"Furya" de Acero (Crítica Corazones de Acero)

La mejor manera de resucitar la II Guerra Mundial en el cine es, sin duda alguna, con espectáculos de la talla de "Fury". El nuevo film de David Ayer es su mejor obra hasta el momento -y no es poca cosa-, y en una gran arrancada llega a merodear, desde la distancia, a  "La cruz de hierro" de Peckinpah, film del que, sin duda alguna ha bebido.

Le delata, en ese homenaje los títulos de crédito del final del film, que se asemejan -a pesar de que no estén tan a la altura- con los del inicio de la única obra bélica de Peckinpah. Ayer, como los dos Sam´s más famosos del género bélico (Fuller y el mencionado autor de "La cruz de hierro") habla de la camaradería, con crudeza, y da un vistazo a la guerra, sin medias tintas.


Es ahí donde sale triunfal una película dura para el momento y donde el argumento es lo de menos. Como lo era ese "Uno Rojo: División de choque" de Fuller o la mencionada obra maestra -con permiso de Grupo Salvaje y Perros de Paja- de Peckinpah.

Recogiendo el testigo sangriento, sin miramientos, que ya utilizaría Spielberg para su epopeya normanda, Ayer nos lleva a los últimos días de la guerra con destreza. Sobra, quizás, ese aviso del inicio que abunda en el cine moderno para que los "menos leídos" sepan ubicarse en el mapa, pero aun así la guerra se cobra sus víctimas y mete al espectador en ella.

Con bellas imágenes de la destrucción y con el único objetivo de ver las penurias de un grupo de hombres a bordo de un tanque, se va pasando el rato ante lo que podría ser una de las mejores películas del año -por momentos-. Lástima que en el tramo final le flojee el talento a un Ayer que no termina de cuajar del todo sus obras.

Cuando el objetivo de esos hombres luchando por salir vivos -amén de matar nazis- se difumina y el film empieza a toparse con el heroísmo tan absurdo e innecesario para el realismo como necesario para que el público fan del Call of Duty aplauda con las orejas las secuencias de acción empieza el bache del film.

Hacer una gran obra requiere de dotar de regularidad una película, y Ayer no lo consigue y termina en cierto modo ablandándose. No lo hacía Fuller, y mucho menos Peckinpah, autores que llevaban al extremo el "Hombre es un lobo para con el hombre" de Hobbes. A Ayer le falla ese pulso final consigo mismo.

En cierto modo, se termina equiparando al personaje de "Chacal", un hombre duro, hecho por la guerra y al mismo tiempo para la guerra. El azote de los nazis, sin duda alguna -y ya van dos veces- pero que a la hora de la verdad tiene su corazoncito y cuida como un padre de los suyos. Coburn ya lo hacía en "La Cruz de hierro", pero entonces todo se trataba de sobrevivir a la masacre, costara lo que costara, y no en colgarse medallas.

Aun así Ayer nos deja unos buenos trazos de lo que es combatir en un tanque, unas secuencias bélicas bastante logradas -a pesar de la utilización, al modo Star Wars, de rayos láser totalmente innecesarios- y algún que otro momento para la comicidad. Sin duda alguna logra que el espectador se embarque en su aventura al bordo del "Fury", que no es poco. Y, por supuesto, no llega a aburrir, con un metraje acorde a lo que se cuenta.

Lástima, como decimos, que la obra pudiera haber estado un punto por encima si no fuera por esa mina con la que se topa en mitad del camino. Con la debilidad de Ayer de hacernos ver que la guerra va de algo más que "derrotados" cuando hasta ese momento era de lo único que iba. Olvidándose por completo de esa frase que hubiera definido su film: "Los ideales son pacíficos, la historia es violenta".

Nota: 7/10

Lo mejor: Brad Pitt en su salsa matando nazis, y una secuencia tan dura-sensible-surrealista como la de la comida en el pueblo alemán

Lo Peor: Que el heroísmo se confunda con la necesidad y nuble una película hasta entonces de notable alto.

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