Tras alcanzar Berlín y acabar la guerra en Europa en la Sección Estrella de este año (La IIGM contada a través del cine), me ha parecido momento ideal para hablaros de una película reciente que trata esos instantes finales de la guerra, contándonos una historia basada en hechos reales sobre un joven soldado alemán que se hizo pasar por capitán (uniforme incluido) haciendo campar a sus anchas la barbarie.
El Capitán (Érase una vez...)
A toque de corneta, o de trompeta. Vemos una fotografía apagada (que no en Blanco y negro al 100%), diría gris, y un descampado. Ese toque de trompetín se nos acerca. Un hombre corre, desesperado y, tras él, un oficial dispara desde un coche. No da la sensación de querer matarlo de primeras, sí de humillarlo. Se escucha el jadeo de un pobre cordero, un ratón, que intenta huir de las bestias que le persiguen. Alcanza el bosque, salvador bosque, y logra esconderse y evadir a los justicieros.
La primera escena de "El capitán" nos quita el hipo. Uno asiste, perplejo, a la idea de olla que supone ver a esos hombres en un coche, jugueteando con un ¿desertor? antes de intentar matarlo. La barbarie de quienes se creen con derecho a quitar vidas. Y un pobre hombre, un pobre cordero... que será nuestro protagonista, ese protagonista que, cual superhéroe, cambiaría radicalmente una vez pruebe el sabor del uniforme de oficial alemán.
Welcome to de jungle
Ese pobre muchacho, casi un niño, que se encuentra un uniforme y se dedica a imaginarse dando órdenes, ¿A quién? a nadie... hasta que llega un sargento y se presenta. Ahí, en ese momento, el joven decide jugar su carta y hacer creer que es un capitán de la Lutwaffe. Lo hace, y a partir de ahí intenta ver los beneficios del nuevo rango que ostenta. La guerra está en las últimas, pero eso da igual a ese pobre cordero que, en señal de venganza con la vida, optará por acabar con la vida del resto de corderos que, como él, solo pretendían huir de la matanza.
La película nos dejará escenas que rozan los vómitos, no en cuanto a lo crudo de la violencia o el realismo de la sangre, no. Simplemente a unas situaciones cercanas (o que superan) el cine sobre el holocausto judío. Pero aquí no hay judíos, son alemanes matando alemanes por el mismo hecho de ser ladrones o huir de una guerra que está en las últimas. Ahí, nuestro querido protagonista opta por abusar de su nuevo rol y, movido por una espiral de violencia y locura que va in crescendo, acabará cometiendo todo tipo de atropellos, provocando una auténtica masacre y matanza auspiciada por gente que, como él, quiere probar pasarse ese límite de la ley.
A fin de cuentas, de eso va la película de Swentke, de gente que sabiendo que le puede quedar poco de vida, opta por disfrutarla con ese tipo de cosas inmorales, ajenas a la ética pero que su sed de sangre llegan a promover. Todo aquello que una mente perturbada podría pensar pero no sale a la luz, aquí esos corderitos, esos ratones que huyen, acaban convertidos en auténticas bestias. Auténticos lobos para con el hombre, que diría Hobbes.
La Escena (Spoiler)
Aunque la portada tiene a esa curiosa escena donde unos soldados tiran de un coche, con el oficial montado en él cual César romano, y a pesar de la apertura que he mencionado y que merece la pena volver a recomendar encarecidamente en este momento, voy a narrar escrupulosamente la escena más impactante de la película. Aviso de Spoiler porque en las críticas no suelo destripar hechos de películas. Si bien lo de hoy es un híbrido entre análisis y Crítica.
Acaba de cometerse un delito contra la humanidad. El capitán y los suyos, han ordenado matar a prisioneros que aún no han tenido juicio. ¿Su delito? Ser ratas cobardes, ladrones, fugitivos de la guerra... y toparse con un angelito convertido en Satanás. Hay una cena donde se celebra estos hechos, estas tropelías. Dos prisioneros, actores, montan un show divertido con chistes de mal gusto pero que provocan carcajadas entre la alta sociedad y la plebe del Tercer Reich allí presente.
El capitán lanzará su discurso destacando que "ninguno de esos prisioneros" debe quedar vivo, ante la atenta mirada de esos dos actores que, víctimas de la guerra, provocaban dos minutos antes carcajadas ante sus verdugos. Poco después, el capitán tiene una charla con uno de esos prisioneros, provocando una de esas escenas donde la tensión se nota en el ambiente. Este prisionero sufrirá en todo momento, con sudores fríos, sin saber qué hacer, cómo actuar. Mientras tanto, alrededor, los soldados han empezado a pelearse entre ellos, juguetonamente.
La acción irá a más. Algunos soldados sacarán a prisioneros de sus barracones, metiéndoles una paliza. El capitán y otros subordinados saldrán, uno de ellos, quien había favorecido/obedecido al capitán en todo momento y que parecía disfrutar con esas matanzas, le dirá a éste que "eso es inconcedible", como si no fueran a matarlos igualmente a la mañana siguiente (pero no así). El capitán hace caso, aparta a uno de sus hombres y, acto seguido atará de manos a los cuatro prisioneros apalizados, uno al otro, formando una especie de cadena humana.
Les ordenará largarse, inicialmente no obedecerán, acto seguido huirán sabiendo que, de otra manera, estarán muertos. Lo que quizá no sepan es que están muertos igualmente. Mientras ellos huyen, el capitán disparará a uno de ellos, para, después, dar el arma al prisionero/actor con el que había hablado, ordenándole que dispare a esos prisioneros. Matará a uno de ellos. El capitán dará el arma al otro actor, pero este disparará fuera y acto seguido se volará la cabeza, acabando así con su vida.
La escena pone los pelos de punta, con una tensión y un mal rollo que va en aumento en todo momento. El otro actor recupera su rol de verdugo y disparará al tercer prisionero. Solo queda uno en pie, que intenta huir arrastrando consigo el peso de los otros tres prisioneros abatidos. La mujer de uno de los suboficiales intentará acabar con eso, da la impresión que para acabar con la agonía de ese pobre hombre condenado a morir. Sin embargo, sus disparos, su marido ayudándole a apuntar y el resto de hombres allí presentes acabando disparando dan la imagen contraria. Lo abaten a balazos, literalmente, entre todos.
No hay nadie que se salve de la quema. Ni siquiera ese actor/prisionero a quien el capitán cambiará de rol: "ya eres uno de los nuestros". Su vía de escape para sobrevivir no ha sido otra que cometer una auténtica salvajada, perpetrada y apoyada por no pocos ¿nazis?... bestias, auténticos monstruos.
This is the end
Hasta esa escena en cuestión, momento cumbre de la salvajada y la barbarie nazi que ha ido in crescendo durante el metraje, uno asiste con paso firme a la locura que poco a poco se apodera del personaje principal y, con él, la de los de su alrededor, que dejan pasar y acaban siendo verdugos (y no víctimas) de esa matanza indiscriminada. El director se limita a poner la cámara y mostrarnos a esos monstruos.
Sin embargo, tras esa secuencia viene el primer plano (habrá dos) en los que se ve lo del fondo y lo de primer plano a diferentes velocidades, con música de fondo. Es el primer toque "moderno" que incluye el director en la película. Justo después a esa escena que parece indicar la borrachera y júbilo de auténticos outsiders, hombres ajenos a la guerra y a todo (condición humana incluida), llega el bombardeo británico. Rodado con cierto tono que parece incluso cómico, todo queda hecho trizas... y pocos supervivientes, pero entre ellos el pelotón principal de ese capitán que seguirá liderándoles: "Vámonos, aquí ya hemos hecho lo que teníamos que hacer".
La frase la dice el capitán, pero al mismo tiempo, el director. A partir de ahí el resto del metraje indica la decadencia absoluta y la falta de rigor o de vergüenza de sus personajes que, deshinibidos, comienzan a ajusticiar a quien les viene en gana en una ciudad, a la par que se hacen con su prostíbulo particular con fiestas nocturnas. No solo ellos alcanzan el punto más álgido de locura. Con ellos, el director parece reconocer que ha entrado en ese juego y ese tramo final de ¿media hora? no deja de ser un cine más moderno, repleto de auténtica borrachera visual donde el destape parece la única herramienta a utilizar.
Ahí el director acaba quitándose cualquier tipo de encorsetamiento, cualquier prenda que quedara para acabar topándonos con esos títulos de crédito un tanto alocados, extraños, ¿Eficaces? No lo sé. Reconozco que me gustaron, que me parecieron curiosos, en cierto momento incluso divertidos. Pero uno acaba entrando tanto en esa locura que creo que el director aquí acabó demostrando su rendición a las órdenes de su propio capitán. Ver el coche con tropas alemanas paseando por una ciudad con vida, con centros comerciales, tiendas de hoy en día. Y ver como van pidiendo papeles a la gente, como si de una broma de cámara oculta se tratase, resulta un tanto extraño para el tono previo de la película. Divertido final, sobretodo para que uno se quede a ver los títulos de crédito, pero no sé hasta qué punto necesario o no.
Valoración
"El capitán" es una notable película. Uno de los exponentes que demuestran que el cine europeo sabe hacer buen cine bélico o ambientado en la II Guerra Mundial. Y, también, uno de los ejemplos de que el cine alemán, quien más tiene que decir (o incluso callar) sobre el tema contiene la filmografía bélica europea más selecta y mejor cuidada de todas. No será uno de los hitos del cine bélico europeo, pero sí una de las mejor posicionadas, y más aún si nos centramos en el Siglo XXI.
Su director, tras un periplo largo por las américas, incrustado en producciones para hacer taquilla como la fallida saga de "Divergente", volvía a Alemania para demostrar que de cine sabe un rato. Su cuidada fotografía (ganadora en San Sebastián) y una historia atractiva llevada a cabo con el mayor de los mimos, deparan en el espectador la sensación de que estamos ante una obra que merece reconocimiento.
Como digo, el único pero pudiera ser ese tramo final de libertinaje no ya de sus protagonistas, si no ,incluso, del propio director, que ha abrazado la locura para culminarla en esos títulos de crédito tan extraños. Esa media hora final hace que el ambiente decaiga por momentos, como si todo lo que teníamos que ver ya se hubiera perpetrado con anterioridad. Ese viaje de un ser humano, cordero y víctima, convertido en auténtico verdugo y carnicero, nos deja saciados.
Uno no sabe si pedir más porque el nivel de nauseabunda tensión nos deja enganchados al sofá pensando en ¿En serio todo esto era posible?. Pero esa primera hora y media de metraje es un interesantísimo proyecto que demuestra que había buen material pero, sobretodo, buenos artesanos trabajando en ello.
Si aún no la habéis visto, espero que saldéis la cuenta tras leer estos párrafos. "El capitán" es una interesante historia basada en hechos reales, pero un notable ejercicio de cine repleto de tensión y mal rollo elevado a su máxima expresión en algunos momentos. Las tropelías, las masacres, las violaciones, las víctimas... todo está perfectamente orquestado y coreografiado a lo largo de tres cuartas partes del metraje. Solo el tramo final nos hace subir ligeramente de los infiernos al mundanal mundo de la locura cinematográfica.
Nota: 7,25
Lo Mejor: Esa trasnformación, con escenas que son auténticas animaladas, y la fotografía
Lo Peor: El tramo final, relajado en cuanto a lo salvaje, pero deshinibido y abrazando la locura.
El Capitán (Érase una vez...)
A toque de corneta, o de trompeta. Vemos una fotografía apagada (que no en Blanco y negro al 100%), diría gris, y un descampado. Ese toque de trompetín se nos acerca. Un hombre corre, desesperado y, tras él, un oficial dispara desde un coche. No da la sensación de querer matarlo de primeras, sí de humillarlo. Se escucha el jadeo de un pobre cordero, un ratón, que intenta huir de las bestias que le persiguen. Alcanza el bosque, salvador bosque, y logra esconderse y evadir a los justicieros.
La primera escena de "El capitán" nos quita el hipo. Uno asiste, perplejo, a la idea de olla que supone ver a esos hombres en un coche, jugueteando con un ¿desertor? antes de intentar matarlo. La barbarie de quienes se creen con derecho a quitar vidas. Y un pobre hombre, un pobre cordero... que será nuestro protagonista, ese protagonista que, cual superhéroe, cambiaría radicalmente una vez pruebe el sabor del uniforme de oficial alemán.
Welcome to de jungle
Ese pobre muchacho, casi un niño, que se encuentra un uniforme y se dedica a imaginarse dando órdenes, ¿A quién? a nadie... hasta que llega un sargento y se presenta. Ahí, en ese momento, el joven decide jugar su carta y hacer creer que es un capitán de la Lutwaffe. Lo hace, y a partir de ahí intenta ver los beneficios del nuevo rango que ostenta. La guerra está en las últimas, pero eso da igual a ese pobre cordero que, en señal de venganza con la vida, optará por acabar con la vida del resto de corderos que, como él, solo pretendían huir de la matanza.
La película nos dejará escenas que rozan los vómitos, no en cuanto a lo crudo de la violencia o el realismo de la sangre, no. Simplemente a unas situaciones cercanas (o que superan) el cine sobre el holocausto judío. Pero aquí no hay judíos, son alemanes matando alemanes por el mismo hecho de ser ladrones o huir de una guerra que está en las últimas. Ahí, nuestro querido protagonista opta por abusar de su nuevo rol y, movido por una espiral de violencia y locura que va in crescendo, acabará cometiendo todo tipo de atropellos, provocando una auténtica masacre y matanza auspiciada por gente que, como él, quiere probar pasarse ese límite de la ley.
A fin de cuentas, de eso va la película de Swentke, de gente que sabiendo que le puede quedar poco de vida, opta por disfrutarla con ese tipo de cosas inmorales, ajenas a la ética pero que su sed de sangre llegan a promover. Todo aquello que una mente perturbada podría pensar pero no sale a la luz, aquí esos corderitos, esos ratones que huyen, acaban convertidos en auténticas bestias. Auténticos lobos para con el hombre, que diría Hobbes.
La Escena (Spoiler)
Aunque la portada tiene a esa curiosa escena donde unos soldados tiran de un coche, con el oficial montado en él cual César romano, y a pesar de la apertura que he mencionado y que merece la pena volver a recomendar encarecidamente en este momento, voy a narrar escrupulosamente la escena más impactante de la película. Aviso de Spoiler porque en las críticas no suelo destripar hechos de películas. Si bien lo de hoy es un híbrido entre análisis y Crítica.
Acaba de cometerse un delito contra la humanidad. El capitán y los suyos, han ordenado matar a prisioneros que aún no han tenido juicio. ¿Su delito? Ser ratas cobardes, ladrones, fugitivos de la guerra... y toparse con un angelito convertido en Satanás. Hay una cena donde se celebra estos hechos, estas tropelías. Dos prisioneros, actores, montan un show divertido con chistes de mal gusto pero que provocan carcajadas entre la alta sociedad y la plebe del Tercer Reich allí presente.
El capitán lanzará su discurso destacando que "ninguno de esos prisioneros" debe quedar vivo, ante la atenta mirada de esos dos actores que, víctimas de la guerra, provocaban dos minutos antes carcajadas ante sus verdugos. Poco después, el capitán tiene una charla con uno de esos prisioneros, provocando una de esas escenas donde la tensión se nota en el ambiente. Este prisionero sufrirá en todo momento, con sudores fríos, sin saber qué hacer, cómo actuar. Mientras tanto, alrededor, los soldados han empezado a pelearse entre ellos, juguetonamente.
La acción irá a más. Algunos soldados sacarán a prisioneros de sus barracones, metiéndoles una paliza. El capitán y otros subordinados saldrán, uno de ellos, quien había favorecido/obedecido al capitán en todo momento y que parecía disfrutar con esas matanzas, le dirá a éste que "eso es inconcedible", como si no fueran a matarlos igualmente a la mañana siguiente (pero no así). El capitán hace caso, aparta a uno de sus hombres y, acto seguido atará de manos a los cuatro prisioneros apalizados, uno al otro, formando una especie de cadena humana.
Les ordenará largarse, inicialmente no obedecerán, acto seguido huirán sabiendo que, de otra manera, estarán muertos. Lo que quizá no sepan es que están muertos igualmente. Mientras ellos huyen, el capitán disparará a uno de ellos, para, después, dar el arma al prisionero/actor con el que había hablado, ordenándole que dispare a esos prisioneros. Matará a uno de ellos. El capitán dará el arma al otro actor, pero este disparará fuera y acto seguido se volará la cabeza, acabando así con su vida.
La escena pone los pelos de punta, con una tensión y un mal rollo que va en aumento en todo momento. El otro actor recupera su rol de verdugo y disparará al tercer prisionero. Solo queda uno en pie, que intenta huir arrastrando consigo el peso de los otros tres prisioneros abatidos. La mujer de uno de los suboficiales intentará acabar con eso, da la impresión que para acabar con la agonía de ese pobre hombre condenado a morir. Sin embargo, sus disparos, su marido ayudándole a apuntar y el resto de hombres allí presentes acabando disparando dan la imagen contraria. Lo abaten a balazos, literalmente, entre todos.
No hay nadie que se salve de la quema. Ni siquiera ese actor/prisionero a quien el capitán cambiará de rol: "ya eres uno de los nuestros". Su vía de escape para sobrevivir no ha sido otra que cometer una auténtica salvajada, perpetrada y apoyada por no pocos ¿nazis?... bestias, auténticos monstruos.
This is the end
Hasta esa escena en cuestión, momento cumbre de la salvajada y la barbarie nazi que ha ido in crescendo durante el metraje, uno asiste con paso firme a la locura que poco a poco se apodera del personaje principal y, con él, la de los de su alrededor, que dejan pasar y acaban siendo verdugos (y no víctimas) de esa matanza indiscriminada. El director se limita a poner la cámara y mostrarnos a esos monstruos.
Sin embargo, tras esa secuencia viene el primer plano (habrá dos) en los que se ve lo del fondo y lo de primer plano a diferentes velocidades, con música de fondo. Es el primer toque "moderno" que incluye el director en la película. Justo después a esa escena que parece indicar la borrachera y júbilo de auténticos outsiders, hombres ajenos a la guerra y a todo (condición humana incluida), llega el bombardeo británico. Rodado con cierto tono que parece incluso cómico, todo queda hecho trizas... y pocos supervivientes, pero entre ellos el pelotón principal de ese capitán que seguirá liderándoles: "Vámonos, aquí ya hemos hecho lo que teníamos que hacer".
La frase la dice el capitán, pero al mismo tiempo, el director. A partir de ahí el resto del metraje indica la decadencia absoluta y la falta de rigor o de vergüenza de sus personajes que, deshinibidos, comienzan a ajusticiar a quien les viene en gana en una ciudad, a la par que se hacen con su prostíbulo particular con fiestas nocturnas. No solo ellos alcanzan el punto más álgido de locura. Con ellos, el director parece reconocer que ha entrado en ese juego y ese tramo final de ¿media hora? no deja de ser un cine más moderno, repleto de auténtica borrachera visual donde el destape parece la única herramienta a utilizar.
Ahí el director acaba quitándose cualquier tipo de encorsetamiento, cualquier prenda que quedara para acabar topándonos con esos títulos de crédito un tanto alocados, extraños, ¿Eficaces? No lo sé. Reconozco que me gustaron, que me parecieron curiosos, en cierto momento incluso divertidos. Pero uno acaba entrando tanto en esa locura que creo que el director aquí acabó demostrando su rendición a las órdenes de su propio capitán. Ver el coche con tropas alemanas paseando por una ciudad con vida, con centros comerciales, tiendas de hoy en día. Y ver como van pidiendo papeles a la gente, como si de una broma de cámara oculta se tratase, resulta un tanto extraño para el tono previo de la película. Divertido final, sobretodo para que uno se quede a ver los títulos de crédito, pero no sé hasta qué punto necesario o no.
Valoración
"El capitán" es una notable película. Uno de los exponentes que demuestran que el cine europeo sabe hacer buen cine bélico o ambientado en la II Guerra Mundial. Y, también, uno de los ejemplos de que el cine alemán, quien más tiene que decir (o incluso callar) sobre el tema contiene la filmografía bélica europea más selecta y mejor cuidada de todas. No será uno de los hitos del cine bélico europeo, pero sí una de las mejor posicionadas, y más aún si nos centramos en el Siglo XXI.
Su director, tras un periplo largo por las américas, incrustado en producciones para hacer taquilla como la fallida saga de "Divergente", volvía a Alemania para demostrar que de cine sabe un rato. Su cuidada fotografía (ganadora en San Sebastián) y una historia atractiva llevada a cabo con el mayor de los mimos, deparan en el espectador la sensación de que estamos ante una obra que merece reconocimiento.
Como digo, el único pero pudiera ser ese tramo final de libertinaje no ya de sus protagonistas, si no ,incluso, del propio director, que ha abrazado la locura para culminarla en esos títulos de crédito tan extraños. Esa media hora final hace que el ambiente decaiga por momentos, como si todo lo que teníamos que ver ya se hubiera perpetrado con anterioridad. Ese viaje de un ser humano, cordero y víctima, convertido en auténtico verdugo y carnicero, nos deja saciados.
Uno no sabe si pedir más porque el nivel de nauseabunda tensión nos deja enganchados al sofá pensando en ¿En serio todo esto era posible?. Pero esa primera hora y media de metraje es un interesantísimo proyecto que demuestra que había buen material pero, sobretodo, buenos artesanos trabajando en ello.
Si aún no la habéis visto, espero que saldéis la cuenta tras leer estos párrafos. "El capitán" es una interesante historia basada en hechos reales, pero un notable ejercicio de cine repleto de tensión y mal rollo elevado a su máxima expresión en algunos momentos. Las tropelías, las masacres, las violaciones, las víctimas... todo está perfectamente orquestado y coreografiado a lo largo de tres cuartas partes del metraje. Solo el tramo final nos hace subir ligeramente de los infiernos al mundanal mundo de la locura cinematográfica.
Nota: 7,25
Lo Mejor: Esa trasnformación, con escenas que son auténticas animaladas, y la fotografía
Lo Peor: El tramo final, relajado en cuanto a lo salvaje, pero deshinibido y abrazando la locura.
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