Napoleón (Abel Gance, 1927)

Llega uno de los eventos cinematográficos del año. Ridley Scott estrena la ambiciosa "Napoleón". Por ello, he considerado conveniente pegarme un atracón del emperador corso y visionar y comentar la sensacional "Napoleón" de Abel Gance, uno de los hitos del séptimo arte y de las películas más ambiciosas e innovadoras jamás rodadas.

El proyecto en la mente de su director, Abel Gance, se comenzó a gestar en la década de los años 20. La idea del realizador era la de llevar a cabo hasta seis películas que narrasen toda la vida de Napoleón Bonaparte. La primera de ellas narraría la infancia e inicios relacionados con la revolución, Abarcando hasta la campaña de Italia. En las posteriores se verían otros hechos como Egipto, Austerlitz, las victorias, la campaña de Rusia, Waterloo y el destierro. 

Toda la ambición en el proyecto hubiese supuesto una de las sagas más aplaudidas del cine. Sin embargo, nunca llegó a pasar de la primera película. Gance se gastaría todo el presupuesto destinado al proyecto en una única película que abarcaba únicamente hasta la campaña de Italia. Dicho motivo, unido al fracaso en taquilla de la película propició que no se realizara su secuela. Aunque había otro motivo, y es que los productores no veían con buenos ojos en una época posterior a la Gran Guerra el dedicar a un autoproclamado Emperador (en definitiva un posible dictador del Siglo XX) una película. La primera sí vio la luz en gran parte por la imagen de héroe revolucionario que propone de Napoleón.

Y para un héroe revolucionario qué mejor cosa que ideas revolucionarias. Gance empleó todo tipo de innovaciones técnicas para la época. Desde travellings utilizando coches hasta poner la cámara a lomos de un caballo en pleno galope. La utilización de péndulos para crear sensación de vértigo y mareo o los barridos de cámara fueron otros artilugios. Eso sí, su gran invento fue el Polyvision, un sistema de tres pantallas en las que proyectó las imágenes para que en la sala de cine se crease en el Tour de Force final la sensación de imagen panorámica... Señalar que nadie le siguió el juego hasta que en los años 50 se inventó el Cinemascope que venía a ser lo que Gance casi tres décadas antes había propuesto en pos del espectáculo.

El proyecto de creación fue larguísimo desde que en 1923 se pusiera a escribir los guiones. En 1924 escogió parte importante del casting incluyendo a su actor protagonista, Albert Dieudonné (Napoleón). Pero hasta 1925 no se inició el rodaje como tal. Eso sí, pidió a los actores que se metieran en la piel de sus personajes, lo que provocó que algunas personas, sobre todo en las escenas en Córcega llegasen a creer que Dieudonné era el 'fantasma de Napoleón Bonaparte '.

La película se estrenó en abril de 1927 con una versión de 4 horas en la Ópera de París. Posteriormente, Gance estrenó en mayo una veersión de 9 horas en el Teatro Apolo. El director continuó realizando modificaciones en otros estrenos, con lo que no parece haber una edición definitiva de la película.

La versión que tuve el placer de visionar hace unos años y que es la que fue editada hace tiempo en DVD es de 240 minutos. La versión recientemente remasterizada del British Film Institute contiene otras escenas recuperadas de diferentes copias dispersas en algunos países,hasta alcanzar los 336 minutos. Cinco horas y media de "Napoleón". A las que añadir un libreto con información (en inglés) y numerosos extras. El viaje (y el gasto) sin duda, merece la pena.

Destacar que la cinematografía francesa tras años maltratando a Gance y su figura parece haberse puesto las pilas en lograr una versión definitiva tras los esfuerzos británicos. Veremos en qué queda el asunto. La cuestión es que esta obra y sus planos no caigan en el olvido.

La película  

"Napoleón" arranca con una batalla campal... de bolas de nieve. Con esta infantil y particular batalla, Gance nos muestra la ternura posible en un pobre muchacho pero, ante todo, la manera de cómo se irá forjando la figura de Napoleón. Guerrero y estratega desde la cuna, la propia batalla ya contiene algunos de los planos y tomas más logrados de la película, como ese espejo para ver al enemigo o esos agujeros por donde pasan las bolas. Y cuando arranca la vorágine de la feroz batalla, Gance, como alumno del cine europeo con el soviético a la cabeza, lanza una oleada de planos cortos en un montaje a velocidad terminal que llegará a dejar exhausto al espectador. Es la idea, al igual que exhaustos quedan los pobres muchachos. 

La carta de presentación de la película es soberbia, pero a cada secuencia parece superarse en ese tramo inicial de la película. El momento en que se canta la marsellesa es para verlo en bucle. La partitura se solapa con esos planos de las masas y el enaltecimiento y orgullo de quien está cantando a la gente. El resultado es una escena que hoy en día en el cine USA la tacharíamos de patriotera y que resulta, viendo que estamos en 1927, un grandísimo ejercicio de cómo lograr la epicidad y tocar el corazón del público, quizás sin precedentes. La propia escena sirve para contemplar, brevemente, al héroe por primera vez desde que ha dejado su juventud. Un teniente que irá creciendo en el escalafón y que abraza la idea revolucionaria.

Si cada secuencia tenía un momento álgido de masas y Tour de force, Gance continúa con ello a lo largo de la producción. El momento dedicado al levantamiento del 10 de agosto de 1792 es asombroso. Los juegos de sombras, las superposiciones con la guillotina de fondo e incluso una cabeza empalada que observa para su asombro el bueno de Bonaparte desde su ventana concluyen con un plano de mis preferidos de la película. Napoleón en su estudio con la ventana abierta, fuera la multitud, y justo en la ventana, un hombre colgando una cuerda para ahorcar a algún pobre infeliz. La muerte, cercana, en la ventana de casa y la idea revolucionaria alzándose por encima de todo. Napoleón abrazará ese día el mensaje de una Francia grande y no lo abandonará.

Y en esas llegamos a dos de los tres momentos que recordaba perfectamente del primer visionado y que suponen dos de las invenciones técnicas del innovador director francés. En Córcega, y tras robar una bandera de Francia a quienes considera traidores, Napoleón se lanza a huir a caballo siendo perseguido por numerosos enemigos. Los planos lejanos con las siluetas a caballo, una frenética huida rodada de maravilla y un montaje de otra época, no parece de 1927, llevan al espectador a una secuencia cumbre. La cámara en coche o caballo para lograr la sensación de peligro y cercanía, a la par que espectacularidad, y Napoleón huyendo buscando el mar. Sensacional.

Como sensacional es la escena que le sigue. En barco, huyendo de allí, a nuestro protagonista le sorprenderá una tormenta. Gance coloca la cámara en todos los sitios posibles para mostrar el desasosiego y ese bravío mar Mediterráneo a punto de engullir al futuro emperador y conquistador francés. En un montaje de sensaciones, Gance alterna la aventura por la supervivencia de Napoleón en el mismo momento histórico que el levantamiento revolucionario. 

El jolgorio de quienes están en un momento vital, en efervescencia y casi borrachera deriva en un festival de grandilocuencia de Gance. Con la cámara en un péndulo rueda unas imágenes casi imposibles de las masas, mientras alterna y solapa con una tempestad. Dos tempestades, una literal y otra de masas, provocan el tour de force de ese primer tramo de la película. De regalo, Gance nos presentará al Almirante Nelson y como un por entonces superior le dirá que no ataque a un objetivo insignificante, en referencia al buque en que, cosas de la vida, viaja Napoleón como claro guiño del destino. Aquí es donde la edición en DVD decide que acaba este primer acto tras casi 2 horas que se disfrutan del tirón. Invitando al espectador a conocer más y habiéndonos presentado ya al héroe de la función.

El que se ha denominado Acto 2, que forma parte de la Primera Parte de la obra apenas alcanza la hora de duración y se centra exclusivamente en el asedio al puerto y localidad de Toulon. Allí donde la figura de Napoleón empezó a erigirse en grande. Como buen ABC de este tipo de cine, Gance nos muestra la prepotencia de los Generales al mando, y la osadía y firmeza con la que el corso presenta sus planes de ataque. Ataque que no podrá efectuar al estar de manos atadas. Cuando le dan vía libre irá con todas las consecuencias.

De hecho en un momento dado se da la orden de parar el ataque al considerarlo suicida bajo la nieve y el barro y en la nocturnidad. Pero Napoleón acaba haciéndose cargo del éxito o fracaso de su ataque, que concluye con su primer gran triunfo. Para este tramo Gance nos deleita con puro cine bélico a cañonazo limpio, a espada y a bayoneta. El espectáculo audiovisual es de sobresaliente teniendo en cuenta los medios de la época. A destacar un montaje ágil y esos planos de la lucha en el barro, manos saliendo del mismo pidiendo auxilio y esa fuerte tormenta que concluye con esa granizada que hace sonar los tambores.

Como buen amante del arte y, por lo tanto, de la pintura, Gance concluye los 45 minutos (más o menos) de puro asedio con Napoleón dormido sobre un tambor y sus hombres contemplando al héroe a su alrededor. La imagen fija durante unos segundos puede recordar a un cuadro bélico y triunfante que pueda haber en museos como el Louvre, dejando clara la fijación del director en el arte por encima de cualquier cosa, incluso de la historia. Ese plano final, así como los planos donde contemplamos la figura de Bonaparte encima de algún montículo nos dan esa imagen de Dios por encima del resto de mortales. Gance ofrece su visión en la que Napoleón es el héroe revolucionario francés.

La historia ahí sufre un pequeño parón en la vorágine espectacular que había ido in crescendo entre Córcega, tempestad y Toulon y el siguiente tramo se centrará algo más en el ámbito histórico que en engrandecer a Napoleón. Contemplamos el periodo de Terror de Robespierre hasta que acaba siendo enviado a la guillotina. Nos adentramos en otro aspecto de la revolución en el cual Napoleón pasa a ser actor secundario durante un buen tramo. Aquí Gance vuelve a hacer la del trilero por el bien de 'su' historia y coloca a Napoleón en una prisión y al borde de la guillotina durante el reinado de Robespierre. Será un buen amigo suyo 'comiéndose' el papel de acusación y la caída de Robespierre quienes le salven de la muerte.

En la vida real, a Napoleón sí le encerraron ahí, aunque no para aguillotinarlo necesariamente. Lo que sí que es falso es el orden, pues no fue Robespierre quién le metió en prisión ni quien le quería muerto. Napoleón acabo, en realidad, en esa fortaleza después de la muerte de Robespierre y no durante su reinado. Un ligero cambio importante pero justificado para no mezclar a la figura del héroe de la función con un hasta entonces villano. 

Asistiremos después a la noche en la que Napoleón 'salvó' París en un ataque de promonárquicos que hizo tambalear la revolución y la República en la noche de las Tullerías. Dicha secuencia se realiza sin mucho espectáculo pero dejando claro que Napoleón vuelve a salvar a Francia y que lo que está por venir en el aspecto beligerante, será mejor. Eso sí, nuevamente sus planes (en este caso de invasión a Italia) siguen sin ser aceptados por Generales superiores de buen comer y dudoso gusto por la estrategia, agrandando la figura del corso.

Es ahí, tras tres horas y media de grandísima película histórica repleta de grandes momentos, cuando Gance (y el montaje que he visionado) se centra durante una hora al romance entre Napoleón y Josefina, personaje que ya nos habían mostrado pero que hasta este momento había pasado de puntillas. No voy a engañar a nadie y diré que es la hora de película más lenta e inamovible en ritmo de las cino horas y media que dura.

Gance sigue dejando destellos de gran artista en planos como el de Napoleón contemplándola una bola del mundo y se superpone el rostro de Josefina, dando a entender que el futuro emperador se divide entre dos grandes conquistas: el mundo y el amor. También ese beso a traves de las cortinas que se asemeja a estar contemplando a traves de un velo la historia de amor, o el desengaño amoroso de una enamorada del corso soñando con que se casa con él y en la pared aparece la sombra de Bonaparte. Son destellos de calidad, de saber qué plano se quiere (aquí también incluirá alguno muy cercano a una pintura), aunque en el ritmo de montaje la película decae bastante centrando esfuerzos en ese romance. Una lástima, pues sin ello, sería impecable.

Por suerte, Gance deja el último tramo de la película (el Acto IV en el DVD) y final de esa segunda parte de la vida de Napoleón para la campaña de Italia. Nuevamente, este tramo concluirá con el combate. Y ahí es donde entra en juego el sistema de Polyvision antes mencionado y que es una de las grandezas que han convertido en mítica e imprescindible a "Napoleón" visto por Abel Gance.

En el primer estreno en 1927 había tres tramos con este sistema: El de la tempestad, el del asedio a Toulon y este final. De hecho en el tramo de Toulon hay un pequeño homenaje en este montaje con tres imágenes en pantalla recordando en cierto modo que ahí iba el invento de las tres pantallas. Las siguientes versiones o no tuvieron Polyvision o únicamente en la campaña de Italia. Se comenta que Gance, que tenía las bobinas de los dos primeros tramos (tempestad y Toulon) los quemó hastiado de lo mal que le había ido, como si fuese maldita su gran obra de arte. Por suerte, no tenía en su poder el metraje del tramo final de la producción.

Lo que vemos en la campaña italiana merece mucho la pena. No sólo por su buen hacer en lo bélico, donde vuelve a mostrar virtudes aunque impacte más el asedio a Toulon, sino en la grandilocuente puesta en escena. El atrevimiento de abrir dos pantallas nuevas al espectador a modo de sorpresa para contemplar una pantakla el triple de larga, otorgando el sistema panorámico cercano al que se puso de moda en los cincuenta y sesenta. Lo difícil de ello es que se tenía que grabar con tres cámaras y que en los límites de una, comenzase a mostrar imágenes la siguiente. Un trabajo excesivamente laborioso con lo que implicaba tanto en puesta en escena como en el posterior montaje. 

De hecho, se comenta que el montaje original era descomunal de todo el metraje que había grabado Gance. Y tuvo que recortarlo a cuatro horas aunque su versión inicial superase las nueve. El virtuosismo y la grandeza como amante del arte contra la imposición lógica. Una película en cierto modo mutilada como se mutilan otras. Aunque en su contra cabe destacar que no todo vale, y aunque su versión y visión debería predominar, se debe tener en cuenta la dificultad de observar una película de tales magnitudes.

Al final nos queda un "Napoleón" diferente según qué versión se tenga entre manos, pero igual de sensacional en el ámbito de los planos o del montaje. La versión al 100% de Gance, la que pudieron ver (quizas) en el Apolo (9 horas) o incluso en la Ópera de París (4 horas) no la contemplaremos. Pero en todas hay cosas comunes como la batalla de las bolas de nieve, la persecución en Córcega, la superposición de la tempestad revolucionaria, el barro y la sangre bajo la luna en Toulon o el sistema Polyvision. Gance fue un adelantado que firmó aquí su carta para la historia del cine.

Una desgracia su fracaso y su no adaptación al cine sonoro al que quiso dedicar dos versiones sonoras de sus obras mudas "J'Accuse" o "Napoleón". En ambos casos fallidas al no comprender que fueron concebidas para su visionado mudo. Del mismo modo que en Francia grandes autores quisieron reeditar su Napoleón pero fueron cobardes no apostando por la original versión muda. Gance cayó en desgracia y su cine no fue mucho más allá.

La espinita de no continuar con "Napoleón" se la quitó un poquito al rodar en 1960 (más de treinta años después) su visión de "Austerlitz". Sonora, larga (pero no tanto, solo 165 minutos) y no tan aplaudida como la anterior o como la posterior versión de la batalla de "Waterloo" donde Gance ya no aportó. En cualquier caso, pese a esa sensación de estar únicamente ante un pequeño cachito de la historia que rondaba la cabeza del autor, "Napoleón" es una grandísima película. Tan grande como innovadora, rompiendo con muchas cosas del cine, atreviéndose con todo. A Gance le debemos, quizás, muchas cosas del cine posterior. Porque la innovación en el cine no la inventó (aunque ayudase mucho) Orson Welles con "Ciudadano Kane".

Nota: 8'5

Lo mejor: Los inventos de Gance. El gran director que el cine perdió por su exceso de grandeza o grandilocuencia, con especial mención al Polyvision y la escena de la tempestad.

Lo peor: El tramo romántico de la película, aunque forme parte de la vida de Napoleón, arriesga menos y se hace algo tedioso, falto de ritmo.

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