Volvemos al cine europeo de la mano de la cinematografía rusa, que no soviética, con un título que prometía mucho... y me dejó un sabor más bien amargo: "Stalingrado". Uno de esos combates históricos, ya narrados en más de una ocasión por el cine alemán, con la extraordinaria "Stalingrado" (1993) a la cabeza. Veinte años después, los rusos han hecho su versión, y entre el reparto contamos con el mismísimo Thomas Kretschmann, que era el protagonista de la versión alemana dirigida por Joseph Vilsmaier. Volver a verle en el infierno soviético ya era suficiente motivo para hincarle el diente a la producción.
Dirige Fedor Bondarchuk, que había sido director y protagonista de "La novena compañía" título bélico ambientado en la guerra entre la URSS y Afganistán (sí, la de "Rambo III") y que fue todo un éxito en su país. Decir que muchos conoceréis ese apellido (Bondarchuk), puesto que es hijo de Sergei Bondarchuk, director de la soviética "Guerra y Paz" y de "Waterloo", además de protagonista de innumerables películas incluyendo la yugoslava "La batalla del río Neretva".
Una voz en japonés nos habla de resurgir de las cenizas. Así y con un avión, arranca una película que comienza en Japón y uno no llega a entender porqué. Tampoco lo entiende cuando, entre los escombros de Tokio hay una mujer alemana y con ella habla un bombero ruso, en alemán. Sin lugar a dudas no es el comienzo ideal para una película épica arrancar con un prólogo ambientado en una época presente pero desubicando al espectador totalmente de la trama. En "Salvar al soldado Ryan" se arrancaba con un anciano recorriendo el cementerio en Normandía, colocándonos donde debía para llegar el Tour de Force inicial con Omaha. Aquí, el bombero acabará ejerciendo de narrador y hablándonos de sus "cinco padres".
Pasado este mal trago llega la que posiblemente sea la escena más fantasmagórica de todo "Stalingrado". Tras una incursión nocturna para conseguir combustible, nuestro carismático Thomas Kretschmann detonará la fábrica. Las llamas alcanzarán a los soviéticos que estaban invadiendo la posición y, acto seguido, contemplamos a los alemanes preparados ante las hordas bolcheviques. Y ahí, harán acto de presencia soldados abrasados en fuego que no se detendrán ante nada. En lugar de huir despavoridos avanzan hacia el enemigo. Los alemanes pese a disparar inicialmente se retirarán horrorizados. Los soviéticos los tienen bien grandes.
Una escena que nos viene a mostrar algo así como a los satanases del infierno haciendo acto de presencia. Esos diablos que harán la vida imposible a los alemanes. Sin lugar a dudas, pese a la espectacularidad de la propuesta, suena a guasa. Lo peor es que el cine ruso de este siglo parece haberse tragado cualquier leyenda sobre la Guerra de la Madre Patria (II Guerra Mundial) y tomarla como verídica. Como sucedería posteriormente con la escena de "La bala de cañón que dobló la esquina". Sí, sí, "Stalingrado" se pega unas licencias que harían avergonzarse a cualquier película propagandística made in USA, incluido a Braddock o John Rambo.
Ubicados en este festival bélico que nos propone el director, "Stalingrado" acabará errando al narrarnos la vida de un grupo no muy numeroso de soldados incrustados en una casa con vistas a la mítica plaza que contemplamos en "Enemigo a las puertas". Esos muchachos, y la chica rusa (la madre del narrador) serán los inseparables protagonistas de la propuesta, que se alternará con la relación entre el personaje de Thomas Kretschmann y una mujer rusa. En "Stalingrado" (la alemana de 1993) nos contaban las peripecias de un grupo reducido, pero a través de diferentes momentos de la batalla. Desde el inicio donde llegaban cual tropas triunfales, el amargor de la batalla, ser destinados a tareas de antiminas, batalla contra los tanques en la nieve y el infierno final en vísperas de la rendición; En esta versión rusa los 130 minutos se destinan a contarnos una de hazañas bélicas sin importar el resto de la contienda.
Lo peor es que del ejército rojo no sabemos nada desde ese inicio. Mientras que vemos como los alemanes ocupan todo los alrededores de la plaza. ¿Todo? Todo no. Un grupo de irreductibles galos soldados de la madre patria resistirán en la posición contra todo ataque del enemigo. Dará igual que vengan con tropas de asalto perfectamente equipadas, que ellos son pocos, pero valen cada uno por un Rambo en Vietnam. El despropósito es enorme, puesto que en una producción ambientada en un hecho histórico tan delicado, pretender vender una resistencia que durará días y que deja a los alemanes de palurdos es un insulto a la inteligencia.
No negaré que las escenas de combate (se estrenó en 3D en Rusia) son lo suficientemente atractivas como para que nos olvidemos de lo fantasmal de la propagandística propuesta, y abracemos por momentos la producción. Sin embargo su hora final, excesivamente destinada a ver como conviven esos protagonistas en una situación que parece ajena a la guerra y el excesivo protagonismo a la historia del capitán alemán y la mujer rusa que le recuerda a su mujer acabarán por provocarnos bostezos en vísperas de un asalto final donde ya los alemanes van con todo.
Por el camino, escenas de combate realmente interesantes en cuanto a la espectacularidad, pero hilvanadas con momentos descacharrantes como el oficial de alto rango alemán interrogando con torpeza a un ruso, sin que este tenga las manos atadas ni nadie le vigile. Espectacular. He visto recientemente títulos rusos (o ucranianos) sobre la II Guerra Mundial y todos ellos eran interesantes pese a que les faltaban ingredientes indispensables y les sobraba fantasía. En "Stalingrado" sobra mucho más de todo y la fantasía es mucho más llevada al límite de lo que debiera. Sobretodo cuando, repito, hablamos de la batalla de Stalingrado.
Quien espere una versión rusa de la gran batalla, que siga viendo en "Enemigo a las puertas" la película de cabecera, si bien únicamente se centre en Vassili Zaitsev y con licencias. Porque "Stalingrado" falla tanto en un prólogo + epílogo innecesarios, como en dos historias de amor (sobretodo una) que inunda en exceso la pantalla. Eso, y escenas surrealistas que no se las traga nadie (bañera en la cabeza incluida) hacen que la torpeza supere a la espectacularidad. Película palomitera que cuando se centra en mostrar la guerra con fuegos artificiales cumple perfectamente su función, pero que, por desgracia, se olvida muy a menudo de intentar ser tomada en serio, torpe guión aparte.
En definitiva, no perdáis vuestro tiempo. Y me fastidia decirlo porque tenía muchas ganas de esta película de la que por Twitter había leído alguna que otra recomendación. El resultado es insatisfactorio a todas luces. Tampoco ayuda el exceso de propaganda que parece más digna de una película soviética de los años 70 que de una producción realizada en pleno Siglo XXI. Irnos contando con heroísmo las vidas pasadas de cada uno de esos "cinco padres", abusando de música épica y de cámara lenta, acaba por hacerse cansino.
Bondarchuk se equivoca de cabo a rabo y es una pena con los mimbres que tenía... y con la aparición de ese actor llamado Thomas Kretschmann. Como detalle, hay una escena en la que el personaje de Kretschmann pregunta a sus tropas a ver si saben qué pone en la hebilla del cinturón, en claro homenaje a una de las escenas iniciales previas al combate del "Stalingrado" de 1993. Al menos, ligeramente, se homenajea esa gran obra del cine europeo. Menos dará una piedra.
Nota: 4
Lo Mejor: La presencia de Kretschmann y las escenas bélicas
Lo Peor: Torpe e irreal en muchos momentos. Y aburrida y estirada hasta la saciedad
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