Waterloo (1970, Sergei Bondarchuk)

Nuevo capítulo de los Conflictos Bélicos anteriores al Siglo XX. En esta ocasión toca volver a Europa con Napoleón, a quien ya tuvimos en el Especial de Enero (entonces hablé del "Napoleón" de Abel Gance). Hoy toca, con motivo de que el 18 de junio se celebrará el 204 aniversario de tal cruenta como famosa batalla, de "Waterloo" que fue llevada al cine en una producción de Dino Di Laurentiis con Sergei Bondarchuk tras las cámaras.

Bondarchuk, el cineasta ruso, logró fama mundial al llevar a cabo la mastodóntica (en cuanto a duración) "Guerra y Paz", cuyas secuencias de combate fueron tan logradas que para una producción sobre una de las batallas napoleónicas más famosas no quedaba más remedio que dejársela en sus manos. El resultado, al menos en cuanto a la batalla corresponde, fue espectacular.


Sinopsis
Las letras del inicio nos ubican. Estamos en 1814 en París, Napoleón (Rod Steiger) tras sus dos décadas de grandeza cae en 1812 en desgracia. No queda más remedio que abdicar y exiliarse. Se lo pide su gente de confianza, gente que según él no eran nadie antes de su ascenso ("Si hay algo que desprecio es la ingratitud"). A pesar de su gran aviso a navegantes ("Francia me seguirá hasta el infinito si puedo conseguirles otra victoria") acabará viéndose obligado a firmar y marchar.

Tras una emotiva despedida, Napoleón parte con su guardia al exilio en Elba, pero meses después se escapará y junto a 1000 hombres volverá a Francia. A su encuentro parten, obligados por Luís XVIII (Orson Welles en un pequeño papel), numerosas tropas con la intención de capturar a Napoleón, incluso acabar con él. Pero el bueno de Bonaparte se gana a las tropas y con ellas posteriormente al pueblo en un retorno triunfal a París que acabará con el Rey exiliándose y destronado y Napoleón volviendo a ser Emperador de Francia.

Su grandeza debe volver a ser la de antes y, a pesar de reconocerse como hombre de paz, no es bien recibido por el resto de países que no olvidan el pasado. Napoleón acabará viendo el momento para cruzar el río e invadir Bélgica, poniendo rumbo a Bruselas donde espera Wellington. El Duque británico verá la única oportunidad antes de perder Bruselas en un terreno descampado donde poder oponer resistencia. Su nombre, pasaría a la historia: Waterloo.

Napoleón y los suyos vencen camino de Bruselas, en Charleroi, y ponen rumbo a encontrase con Wellington que espera en Waterloo. Para Napoleón es importante que Von Blucher y sus tropas prusianas (que se han batido en retirada) no lleguen a contactar con Wellington y los británicos. Por ello ordena al Mariscal Grouchy que vaya en busca y captura de esas tropas, dividiéndose de este modo el Ejército francés en un movimiento que resultaría posteriormente clave en el devenir de la batalla.

Llega la víspera de la batalla y no para de llover. Napoleón necesita que el terreno esté en condiciones. Por la mañana ha dejado de llover, pero la idea del emperador para no dar tregua al enemigo es atacar temprano, a las nueve. Es inviable hasta que no se seque más el terreno, aún embarrado, y finalmente el ataque se iniciará a las 11:35, será clave este retraso, puesto que dará mayor margen a la espera de refuerzos a las tropas de Wellington.

Se inicia la batalla con Napoleón atacando el flanco derecho de las líneas defensivas de Wellington, a la espera de si este optará por mover sus tropas a fortalecer dicho flanco o  no. El británico no se inmuta, pide calma. Después toca el momento del ataque británico, suicida por parte de la caballería escocesa que queda minimizada gracias a los lanceros franceses. Napoleón cae desmayado, necesitando un descanso, Wellington ordenará entonces a todas sus tropas retroceder 100 metros, en retirada.

Este último movimiento, provoca que el Mariscal Ney ordene a la caballería atacar (en ausencia de Napoleón). Un ataque fracasado, sin ayuda de la infantería, por pensar en ganar rápidamente una batalla que debía ser larga. Las líneas defensivas británicas resisten como pueden y, a lo lejos, las tropas de Von Blucher hacen acto de presencia, más tarde de lo deseado, pero aún a tiempo. Según Napoleón es tarde para el enemigo, una vez tomada la granja que él considera clave, y pone a todas sus tropas a avanzar. Eso sí, siempre a la espera de Grouchy.

¿Y Grouchy? A pesar de escuchar los cañones decide no aparecer con sus tropas, puesto que Napoleón le había dejado claro que quería a Blucher. Finalmente ni conseguirán cazar a las tropas prusianas, ni ayudarán a Napoleón ante la duda de si estaban o no obrando bien. Error que dejaría a las tropas napoleónicas en inferioridad. Los prusianos llegarán al rescate y atacarán con todo a unas tropas francesas que se verán desbordadas.

A pesar de que Ney y Napoleón entienden que aguantando un poco más acabarían consiguiendo la victoria (recordando Napoleón la batalla de Marengo, donde a las cinco la tenían perdida y a las siete la habían ganado) las tropas no resisten. Los franceses obligan a Napoleón a salir de allí vivo, a pesar de que este insiste un par de veces en que el lugar donde morir es el campo de batalla, y los franceses acabarán sucumbiendo. Wellington y los suyos han vencido pero, como dirá la voz en off del duque, "salvo una batalla perdida, no hay nada más triste que una batalla ganada", mientras se contempla los cuerpos sin vida esparcidos por ese campo de batalla, ese cementerio, que fue Waterloo.

Escenas
Sin duda alguna el momento cumbre de la producción es la batalla final. Previamente podemos destacar la escena en la que Wellington asciende a cabo a un hombre tras intentar robar un cerdo, o esa gran secuencia en la que Napoleón vuelve a Francia, con 1000 hombres y le reciben miles de soldados. Antes de que haya un conflicto fraternal, el ex emperador se gana a su pueblo y a la órden de fusilarle, ningún soldado obedece, incluso uno se desmaya, recalcando la importancia del personaje en ese momento histórico para el país galo.

Una vez llegada a la batalla final hay un par de momentos que me gustaron sobre el resto. Por un lado, cuando la caballería escocesa ataca a los cañones franceses. Un oficial francés llega a decirle a Napoleón que son "la más noble caballería" pero que estaban "en malas manos", al haber sido sacrificada en vano. Bondarchuk pone a cámara lenta ese galope de la caballería con un hermoso travelling previo a la escaramuza en la que saldrán escaldados.

Posteriormente toca otra heroica carga, la de la caballería francesa que, tras morder el anzuelo y con Napoleón convaleciente se mete en un lío con una carga cuyo heroismo se va al traste cuando los británicos, agazapados en formaciones en cuadro, les esperaban para obligarles a separarse y partir líneas, siendo acribillados por todos los flancos. Aquí Bondarchuk regala unas preciosas imágenes nuevamente, colocando la cámara por encima del campo de batalla, para contemplar, en miniatura, el horror del combate así como la magnitud del terreno y la multitud de extras.

Crítica
Tras un inicio pausado que se alarga durante más de una hora, la hora de la verdad llega con la famosa batalla en territorio belga. Es ahí donde el presupuesto y la mano de Bondarchuk se hace notar. Esa caballería a cámara lenta camino de la muerte o esa cámara volando sobre el campo de batalla cuando la caballería francesa se topaba con la resistencia británica bien organizada son dos de los ejemplos más llamativos de una batalla perfectamente sincronizada. Destacar la profundidad de campo constante, ya que a pesar de ver en primer plano a los protagonistas, en todo momento se veía hasta dos o tres posiciones diferentes y movimiento por todo el plano estuvieran cerca o lejos de cámara, como si de una preciosa pintura en movimiento se tratara.

Hubo presupuesto para extras y para vestuario. Si no, no se hubiera logrado credibilidad en la época para una producción de tal calibre. Los tres cuartos de hora (algo más) que dura la batalla merecerían en su época el pago de una entrada, sin nada que desmerecer a las grandes superproducciones de hoy en día. Al mismo tiempo, Bondarchuk nos lanza unas pinceladas de como eran las dos grandes figuras del conflicto. Ese Napoleón en su locura, tras su decadencia y resucitado para intentar alcanzar la gloria que tuvo, y ese Wellington con humor británico constante, que parece no inmutarse pero que piensa cada movimiento. Todo ello aderezado con frases históricas de ambos comandantes.

Esa partida de ajedrez perfectamente ejecutada y en la que el director echa mano de los momentos clave de la batalla que los libros de historia narran. No deja de tener cierto toque peliculero, como en esa "no rendición" de los franceses cuando están destrozados para, posteriormente, lanzarles cañonazos (¿Era necesario ese final cuando lo que se pretendía era tener piedad?). Precisamente esa y las posteriores imágenes muestran el horror de la guerra, previamente remarcado en un soldado que salía de la formación para gritar por todo lo alto a ver por qué narices estaban combatiendo si unas horas antes "no se conocían".

El resultado es una película que nos sirve como relato histórico a la par de ser un gran entretenimiento. No obstante la primera mitad de la película, para colocar las fichas sobre el tablero, queda un tanto lenta y algo aburrida. Levanta el vuelo, como debe ser, en un tramo final con un batalla donde los dos bandos tienen sus oportunidades y deben saber aprovecharlas. Una sensacional batalla anterior al Siglo XX narrada maravillosamente. Una película que debería tener mejor caché del que tiene, un tanto abandonada a su suerte.

Nota: 6,75

Comentarios

  1. Siempre me ha parecido una gran película, la verdad es que no se porque se la olvida. Otra escena memorable es cuando el jefe de la caballeria británcica (Ponsonby?) es cazado por los lanceros franceses. Terrible escena.

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