Hoy os traigo un clásico bastante olvidado de uno de los directores que mayor gloria pienso que ha dado al cine bélico, el gran Robert Aldrich. Director de la famosa "Doce del patíbulo", de esa joya escondida que es "Attack" y de una película muy querida por el público como "Comando en el mar de China", Aldrich dedicó al género unos pocos filmes más. Uno de ellos fue "Traición en Atenas", protagonizada por Robert Mitchum y con Stanley Baker como secundario de nivel.
La película, cuyo guión está basado en una novela de Leon Uris (autor de la novela "Éxodo", en la que se basó la película protagonizada por Paul Newman), nos traslada a Atenas en víspera de la llegada de las tropas alemanas. Allí, nuestro protagonista será un periodista norteamericano, interpretado por Robert Mitchum. Por su parte, la trama arranca con un estilo Hitchconiano, donde sin comerlo ni beberlo, un Doctor que le pide ayuda acabará metiendo en problemas al personaje principal, que será perseguido por Grecia por la Gestapo.
Con esa premisa, la película bebe un poco de diferentes géneros. Ya que el espionaje inicial dará paso a una película sobre la resistencia helénica para acabar abrazando incluso momentos de cine romántico, con especial mención a la relación entre Robert Mitchum y Gia Scala (a la que veríamos en "Los cañones de Navarone"). Pero sin lugar a dudas, la parte principal de la trama será la persecución del periodista por parte del jefe de la Gestapo en Atenas, interpretado por Stanley Baker (también protagonista en "Los cañones de Navarone"), y que tendrá momentos cumbre en Atenas hacia el tramo final.
No obstante, llega un momento de la película donde esta parece pedir a gritos un homenaje al Western, con Mitchum atravesando las calles de Atenas en busca de su destino, ese oficial de la Gestapo. Sin embargo, ni en la Banda Sonora ni en el estilo, el bueno de Aldrich hace ni medio amago con aprovechar la oportunidad para elevar un poco la película hacia esa vertiente, algo que hubiera resultado tan jugoso y agradable como, pienso, acertado.
La película se deja ver, pero no es buena. Y eso que la trama con ese papel con nombres clave que la Gestapo quiere evitar que lleguen a manos aliadas, y con la persecución por Grecia, promete. Como promete el hecho de haber rodado en la propia ciudad la película. Sin embargo, por el camino se nos pierde, con una trama un tanto torpe. No ayuda un Mitchum lo bastante perdido como para no conseguir convencernos en exceso ni de su romance, ni de sus intenciones de salir airoso de la situación.
Lo que sí me convence mucho de la película son el ramillete de secundarios. Partiendo de un Doctor que no dudará en meter en un berenjenal al protagonista y, posteriormente, coger el bote de cianuro cuando llaman a su puerta y conoce su fatal desenlace, a ese ayudante de la Gestapo, un traidor griego capaz de atizar a todo griego viviente, con una mala leche que no se la puede aguantar... pero capaz de entrar a una iglesia y santiguarse con agua, porque ante todo es un buen creyente. A destacar también la aparición sorpresa y agradable de un buscavidas, Chesney (Sebastian Cabot), de esos que no sabes si debes ni puedes fiarte, pero que acaba siendo un flotador al que agarrarse en el momento cumbre de la película. Pese a que dicho personaje sea el que nos fastidie el momento "Far West" que la película pedía a gritos.
Pero quien posiblemente sujeta la película y le da los mejores momentos es Stanley Baker en un rol que puede colar como alemán o no, pero nunca nos dará la imagen de ser un nazi. Enamorado de una griega, y condenado a obedecer órdenes, buscará como haga falta a Mitchum, pero siempre con honor y sin realizar el juego sucio tan típico de este tipo de cine. De hecho, el juego sucio lo aportará su ayudante griego, mientras él emplea otros medios para hacer hablar a la gente, mucho más eficaces.
Quizá no acabe de cuajar, ni de convencer al espectador medio su relación con la griega interpretada por Elisabeth Muller, una Lisa Kyriakides que es la auténtica protagonista del tramo final de la película y que nos ofrece, dicho sea de paso, posiblemente el mejor papel de la película. Sus dotes de persuasión con tal de ser fiel a sí misma y salvar a su familia son uno de los puntos fuertes de este drama bélico con el espionaje como telón de fondo.
El resultado final es una película menor de Robert Aldrich, pero diferente tanto al cine que nos tiene acostumbrado al director como a otras propuestas del género. Una película muy poco holywoodiense, pero donde volvemos a ver la capacidad del director para dotar de importancia a no pocos secundarios. Son ellos los que dan variedad a una película con pocas virtudes. Entre ellas, la sorpresa de un servidor al ver que pasaron la censura. No solo por un efusivo beso de Stanley Baker. Si no por la escena en una especie de cabaret donde la bailarina griega ocupa el protagonismo durante más de un minuto... con los pechos al descubierto. Algo que es difícil de ver en una película made in Hollywood de los años 50, donde el escote y la espalda al desnudo eran lo máximo que se dejaba ver al espectador.
Por último, destacar la que para mi es la mejor escena de la película. En el poblado de San Jorge, donde dan cobijo en un momento de la película a Mitchum, se fusilarán a diez hombres por este hecho, el de haber ayudado a esconderse y huir al americano. Uno a uno, el oficial nazi al mando nombrará al siguiente en ser fusilado, veremos a un soldado alemán ametrallando y, no muy lejos de ahí, Aldrich nos muestra el horror de la protagonista femenina cuyo padre está a punto de morir. Desde donde está se escuchan perfectamente los nombres de los sacrificados, así como los disparos. Cada bala parece dar en ella, que sufre y padece el mismísimo infierno. Gran escena en una película que aprueba por poquito.
Nota: 5
Lo Mejor: Algunos secundarios y la escena de los fusilamientos
Lo Peor: Robert Mitchum lejos de su mejor versión y un Aldrich poco inspirado.
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