Hoy he podido ver "La profundidad del mar" (The deep six) de Rudolph Maté, con Alan Ladd de protagonista. El film narra como un cuáquero -objetor de conciencia- es destinado como alférez en un destructor en plena II Guerra Mundial. Ladd, que dejará a su amada en casa se debatirá consigo mismo sobre si es capaz o no de quitar una vida humana.
Con una puesta de partida que aparentemente recuerda a "El sargento York", film oscarizado sobre la primera guerra mundial, Mathé tenía un buen argumento de partida para hacer un cuanto menos correcto y entretenido film bélico. Sin embargo nada sucedería así.
No sucede porque Alan Ladd, a pesar de ser un actor reconocido en su época no termina de cuajar en el rol. Algo que tampoco hacía 5 años atrás en "Paracaidistas" (también conocida como "Sesenta segundos de vida"). La cara bonita para vender el film no fue suficiente para hacer una buena película, ni mucho menos.
La historia de amor podría colar en su época. Hollywood acostumbraba a hacer historias donde la
mujer se enamora perdidamente. Aquí una mujer emparejada y casi casada pasa en 10 minutos de metraje a casi comprometerse con Ladd. Pero la guerra, cruel y despiadada, lo destruye todo.
O casi todo, porque el amor que ambos sienten no lo destruirá, así nos lo hacen saber a pesar de que en pleno combate ni una sola frase, ni línea, ni pensamiento de Ladd es para su prometida. Como si de dos historias diferentes se trataran, por un lado está la pobre historia de amor, prácticamente encajada por cumplir con el público femenino, y por otro la pasable o aceptable historia de camaradería.
Con los topicazos habituales, con algún que otro momento -o intento- cómico, el film va balanceándose para llegar, cuanto menos, a buen puerto. Pero es pasada la hora y cuarto de metraje cuando uno se pregunta si está o no viendo un film bélico.
Como acontecería en otros films de los 50-60 sobre barcos de guerra, parece que el presupuesto se destinó a que la marina dejara utilizar sus buques, y no se podía ni tocarlos. Hace escasas dos semanas repesqué y volví a ver "Duelo en el atlántico", donde un barco y un submarino juegan al gato y al ratón. Dicho film es de apenas un año antes que este, y sin embargo son la noche y el día en cuanto a secuencias de combate se refiere.
Así, Maté nos quiere contar una historia de amor pobre, de pasar una tarde de domingo, a la vez que la vende como cinta de guerra sin que apenas vislumbremos la guerra, como pasaría en "Zafarrancho de combate" o "Los tigres del mar", películas algo más potables que la presente pero carentes de emoción. Pero Ladd necesita su momento de heroismo, su momento de encontrarse a sí mismo, de saber si puede o no combatir. Y por ello el film tiene su heroísmo reservado -como tantos films de la época- para el final. Habiendo un momento para el amor y otro para la guerra.
Pero incluso ahí el film termina de derrapar sin remisión. Lo que podría haber sido una buena secuencia de combate naval se "esconde" en la clásica polivalencia que ya se ha visto en otros films, donde el objetor de conciencia, a pesar de ser destinado a un barco, debe manejarse como un miembro más de infantería. Lo dicho, a los barcos de la marina, ni toserles.
Y así no cuela. La película, que había estado manteniéndose dignamente a flote dentro de un film clásico sin mucho aquel, sin glorias ni pretensiones, termina de no cuajar, y de dejar un sabor amargo a quien la ve. Como un clásico más de guerra para visionar puede valer, aun siendo olvidable. Sin embargo, como película de colección incluso para amantes del género como yo, no termina de merecer la pena.
Nota: 4 / 10
Con una puesta de partida que aparentemente recuerda a "El sargento York", film oscarizado sobre la primera guerra mundial, Mathé tenía un buen argumento de partida para hacer un cuanto menos correcto y entretenido film bélico. Sin embargo nada sucedería así.
No sucede porque Alan Ladd, a pesar de ser un actor reconocido en su época no termina de cuajar en el rol. Algo que tampoco hacía 5 años atrás en "Paracaidistas" (también conocida como "Sesenta segundos de vida"). La cara bonita para vender el film no fue suficiente para hacer una buena película, ni mucho menos.
La historia de amor podría colar en su época. Hollywood acostumbraba a hacer historias donde la
mujer se enamora perdidamente. Aquí una mujer emparejada y casi casada pasa en 10 minutos de metraje a casi comprometerse con Ladd. Pero la guerra, cruel y despiadada, lo destruye todo.
O casi todo, porque el amor que ambos sienten no lo destruirá, así nos lo hacen saber a pesar de que en pleno combate ni una sola frase, ni línea, ni pensamiento de Ladd es para su prometida. Como si de dos historias diferentes se trataran, por un lado está la pobre historia de amor, prácticamente encajada por cumplir con el público femenino, y por otro la pasable o aceptable historia de camaradería.
Con los topicazos habituales, con algún que otro momento -o intento- cómico, el film va balanceándose para llegar, cuanto menos, a buen puerto. Pero es pasada la hora y cuarto de metraje cuando uno se pregunta si está o no viendo un film bélico.
Como acontecería en otros films de los 50-60 sobre barcos de guerra, parece que el presupuesto se destinó a que la marina dejara utilizar sus buques, y no se podía ni tocarlos. Hace escasas dos semanas repesqué y volví a ver "Duelo en el atlántico", donde un barco y un submarino juegan al gato y al ratón. Dicho film es de apenas un año antes que este, y sin embargo son la noche y el día en cuanto a secuencias de combate se refiere.
Así, Maté nos quiere contar una historia de amor pobre, de pasar una tarde de domingo, a la vez que la vende como cinta de guerra sin que apenas vislumbremos la guerra, como pasaría en "Zafarrancho de combate" o "Los tigres del mar", películas algo más potables que la presente pero carentes de emoción. Pero Ladd necesita su momento de heroismo, su momento de encontrarse a sí mismo, de saber si puede o no combatir. Y por ello el film tiene su heroísmo reservado -como tantos films de la época- para el final. Habiendo un momento para el amor y otro para la guerra.
Pero incluso ahí el film termina de derrapar sin remisión. Lo que podría haber sido una buena secuencia de combate naval se "esconde" en la clásica polivalencia que ya se ha visto en otros films, donde el objetor de conciencia, a pesar de ser destinado a un barco, debe manejarse como un miembro más de infantería. Lo dicho, a los barcos de la marina, ni toserles.
Y así no cuela. La película, que había estado manteniéndose dignamente a flote dentro de un film clásico sin mucho aquel, sin glorias ni pretensiones, termina de no cuajar, y de dejar un sabor amargo a quien la ve. Como un clásico más de guerra para visionar puede valer, aun siendo olvidable. Sin embargo, como película de colección incluso para amantes del género como yo, no termina de merecer la pena.
Nota: 4 / 10
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