El 15 de abril de 1665 moría asesinado Abraham Lincoln mientras contemplaba una obra en el Teatro Ford de Washington. Su asesino: John Wilkes Booth, actor de profesión. Hoy vengo con un drama carcelario ambientado en la Guerra de Secesión norteamericana y que guarda mucha relación con este acontecimiento histórico. El título de la película: "El prisionero del odio" (The Prisoner of Shark Island) dirigida por John Ford en 1936.
La película
Abraham Lincoln es asesinado mientras contempla una obra de teatro. En su huida, John Wilkes Booth, autor del crimen, se rompe una pierna y necesita ser atendido por un médico. El doctor Samuel Alexander Mudd (Warner Baxter) le curará las heridas desconociendo en todo momento que se encuentra ante el asesino de Abraham Lincoln (también desconoce que Lincoln haya sido asesinado). Booth marcha y a la mañana siguiente el Ejército de la Unión toma prisionero a Mudd, acusándole de colaboración en la huida del asesinato.
Booth acabará muerto en su huida, pero algunas personas son acusadas de colaboración con el asesino del presidente de los Estados Unidos. La gran mayoría, son condenados a la horca tras un juicio un tanto amañado. El doctor Mudd, por el contrario, será condenado a Cadena Perpetua en la isla de Shark. A pesar de los intentos de su mujer y familiares de conseguir rescatarle de la isla, y tras un emocionante intento de fuga, Mudd es recluido en las "mazmorras". Pasará el tiempo y la fiebre amarilla se apoderará de la isla, momento en el cuál, sin ayuda, ni medicamentos, ni más médicos, Mudd accede a ayudar a los enfermos. La recompensa a su labor acabará siendo indultado por el presidente Johnson.
La realidad
Samuel Alexander Mudd fue prisionero de la isla de Shark durante unos cuatro años antes de poder salir de allí, un tiempo que no queda del todo reflejado en la película. Pero no será el único detalle cinematográfico que Ford maneje a su antojo. Según diversos historiadores, no está claro que Mudd estuviera enterado ni del plan del asesinato de Lincoln, ni mucho menos de que Lincoln hubiera sido asesinado cuando él decidió ayudar a John Wilkes Booth. Sin embargo, sí que hay indicios de que ambos se conocían de antes, algo que en la película el personaje interpretado por Warner Baxter niega categóricamente.
En la vida real, uno de los motivos por el que fue acusado el doctor, fue por mantener oculto durante horas a Booth, y no dar parte de que había estado en su casa, hasta tiempo después. Algo que en la película no se menciona, quedando el doctor como un héroe caido en desgracia por un complot ideado para impartir reprimenda en el Sur.
Una historia del Norte y el Sur
Uno de los detalles curiosos de "El prisionero del Odio" es que se trata de una obra muy politizada por parte de Ford a pesar de lo que la idea inicial pudiera parecer. En ella no se pretende buscar culpables ni al Norte ni al Sur de la guerra civil que tuviera lugar unos 70 años antes del rodaje de la película. En la primera escena Ford coloca al presidente Lincoln dando un discurso a su gente, y pidiendo que se toque el tema "Dixie", canción estrechamente ligada al ejército confederado (sureño).
Con ese guiño del destino, Lincoln será asesinado por un hombre del Sur. Pero esta historia es la de Samuel Alexander Mudd, sureño, pero con unas ideas lejanas a las del conflicto bélico. El doctor cumple con su cometido de curar a un herido (John Wilkes Booth), del mismo modo que en la isla de Shark llegará a curar al duro sargento que le había hecho la vida imposible durante su encarcelamiento. Se trata de un hombre que vive en el Sur, junto a su familia, pero a quien Abraham Lincoln le cae simpático en su idea de unir de nuevo a la nación. Algo que chocará con su suegro, ex general confederado (o eso dice) que odia y detesta todo lo relacionado con la Unión.
No será el único guiño a unir Norte y Sur. Mudd tendrá en la carcel por amigo a un ex exclavo suyo, que forma parte del ejército de la Unión encargado de custodiar a los prisioneros, compuesto en su mayoría por hombres de raza negra. Mudd, para combatir la fiebre amarilla, acabará pareciendo un norteño más a pesar de ser sureño, en otro claro ejemplo de que su personaje no entiende de extremismos políticos, si no de justicia, esa que se le negó en el juicio.
El juicio
El juicio es una de las partes importantes de la película. En él vemos algunos ejemplos de un cine fordiano muy bien trabajado incluso en una obra menor como pudiera ser esta. Vemos a la multitud gritar que se haga justicia. Dentro del cuartel, el oficial al mando encargado del juicio deja claro al jurado (compuesto por oficiales) que en ese Consejo de Guerra se trata de hacer "caso al pueblo", en un claro ejemplo de amaño y condicionamiento. Se ve en todo momento que el juicio es un mero formalismo previo al castigo que ya tienen dictaminado con antelación. Mención especial a la secuencia del ahorcamiento, vista en todo momento desde el rostro de quienes la contemplan, con juego de sombras y con el plano de las piernas de los soldados. Imágenes imborrables.
Escenas
Sin duda alguna hay dos momentos cumbre o clave en la película de Ford. El primero de ellos, ese arranque, tras escuchar el tema "I Wish I was in Dixie", vemos a Lincoln contemplando una obra de teatro. Quien conozca de historia sabe de sobra qué sucederá a continuación: John Wilkes Booth dispara y sale corriendo. Ford detalla con pelos y señales la imagen icónica de aquella noche, la de Wilkes saltando desde la grada al escenario y, con él, cayendo una bandera de los Estados Unidos, tal y como también inmortalizaría para la Gran Pantalla D.W.Griffith en "El nacimiento de una nación".
La segunda escena (obviando el mencionado juicio) es la de la evasión. Un año antes de "La gran ilusión", John Ford nos relataba una de las primeras fugas de un campo de prisioneros. Lo hacía con elegancia, con un tono aventurero que choca con el resto de la película, mucho más pausado y dramático. Palpas la tensión de esa fuga, sobretodo cuando el Sargento da órdenes de tirar a dar, y Mudd es consciente de que se juega la vida. Ese salto a un agua infestada de tiburones tras sobrevivir a las balas... una escena muy lograda para la época, donde Ford marcaba, en cierta manera, la forma de relatar las evasiones de una cárcel.
Crítica
"El prisionero del odio" es un interesantísimo relato de historia narrado por uno de los mejores arquitectos que ha tenido el cine bélico: El maestro John Ford. Quizá lejos de sus excelentes westerns, o de sus más conseguidos dramas, pero Ford demostraba su buena mano para cualquier tipo de historias con este drama sobre la Guerra de Secesión y sobre la imagen de un quizá anónimo para el gran público Samuel Alexander Mudd.
La película no es, si no una muestra, de lo que el cine es capaz de hacer, inmortalizando la imagen de un sureño que no era tan del Sur, un hombre condenado injustamente y que aún así, decidido a cumplir con su labor moral de ejercer su profesión de doctor. Todo ello con el buen gusto cinematográfico de un Ford que, incluso en esta obra menor, parece en estado de gracia puesto que hay unas cuantas escenas llevadas a cabo con la suficiente delicadeza y sentido que hacen de la película casi tan buena como obras mayores fordianas.
Es, en definitiva, un notable ejercicio que se rodaría antes de (por ejemplo) "La diligencia" o de servir al Ejército durante la II Guerra Mundial. Ford nos habla del Norte y del Sur sin querer entrar en quienes fueron los buenos y quienes los malos. Gana Estados Unidos, y ganan las buenas personas, con la imagen de Samuel Alexander Mudd salvando de la fiebre amarilla a todo el que pudo, jugándose él su propia vida en aquella isla del diablo que era la isla Shark.
Nota: 7
Lo Mejor: El toque Ford, con especial mención a la escena de la evasión
Lo Peor: La historia en sí, requiere una serie de saltos temporales que hace que rítmicamente haya momentos donde le falte fluidez.
La película
Abraham Lincoln es asesinado mientras contempla una obra de teatro. En su huida, John Wilkes Booth, autor del crimen, se rompe una pierna y necesita ser atendido por un médico. El doctor Samuel Alexander Mudd (Warner Baxter) le curará las heridas desconociendo en todo momento que se encuentra ante el asesino de Abraham Lincoln (también desconoce que Lincoln haya sido asesinado). Booth marcha y a la mañana siguiente el Ejército de la Unión toma prisionero a Mudd, acusándole de colaboración en la huida del asesinato.
Booth acabará muerto en su huida, pero algunas personas son acusadas de colaboración con el asesino del presidente de los Estados Unidos. La gran mayoría, son condenados a la horca tras un juicio un tanto amañado. El doctor Mudd, por el contrario, será condenado a Cadena Perpetua en la isla de Shark. A pesar de los intentos de su mujer y familiares de conseguir rescatarle de la isla, y tras un emocionante intento de fuga, Mudd es recluido en las "mazmorras". Pasará el tiempo y la fiebre amarilla se apoderará de la isla, momento en el cuál, sin ayuda, ni medicamentos, ni más médicos, Mudd accede a ayudar a los enfermos. La recompensa a su labor acabará siendo indultado por el presidente Johnson.
La realidad
Samuel Alexander Mudd fue prisionero de la isla de Shark durante unos cuatro años antes de poder salir de allí, un tiempo que no queda del todo reflejado en la película. Pero no será el único detalle cinematográfico que Ford maneje a su antojo. Según diversos historiadores, no está claro que Mudd estuviera enterado ni del plan del asesinato de Lincoln, ni mucho menos de que Lincoln hubiera sido asesinado cuando él decidió ayudar a John Wilkes Booth. Sin embargo, sí que hay indicios de que ambos se conocían de antes, algo que en la película el personaje interpretado por Warner Baxter niega categóricamente.
En la vida real, uno de los motivos por el que fue acusado el doctor, fue por mantener oculto durante horas a Booth, y no dar parte de que había estado en su casa, hasta tiempo después. Algo que en la película no se menciona, quedando el doctor como un héroe caido en desgracia por un complot ideado para impartir reprimenda en el Sur.
Una historia del Norte y el Sur
Uno de los detalles curiosos de "El prisionero del Odio" es que se trata de una obra muy politizada por parte de Ford a pesar de lo que la idea inicial pudiera parecer. En ella no se pretende buscar culpables ni al Norte ni al Sur de la guerra civil que tuviera lugar unos 70 años antes del rodaje de la película. En la primera escena Ford coloca al presidente Lincoln dando un discurso a su gente, y pidiendo que se toque el tema "Dixie", canción estrechamente ligada al ejército confederado (sureño).
Con ese guiño del destino, Lincoln será asesinado por un hombre del Sur. Pero esta historia es la de Samuel Alexander Mudd, sureño, pero con unas ideas lejanas a las del conflicto bélico. El doctor cumple con su cometido de curar a un herido (John Wilkes Booth), del mismo modo que en la isla de Shark llegará a curar al duro sargento que le había hecho la vida imposible durante su encarcelamiento. Se trata de un hombre que vive en el Sur, junto a su familia, pero a quien Abraham Lincoln le cae simpático en su idea de unir de nuevo a la nación. Algo que chocará con su suegro, ex general confederado (o eso dice) que odia y detesta todo lo relacionado con la Unión.
No será el único guiño a unir Norte y Sur. Mudd tendrá en la carcel por amigo a un ex exclavo suyo, que forma parte del ejército de la Unión encargado de custodiar a los prisioneros, compuesto en su mayoría por hombres de raza negra. Mudd, para combatir la fiebre amarilla, acabará pareciendo un norteño más a pesar de ser sureño, en otro claro ejemplo de que su personaje no entiende de extremismos políticos, si no de justicia, esa que se le negó en el juicio.
El juicio
El juicio es una de las partes importantes de la película. En él vemos algunos ejemplos de un cine fordiano muy bien trabajado incluso en una obra menor como pudiera ser esta. Vemos a la multitud gritar que se haga justicia. Dentro del cuartel, el oficial al mando encargado del juicio deja claro al jurado (compuesto por oficiales) que en ese Consejo de Guerra se trata de hacer "caso al pueblo", en un claro ejemplo de amaño y condicionamiento. Se ve en todo momento que el juicio es un mero formalismo previo al castigo que ya tienen dictaminado con antelación. Mención especial a la secuencia del ahorcamiento, vista en todo momento desde el rostro de quienes la contemplan, con juego de sombras y con el plano de las piernas de los soldados. Imágenes imborrables.
Escenas
Sin duda alguna hay dos momentos cumbre o clave en la película de Ford. El primero de ellos, ese arranque, tras escuchar el tema "I Wish I was in Dixie", vemos a Lincoln contemplando una obra de teatro. Quien conozca de historia sabe de sobra qué sucederá a continuación: John Wilkes Booth dispara y sale corriendo. Ford detalla con pelos y señales la imagen icónica de aquella noche, la de Wilkes saltando desde la grada al escenario y, con él, cayendo una bandera de los Estados Unidos, tal y como también inmortalizaría para la Gran Pantalla D.W.Griffith en "El nacimiento de una nación".
La segunda escena (obviando el mencionado juicio) es la de la evasión. Un año antes de "La gran ilusión", John Ford nos relataba una de las primeras fugas de un campo de prisioneros. Lo hacía con elegancia, con un tono aventurero que choca con el resto de la película, mucho más pausado y dramático. Palpas la tensión de esa fuga, sobretodo cuando el Sargento da órdenes de tirar a dar, y Mudd es consciente de que se juega la vida. Ese salto a un agua infestada de tiburones tras sobrevivir a las balas... una escena muy lograda para la época, donde Ford marcaba, en cierta manera, la forma de relatar las evasiones de una cárcel.
Crítica
"El prisionero del odio" es un interesantísimo relato de historia narrado por uno de los mejores arquitectos que ha tenido el cine bélico: El maestro John Ford. Quizá lejos de sus excelentes westerns, o de sus más conseguidos dramas, pero Ford demostraba su buena mano para cualquier tipo de historias con este drama sobre la Guerra de Secesión y sobre la imagen de un quizá anónimo para el gran público Samuel Alexander Mudd.
La película no es, si no una muestra, de lo que el cine es capaz de hacer, inmortalizando la imagen de un sureño que no era tan del Sur, un hombre condenado injustamente y que aún así, decidido a cumplir con su labor moral de ejercer su profesión de doctor. Todo ello con el buen gusto cinematográfico de un Ford que, incluso en esta obra menor, parece en estado de gracia puesto que hay unas cuantas escenas llevadas a cabo con la suficiente delicadeza y sentido que hacen de la película casi tan buena como obras mayores fordianas.
Es, en definitiva, un notable ejercicio que se rodaría antes de (por ejemplo) "La diligencia" o de servir al Ejército durante la II Guerra Mundial. Ford nos habla del Norte y del Sur sin querer entrar en quienes fueron los buenos y quienes los malos. Gana Estados Unidos, y ganan las buenas personas, con la imagen de Samuel Alexander Mudd salvando de la fiebre amarilla a todo el que pudo, jugándose él su propia vida en aquella isla del diablo que era la isla Shark.
Nota: 7
Lo Mejor: El toque Ford, con especial mención a la escena de la evasión
Lo Peor: La historia en sí, requiere una serie de saltos temporales que hace que rítmicamente haya momentos donde le falte fluidez.
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