Mel, venga a nosotros tu Reino

Desmond Doss fue un hombre modesto, tal y como reza el film. Un héroe inesperado de guerra que tuvo que vérselas por sus creencias, que tuvo fe en que su camino era el correcto a pesar de que su orgullo pudiera jugarle malas pasadas. Mel Gibson hace suyo el mensaje, quizás por alusiones directas, como si él fuera ese Desmond Doss esquivando las balas y salvando a sus compañeros del fuego, mientras tiempo atrás recibía él los golpes.

Con un clasicismo quizás un poco extraño en la filmografía del director, se nos muestra a base de pinceladas el pasado prebélico del protagonista, desde la infancia, pasando por el amor y ese entrenamiento y juicio que sacudieron y forjaron al hombre. Retazos breves para ponernos en situación, suficientes para conocer al hombre que encarna notablemente un Andrew Garfield que huele la nominación al Oscar.


Después de las presentaciones, Gibson va al grano. Y es que la segunda parte del film arranca con un salvajismo que hace que "La Pasión de Cristo" o el propio "Apocalypto" pudieran parecer un paseo en el campo. Con imágenes que el género bélico no recordaba desde "Salvar al soldado Ryan" (y que tampoco antes se habían hecho) Gibson nos enseña los desmembramientos de la guerra.

No se atina si se trata de un film antibélico o pacifista, aunque algunas imágenes puedan invitar a esa pequeña apreciación. El film de Mel sigue a un protagonista por el infierno, intentando ser fiel a sí mismo mientras cumple con su deber. Y es ahí donde Gibson se siente a gusto, en el campo de batalla, contándonos la cruenta batalla de Okinawa y concretamente el intento de conquistar Hacksaw Ridge (que da título original al film).

Con unas secuencias bélicas realmente lograda y un Andrew Garfield en estado de gracia (nunca mejor empleada dicha frase) se entretiene al espectador de una manera abrumadora, salvaje, sin pausa alguna para el descanso, como es la guerra misma. Unas sensacionales secuencias que dejan el film entre lo mejor que ha deparado el género en este Siglo XXI.

Sin embargo no todo podía ser bonito en el mundo de Gibson. Y esa fe cristiana, ese intento de vender que fue Dios quién guió al hombre (real, en cierto modo, puesto que el propio Desmond siempre creyó firmemente en él) se acaba confundiendo en unas secuencias donde el protagonista parece el propio Jesucristo.

Y es ahí, en ese "Una historia Real" (no se emplea el "basado", lo confirma directamente) donde William Wallace aprovecha para ensalzar al héroe hasta el punto de que, como una biblia se tratase, se exageren ciertos momentos, elevando a Santo a Desmond en unas secuencias finales que se asemejan más al cine bíblico que al bélico.

Pese a ello es un orgullo contemplar como Gibson se ha rescatado para el cine. Hace falta directores así, por mucho que su fe ciega le pueda llevar por senderos tenebrosos. Mientras de el espectáculo que ha dado con "Hasta el último hombre" nos quedaremos contentos.

Nota: 7,25

Lo Mejor: Okinawa, ese infierno en la tierra
Lo Peor: Que, como era de esperar, Gibson no separe al hombre del mito.

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