese juego entre buenos, malos, y no tan buenos o no tan malos que nos va proponiendo la película. Casablanca nos habla de luchar y resignarse, de la tristeza y el amor descontrolado, de la huida, de la vida en definitiva. Tan clara como bipolar, logrando una particular idiosincrasia: la de ser blanco y negro a la vez, la de mostrarnos los grises hablando de los dos colores antagónicos.

¿Qué hay de mi cine bélico?

Vale, vale, ya voy. No estamos aquí para hablar solo de Casablanca. Queremos belicismo, queremos guerra. ¿Cómo es eso posible en la película? Muy sencillo, veremos si estás de acuerdo o no. Casablanca nos sitúa fuera de cualquier frente militar, activo o no, para hablar de una guerra que aunque lejos, está muy presente en el día a día de los protagonistas. El Rick Café no es más que un lugar de encuentro y desenfreno (a su manera) para todos los que pelean, de una forma u otra, por conseguir sus propios objetivos en la guerra.

Bien puede ser la huida y la búsqueda de la libertad, la lucha contra las dictaduras del eje desde la clandestinidad, o el simple logro de un éxito profesional aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid. Se juntan caracteres muy diferentes en una ciudad, Casablanca, epicentro de la vida subterfugia. Vemos una Segunda Guerra Mundial diferente, a lo lejos, pero tan presente en la vida de todos los protagonistas del film que dirige cada uno de los pasos que dan. Sí, con Lazslo nos queda aún más claro si cabe, pero también lo vemos en ese Rick que acaba ahí por vete tú a saber qué (pronto lo sabremos y sí, tiene relación con la guerra).

Vemos presento la represión que el régimen nazi alemán infringía en su país, llevada a cabo a miles de kilómetros de su centro de influencia más cercano. Hay un juego extraño entre ambos contendientes, con los alemanes más presentes (y esa Francia de Vichy), en ocasiones sutil, en ocasiones visceral en pantalla, pero siempre presente. Sobre el ambiente del largometraje pesa la condición de Casablanca de ciudad portuaria, que no nos deja un momento de respiro. En cualquier momento puede pasar algo en esa ciudad sin ley, como cualquiera que se convirtiera en un lugar de paso en la época. ¿Quieres huir? Ven, aquí puedes hacerlo. ¿Quieres evitar que fulano huya? Tienes que estar aquí. Y mientras tanto viviremos una calma tensa, sabiendo los planes del otro e intentando evitarlos mientras nos sonreímos a la cara.

La actitud esquiva de Rick ante la vida y el conflicto es la misma actitud de Estados Unidos como país antes de Pearl Harbor. La compleja dicotomía en que vivía la Francia de Vichy aparece mostrada, con un cargo que debe hacer una cosa pero quiere hacer otra. Laszlo es esa población desesperada por huir y por luchar contra el enemigo que le oprime y mata. La Alemania nazi aparece mostrada como tal, alemanes siendo nazis. Refugiados judíos en Casablanca. Pedacitos de realidad plasmados sobre el film.

De fondo, a lo lejos, la Segunda Guerra Mundial. No puedo obviar el carácter propagandístico de Casablanca, estrenada en plena Segunda Guerra Mundial y con Estados Unidos ya metido de lleno en la contienda. Los malos son claramente malos malísimos y llevan uniforme alemán. Correcto. El final es el que es, no lo destriparé, pero ayuda a darle ese toque publicitario que las películas de la época requerían. Hollywood dedicaba muchos esfuerzos al trabajo de propaganda y Casablanca resultó un altavoz excelente para ello.

¿He conseguido mostrarte el lado bélico de Casablanca? Lo haya logrado o no, seguro estás de acuerdo conmigo en que es una magnífica película, con numerosas lecturas más allá del romance vivido por Rick y Ilsa. Una película histórica, no solo por su tratamiento de un aspecto quizá secundario de la Segunda Guerra Mundial, sino por méritos propios. Una joya, obra maestra del cine.

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