Bajo un título sin mucha chicha, comparado con el original "A private war" (Una guerra privada), y con no un exceso de copias, llegó a salas de cine del Estado "La corresponsal", un título que describe la esencia de su protagonista, pero se aleja totalmente de reconocer las virtudes del original, más centrado en por qué la periodista protagonista iba aquí y allá a seguir todos los frentes, cual yonki de la guerra.
Sin entrar en más detalles de por qué se pretende dejar claro al espectador qué viene a ver, uno entra a la sala sabiendo desde esa escena inicial (y conociendo la historia) de qué se va a ver: Un recorrido por los principales escenarios bélicos del Siglo XXI a través de la mirada de esa periodista tuerta que fue Marie Colvin, que siguió aquellos conflictos a pesar de los horrores que ello conllevaba. Y la película tiene los defectos de todo biopic, pero las virtudes de un intento de documental por parte de un director experto en la materia.
Matthew Heineman se estrena tras las cámaras de un largometraje de ficción, avalado por una nominación al Oscar como documentalista, y es en esa descripción de los horrores de la guerra donde encuentra su principal aliado. La excelente recreación de ese infierno que debió ser la ciudad siria de Homs, o esa angustia que uno tiene que tener al contemplar como centenares de personas descubren a sus posibles familiares en una fosa común son dos de los puntos a favor de la labor bélica/documentalista de Heineman.
Pero el peso de la película recae descaradamente, y como no debía ser de otra manera, en su protagonista. Una Rosamund Pike que borda el papel, que hace suyo el personaje y que justamente sería reconocida con una nominación a los Globos de Oro. Un papel completo donde se muestra las luces y sombras, esos altibajos, que rodearon al personaje entre su pérdida del ojo en 2001 a su fallecimiento en 2012.
A través de ese camino, y de diferentes destinos, vamos contemplando su angustia, esa bola que se queda en la garganta o ese nudo en el estómago en cada secuencia del horror. No hace falta ver a un niño muerto (que también se utiliza), basta con escuchar a las personas, como lo hizo Colvin en la vida real, para descubrir los horrores de la guerra. Es, ese aspecto documental el que genera en el espectador un acertado malestar, una descorazona historia de supervivencia.
Eso sí, por el camino, la película recae en el biopic. Tiene una serie de licencias cinematográficas que le ayudan más bien poco. El escaso pulso en adentrarse en las pesadillas de la protagonista, y cierto tono excesivamente hollywoodiense en su tramo final donde todos y cada uno de los protagonistas parecen estar telegrafiando descaradamente su despedida de la protagonista, hacen perder cierto realismo documental al conjunto.
La relación entre Pike y Jamie Dornan (mucho mejor actor de lo que Grey esconde en las sombras) en la pantalla sostiene perfectamente a la película cuando de desiertos y ruinas se trata. Es, en el combate, en las pequeñas historias de los civiles de la guerra, en la mirada de su protagonista y la cámara del fotógrafo, donde "La corresponsal" consigue su objetivo de ser un acertado biopic y de concienciar al espectador en este camuflado documental. Es, cuando la protagonista acaba en casa con su psique problemática y el exceso del alcohol, donde Heineman no se encuentra tan sobrio en la propuesta.
Nota: 6,5
Lo Mejor: Rosamund Pike en estado de gracia, y la recreación de Homs
Lo Peor: Cuando pretende ser demasiado peliculera.
Sin entrar en más detalles de por qué se pretende dejar claro al espectador qué viene a ver, uno entra a la sala sabiendo desde esa escena inicial (y conociendo la historia) de qué se va a ver: Un recorrido por los principales escenarios bélicos del Siglo XXI a través de la mirada de esa periodista tuerta que fue Marie Colvin, que siguió aquellos conflictos a pesar de los horrores que ello conllevaba. Y la película tiene los defectos de todo biopic, pero las virtudes de un intento de documental por parte de un director experto en la materia.
Matthew Heineman se estrena tras las cámaras de un largometraje de ficción, avalado por una nominación al Oscar como documentalista, y es en esa descripción de los horrores de la guerra donde encuentra su principal aliado. La excelente recreación de ese infierno que debió ser la ciudad siria de Homs, o esa angustia que uno tiene que tener al contemplar como centenares de personas descubren a sus posibles familiares en una fosa común son dos de los puntos a favor de la labor bélica/documentalista de Heineman.
Pero el peso de la película recae descaradamente, y como no debía ser de otra manera, en su protagonista. Una Rosamund Pike que borda el papel, que hace suyo el personaje y que justamente sería reconocida con una nominación a los Globos de Oro. Un papel completo donde se muestra las luces y sombras, esos altibajos, que rodearon al personaje entre su pérdida del ojo en 2001 a su fallecimiento en 2012.
A través de ese camino, y de diferentes destinos, vamos contemplando su angustia, esa bola que se queda en la garganta o ese nudo en el estómago en cada secuencia del horror. No hace falta ver a un niño muerto (que también se utiliza), basta con escuchar a las personas, como lo hizo Colvin en la vida real, para descubrir los horrores de la guerra. Es, ese aspecto documental el que genera en el espectador un acertado malestar, una descorazona historia de supervivencia.
Eso sí, por el camino, la película recae en el biopic. Tiene una serie de licencias cinematográficas que le ayudan más bien poco. El escaso pulso en adentrarse en las pesadillas de la protagonista, y cierto tono excesivamente hollywoodiense en su tramo final donde todos y cada uno de los protagonistas parecen estar telegrafiando descaradamente su despedida de la protagonista, hacen perder cierto realismo documental al conjunto.
La relación entre Pike y Jamie Dornan (mucho mejor actor de lo que Grey esconde en las sombras) en la pantalla sostiene perfectamente a la película cuando de desiertos y ruinas se trata. Es, en el combate, en las pequeñas historias de los civiles de la guerra, en la mirada de su protagonista y la cámara del fotógrafo, donde "La corresponsal" consigue su objetivo de ser un acertado biopic y de concienciar al espectador en este camuflado documental. Es, cuando la protagonista acaba en casa con su psique problemática y el exceso del alcohol, donde Heineman no se encuentra tan sobrio en la propuesta.
Nota: 6,5
Lo Mejor: Rosamund Pike en estado de gracia, y la recreación de Homs
Lo Peor: Cuando pretende ser demasiado peliculera.
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