
El Capitán (Érase una vez...)
A toque de corneta, o de trompeta. Vemos una fotografía apagada (que no en Blanco y negro al 100%), diría gris, y un descampado. Ese toque de trompetín se nos acerca. Un hombre corre, desesperado y, tras él, un oficial dispara desde un coche. No da la sensación de querer matarlo de primeras, sí de humillarlo. Se escucha el jadeo de un pobre cordero, un ratón, que intenta huir de las bestias que le persiguen. Alcanza el bosque, salvador bosque, y logra esconderse y evadir a los justicieros.

Welcome to de jungle
Ese pobre muchacho, casi un niño, que se encuentra un uniforme y se dedica a imaginarse dando órdenes, ¿A quién? a nadie... hasta que llega un sargento y se presenta. Ahí, en ese momento, el joven decide jugar su carta y hacer creer que es un capitán de la Lutwaffe. Lo hace, y a partir de ahí intenta ver los beneficios del nuevo rango que ostenta. La guerra está en las últimas, pero eso da igual a ese pobre cordero que, en señal de venganza con la vida, optará por acabar con la vida del resto de corderos que, como él, solo pretendían huir de la matanza.

A fin de cuentas, de eso va la película de Swentke, de gente que sabiendo que le puede quedar poco de vida, opta por disfrutarla con ese tipo de cosas inmorales, ajenas a la ética pero que su sed de sangre llegan a promover. Todo aquello que una mente perturbada podría pensar pero no sale a la luz, aquí esos corderitos, esos ratones que huyen, acaban convertidos en auténticas bestias. Auténticos lobos para con el hombre, que diría Hobbes.
La Escena (Spoiler)

Acaba de cometerse un delito contra la humanidad. El capitán y los suyos, han ordenado matar a prisioneros que aún no han tenido juicio. ¿Su delito? Ser ratas cobardes, ladrones, fugitivos de la guerra... y toparse con un angelito convertido en Satanás. Hay una cena donde se celebra estos hechos, estas tropelías. Dos prisioneros, actores, montan un show divertido con chistes de mal gusto pero que provocan carcajadas entre la alta sociedad y la plebe del Tercer Reich allí presente.

La acción irá a más. Algunos soldados sacarán a prisioneros de sus barracones, metiéndoles una paliza. El capitán y otros subordinados saldrán, uno de ellos, quien había favorecido/obedecido al capitán en todo momento y que parecía disfrutar con esas matanzas, le dirá a éste que "eso es inconcedible", como si no fueran a matarlos igualmente a la mañana siguiente (pero no así). El capitán hace caso, aparta a uno de sus hombres y, acto seguido atará de manos a los cuatro prisioneros apalizados, uno al otro, formando una especie de cadena humana.
Les ordenará largarse, inicialmente no obedecerán, acto seguido huirán sabiendo que, de otra manera, estarán muertos. Lo que quizá no sepan es que están muertos igualmente. Mientras ellos huyen, el capitán disparará a uno de ellos, para, después, dar el arma al prisionero/actor con el que había hablado, ordenándole que dispare a esos prisioneros. Matará a uno de ellos. El capitán dará el arma al otro actor, pero este disparará fuera y acto seguido se volará la cabeza, acabando así con su vida.
La escena pone los pelos de punta, con una tensión y un mal rollo que va en aumento en todo momento. El otro actor recupera su rol de verdugo y disparará al tercer prisionero. Solo queda uno en pie, que intenta huir arrastrando consigo el peso de los otros tres prisioneros abatidos. La mujer de uno de los suboficiales intentará acabar con eso, da la impresión que para acabar con la agonía de ese pobre hombre condenado a morir. Sin embargo, sus disparos, su marido ayudándole a apuntar y el resto de hombres allí presentes acabando disparando dan la imagen contraria. Lo abaten a balazos, literalmente, entre todos.
No hay nadie que se salve de la quema. Ni siquiera ese actor/prisionero a quien el capitán cambiará de rol: "ya eres uno de los nuestros". Su vía de escape para sobrevivir no ha sido otra que cometer una auténtica salvajada, perpetrada y apoyada por no pocos ¿nazis?... bestias, auténticos monstruos.
This is the end
Hasta esa escena en cuestión, momento cumbre de la salvajada y la barbarie nazi que ha ido in crescendo durante el metraje, uno asiste con paso firme a la locura que poco a poco se apodera del personaje principal y, con él, la de los de su alrededor, que dejan pasar y acaban siendo verdugos (y no víctimas) de esa matanza indiscriminada. El director se limita a poner la cámara y mostrarnos a esos monstruos.

La frase la dice el capitán, pero al mismo tiempo, el director. A partir de ahí el resto del metraje indica la decadencia absoluta y la falta de rigor o de vergüenza de sus personajes que, deshinibidos, comienzan a ajusticiar a quien les viene en gana en una ciudad, a la par que se hacen con su prostíbulo particular con fiestas nocturnas. No solo ellos alcanzan el punto más álgido de locura. Con ellos, el director parece reconocer que ha entrado en ese juego y ese tramo final de ¿media hora? no deja de ser un cine más moderno, repleto de auténtica borrachera visual donde el destape parece la única herramienta a utilizar.

Valoración

Su director, tras un periplo largo por las américas, incrustado en producciones para hacer taquilla como la fallida saga de "Divergente", volvía a Alemania para demostrar que de cine sabe un rato. Su cuidada fotografía (ganadora en San Sebastián) y una historia atractiva llevada a cabo con el mayor de los mimos, deparan en el espectador la sensación de que estamos ante una obra que merece reconocimiento.

Uno no sabe si pedir más porque el nivel de nauseabunda tensión nos deja enganchados al sofá pensando en ¿En serio todo esto era posible?. Pero esa primera hora y media de metraje es un interesantísimo proyecto que demuestra que había buen material pero, sobretodo, buenos artesanos trabajando en ello.

Nota: 7,25
Lo Mejor: Esa trasnformación, con escenas que son auténticas animaladas, y la fotografía
Lo Peor: El tramo final, relajado en cuanto a lo salvaje, pero deshinibido y abrazando la locura.
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