La IIGM en el Cine, Capítulo XXIII: "La Batalla de Okinawa" (Kihachi Okamoto, 1971)

Vamos poco a poco llegando al tramo final de la Guerra. En el último capítulo dimos por finiquitado el asunto en Europa con la caída de la Alemania nazi y el famoso bunker donde se quitó la vida el Führer. En el Pacífico, sin embargo, la guerra continuaba. A principios de 1945 se desembarcó en Iwo Jima, primera isla japonesa en ser ocupada. El siguiente paso sería Okinawa... y así sucesivamente hasta que el Imperio del Sol Naciente claudicara. Aunque tenemos "Hasta el último hombre" como ejemplo que sucede en Okinawa, he decidido narrar los hechos desde el punto de vista japonés, con la película de título homónimo al de la batalla, rodada en 1971: "La batalla de Okinawa".

Sinopsis
La película nos mete durante su largo inicio de lleno en los prolegómenos de la batalla. Vemos como el Comandante Watanabe es enviado a la isla con el Ejército 32. El objetivo principal en verano de 1944 será la construcción de aeródromos. Desde China llegará la División China 62. También habrá fuerza naval y la Brigada 44. Sin duda, numerosas tropas para la defensa de la isla. En caso de que los aliados lleguen, tocará defenderse en las cuevas.


Los problemas surgirán cuando, para defender Filipinas las tropas de Formosa son enviadas allí y, por lo tanto, se destina un regimiento entero de Okinawa a la isla de Formosa. Se recalcará durante la película dicho error estratégico japonés como principal culpable de la futura derrota. También vemos como se intenta sacar a los niños de la isla, pero un submarino acabará hundiendo el barco en que viajaban. El resto de la población se quedará en la isla a ayudar en la construcción del aeródromo o en lo que haga falta. Los jóvenes que no tienen suficiente edad, se alistarán igualmente. Las mujeres, por su parte, ayudarán como enfermeras y, llegados a casos extremos, también transportando munición.

En pleno 1944 habrá bombardeos aeronavales sobre la isla, pero los norteamericanos no desembarcarán. No será hasta abrir de 1945, tras haber conquistado Iwo Jima, que los yankees entrarán en Okinawa en un desembarco con poca oposición. Justo antes de este movimiento, invadirán una pequeña isla cercana, suicidándose toda la población de la isla con granadas. Con carácter documental, vamos conociendo los diferentes movimientos japoneses, como los de los aviones suicidas o incluso barcos suicidas para intentar destruir la flota aliada. Otro error importante será ver como algunos aeródromos serán ocupados excesivamente pronto, cuando el objetivo inicial era destruirlos antes de que pudieran hacerlos servir los americanos.

Vemos, entre la multitud de escenas el final del portaaviones Yamato, acribillado por los aviones norteamericanos. El contraataque japonés tras la retirada inicial. Uno de los oficiales no está de acuerdo en dicho contraataque al verse en inferioridad, pero acabará pidiéndole un superior que, por favor, aceptara voluntariamente la misión. A pesar de ver algún pequeño triunfo japonés, con mención a un héroe que destruye un tanque, o a una ingeniosa (como chapucera cinematográficamente) táctica militar de vergüenza ajena (mención especial a la ayuda de unos americanos muy pardillos en la escena) en la cual acaba habiendo una pequeña batalla cuerpo a cuerpo que no viene a cuento.

El problema es que a pesar de acertar en mostrar el horror de la guerra en algunas escenas, casi todas las batallas parecen más cercanas a la Edad Media que a una táctica militar de la II Guerra Mundial. Eso sí, veremos las cuevas, y como ahí se monta el improvisado cuartel general o como soldados y civiles aguardan con miedo a un desenlace que cada vez parece más fatídico. Vemos sketches como el de un profesor que acaba siendo matado a balazos porque los soldados japoneses creen que es un espía (y llevaba un cuadro del Emperador japonés en sus brazos), o una niña (o niño) que pierde pronto a su madre y va apareciendo cada cierto tiempo en la película deambulando solitariamente, como fiel reflejo de la pérdida de la inocencia por culpa de la guerra.

Con algún que otro toque que parece más cómico (pero que no pretende serlo) vamos viendo una sucesión de batallas con cierto tono gore, con poco estilo debido al presupuesto pero no se escatima en piernas amputadas, en un soldado que acaba muriendo en llamas (aunque se vea el muñeco) y en otra serie de hechos horrorosos que muestran lo dura y absurda que es la guerra. Llega el momento en que desde las altas esferas se comunica que se da Okinawa por perdida y que se centrarán en defender las islas principales.

Se llegará a ver una operación especial japonesa en la que comandos en avión intentan acceder a la isla. Solo uno de los aviones llegará a su destino: un aeródromo ocupado por los norteamericanos, destruyéndolo con éxito aún acabando con sus vidas. El final está cerca y al no poder trasladar a los heridos, se acaba con sus vidas. Poco a poco los norteamericanos van ocupando las diferentes cuevas, lanzando bombas de gas en algunas de ellas. A pesar de ofrecer la rendición a los japoneses, estos no saldrán, prefieren morir.

Los pilotos de barcos suicidas continúan combatiendo a pesar de no tener ya barcos a su disposición, como soldados de infantería, al igual que los jóvenes muchachos menores de 16 años que también lucharon. Los principales oficiales acabarán con su vida mediante el Hara Kiri y ahí ya se da todo por perdido. Pero la guerra continua fuera. Civiles y soldados siguen muriendo de las maneras más horripilantes, en muchos casos acabando ellos mismos con sus vidas. Como el padre que mata a sus hijos antes de suicidarse. El carnaval de cuerpos sin vida es incesante.

La batalla de Okinawa está perdida y vemos esa imagen de la inocencia, la del niño (o niña) que hemos visto deambular sin rumbo y que acaba cogiendo una cantimplora y bebiendo agua, mientras a su alrededor todo son cuerpos sin vida.

Escenas
Dos horas y veinte minutos de metraje repletos de personajes y situaciones podrían dar para mucho. Sin embargo, es difícil acabar escogiendo algo concreto entre la multitud de pequeñas escenas que hay. Eso sí, toca hablar de par de detalles que impactan a primera vista y reflejan lo mejor y más destacable de la película.

En primer lugar, cuando los norteamericanos ocupan una pequeña isla junto a Okinawa, los civiles no tienen donde ir. Uno de los oficiales acabará espetando que, entonces, lo mejor que pueden hacer es acabar con sus vidas. Estos rezan mientras el narrador nos cuenta con pelos y señales lo que sucede. Rezan por la victoria de Japón y, acto seguido, se matarán con granadas todos ellos.

El otro tramo importante es todo el final. La locura se acabará apoderando de personajes desesperados que no les importa morir en manos del enemigo o, en otro caso, incluso en sus propias manos ejerciendo el Hara Kiri (o Seppuku), pegándose un tiro o rajándose el cuello (uno de los preferidos del director visto en su conjunto la película). Pero dentro de estos sucidios choca el tramo del hospital. Un oficial manda salir a las enfermeras, mientras una de ellas intenta ayudar a una mujer a la que se le ha amputado una pierna.

Quienes no salen del hospital se quedan para morir. Por una parte, ese oficial envenenando la comida o bebida de los heridos. Otro de ellos pide a una enfermera una cuchilla "para afeitarse". Desde el primer momento el espectador sabe que este joven pide la cuchilla para acabar con su vida. Se tapará con la manta y acabará llamando a su madre mientras vemos como sale un gran chorro de sangre de dentro de la manta.

Crítica
El mayor error de "La batalla de Okinawa" es no saber qué tipo de película quiere ser desde el principio. A diferencia de títulos japoneses altamente recomendables como "Nobi: Fuego en la llanura" o "El arpa birmana", la película se planteó erróneamente como un intento de realizar el tipo de cine made in USA donde se intentaba narrar una gran batalla de la II Guerra Mundial empleando un reparto coral y con caracter documental.

Pero el cine japonés fuera de sus fronteras no tenía grandes nombres más allá del de Toshiro Mifune o el del director Akira Kurosawa. Y claro, aquí hubo rostros conocidos del cine japonés de la época pero que a los de occidente no nos dice mucho. Pero el mayor problema no está en esa base, si no en querer hacer un tipo de película que no eran capaces de realizar. "La Batalla de Okinawa" parece querer ser un homenaje a las víctimas claro y duro, pero el caracter documental de gran parte del metraje acaba haciéndolo aburrido y carente de ritmo.

Hasta pasada la mitad de la película uno asiste a hechos tras hechos contados por un narrador. Bueno, en realidad, varios narradores. El gran error de partida está en que durante una hora y veinte minutos el exceso de hechos a narrar, las imágenes documentales y el tono tan sedado hace imposible que uno entre en la película. Asistimos a un documental con imágenes rodadas para la causa. Pero, como documental, es excesivamente largo y, como repito, carente de ritmo.

Choca, por lo tanto, ese tramo final de la película, el referente a ese suicidio masivo tanto de soldados como de civiles, encantados de acabar con sus vidas antes de acabar en manos de los norteamericanos, mucho más crítico con la guerra. Imágenes que muestran la dureza y el sinsentido del combate y como la paz únicamente llega cuando se ha muerto. La locura, reflejada en esa abuela que baila y canta mientras vemos una sucesión de horrorosos suicidios o intentos de suicidios.

Si la película hubiera centrado sus esfuerzos en narrarnos exclusivamente la batalla, sin necesidad de narrador más que introduciéndonos en materia, y con esas horrorosas imágenes de muertos, malheridos y suicidas en potencia, se hubiera conseguido mucho más. Porque, salvando las distancias, los últimos 40 minutos de la película, que contienen lo mejor del film, podrían tener su equiparación en la película de Eastwood "Cartas desde Iwo Jima". Las similitudes son muchas, a pesar de que el menor presupuesto y ser un film japonés de principios de los 70 juegue en su contra. Con mención clara a una fotografía de poca calidad, recalcando su chapuza en los planos nocturnos o en el cambio de color dentro de una misma escena.

Ese tramo final es lo único salvable y destacable de una película que merecía mejor suerte, pero el afán de querer tocar un género que no se sabía tocar, acaba por dejar por los suelos. "La batalla de Okinawa" no es un film bélico recomendable debido a ese lastre que supone querer parecerse a "El día más largo" sin tener ni idea de cuales son las virtudes de ese tipo de cine. Cuando se trata de hablar del horror de la guerra y mostrar cruentas imágenes, el film eleva el vuelo tras ese inoportuno suicidio inicial.

Nota: 4

Lo Mejor: El horror de la guerra en ese tramo final repleto de sangre y locura.
Lo Peor: Querer hacer una película documental excesivamente documental y carente de ritmo.

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