"Sangre, sudor y lágrimas" (Noel Coward y David Lean, 1942)

"Aquí acaba la historia de un barco, pero siempre habrá otros barcos". De esta manera, la voz de un narrador cierra ese éxito británico rodado durante la II Guerra Mundial que es "Sangre, sudor y lágrimas", película de la que os hablé la semana pasada con motivo del homenaje que le dedico este mes a David Lean, uno de los directores más exitosos de la historia del cine bélico. Por ello, tocaba revisionar este título de su filmografía y realizar el análisis/crítica del mismo.

La frase define perfectamente de qué trata la película, de un barco, y de su tripulación. Pero, sobretodo, repito, de un barco. Noel Coward es el principal protagonista y el jefe al mando, pero aquí se trata de repartir el peso de la película en diferentes actores, sobretodo en la historia de tres de ellos, con diferentes graduaciones y sus diferentes historias en la vida civil. De este modo, Coward y Lean regalaban al público británico una película que hablara de la Marina, sí, pero al mismo tiempo del sacrificio de todo el mundo en las islas británicas.


Había una vez un barquito...
En el inicio de la película se nos muestra la botadura de un barco. Con imágenes de unos astilleros, vemos diferentes pasos en la creación del buque de guerra para, posteriormente, ser enviado al mar. De ahí salta la película a mayo de 1941, en Creta, donde el Torrin (nombre del buque) combate a los alemanes. Tras una éxitosa incursión nocturna, a la mañana siguiente, volviendo en el Mediterráneo, reciben la incómoda visita de aviones enemigos. Tras intensos ataques donde se defienden como pueden (llegan a derribar dos aviones), acabarán siendo hundidos, iniciando así la aventura que será una mera excusa para el largometraje.

Porque una vez en el agua, Lean y Coward nos enviarán al pasado, para conocer el momento en que el capitán del buque toma el mando del mismo, conociendo así a su mujer y las amistades con las que se mueve, dejando claro un estatus social de gama alta. La barcaza salvavidas será, a partir de ese momento, una mera excusa que unirá las diferentes historias del pasado de sus protagonistas. Con maestría, los autores de la obra son capaces de encadenar una historia tras otra para narrarnos el pasado de los principales protagonistas,  sus familias... y el barco.

Ese barco que acaba siendo el protagonista omnipresente de la obra, y que se ve en alguna secuencia como la de la Navidad de 1939. Ya previamente hemos pasado el tramo en el que se nos muestra como se habla de una guerra inminente (incluyendo un periódico sobre el mar que anuncia que "Este año no habrá guerra", papel mojado, literalmente). Y en esas fechas navideñas, se nos muestran tres mesas distintas, con los tres principales protagonistas (uno de ellos, el más joven y de menor graduación, interpretado por John Mills) celebrando con sus familiares. En cada mesa llegamos a ver un brindis, desde el de "por los marines y la marina" de la mesa "pobre", hasta el "por el Rey" de la mesa del capitán. Eso sí, en las tres mesas se brindará "por el Torrin", siendo en algunos casos las mujeres protagonistas, desde casa, quienes lanzan el brindis por ese barco.

Vamos viendo como se prepara la tripulación para la guerra, vamos conociendo a otros secundarios, como el interpretado por Richard Attenborough (jovencísimo entonces). El personaje de John Mills llegará a conocer el amor y casarse; el de Attenborough llegará a recibir reprimenda del capitán por cobardía, pero acabará siendo un valiente hasta sus últimos instantes de vida, y el segundo oficial del barco recibirá el mazazo de ver como en su casa una bomba acaba con la vida de su mujer. Cada uno tiene su intrahistoria en casa, en el hogar, para complementar lo que vamos viendo sobre el mar. También conocemos un poco de la historia del inicio de la guerra, con la clásica escena de Dunkerque incluida donde el Torrin traslada soldados británicos de las costas francesas a casa.

Sobre el mar la película no nos contará gran cosa. Vemos de vez en cuando esa balsa salvavidas que en repetidas ocasiones será atacada por la aviación alemana. Finalmente, de los 240 tripulantes del Torrin, únicamente 90 serán rescatados con vida al final de la película. El capitán lanzará un último discurso a los supervivientes, el Torrin se ha hundido, con él, custodiándolo, más de la mitad de las almas que lo tripulaban. Pero el resto combatirá, desde otros barcos, a la Alemania Nazi.

Montaje
Más que de escenas en concreto, hoy me gustaría dedicar esta sección al montaje. No hay más que un par de escenas puramente bélicas, pero no se trata de eso de lo que va la película. El largometraje que montan Coward y Lean tiene una fuerza visual impresionante gracias a la gran labor de Lean metiendo la tijera, pero, sobretodo, a las dotes que Orson Welles enseñaría en "Ciudadano Kane".

El primer flash-back se muestra tras el hundimiento. Vemos al capitán interpretado por Coward dentro del agua respirando. Se mantiene el sonido y se ve la imagen en movimiento, simulando estar en el agua aún, y un frase repetida varias veces nos traslada al pasado, al momento en que el capitán acepta el mando del Torrin. No es, como he comentado, el único flashback, y de hecho, el estilo de Lean y Coward para volver atrás y adelante en el tiempo es digno de admiración.

La escena más lograda en este aspecto tiene que ver con el personaje de Richard Attenborough. Le vemos recibir la reprimenda del capitán delante de todos, pero sin decir nombre en alto. Por su cara, sabemos que él es el culpable. La siguiente escena nos muestra como está en un bar, desconsolado, y pone la radio. Aprovechando la canción que suena en la radio, la película nos vuelve a trasladar a 1941 y a la balsa salvavidas, donde los supervivientes están cantando (y tocando con la armónica) esa misma canción. El joven, recordando el mal recuerdo del pasado, pedirá que cambien de tema. Los supervivientes deciden cantar otro tema y Lean lo aprovecha para enviarnos nuevamente al pasado, a una obra de teatro a la que asiste la tripulación y donde suena ese mismo tema. Simplemente brillante.

Todos los momentos del montaje están muy conseguidos, con la película yendo en todo momento a donde quiere, moviéndose a su antojo. Incluso sabe enlazar diferentes historias con gran estilo. A la mencionada de las tres mesas de Navidad consecutivas con los brindis toca hablar de la boda de John Mills. En el tren, de luna de miel, coincidirá con el capitán del Torrin, y en ese momento los directores dejan de dar protagonismo a Mills y su Luna de miel para, en el mismo tren, ver la conversación de Coward con su mujer, decisiva antes de volver a la balsa salvavidas en el "futuro".

Frases
"Sangre, sudor y lágrimas" es, por encima de todo, una película propagandística, rodada durante la II Guerra Mundial para lanzar mensajes de ánimo a la población, y a quienes combatían (sobretodo en el mar) al enemigo fascista. Por ello las frases son claramente patrióticas. Frases como "Esta es la historia de un barco" nos avisa claramente de qué trata el largometraje. Y, respecto a la vida a bordo tenemos la sensacional "Barco feliz y eficiente" cuando el capitán presenta el Torrin a la tripulación.

También están las de enaltecimiento como ese "Enviaremos un telegrama a Hitler diciendo: El Torrin está a punto, puedes empezar tu guerra" justo antes de que, por radio, escuchemos el mensaje de que la guerra se ha iniciado. Otra frase destacable, referente al rescate de Dunkerque: "los soldados serán nuestros huéspedes y sus vidas estarán en nuestras manos", para destacar la gran labor de la Marina en la Operación Dinamo.

En el tramo final, Noel Coward, antes de despedirse de su tripulación dirá que "retomaremos la batalla con más fuerza aún (...) Acordaros del Torrin". Como colofón patriótico final, la voz en off destaca sobre la tripulación de los buques británicos que "Es a esos hombres, en paz o en guerra, a quien tanto debemos".

Crítica
Se nota la mano de David Lean en el montaje e, incluso en algunas puestas en escena, a lo largo de la película. El punto que, como he comentado, más toca destacar del film. Esos continuos flash-backs, el manejarnos a su antojo por el tiempo ,pero siempre con mucho sentido y dejando claro al espectador que está ante algo que ya ha sucedido o algo que está sucediendo en ese mismo instante.

Los diálogos tienen ese deje, y por lo tanto trazo grueso, de la época, dedicados a destacar la gran labor de todos y cada uno de los marineros, marinos o de quien sea. La película bebe de un necesitado patriotismo para enaltecer a la población, y lo consigue, si bien no deja de ser un pausado drama y, con ello, pierde fuelle a medida que pasa el metraje.

El inicio demoledor, mostrándonos la guerra y el hundimiento del Torrin, cuya parte inferior de la popa aún se mantiene a flote durante casi toda la película, es digno de admirar. Más aún como se nos lanza al pasado y poco a poco vamos conociendo a los protagonistas. Sin embargo, uno echa en falta más tramos del presente, viendo como sobreviven y pasan el tiempo en alta mar, y algo menos de ese pasado que inunda de dramatismo la película.

Por desgracia, la misión del film no era otro que mostrarnos la vida de esos marineros, su vida civil con los amores de su vida, con sus hijos, con como se vivía en Inglaterra en 1939 con el miedo a una guerra, en 1940 con la guerra cerca de casa y con 1941 donde el miedo ya era mayor y la guerra había llamado directamente (con los bombardeos) a Londres y alrededores. La película consigue su cometido, al ser un claro mensaje, pero el camino no es todo lo regular que uno le pide a una película. Queda un drama bélico interesante, pero con tintes de haber podido ser una película bélica más memorable.

Nota: 6,25
Lo Mejor: El montaje, con especial mención a la utilización de los flashbacks.
Lo Peor: El ritmo de la película se detiene en exceso en el pasado.

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