Toca cerrar la Sección de #AventurasSubmarinas. Durante un par de meses he dedicado una entrada semanal a un título con amplia presencia submarina. Este "hasta luego" no significa que nos os vaya a hablar en un futuro de otros títulos marítimos, simplemente que no será una sección como tal. Para cerrar este ciclo, como colofón final, toca hablar de la que posiblemente sea la mejor película sobre el subgénero: "Das Boot" (El submarino).
El Proyecto
Dirigida por el alemán Wolfgang Petersen y estrenada en 1981, la película tardó dos años en gestarse, con un rodaje que tuvo a todo el equipo trabajando a lo largo de doce meses. Doce angustiosos y claustrofóbicos meses, que supusieron que unos cuantos de los actores que trabajaron en el proyecto sufrieran problemas psicológicos. Uno de los rodajes más duros que se recuerdan por el incesante calor en un plató de tamaño reducido.
Para dotar de gran realismo a la propuesta, se construyó el interior de un submarino a escala real en los Estudios Baviera en Berlín. No escatimaron en esfuerzos para llevar a las salas de cine el Best Seller de Lothar-Günther Buccheim, y el presupuesto acabaría alcanzando los 30 millones de Marcos de la época. Porque además del mencionado set de rodaje, se construyeron tres submarinos de diferentes medidas. El más grande de ellos era capaz de sumergirse en alta mar y ser teledirigido. Como anécdota de este último, destacar que Steven Spielberg lo alquiló para emplearlo en "En busca del arca perdida".
Jost Vacano, Operador Jefe, tuvo que idear diferentes artilugios para poder rodar en espacios reducidos. Se trabajó con rodilleras y casco, y se empleó la cámara en mano para poder transportarse con agilidad a la velocidad que lo hacían los propios actores por todo el submarino. Las impresionantes imágenes a bordo del submarino merecerían la pena. Y fueron clave a la hora de que el público y la crítica aplaudiera enormemente el titánico esfuerzo de Petersen por llevar a cabo la película.
Estrenada en Estados Unidos en 1982, y a pesar de ser un film de habla no inglesa, llegó a ser reconocida en los Premios de la Academia con hasta seis nominaciones, record de una película alemana: Mejor Dirección, Guión, Montaje, Fotografía, Sonido y Efectos Sonoros. A destacar la doble nominación de Petersen, cuyo reconocimiento como Director dejó entrever que la película se quedó a las puertas de entrar en la categoría Reina.
La duración del film original se quedaba cerca de las dos horas y media de duración. Y posteriormente se empleó numeroso material para llevar a televisión una miniserie que consistía, básicamente, en alargar la película y dividirla en capítulos. Pero todo ese material serviría para que Petersen llevara a cabo a lo largo de 1996 el Director's Cut. El resultado, aquí presente, son casi tres horas y media (una más que la versión original) donde el director pone su sello. La mayoría del metraje añadido consiste en alargar los tramos de claustrofobia y miedo bajo las bombas, así como escenas como la del médico buscando hongos entre la tripulación y varias conversaciones entre los principales personajes para ahondar un poco más en el aspecto psicológico de los mismos.
Realismo
Lejos de la gloria y la épica de otras películas submarinas, donde el miedo y la claustrofobia apenas hacen ligera presencia en momentos dados, "Das Boot" nos atosiga desde el principio. Desde un nauseabundo inicio con borrachos meando, persiguiendo a la cantante de turno y desfasando de alcohol en una fiesta que, a la postre, sería la última fiesta de la gran mayoría de ellos. Ese comienzo es el momento previo a la tormenta, a esa misión que nos abarcará el film.
Una patrulla cualquiera, a bordo de un U-Boat cualquiera. Hasta ahí, todo lo normal. Pero vemos por primera vez en un submarino dónde se guarda la comida, con embutido de todo tipo colgando del submarino, ocupando espacio. Vemos como la tripulación vive en habitáculos pequeños para tanta gente. Y vamos poco a poco conociendo otros aspectos un tanto desconocidos del glamouroso mundo del cine, como el hecho de que en cada inmersión, la mayoría de tripulación "sin funciones" tuviera que correr hasta la proa de la nave para que esta pueda descender a mayor velocidad.
También toca destacar un momento en el que el Teniente corresponsal protagonista comienza a hacer fotos a la tripulación y el capitán (Jürgen Prochnow) le dice que espere a la vuelta para hacer las fotos, porque para entonces les habrá crecido la barba. En efecto, esos afeitados pipiolos que inician el viaje acabarán siendo todos ellos unos piojosos barbudos al más puro estilo los "Dirty Dozen" cuando se niegan a afeitarse.
Llama la atención como en una escena en concreto, en la parada técnica en Vigo para recibir órdenes, cuando son recibidos en un buque alemán, el oficial al mando se piensa que el capitán del submarino es el Teniente miembro del Partido, afín al régimen hitleriano, que es el único que se ha aseado, afeitado y puesto el uniforme. El resto, con aspecto desaliñado, barbas y el primer jersey sin lavar que llevaban puesto, son confundidos con simples marineros a bordo.
Respecto al mencionado teniente. Al igual que sucedía en "Duelo en el Atlántico", a bordo del submarino debía ir un miembro afín al régimen para informar de la situación. Obviamente este no se ponía muy serio con el tema al descubrir que el ambiente a bordo del submarino era de hastío con la guerra y con sus labores. Mención especial al capitán, que llega a criticar duramente y a burlarse de Göering bajo el mote de "Héroes de boquilla" al escuchar sus mensajes en radio.
Duro viaje al infierno
Un viaje cualquiera, que se saldará con apenas un buque enemigo hundido. No hay gloria alguna en la única muesca del submarino en todo su viaje. Su único momento de gloria radica en volver a casa sobreviviendo, al son de "Tipperary" tema que hicieron famoso los británicos durante la Gran Guerra y que la tripulación del sumergible entona tanto al momento del inicio de su aventura, como en su retorno a casa tras pasarlas canutas para sobrevivir.
Son, posiblemente, los únicos momentos épicos de un film que tiene sus instantes de Banda Sonora de aventuras cuando el submarino recibe órdenes de ir a por un convoy y se lanzan, cual lobo solitario, en busca de las presas. Pero esa glorificación choca con el instante en el que la tormenta les obliga a resguardarse en el agua (porque la acústica les hace "ver" mejor que en la superficie). Pasan los días sin ver luz del sol, sin apenas respirar aire puro, y el submarino se encuentra con otro hermano de armas, sin haberse topado con el enemigo.
Cuando por fin consiguen hacerlo, su intento se reduce a un buque hundido y a la obligación de volver bajo el mar para aguantar las cargas de profundidad de un furioso enemigo británico. Los tortazos suenan tan rotundos que el submarino acabará casi en el fondo del mar, con sus componentes rezando y con Johan (jefe de máquinas) presa de un ataque de pánico. El Teniente corresponsal se va a dormir pensando que no despertará, pero al despertar, tras más de seis horas bajo el mar, el peligro se ha esfumado.
Uno de los momentos duros de la película es, precisamente, cuando el submarino emerge, y se topa con el buque al que han dado caza todavía en llamas. Seis horas después, el barco no se hunde y deciden lanzarle un torpedo. Para la sorpresa del capitán y sus oficiales, todavía había tripulación en el mercante. Desde el mar, los supervivientes piden a gritos auxilio, pero el submarino retrocede lentamente y se marcha de ahí a pesar de que el rostro del capitán denota cierto cansancio con la guerra. La única muesca de la misión, la única victoria... amarga por tan triste final y tras haber estado agazapados sufriendo por sobrevivir.
Peor lo pasarán en su fatídica misión final. La suicida idea de pasar el Estrecho de Gibraltar se salda con un fracaso anunciado a pesar del intento del capitán de pasar "de cuclillas" y sin hacer ruido. El submarino acabará a 280 metros bajo el mar, tocando fondo, y con diferentes fugas de agua que parecen condenarles. 15 horas bajo el mar, un trabajo forzoso de toda la tripulación achicando agua, taponando fugas e intentando arreglar el submarino para volver a la vida. Y ahí, una vez resucitado, vuelven a la superficie y, sorprendentemente, ningún buque británico les aguarda, pudiendo darse a la fuga.
El éxito de la misión es, en definitiva, sobrevivir a ese infierno. Conseguir salir con vida de un final fatídico. Han sobrevivido a tres buques enemigos, han hundido apenas un carguero... y volviendo sin gloria alguna, pero aplaudidos, al puerto de La Rochelle del que habían partido meses atrás, acabarán bajo la tumba la gran mayoría de ellos. Lo que los destructores no habían conseguido, lo lograrán un puñado de aviones bombardeando el puerto.
El capitán, uno de los grandes personajes del cine bélico, ve como su submarino se hunde delante de sus ojos, sin él poder hacer nada, pereciendo instantes después ante la desoladora mirada de ese Teniente corresponsal que, en cierto modo, nos representa a nosotros como espectadores de las peripecias de la tripulación.
Crítica
Claustrofóbica y terrorífica. Nos mete de lleno en la vida del submarino, y nos da en los morros, nos golpea, recordándonos que una misión cualquiera a bordo de uno de esos buques se aleja en exceso de lo que el mundo del cine nos había descubierto. Meses bajo el mar sin ver nada más que agua. Desde el periscopio, bajo la tormenta, tragamos el agua antes de poder ver nítidamente objetivo alguno. Y mención aparte merece esa banda sonora que aúna lo mejor del sonido ochentero, con un intento de dotar de épica y aventuras marítimas al film.
Petersen nos sumerge de lleno bajo el agua, nos inunda al igual que a sus actores y psicológicametne nos deja tocados. El montaje nos mantiene en tensión constantemente, sobretodo a partir de la primera hora, cuando el submarino entra en contacto con su primer enemigo y el nivel de peligro va in crescendo. El tortazo mayor, culpa no solo de Petersen, si no también de la novela de Lothar Günther Buccheim, nos llega al final. Esa crueldad, impropia de una película made in Hollywood pero que liga perfectamente con el cine alemán.
Porque sí, al igual que sucedía en "El puente" de Bernhard Wicki, o en la mayoría del cine alemán de los años 50, el desenlace, como el de la Alemania nazi, debía recordarnos el innecesario sacrificio humano que supuso esa guerra para Alemania. Hemos sufrido con ellos y llegamos a sentir alivio y regocijo cuando salen del agua y el capitán, cual Ahab buscando a Moby Dick, disfruta de su submarino a toda máquina por la superficie marítima. Ese alivio y regocijo se van por los suelos con el caos final, con ese abrubto desenlace de apenas minuto y medio.
El acierto del film es dotar de realismo a cada parte. No estamos ante una película sobre submarinos al uso, donde tenemos que verle sobrevivir a las cargas de profundidad para posteriormente hundir el destructor de turno. Si nos fijamos, en la mayoría del cine sobre submarinos, estos aguantan las cargas de profundidad, resisten, para acabar destruyendo al buque de turno. Aquí toca rezar a la virgen, esconderse, y esperar a que todo pase y las aguas vuelvan a su cauce, y el mar se calme.
Amparándose en un sensacional Jürgen Prochnow cuyo rol de capitán parece hecho para él, Petersen consigue que el espectador sufra y empatice con él y los principales personajes. Que disfrutemos con el "Tipperary" auténtico momento de gloria de la película y traguemos agua, nos ahoguemos tas sumergirnos con él. Tras 210 minutos, podemos encender la luz, abrir la ventana, y coger oxígeno, que falta nos hace tras esa lección de realismo cinematográfico made in Germany.
Nota: 8,25
Lo Mejor: La claustrofobia en cada uno de los instantes en los que padecen las cargas de profundidad. Lo Peor: Inevitablemente, 210 minutos no se pueden devorar del tirón en cualquier momento.
El Proyecto
Dirigida por el alemán Wolfgang Petersen y estrenada en 1981, la película tardó dos años en gestarse, con un rodaje que tuvo a todo el equipo trabajando a lo largo de doce meses. Doce angustiosos y claustrofóbicos meses, que supusieron que unos cuantos de los actores que trabajaron en el proyecto sufrieran problemas psicológicos. Uno de los rodajes más duros que se recuerdan por el incesante calor en un plató de tamaño reducido.
Para dotar de gran realismo a la propuesta, se construyó el interior de un submarino a escala real en los Estudios Baviera en Berlín. No escatimaron en esfuerzos para llevar a las salas de cine el Best Seller de Lothar-Günther Buccheim, y el presupuesto acabaría alcanzando los 30 millones de Marcos de la época. Porque además del mencionado set de rodaje, se construyeron tres submarinos de diferentes medidas. El más grande de ellos era capaz de sumergirse en alta mar y ser teledirigido. Como anécdota de este último, destacar que Steven Spielberg lo alquiló para emplearlo en "En busca del arca perdida".
Jost Vacano, Operador Jefe, tuvo que idear diferentes artilugios para poder rodar en espacios reducidos. Se trabajó con rodilleras y casco, y se empleó la cámara en mano para poder transportarse con agilidad a la velocidad que lo hacían los propios actores por todo el submarino. Las impresionantes imágenes a bordo del submarino merecerían la pena. Y fueron clave a la hora de que el público y la crítica aplaudiera enormemente el titánico esfuerzo de Petersen por llevar a cabo la película.
Estrenada en Estados Unidos en 1982, y a pesar de ser un film de habla no inglesa, llegó a ser reconocida en los Premios de la Academia con hasta seis nominaciones, record de una película alemana: Mejor Dirección, Guión, Montaje, Fotografía, Sonido y Efectos Sonoros. A destacar la doble nominación de Petersen, cuyo reconocimiento como Director dejó entrever que la película se quedó a las puertas de entrar en la categoría Reina.
La duración del film original se quedaba cerca de las dos horas y media de duración. Y posteriormente se empleó numeroso material para llevar a televisión una miniserie que consistía, básicamente, en alargar la película y dividirla en capítulos. Pero todo ese material serviría para que Petersen llevara a cabo a lo largo de 1996 el Director's Cut. El resultado, aquí presente, son casi tres horas y media (una más que la versión original) donde el director pone su sello. La mayoría del metraje añadido consiste en alargar los tramos de claustrofobia y miedo bajo las bombas, así como escenas como la del médico buscando hongos entre la tripulación y varias conversaciones entre los principales personajes para ahondar un poco más en el aspecto psicológico de los mismos.
Realismo
Lejos de la gloria y la épica de otras películas submarinas, donde el miedo y la claustrofobia apenas hacen ligera presencia en momentos dados, "Das Boot" nos atosiga desde el principio. Desde un nauseabundo inicio con borrachos meando, persiguiendo a la cantante de turno y desfasando de alcohol en una fiesta que, a la postre, sería la última fiesta de la gran mayoría de ellos. Ese comienzo es el momento previo a la tormenta, a esa misión que nos abarcará el film.
Una patrulla cualquiera, a bordo de un U-Boat cualquiera. Hasta ahí, todo lo normal. Pero vemos por primera vez en un submarino dónde se guarda la comida, con embutido de todo tipo colgando del submarino, ocupando espacio. Vemos como la tripulación vive en habitáculos pequeños para tanta gente. Y vamos poco a poco conociendo otros aspectos un tanto desconocidos del glamouroso mundo del cine, como el hecho de que en cada inmersión, la mayoría de tripulación "sin funciones" tuviera que correr hasta la proa de la nave para que esta pueda descender a mayor velocidad.
Llama la atención como en una escena en concreto, en la parada técnica en Vigo para recibir órdenes, cuando son recibidos en un buque alemán, el oficial al mando se piensa que el capitán del submarino es el Teniente miembro del Partido, afín al régimen hitleriano, que es el único que se ha aseado, afeitado y puesto el uniforme. El resto, con aspecto desaliñado, barbas y el primer jersey sin lavar que llevaban puesto, son confundidos con simples marineros a bordo.
Respecto al mencionado teniente. Al igual que sucedía en "Duelo en el Atlántico", a bordo del submarino debía ir un miembro afín al régimen para informar de la situación. Obviamente este no se ponía muy serio con el tema al descubrir que el ambiente a bordo del submarino era de hastío con la guerra y con sus labores. Mención especial al capitán, que llega a criticar duramente y a burlarse de Göering bajo el mote de "Héroes de boquilla" al escuchar sus mensajes en radio.
Un viaje cualquiera, que se saldará con apenas un buque enemigo hundido. No hay gloria alguna en la única muesca del submarino en todo su viaje. Su único momento de gloria radica en volver a casa sobreviviendo, al son de "Tipperary" tema que hicieron famoso los británicos durante la Gran Guerra y que la tripulación del sumergible entona tanto al momento del inicio de su aventura, como en su retorno a casa tras pasarlas canutas para sobrevivir.
Son, posiblemente, los únicos momentos épicos de un film que tiene sus instantes de Banda Sonora de aventuras cuando el submarino recibe órdenes de ir a por un convoy y se lanzan, cual lobo solitario, en busca de las presas. Pero esa glorificación choca con el instante en el que la tormenta les obliga a resguardarse en el agua (porque la acústica les hace "ver" mejor que en la superficie). Pasan los días sin ver luz del sol, sin apenas respirar aire puro, y el submarino se encuentra con otro hermano de armas, sin haberse topado con el enemigo.
Cuando por fin consiguen hacerlo, su intento se reduce a un buque hundido y a la obligación de volver bajo el mar para aguantar las cargas de profundidad de un furioso enemigo británico. Los tortazos suenan tan rotundos que el submarino acabará casi en el fondo del mar, con sus componentes rezando y con Johan (jefe de máquinas) presa de un ataque de pánico. El Teniente corresponsal se va a dormir pensando que no despertará, pero al despertar, tras más de seis horas bajo el mar, el peligro se ha esfumado.
Uno de los momentos duros de la película es, precisamente, cuando el submarino emerge, y se topa con el buque al que han dado caza todavía en llamas. Seis horas después, el barco no se hunde y deciden lanzarle un torpedo. Para la sorpresa del capitán y sus oficiales, todavía había tripulación en el mercante. Desde el mar, los supervivientes piden a gritos auxilio, pero el submarino retrocede lentamente y se marcha de ahí a pesar de que el rostro del capitán denota cierto cansancio con la guerra. La única muesca de la misión, la única victoria... amarga por tan triste final y tras haber estado agazapados sufriendo por sobrevivir.
Peor lo pasarán en su fatídica misión final. La suicida idea de pasar el Estrecho de Gibraltar se salda con un fracaso anunciado a pesar del intento del capitán de pasar "de cuclillas" y sin hacer ruido. El submarino acabará a 280 metros bajo el mar, tocando fondo, y con diferentes fugas de agua que parecen condenarles. 15 horas bajo el mar, un trabajo forzoso de toda la tripulación achicando agua, taponando fugas e intentando arreglar el submarino para volver a la vida. Y ahí, una vez resucitado, vuelven a la superficie y, sorprendentemente, ningún buque británico les aguarda, pudiendo darse a la fuga.
El capitán, uno de los grandes personajes del cine bélico, ve como su submarino se hunde delante de sus ojos, sin él poder hacer nada, pereciendo instantes después ante la desoladora mirada de ese Teniente corresponsal que, en cierto modo, nos representa a nosotros como espectadores de las peripecias de la tripulación.
Crítica
Claustrofóbica y terrorífica. Nos mete de lleno en la vida del submarino, y nos da en los morros, nos golpea, recordándonos que una misión cualquiera a bordo de uno de esos buques se aleja en exceso de lo que el mundo del cine nos había descubierto. Meses bajo el mar sin ver nada más que agua. Desde el periscopio, bajo la tormenta, tragamos el agua antes de poder ver nítidamente objetivo alguno. Y mención aparte merece esa banda sonora que aúna lo mejor del sonido ochentero, con un intento de dotar de épica y aventuras marítimas al film.
Petersen nos sumerge de lleno bajo el agua, nos inunda al igual que a sus actores y psicológicametne nos deja tocados. El montaje nos mantiene en tensión constantemente, sobretodo a partir de la primera hora, cuando el submarino entra en contacto con su primer enemigo y el nivel de peligro va in crescendo. El tortazo mayor, culpa no solo de Petersen, si no también de la novela de Lothar Günther Buccheim, nos llega al final. Esa crueldad, impropia de una película made in Hollywood pero que liga perfectamente con el cine alemán.
El acierto del film es dotar de realismo a cada parte. No estamos ante una película sobre submarinos al uso, donde tenemos que verle sobrevivir a las cargas de profundidad para posteriormente hundir el destructor de turno. Si nos fijamos, en la mayoría del cine sobre submarinos, estos aguantan las cargas de profundidad, resisten, para acabar destruyendo al buque de turno. Aquí toca rezar a la virgen, esconderse, y esperar a que todo pase y las aguas vuelvan a su cauce, y el mar se calme.
Amparándose en un sensacional Jürgen Prochnow cuyo rol de capitán parece hecho para él, Petersen consigue que el espectador sufra y empatice con él y los principales personajes. Que disfrutemos con el "Tipperary" auténtico momento de gloria de la película y traguemos agua, nos ahoguemos tas sumergirnos con él. Tras 210 minutos, podemos encender la luz, abrir la ventana, y coger oxígeno, que falta nos hace tras esa lección de realismo cinematográfico made in Germany.
Nota: 8,25
Lo Mejor: La claustrofobia en cada uno de los instantes en los que padecen las cargas de profundidad. Lo Peor: Inevitablemente, 210 minutos no se pueden devorar del tirón en cualquier momento.
Una de mis favoritas sin duda y hace más de 35 años que la vi por primera vez. El mensaje de la película es para Analizar.
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