Cold Mountain (Anthony Minghella, 2003)

Primer lunes de mes y, fiel a la cita, toca una película dedicada a la Guerra Civil Americana. Hoy analizo o comento la que posiblemente sea, con permiso de "Lincoln" la última gran película ambientada en el conflicto: "Cold Mountain" (2003), dirigida por Anthony Minghella ("El paciente inglés") y protagonizada por un trío protagonista de mucho calibre: Jude Law, Nicole Kidman y Renee Zeelweger, esta última ganadora del Óscar a la Mejor Actriz Secundaria por su papel en esta película. Al resto del reparto podía dedicarle el texto entero porque es excepcional la cantidad de rostros conocidos secundarios que van apareciendo, algunos de los cuales no lo eran tanto en el momento: Donald Sutherland, Philip Seymour Hoffman, Brendan Gleeson, Natalie Portman, Giovanni Ribisi, Ethan Suplee o el cantante Jack White... e incluso dos por entonces desconocidos Charlie Hunnam o Cillian Murphy.

"Cold Mountain" es un drama con trasfondo bélico y con una trama en apariencia romántica, si bien ese romanticismo, por suerte para el film, queda relegado a los flirteos iniciales y a su tramo final, quedando una película sobre la supervivencia pura y dura, equilibrada entre sus dos protagonistas principales y sus vivencias durante la larga guerra civil que asoló a los Estados Unidos de América. Jude Law interpreta a un joven sureño, residente en Cold Mountain que acaba alistándose por obligación como el resto de hombres de la zona, Kidman es la mujer que le esperará pese a que su romance apenas había comenzado. La ausencia de noticias y los largos años harán mella en los protagonistas, pero no en su fe inquebrantable en volver a verse, en que ese amor debe ser eterno.

Será ese amor el que mantenga a ambos con vida a lo largo de la película en los no pocos avatares que les deparará el futuro, sobre todo a un Law que se las ve de todos los colores en ese largo camino a casa donde todos son enemigos, los del ejército de la Unión por ser el enemigo del Sur, y los de su propio bando por castigar a desertores que, como él, escapan del horripilante conflicto. Sin duda una época oscura que el británico Minghella sabe retratar mostrando la maldad de los hombres. Y sí, digo hombres, puesto que las mujeres que salen a lo largo de la película acaban siendo víctimas colaterales de los intereses masculinos.

De esta manera, Kidman, Zeelweger o incluso una jovencísima Natalie Portman cuidando de un bebé, son el ejemplo femenino de quien aguarda en el hogar, teniendo que tirar de la economía familiar en extrema pobreza ante la ausencia de la figura patriarcal que, en su mayoría, ha sido borrada de la faz de la tierra. Una excepción es la presencia de Giovanni Ribisi, ese sureño que traicionará a Law y uno de los personajes que se encontrará por el camino, un reverendo con pinta de cualquier cosa menos reverendo como muestra esa orgía que se montará mientras el mencionado personaje de Ribisi, que les ha drogado, va a buscar al ejército confederado para castigar a esos traidores.

Pero dentro de ese mundo perverso y malvado, donde no existen los grises más allá del uniforme confederado y todos sus personajes son claramente blancos o negros, nos topamos con esa milicia compuesta por lo peor de lo peor, gente dispuesta a saquear, matar y a orquestar sus ganas de sangre lejos de un frente del que parecen querer huir. Esa guerra en casa castigando a quienes han huido de la barbarie llega a tener escenas grotescas, totalmente sanguinarias, como la de matar a toda una familia por ocultar a sus jóvenes muchachos (casi niños) que se han escapado del combate.

En medio de toda esa vorágine, la historia se centrará en ese mencionado largo camino a casa del personaje principal, un Jude Law espléndido, que logró nominación al Óscar por este papel (ya lo había logrado como secundario en otro film de Minghella, "El talento de Mr.Ripley", papel por el cuál se dio a conocer nuestro querido Vassili Zaitsev). Law viaja a través de un Estados Unidos decadente, y por ese homérico camino, cuál odisea de Ulíses, se encontrará con todo tipo de trampas, incluyendo esa mencionada casa de droga y orgías que podría perfectamente ser algo así como el canto de sirenas que evitar.

Todo a su alrededor acabará siendo muerte por mucho que, paradojas de la vida, haya huido del campo de batalla. Pero esa marcha lejos del frente no hace sino corroborar que todo el país está podrido por la guerra, que no te puedes fiar del vecino. Nuevamente, los personajes más fiables acaban siendo mujeres, como la que le leerá la carta de su mujer estando en el hospital o esa anciana que le salvará la vida y le dará de comer. En esa inhumana guerra donde quedarán condenados sus protagonistas, el largo viaje a casa deparará momentos para dudar de quienes son buenos y malos. Nuevamente vemos el color negro tanto en los uniformados confederados que le quieren dar caza y ajusticiar, como en los azules yankees que no dudan en, por hambre, poner en peligro la vida de un bebé.

Ese tono de desesperación va cogiendo el de esperanza a medida que Law se acerca a su hogar, hogar que, tras la muerte del padre de su amada había quedado en clara decadencia hasta la luz que emerge con la llegada de esa carismática y excepcional Renee Zeelweger. Toca destacar el papelón que hace, con ese deje sureño muy de la época, y esa mujer que puede con todo, ejerciendo roles de hombre en una época en la que la mayoría de hombres han desaparecido de sus vidas y la presencia de cualquiera parece más cercano a la desconfianza que a la esperanza. Algo que cambiará con la llegada del padre de ésta, personaje repudiado pero con quien acabará haciendo las paces y con ese secundariazo con pocas escenas que es Georgia, pero que despertará en la mujer ese interés por el amor hasta entonces cohibido o desconocido.

Así pues, "Cold Mountain" emerge como una película deprimente, instalada en el infierno del conflicto y de la guerra del que no pueden huir, con un tramo final que, todo hay que decirlo, llega a ser muy previsible en algunos aspectos. Más allá de pozos de sabiduría y brujerías varias, la realidad es que el destino de esa historia de amor no podía acabar de una manera que no fuera esa. Tan cinematográfica, tan destinada a la lágrima fácil y a la rabia por haber estado 140 minutos esperando para eso... pero, tranquilos, incluso en una película que parece desprender ese pesimismo por todos sus poros, no podía faltar el happy end, con una fotografía que quizás parezca onírica pero que únicamente refleja el paso del tiempo. La guerra ha terminado, y a la mesa están los despojos y personas rebotadas de diferentes lugares, todos ellos unidos. La presencia de una nueva generación, en dos niñas (que no niños) está a la vuelta de la esquina y es la que nos recuerda que todo el viaje mereció la pena, y que el amor entre sus protagonistas será eterno.

La Escena
Toca detenerse ahora en la gran escena bélica de la película. La única escena bélica pero que está rodada con maestría por el gran director que fuera Minghella. Nos enseña a soldados de la Unión colocando explosivos justo debajo de los puestos defensivos confederados, mientras nos avisa de esa práctica hacia final de la guerra. Estamos en el Asedio de Pettersbourg en 1864 (recordemos que la guerra concluirá menos de un año más tarde). Un plano nos descubre al ejército de la Unión poco después tumbado en la tierra, esperando esa explosión que será la señal.

En el puesto defensivo descubrimos a Jude Law, sabemos que será el personaje a seguir, aunque la cámara y otro personaje siga un conejo como mero señuelo. La tierra se levantará y la estruendosa explosión impacta. El mismísimo infierno, vemos una salvaje arremetida del viento y de todos los explosivos y una onda expansiva descomunal para la época. Los soldados de la Unión se han pasado tres pueblos. Se han pasado tanto, que caerán en su propia trampa, pues lo que parecería una victoria fácil a ojos del espectador se vuelve en su contra, pues el cráter generado por semejante salvajada acabará siendo su propia tumba.

Así se inicia una sanguinaria batalla donde el ejército rebelde, desde la cima de ese cráter, disparará y lanzará de todo a los atrapados soldados yankees. Ahí veremos también a un Jude Law que, como se intuirá a partir de esa escena, parece gafar a todo quien tiene a su alrededor. La sanguinaria batalla se nos muestra con una sucesión de escenas casi videocliperas que no tendrán nada que ver con el tono más pausado del resto de escenas. El caos se apodera de la situación, así es la guerra, y en muchos planos uno no sabe quién mata a quién. De eso se trata, de dar la impresión de ver a hombres revolcados en el barro matándose entre sí por un trozo de tierra, de bandera o un ideal. Esa es la crítica de Mighella a la guerra, una guerra que voló por los aires (como la primera escena) a ese país generando un cisma y una herida difícil de curar a corto plazo como ya han demostrado muchas películas desde entonces.

Esa gran escena contrasta con el breve escarceo, casi rodado en voz en off, en el que nuestro querido y carismático protagonista (el único hombre 100% íntegro y blanco de toda la película) quedará herido. Será el último momento bélico antes de que la película avance hacia otro camino, no menos épico, pues sin necesidad de batallas, Minghella le da a esa odisea particular esa tonalidad de buen cine épico del que ya, por desgracia, no se hace.

De hecho, toca señalar que 2003 fue uno de los últimos grandes años del cine épico. Ese mismo año coincidieron junto a "Cold Mountain" otros títulos como la tercera parte de la trilogía de "El señor de los anillos: El retorno del rey", "Master & Commander" o "El último samurái", además de la primera de "Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra". Destacar que los dos primeros títulos lograron ser nominados a los Óscars más importantes, mientras que en el caso de "Cold Mountain" o "El último samurái" sí lograron colarse en los Globos de Oro a la mejor película dramática, incluso Minghella entró en Mejor Dirección, pero en los Óscars quedaron relegados a otras categorías, hasta siete nominaciones obtendría la presente película, logrando el mencionado Óscar de Actriz Secundaria.

Dirección y Montaje
Respecto a cómo nos mostraría, mediante el montaje, Anthony Minghella, esta épica odisea, comentaré que me chocaron algunos flash-backs iniciales, pues la película después no abusó de ellos. Se trataba de comenzar atrayendo al espectador y para ello lo mejor era iniciar en 1864 y en la Guerra, para mostrarnos el pasado no tan romántico de los protagonistas mediante pequeñas escenas. Logra el efecto pero la película parece no quererse arriesgar con nada, encorsetada en las principales reglas que rigen este tipo de montajes.

Por suerte, cuando ya se ha contado todo lo necesario del pasado, la película avanza como debe, sin mirar atrás, únicamente hacia ese futuro incierto donde se intenta mirar con verdes ojos de esperanza, pero que parece anclado en la oscuridad. Es en ese tramo de la película donde el montaje es el mejor arma para lograr el objetivo. Las dos historias se van entrelazando con ingenio, vemos las penurias de los protagonistas y como poco a poco su suerte parece ir cambiando. Todo ello sin obviar que, como en un Western, todo parece destinado a un duelo final con esa milicia que en todo momento vemos como el auténtico enemigo y ser maligno de la película.

Llegado el momento, ese duelo nos sabe a poco. Lo previsible se vuelve a apoderar de la pantalla y por mucho que la nieve sea un gran aliado para lo que se pretende mostrar (la sangre en la nieve siempre es más llamativa), el resultado no acaba de satisfacer, perdiendo una gran oportunidad de volver a salirse de un marcado camino. Es como si Minghella hubiese perdido esa pasión que mostraban sus personajes en la tórrida secuencia que le precede, poniendo el piloto automático en el momento del clímax, volviendo más a esa escena bélica en off, que a esa apasionante escena inicial que bombardea nuestros sentidos. Una notable producción, pero que no es más grande porque no se lo creyó.

Nota: 7

Lo Mejor: El homérico viaje a casa y esa explosiva secuencia inicial

Lo Peor: El tramo final, básico, sencillo y previsible

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