La obra fue escrita por Erich Maria Remarque (su nombre original es Erik Paul Remark) unos años después de concluir la Primera Guerra Mundial, y en ella se basaba en sus vivencias durante el conflicto y su experiencia en el mismo para narrar la evolución de novato a veterano, de entusiasmado recluta a hastiado soldado, de un joven alemán miembro de una generación perdida.
El motivo de que esta obra merezca su espacio en el blog no es otro que el hecho de haber sido llevada al cine en hasta tres ocasiones, dos de ellas con grandes resultados en cuando a premios y crítica. Primero con Lewis Milestone apenas tres años después de la publicación de la obra y recientemente por parte de la cinematografía germana que, si bien se permite muchísimas más licencias, fue reconocida con no pocos Oscars y nominaciones pese a tratarse de una película extranjera. Entre medio, en 1979 apareció una TV movie con el gran Ernst Borgnine en el reparto, también de muy buen acabado.La película de Remarque tienenla virtud de mostrar las penurias de la vida en las trincheras de los soldados alemanes durante la Gran Guerra. Especifica con todo tipo de detalles muchos aspectos de la guerra y sus curiosidades. Lo hace, además, sin caer en la descripción eterna, sino narrando en breve espacio de tiempo numerosas cosas interesantes. El autor va al grano en muchos aspectos y en las 250 páginas que uno se tiene que leer no dejan de suceder cosas.
Algunos de los momentos clave, como el del momento en que mata a un soldado francés que cae en el hoyo donde se escondía, se muestran en todas las películas de título homónimo al de la obra. Sin embargo, es interesante destacar que ni Milestone ni la obra alemana entran en algunas escenas que merecen mucho la pena, como el bombardeo que reciben estando en un cementerio o uno de los últimos episodios donde el protagonista principal y uno de sus compañeros acabarán heridos yendo a un hospital militar.Esa escena pone los pelos de punta. La facilidad y quizás frialdad con la que el hastiado personaje principal (inspirado en el propio Remarque) narra lo que va sucediendo necesita ser leído. Entre medio de un lugar tan lúgubre del que no saben si saldrán con vida hay espacio para la camaradería y para alguna escena subida de tono y, porqué no, el humor.
Remarque acaba incluyendo el sarcasmo y el humor como una marca propia de los soldados para evadirse de la realidad. El compañerismo y camaradería, algo muy de moda en el cine bélico actual y que procede de ese buen rollo que hay en ese grupo de reclutas convertidos a soldados que van evolucionando. Al menos su personaje principal, cuyas anécdotas salpicarán a unos secundarios bien marcados. Sobre todo Tjaden o Kat. Este último, sin duda, el personaje más entrañable de la obra y que en las películas sí está muy bien llevado a pantalla.Choca que el ritmo de contar anécdotas de manera ágil pero detallada se rompa en un vertiginoso penúltimo capítulo. De golpe y tras esa visita al hospital que resulta ser una de las escenas mejor narradas (a diferencia, quizás, de la segunda parte de su permiso, quizás la parte menos interesante), se nos narran hasta cuatro muertes, incluyendo la de personajes muy cercanos. Lo hace sin pestañear, como una anécdota más, pero pasando de puntillas. Únicamente con Kat el resumen es algo más largo.
De pronto, Remarque vuela la cabeza del lector con un tramo final donde el tiempo avanza más deprisa que el resto de la obra. Pero donde el rumor de la posible paz es apenas una excusa, un murmullo, que vuela con el viento. Como el propio personaje hastiado de la guerra, Remarque parece acabar agotado y de su puño y letra brota un final tan abrupto como soberbio. Sin entrar en epicidades ni glorias, los personajes caen casi todos al final, cuando se puede vislumbrar algo esperanzador en ese final de la obra.Resulta más que llamativo interesante, que la obra concluya en otoño de 1918, que fue cuando acabó la contienda, para remarcar mucho más la absurdidad de esas últimas muertes (bueno, y de todas). Del mismo modo, que la obra esté narrado en forma de memorias hace presagiar un final diferente al que el autor nos tiene preparado. Apenas dos párrafos, los últimos, son detallados en tercera persona. De una manera fría, sobria, pero afilada, se nos narra el final. Perdida la esperanza, perdidos los amigos, perdida toda razón de vivir, la obra da un golpe y aleja al lector de toda gloria.
"Sin novedad en el frente" es una obra que merece ser leída porque todo su mensaje es claro, revelador, desde el principio. Se inicia directamente con la contienda para, en los primeros capítulos, alternar con vivencias del pasado. Posteriormente se juega en un tiempo presente, narrado casi en forma de diario pero en pasado, como algo vivido. Ahí entran todo tipo de detalles y diferentes escenas, de las cuales Lewis Milestone sí aprovechó para su obra.Si bien el director de origen soviético narró todo de manera lineal, y cambiando algunos aspectos de la obra de lugar. De hecho, en apenas unos planos juega con las botas que van cambiando de dueño hasta llegar al protagonista. Si bien es cierta la primera muerte que da origen a ese baile de botas, en la novela no será hasta las últimas páginas cuando el heredero principal de dichas botas (Müller) caiga dejándolas en herencia al joven Paul.
De hecho, la escena cumbre del hoyo y el francés sucede de manera posterior al permiso que recibe Paul. Pero si la novela tiene un ritmo en lo beligerante desigual, ya que pretende narrar unos hechos cronológicamente sin pensar en qué encajaría mejor en un momento u otro, en la obra cinematográfica se piensa en todo momento con cuál es el lugar ideal donde dar pausa a la trama para mostrar el descanso del soldado. Descanso que no es tal, con un permiso del que querrá volver a las trincheras. Esas trincheras que son su hogar. Y Kat, Muller, Tjaden... Sus amigos. Eso sí lo clavó Milestone en todo momento.La novela de "Sin novedad en el frente" es tan corta que es muy fácil devorarla. Mucho más cuando está repleta de anécdotas y diferentes escenarios dentro de una guerra tan paralizada y sin movimiento alguno. La aleatoriedad con la que la muerte escoge a sus acompañantes está fielmente reflejada en cada pasaje. Y los pensamientos de Paul, junto a los hechos que narra, son una imagen viva, vital, de un conflicto que no debería haber existido y del que poco, por desgracia, se aprendió. Con "Sin novedad en el frente" nacía un gran escritor, que volvería a la guerra en obras como "Tres camaradas" o "Tiempo de amar, tiempo de morir". Esta última, por cierto, llevada al cine por Douglas Sirk.
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