El rojo emblema del valor (John Huston, 1951)

Hoy en la sección dedicada a la Guerra de Secesión traigo un título que es, en mi opinión, la joya de la corona de la literatura bélica: "El rojo emblema del valor", escrita por el malogrado Stephen Crane en 1895 y que es una de las grandes novelas de la literatura norteamericana. En 1951 llegaría la película dedicada a la obra, dirigida por John Huston y protagonizada por un héroe de la II Guerra Mundial: Audie Murphy.

La obra, tanto literaria como cinematográfica, tiene por protagonista a un joven muchacho que idealiza el combate. Sin embargo, una vez llega la hora de la verdad, la cobardía se apoderará de él, huyendo del campo de batalla. En lugar de quedar marcado de por vida, los hechos que acontecerán después le acaban convenciendo de su valentía cara a una confrontación final con el ejército confederado. No se trata de una historia de valientes, sino de seres humanos, de sus sentimientos hacia la batalla, y de lo tontamente idealizado que tienen la guerra algunos jóvenes. Una obra imperecedera.

La primera vez que di con ella, fue en 1°ESO, en la biblioteca del Instituto. Fue mi primer y único hurto, pues pese a leerla de aquella manera (con 12-13 años no estaba preparado) me apeteció volver a leerla en el futuro y, me la agencié. Honorable o no, todavía está en mi estantería y lo habré leído 3 veces, que para alguien apasionado al cine más que a la literatura y que no suele 'repetir' se convierte en todo un record. He puesto aquí el título por el que la conocí, pero otros títulos que podéis encontrar son "Medalla roja al valor" o "La roja insignia del valor". Que hace mención, no a una medalla de color rojo, sino a las heridas, muescas (o medallas) de una batalla.

Volviendo a la obra y a su producción, destacar que tuvo numerosos problemas. Se trataba de una gran producción, basada en un hito de la literatura estadounidense y con un director de prestigio (ese mismo año rodaría "La Reina de África") tenía todos los ingredientes para ser una gran película. Sin embargo, numerosos problemas, el hecho de acabar enfrascado en su siguiente película y la presión de la productora hicieron que la película apenas alcanzase los 70 minutos de duración. Un metraje ridículo para una obra de tal envergadura. Todavía hoy en día me sigo preguntando como es que no ha habido una nueva versión (hay una tv movie nada más) de un título tan interesante y que con los medios de hoy en día darían para una grandísima película.

Con todo ello, toca desmenuzar un poquito este chupito de película que, no obstante, no es para nada mala. Todo lo contrario, es una película de buen acabado, rodada con mimo y con planos de tal belleza que la podrían haber catapultado a ser la gran obra sobre la Guerra de Secesión ("Lo que el viento se llevó aparte"). Es esa mi gran queja, la oportunidad perdida en hacer una obra mejor. Pero, para quienes quieran disfrutar si les gusta la película, les recomiendo que lean la novela. Y quienes quieran indagar más en su rodaje, recientemente ha sido publicado "Picture", donde la periodista Lillian Ross desmenuza todo el proceso de creación de la película, pues estuvo presente en el rodaje.

Como últimos detalles a tener en cuenta antes de pasar al análisis o comentario de la película, destacar que el autor de la novela, en su narración, nos presenta a los personajes con adjetivos: "El soldado jóven", "el andrajoso"... Y que en ningún momento se menciona la batalla que tiene lugar pero, por pistas y análisis, los historiadores han comentado que dicha batalla es la de Chancerlosville, que tuvo lugar entre el 30 de abril y el 6 de mayo de 1863.

La Película

Lo primero que llama la atención en "Medalla roja al valor" (o como queráis referenciarla) es la profundidad de plano. En numerosas escenas, Huston sitúa la cámara en el cogote de algún soldado para que veamos su rostro de cerca, casi siempre desbordado y angustiado por la situación, temeroso. Pero, lo mejor de estos planos es como juega con lo que sucede detrás del protagonista. La acción o el diálogo generalmente procede del segundo plano. Algo poco habitual en el cine de aquella época.

Huston aleja al film de cualquier gloria. Por mucho que en su tramo final el protagonista tenga momentos de heroísmo suicida, el tono de la película es realista. Se limita a que veamos y escuchemos a los que combaten, tanto con su bravuconería de creerse superiores al enemigo y no tener miedo, como al miedo una vez se entra en acción. Porque incluso en esa carga final, donde Audie Murphy lleva la bandera con orgullo y tira de los suyos, contemplamos como una delgada línea separa el heroísmo de la cobardía. Con sus compañeros prosiguiendo con el ataque más por ser empujados por sus iguales (todos tienen miedo) que por convencimiento real en sus posibilidades.

Algo parecido sucedía poco antes en el bautismo de fuego, donde tras repeler el primer ataque y sentirse un héroe, el joven soldado y varios de sus compañeros acabarán huyendo ante la ferocidad de una segunda ofensiva. Iniciándose así la larga odisea (por desgracia muy corta en metraje en la película) del protagonista principal en su búsqueda de sí mismo. En ese peregrinar asistiremos a una compañía de heridos, o a la muerte de uno de los personajes más queridos de la obra y que impactará en Henry (el soldado joven) hasta el punto de poderse considerar el detonante de su cambio de chip.

La belleza de los planos, con especial atención a esa muerte del "soldado alto" y con ese resplandeciente sol y su efecto en los árboles (no, no lo inventó Malick) suponen los sellos de identidad que Huston otorga a su epopeya, injustamente reducida a 69 minutos de muy buen cine, del que va al grano. Ese montaje y metraje es el gran pero, pues por el camino asistimos a muy buenos travellings, de los cuales son mis preferidos el del descanso nocturno de los soldados o ese ataque final sobre la posición confederada.

Huston consigue también dotar de bello caos el campo de batalla. La inmensidad del terreno y la profundidad del bosque son dos elementos más de la producción muy bien tratados. Vemos como hay combates y soldados despersigados por todo el terreno. También toca destacar el escueto y buen uso que se hace del enemigo. No es hasta el final de la película que llegaremos a ver y oír a soldados sureños. Pero el tono es el de la amistad y hermandad. Se odian por ser enemigos, pero ambos son del misno país, compatriotas hasta hace escasos años. Ahí asistiremos a un trato de humanidad e intercambio y a otro hecho a destacar que tanto la película como la obra no pasarán de puntillas: La guerra sigue.

En efecto, el cine bélico al que estamos acostumbrados concluiría con la victoria (o derrota) ante el enemigo, sin necesidad de epílogo que dejase al espectador (o lector) con la mosca detrás de la oreja. Sin embargo aquí asistimos al breve descanso tras la victoria y a la retirada de la posición siendo reemplazados por quienes se llevarán la gloria. Meros peones de una gran partida política, carnaza que ha sobrevivido al combate. Esa marcha final, crítica con la guerra, con nuestro jóven soldado asimilando lo sucedido, mientras la voz del narrador nos recuerda todo el viaje por el que se ha pasado.

Porque sí, hay narrador como buena obra basada en una novela que se precie. Quizás es algo antiestético en el cine, en ocasiones innecesario pero que aquí no deja de aportar como meras acotaciones a lo que ven nuestros ojos. Es el pensamiento de los soldados, reflejado en unas pocas líneas sacadas de la obra del jóven Crane (escribió con 22 años la novela sin haber siquiera asistido a la guerra, pues nació posteriormente. Sirva de homenaje a la memoria de un gran autor, el que se respetara la novela, así como el hecho de iniciarla y concluirla con un libro abriéndose y cerrándose, respectivamente.

Nota: 7

Lo Mejor: Como refleja la guerra, y separa el heroísmo de la cobardía tan finamente.

Lo peor: su escaso metraje no es acorde a todo lo que puede narrar y lo que un film bélico o épico pueda ofrecer.

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